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Saturday 22 Mar 2025 | Actualizado a 12:22 PM

Palestina, destrucción capitalista

/ 19 de febrero de 2025 / 06:00

Las últimas semanas, el capitalismo más despiadado ha develado su verdadera cara, sin siquiera intentar disimularlo a través de los grandes medios de comunicación o fabricando un conflicto. Al final, hicieron lo que quisieron ante el mundo y, en especial, de los países “democráticos” que se jactan de hablar de libertad y derechos humanos.

Recientemente, Donald Trump, con total tranquilidad e impunidad, ha afirmado: «A todos con quienes he hablado les encanta la idea de que Estados Unidos sea dueño de ese pedazo de territorio», sugiriendo que su país debería «ser propietario» de Gaza, como si se tratara de un simple bien de inversión.

Estas declaraciones deben ser consideradas una alerta para los pueblos subalternos, más conocidos como pueblos del sur, que quedan subordinados a las estructuras de dominación impuestas por el capitalismo transnacional y su bloque hegemónico.

El caso palestino es un espejo del capitalismo más extremo, donde la acumulación de capital y poder no reconoce límites éticos ni humanitarios, y donde al parecer no resulta suficiente un genocidio para eliminar a la población palestina, por eso continúan con la destrucción sistemática de su economía, sus infraestructuras y su tejido social.

Desde la Nakba, en 1948, el pueblo palestino ha sufrido un proceso de desplazamiento forzado y colonización brutal. Actualmente, la especulación inmobiliaria y el expansionismo israelí siguen consolidando un modelo de ocupación que se basa en la destrucción de hogares palestinos y su reemplazo por asentamientos ilegales. La propuesta Trumpiana de reubicar a casi dos millones de palestinos en Egipto y Jordania no es más que la continuación de un plan de limpieza étnica que se ejecuta con la autoría de EEUU y sus aliados.

Esta complicidad de las potencias occidentales en la opresión palestina no es nueva. Desde el Acuerdo de Abraham hasta los recientes bombardeos indiscriminados en Gaza, en especial contra mujeres y niños palestinos, son muestra que las decisiones políticas del occidente han priorizado los intereses económicos y estratégicos sobre los derechos humanos. La explotación de recursos, el control de rutas comerciales y la expansión territorial han sido los motores del despojo palestino, enmarcados dentro de una lógica capitalista de acumulación y deshumanización.

Del mismo modo, la prensa internacional, controlada por intereses corporativos, invisibiliza el sufrimiento palestino y criminaliza su resistencia. Los periodistas que justifican la ocupación deberían ser reubicados en las facultades de comunicación para recordarles la ética profesional que han olvidado. La normalización del genocidio palestino en los medios occidentales es un reflejo de la dominación ideológica del capitalismo global, donde la vida de los pueblos oprimidos vale menos que los intereses financieros de las élites.

Es por eso que apoyar la causa palestina ya no es solo un acto de solidaridad, es la defensa de nuestro propio territorio y soberanía. Si hoy permitimos que Estados Unidos e Israel destruyan Palestina sin consecuencias, estamos legitimando que cualquier pueblo del mundo pueda ser el próximo objetivo del capital y el imperialismo, especialmente ahora que la crisis climática se agudiza, los recursos naturales se vuelven más escasos y el control de territorios estratégicos se convierte en una prioridad para el capitalismo global.

No es una guerra. Es un genocidio.

Marco Antonio Nina Palli es economista y politólogo.

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Encuestas en Bolivia ¿Confiables?

/ 8 de enero de 2025 / 06:03

En los últimos meses, se han difundido diversas encuestas de “intención de voto” con miras a las elecciones generales de 2025, las cuales presentan resultados dispares. Este hecho, naturalmente, genera cierta desconfianza hacia estos sondeos, especialmente si recordamos casos anteriores en los que este tipo de encuestas fueron utilizados para favorecer a ciertos candidatos y desprestigiar a otros. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué utilidad tienen realmente las encuestas si sus resultados suelen ser imprecisos? ¿Cuáles son las causas detrás de estos errores?

Estos errores en las encuestas no son un fenómeno exclusivo de Bolivia, sino que también se han observado a nivel internacional. Ejemplos destacados incluyen el Brexit en Inglaterra, las elecciones presidenciales en EEUU de Donald Trump contra Hillary y Kamala Harris; y en Argentina, entre Fernández y Macri, entre otros casos.

Si bien la encuesta es una herramienta valiosa para medir la opinión pública, su margen de error puede variar debido a diversos factores. Entre ellos se encuentran el tamaño de la muestra, que puede no ser representativo, una segmentación geográfica y socioeconómica inadecuada, y los métodos de recopilación de datos (oral, escrita, internet o telefónica), que pueden excluir a ciertos sectores mientras concentran a otros. Además, las personas que se resisten a exteriorizar sus preferencias electorales o aquellas que, por desinterés o desconocimiento, no tienen una intención de voto definida, también contribuyen a aumentar el margen de error.

Entonces, ¿tienen alguna utilidad las encuestas de intención de voto en Bolivia? Considerando los errores que suelen presentar, la respuesta es sí, especialmente en un contexto como el de las elecciones generales de 2025, que marcan un posible cambio de ciclo político y la emergencia de nuevos actores en busca de la renovación de la clase política y sus propuestas. Y según estudios empíricos, las encuestas adquieren relevancia en estos momentos de desapego social hacia los partidos políticos, sus candidatos y propuestas, ya que permiten identificar patrones clave del comportamiento electoral.

Para los partidos políticos y candidatos, las encuestas son herramientas clave tanto para el posicionamiento estratégico como, en ciertos casos, para reorientar sus estrategias. Por esta razón, con frecuencia los actores políticos encargan encuestas internas, destinadas exclusivamente a su análisis privado, y encuestas externas, diseñadas para su difusión pública. Sin embargo, estas últimas suelen incluir errores intencionales que afectan la credibilidad de las encuestas en general. Por ello, la fiabilidad de los resultados depende en gran medida de quiénes elaboran las encuestas y de quiénes las difunden.

Por otro lado, a medida que se acerca la contienda electoral, los factores que influyen en el voto tienden a cambiar de estructurales a coyunturales. Por ejemplo, una preocupación general sobre la economía del país puede ser desplazada por el impacto de una mala respuesta de un candidato a una pregunta sobre ese mismo tema.

Sin embargo, es fundamental reconocer que los resultados de una encuesta responden a un determinado momento y a un conjunto en particular de acontecimientos. Por ello, es muy probable que dichos resultados no guarden relación con las preferencias electorales de los votantes en el día de la elección.

Marco Antonio Nina Palli es economista y politólogo.

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