El espectro marginal del indio

El indio es una categoría política representada por un cuerpo y una idea, un ente que sirvió para ordenar el proceso de ocupación colonial y jerarquización social desde la llegada de los españoles y mantuvo su presencia hasta nuestros días. Los barrios de indios, la vestimenta, la forma de hablar y, con el pasar del tiempo, el tono de piel se consolidaron como los márgenes por donde se formó esta figura que señala lo que es aceptable o no en la sociedad colonizada y no india.
En lo que hoy es Bolivia, es sabido que “lo indio” fue la categoría que se asentó como forma descriptiva de un segmento de la población luego del declive de las élites incas y aymaras en la época colonial. Así, “lo indio” hace referencia al espectro que va quedando como “marginal” respecto al centro “civilizador”. Durante siglos esa marginalización fue en aumento, porque se convirtió en la ley del proceso mismo de reproducción social y el sentido de su desarrollo. Para vivir en estas tierras, nadie quiere ni debe ser indio, dicta la Colonia.
En las dinámicas de explotación hay vencidos y vencedores; lo indio para la sociedad colonizada es el vencido. Sin embargo, lo indio, desde el territorio geográfico, social e imaginario que ocupó durante siglos expandió sus formas propias, más allá del margen del cual fue arrojado. En ese ámbito de lo barbarizado, lo marginal, lo que estaba destinado a morir, surgieron hechos que rompieron las barreras impuestas por los jerarcas. Es decir, los vencidos crearan formas de vivir, de ahí el registro de sus resistencias a lo largo de la vida colonial y republicana y el relato de sus victorias.
Con el tiempo esas resistencias de “lo indio” llamaron a la fascinación de intelectuales (hoy callados o borrando con el codo lo que escribieron con la mano) que veían con asombro cómo se presentaban a puertas del siglo XXI una efervescencia de poblaciones movilizadas en torno a su derecho a la vida: marchas, sindicatos, música, sensibilidades artísticas, formas sociales, lenguajes e idiomas rebalsaban de los márgenes donde se habían acumulado los cuerpos y las ideas de lo indio. Irrumpieron en el espacio con un proyecto político que se cristalizó finalmente en la llegada de Evo Morales al poder.
En la actualidad, la marginalización de lo indio ha vuelto a retomar protagonismo en la sociedad colonizada. Las jerarquías y el orden social que reclaman colocar al indio en su lugar, se han aliado para cumplir el rito del desprecio: el indio no puede ni debe hablar, su voz es la barbarie, el indio desde ser expulsado de la ciudad y en las afueras, junto a sus masas de indios, finalmente ser vencido. Pero, una vez más, esa lógica nunca funcionó. Por el contrario, alimentó la insurgencia de aquellos que saben que una vez vencieron y que hoy pueden volver a hacerlo.
Hoy, la falacia democrática del colonialismo interno intenta justificar la lógica de la marginalización para reproducir su capital. Figuras que tanto necesitan los “dueños” de Bolivia: indios buenos, dóciles, domesticables para servir sus intereses, vasallos de la “civilidad” son llamados a servir en las haciendas del poder. Mientras que el bárbaro, el díscolo, el cuerpo e imaginario del indio marginal está representado en el territorio Chapare, en completo aislamiento. Su espectro provoca el rechazo de los “demócratas” bolivianos, nadie puede ver a los ojos al indio del Chapare, nadie puede pensar en debatir con él, su palabra no tiene valor y sin interlocutores; él representa al indio que vivió siglos en los márgenes, al que las jerarquías quieren ver vencido, pero que no se deja; vuelve y gana, porque en ese margen viven millones como él.