La posverdad
La movilización es el testimonio social, la violencia es el argumento, las víctimas son la estadística para los medios

César Navarro
La posverdad es la distorsión deliberada de la realidad, es construcción de la mentira emotiva. La temporalidad de la manifestación social de la posverdad es antecedida de la circulación de “afirmaciones” que construyen un ideal como la verdad fáctica, irrefutable, la negación de esta realidad por darse significa atentar a la razón.
Las elecciones en la Venezuela Bolivariana son la constatación plena de este hecho, que se ha convertido en el dispositivo mediático más efectivo para anunciar lo que está por acontecer y el factor político que alimenta el discurso de quienes promovieron e impulsan la trama de la tragedia.
Consulte: El agitador
La posverdad tiene su manual, las acciones que anteceden no son casualidades que se presentan, están preelaboradas en función de un meta-relato. Hace más de una década etiquetaron la presidencia de Maduro como “dictadura”, esta imagen es determinante para justificar las acciones y sanciones de EEUU y la Unión Europea contra el gobierno chavista. Las más de 900 sanciones que impusieron lo hacen en nombre de la democracia, la libertad y en defensa de los derechos humanos, es decir, criminalizan políticamente a un presidente para defender “valores” de los que se creen propietarios en cualquier país del mundo.
En 2016, cuando juró al cargo el presidente de la Asamblea Nacional (Parlamento) de Venezuela, el diputado de oposición Julio Borges, su primer mensaje fue “Maduro saldrás del gobierno”. Esta declaración antidemocrática fue celebrada por la derecha internacional como un acto democrático del primer poder del Estado. Como no lograron la renuncia de Maduro, el siguiente acto fue que otro presidente de la Asamblea, el diputado Juan Guaidó, en enero de 2019 juró como “presidente encargado” de Venezuela en una plaza pública, inmediatamente todos los gobiernos de la derecha internacional a la cabeza de Trump lo reconocieron y acreditaron en sus países a los embajadores nombrados por el mandatario de Walt Disney, incluida la OEA presidida por Almagro; no solo eso, el Banco de Inglaterra tenía en custodia 31 toneladas de oro en lingotes del Banco Central de Venezuela, cuando el gobierno de Maduro solicitó la entrega, por instrucción del primer ministro y Su Majestad se negó la devolución, porque el gobierno ingles reconocía a Guaidó como presidente. No es menos cierto que las plataformas ciudadanas, comités cívicos y el gobierno de facto de Áñez rendían pleitesía a este presidente de ficción. La posverdad carnavalera en plena manifestación.
La exdiputada de extrema derecha María Corina Machado, en 2016 pidió a la Asamblea la autorización para el ingreso y la instalación de tropas militares norteamericanas en territorio venezolano, que tendrían como finalidad “liberar a Venezuela derrocando al dictador Maduro”, toda la derecha de la región consideró legítima la solicitud de violación a la soberanía con fuerza militar armada extranjera.
Desde mediados de junio, “encuestadoras” internacionales realizaron sondeos y encuestas, todas ratificaban un triunfo por más de 20 puntos del candidato opositor, programas televisivos, informativos, eternos analistas mostraron a las encuestas como la premonición y expresaban que estábamos a pocas horas de que el régimen chavista sería derrotado electoralmente.
El debate de la intelectualidad circulaba en la era poschavista, se daba por descontado el triunfo de la derecha, el efecto es la recomposición política regional. La troika que liberaría al sur americano del peligro comunista e indígena estaba liderado por Bolsonaro-Milei-Machado, eran anuncios de nuevos tiempos de la extrema derecha.
Cuando el soberano habló a través de las urnas sin intermediación, no fue del agrado de los creadores de la ficción, pusieron en escena la violencia para imponer la posverdad.
Impusieron mediáticamente la inexistente realidad como verdad, ahí radica el sentido y el por qué del despliegue social violento en las calles venezolanas, están luchando por la ficción. Los medios que ayer mostraban a los guionistas de la trama, hoy muestran a los actores del drama, pero no son actores de reparto, son hombres y mujeres que volvieron a ingresar a otro episodio de la posverdad política.
La movilización es el testimonio social, la violencia es el argumento, las víctimas son la estadística para los medios y la razón discursiva del guionista, que alimenta a su vez la narrativa constante de la trama, que no será anunciada por el actor social sino por los voceros que son diplomáticos, expresidentes, opinadores, desde su comodidad virtual, sentados en sus cómodos sillones del palco, pero a la extrema derecha de la historia y la realidad.
(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda