Voces

Thursday 12 Dec 2024 | Actualizado a 04:43 AM

Hamdan, habla su patrocinador

Gutiérrez Yáñez dijo que va a seguir apoyando moralmente a Hamdan, pero que si tiene que ir a declarar a Bolivia, irá

Javier Bustillos Zamorano

/ 22 de julio de 2024 / 11:11

Víctor Hugo Gutiérrez Yáñez es un licenciado en finanzas y abogado mexicano de 54 años de edad, que incursionó brevemente en la política primero como militante de base de diferentes partidos, luego como diputado y finalmente como fallido aspirante a una candidatura presidencial independiente. Cansado de estas batallas, decidió dedicarse por completo a una ONG que creó en 2017, a la que llamó Comisión Iberoamericana de Derechos Humanos Para el Desarrollo de las Américas (CIDHPDA).

Junto a otras personas, estableció delegaciones en algunos estados de la república mexicana y otras en Sudamérica, entre ellas Bolivia. En sus estatutos, a los representantes de su organización se les llaman comisionados, y uno de ellos es Luis Fernando Hamdan, el activista recientemente detenido acusado de ser cómplice del asalto militar del pasado 26 de junio.

Consulte: El dúo Arias-Archondo

En breve conversación con este reportero en la ciudad de México, dijo que no conoce personalmente a Hamdan y la única información que tuvo de él fue a través de internet, de unos cursos y talleres que daba sobre defensa de presos políticos. Que quien se lo presentó como “un periodista defensor de derechos humanos” fue Carolina Delgadillo vía WhatsApp, en 2022.

Dijo que conoció antes a las otras tres integrantes de la delegación boliviana, cuando Carolina Delgadillo, Helen Kelly Tejeda y María Katherine Antezana se comunicaron con él, para pedirle ayuda porque se sentían indefensas “ante los ataques del Gobierno” y necesitaban protección de una organización del exterior, a lo que él accedió, y sin más trámites las nombró sus representantes en Bolivia.

Gutiérrez Yáñez se guía por lo que le dicen ellas y el abogado de Hamdan, Jorge Valda. Así, da por ciertos los dichos de Sergio Castro (capitán del Ejército que actualmente busca asilo en Missouri, Estados Unidos), en los que dice que Hamdan fue víctima de un engaño de parte del general Zúñiga “que pretendía tomar el poder mediante un autogolpe en complicidad con el presidente Arce”. Que fue vigilado desde 2019 por agentes de Inteligencia. Gutiérrez Yáñez vio y oyó al capitan Castro y le pidió realizar una declaración notariada de sus dichos, a fin de que no se quede en eso, y sirva como prueba para la defensa de Hamdan. Hasta el cierre de esta columna, aún no recibía respuesta de Castro. Dijo también que en Bolivia hay 278 presos políticos; que Hamdan se entrevistó con Zúñiga solo para hablar de presos políticos y exigió al Gobierno de Bolivia la liberación de su representante.

Confía en Hamdan y metería las manos al fuego por él y por todos sus comisionados, afirmó, pero no negó la posibilidad de equivocarse; contó que ya hubo gente que hizo mal uso de su organización y que, en caso de comprobarse lo contrario en el caso de Hamdan, tomaría las medidas correspondientes. ¿Expulsión? Prefiere esperar al resultado de las investigaciones. “Nosotros no nos dedicamos a desestabilizar a ningún país”. “El señor (Hamdan) jamás nos habló de ataques subversivos”. “Nos deslindamos de cualquier acto de terrorismo”. “Cualquier persona puede ser defensora de derechos humanos y en nuestros nombramientos siempre ponemos que no nos hacemos responsables por los malos usos que realicen esas personas”, aseguró.

Quizá por ser de reciente creación o porque hasta la fecha no se ocupó de un caso relevante, la CIDHPDA no tiene presencia en medios periodísticos mexicanos ni en la esfera de los organismos de defensa de derechos humanos. Gutiérrez Yáñez dijo que su organización civil se financia a través de donaciones, ninguna procedente de Estados Unidos.

Fue cuidadoso al hablar de su ONG. Dijo que su institución actúa bajo los estándares de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pero aclaró que no cuenta con un reconocimiento formal de parte de estos organismos. Que ya iniciaron los trámites, pero que aún no tienen respuesta. Esto porque en las cinco cartas de acreditación como representantes de esta ONG en Bolivia, que Carolina Delgadillo, identificada como Alta Comisionada, envió al general Zúñiga y al Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otros, se lee: “…CIDHPDA organismo internacional reconocido por la OEA y NN.UU.”

Gutiérrez Yáñez dijo que va a seguir apoyando moralmente a Hamdan, pero que si tiene que ir a declarar a Bolivia, irá.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Con las alas rotas (II)

/ 9 de diciembre de 2024 / 06:03

Ningunear, coloquialmente, significa ignorar o anular la presencia de otra persona; despreciarla y convertirla en nada. Un acto absolutamente voluntario de alguien en contra de otro. En su ensayo “Máscaras Mexicanas” (1950) Octavio Paz dice que “el ninguneo es una operación que consiste en hacer de Alguien, Ninguno”. Operación que el poeta habría ejecutado, junto a otros, contra su esposa la escritora Elena Garro.

Patricia Rosas Lopátegui, biógrafa de Garro, dice que Elena fue víctima del machismo de Octavio Paz por su insumisión, libre albedrío e independencia de criterio: mientras el poeta, cuidadoso de su carrera literaria, evitaba confrontarse con el gobierno, su mujer lo desafiaba. Mientras Paz se aliaba con los poderosos para consolidar su carrera diplomática, Garro buscaba a los más pobres para defenderlos. Y por eso, precisamente, fue expulsada no sólo de la vida del poeta, sino de México a mediados de los años 50, por órdenes de un presidente, como les conté en la primera entrega de este texto.

Elena Garro y su hija Laura Helena fueron enviadas por Octavio Paz a Francia, donde vivieron precariamente durante varios años, mientras el poeta trabajaba en una secretaría de la embajada mexicana en India y disfrutaba su nueva relación con la pintora Bona Tibertelli. Venganza, o no, Elena hizo lo mismo con el escritor argentino Adolfo Bioy Cáceres. Rota la relación, acordaron divorciarse en 1959.

Una mañana, la escritora se enteró por los periódicos franceses, de que en su país los campesinos con los que había ganado juicios para la devolución de tierras, estaban siendo asesinados. Sin pensarlo dos veces, decidió dejar todo y regresó con su hija a México no obstante la advertencia de Paz y otros intelectuales.

Y se encontró con un país convulsionado: eran mediados de los sesenta y en México no sólo los campesinos eran reprimidos, sino también dirigentes obreros y estudiantes. Garro retomó su activismo y se unió a marchas, mítines y huelgas contra el gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, que tenía a Octavio Paz como su embajador en India.

Ocurrió entonces la masacre de estudiantes en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. Elena Garro fue acusada por el gobierno de instigar la rebelión estudiantil, acusación a la que se unieron escritores, periodistas y otros en venganza por las denuncias que Garro había hecho en su contra, en un memorable artículo titulado “El complot de los cobardes”. Al final, Elena y su hija salieron huyendo de México y en India Octavio Paz renunció a la embajada en protesta por la matanza.

Sin embargo, años después, el poeta hizo las paces con el gobierno y apoyó acríticamente a los subsecuentes; publicó sus mejores ensayos, sus más célebres poemas y en 1990 le otorgaron el Nobel de Literatura.

Garro y su hija Helena deambularon durante 24 años en Madrid, Francia y Suiza. Dormían en albergues y pedían limosna en las calles, porque los 300 dólares mensuales que les enviaba el poeta no les alcanzaban. Garro fue enfermando y Helena cayó presa del alcohol y los barbitúricos. En ese estado, regresaron a México en 1993 a vivir en un pequeño departamento que después llenaron con 37 gatos que recogieron de las calles. Quienes las visitaban, decían que el hedor de los orines y excremento llegaba hasta la calle. Sentada en un viejo sillón, Elena Garro se alimentaba de café, coca cola y cigarros, lúcida y brillante la mente, pero con el cuerpo empequeñecido pegado al de su hija que padecía de delirios y lapsos de ausencia cada vez más frecuentes.

Octavio Paz y Elena Garro murieron en 1998, primero él de cáncer de huesos y cuatro meses después ella de cáncer de pulmón. Helena, la hija de ambos, sufrió un derrame cerebral que le impidió hablar y la postró en una silla de ruedas. Recluida en un asilo, murió el 30 de marzo de 2014, luego de una diarrea y vómitos que no pararon hasta acabar con ella.

De los tres, sólo la obra literaria de Octavio Paz es la más conocida y difundida. De Elena Garro sólo se mencionan dos o tres de las 10 novelas que escribió. De sus obras de teatro y sus trabajos periodísticos, nada. Laura Helena escribió dos novelas, poesía y cuento que, también, cayeron en el olvido…

¿Puede el ninguneo lograr eso? La biógrafa de Elena Garro repregunta: ¿Puede volar un ave con las alas quebradas?

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

Comparte y opina:

El lado oscuro del poeta (I)

/ 25 de noviembre de 2024 / 06:07

Orgullo de los mexicanos, el Nobel de Literatura Octavio Paz tiene, como cualquier mortal, sombras y claridades en su biografía. De su luz nos beneficiamos todos, pero de sus oscuridades debemos avergonzarnos, porque hizo víctimas a su primera mujer Elena Garro y a su única hija Laura Helena Paz Garro, de lo que hoy se tipifica como violencia emocional y maltrato sicológico. Por órdenes de un gobernante, no sólo las expulsó de su vida, sino también de su patria a la que regresaron después de muchos años, sólo a morir en un total abandono. 

Es la otra historia de este inmenso poeta, que nos la cuentan la escritora Elena Poniatowska, que fue amiga de los tres, y Patricia Rosas Lopátegui, biógrafa de Elena Garro. De sus libros y artículos, viene este breve resumen, dividido en dos entregas, a propósito de este 25 de noviembre en que se conmemora el Día Internacional en Contra de la Violencia hacia las Mujeres.

Fue en 1935, cuando el joven Octavio Paz conoció, en una fiesta, a la mujer que voltearía de cabeza su vida: la inteligente y hermosa Elena Garro Navarro de 19 años de edad, estudiante de Filosofía y Letras en la UNAM, coreógrafa del teatro universitario y bailarina de ballet clásico.

El flechazo fue mutuo. Se enamoraron y en 1937 se casaron. El escritor y la bella fueron el centro de atención del mundillo intelectual de entonces. Los primeros años, felices: engendraron a su hija y exitosos textos, él como poeta y ella como periodista. Hasta que, en la guerra de poderes, que se establece en toda relación, fue imponiéndose sólo uno.

Elena Poniatowska en su libro “Las siete cabritas” (Era, 2000) cuenta: “guapa, provocativa, competía con Octavio Paz. Cuando estaban los dos presentes era Elena la que atraía todas las miradas y era a ella a quien escuchaban… alzaba la voz y hablaba a veces como el oráculo de Delfos. Octavio, entonces, se iba a otra pieza y desde allí, tras la puerta, disfrutaba la alocución de Elena”.

Cuando discutían, cuenta Poniatowska, Elena se imponía a Octavio ¡a Octavio Paz, el gran polemista! y este callaba, primero inquieto, luego confundido y finalmente resentido. Publicó su conocido poema “Entre la piedra y la flor” pero su mujer lo rebasó con un reportaje sobre mujeres presas que acaparó la atención pública. Elena creció tanto, que empezó a crearle problemas a su marido: en 1941 fue la primera intelectual que escribió una serie de artículos en defensa de los derechos de las mujeres, cuando la sociedad mexicana se caracterizaba por su misoginia y sexismo. Simultáneamente, se dedicó a defender indígenas en contra de terratenientes y el gobierno.

Los periódicos de ese tiempo retrataban a Elena Garro, elegante, con abrigos de pieles, joyas y de imponente belleza, rodeada de indígenas con abarcas y sombreros de paja. Ella misma diría después, que esa era precisamente su táctica: presentarse lo más bella y mejor vestida posible, ante funcionarios que iban del asombro al miedo y de ahí al deslumbramiento. Y por supuesto, todos cedían.

Encaraba a gobernadores y los acusaba de enriquecerse a costa del erario público; al presidente de la república le dijo que no se creyera dios; que no era más que un empleado del pueblo. Todo esto en un tiempo —entre 1940 y 1960— en el que el gobierno era tan poderoso como autoritario y el Presidente era intocable junto a la Virgen de Guadalupe y el Ejército.

A los intelectuales los acusó de ser cómplices del gobierno por los favores y prebendas que les asignaba. En una reunión internacional en la que Octavio Paz y la crema y nata de la intelectualidad mexicana agasajaban al escritor venezolano Rómulo Gallegos (que en su discurso exaltaba el pasado indígena de los pueblos latinoamericanos) se presentó Elena Garro al mando de 30 campesinos y les pidió que firmaran un pliego petitorio para que el gobierno les devuelva sus tierras. Y como nadie firmó, en represalia, Elena y sus indios desinflaron las llantas de todos los automóviles que los intelectuales habían estacionado en las calles adyacentes al sitio.

Esto sacó de sus casillas a Paz y comenzó a quebrarse el matrimonio. El entonces presidente Adolfo López Mateos le ordenó al poeta sacar del país a Elena. “Su mujer es muy revoltosa, es mejor que la mande lejos”. Elena y su hija Laura Helena fueron enviadas a Francia…

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

Comparte y opina:

Cuba, a pesar del odio

/ 11 de noviembre de 2024 / 06:00

Un día de 1919, le preguntaron al entonces presidente estadounidense Woodrow Wilson si había algo más efectivo que una guerra para someter a un país, y éste respondió: “Sí, hay algo más tremendo que la guerra: un aislamiento absoluto, que hace entrar en razón a una nación, del mismo modo que la asfixia elimina del individuo toda inclinación a luchar. Apliquen este remedio económico, silencioso y mortal y no habrá necesidad de la fuerza. No cuesta una vida fuera de la nación boicoteada y ejerce una presión que ningún país podrá resistir”.

Él la llamó “The economic weapon” (el arma económica) que fue empleada con éxito durante la Primera Guerra Mundial en contra de Alemania, Austria, Hungría y Turquía, donde miles de personas murieron de hambre y enfermedades por el bloqueo económico que interrumpió el flujo de mercancías, energía y alimentos. Una poderosa arma que Estados Unidos usa contra Cuba desde 1960 y que durante la pandemia de Covid-19 fue reforzada para dar la estocada final a este país, que no sólo resistió la nueva embestida, sino que dio una lección al planeta de cómo enfrentar una epidemia con inteligencia, audacia y recursos científicos propios. Una historia que, si no nos los cuenta el propio presidente cubano, Miguel Díaz Canel, nunca nos habríamos enterado.

En una entrevista que le dio al escritor y periodista Ignacio Ramonet, en mayo de este año, le contó: “Empezaban las primeras noticias del Covid-19, no había ningún caso en Cuba todavía —estamos hablando de enero de 2020—, y Raúl Castro nos dijo: hay que estudiar de inmediato lo que está pasando en el mundo y preparar un plan nacional de enfrentamiento a la epidemia… que asumiéramos un plan-país que nos permitiera adelantarnos, prepararnos antes de que llegara el primer caso. Eso significó capacitación de nuestro personal en las experiencias que había en el mundo, estudiar la enfermedad…

“De inmediato mandamos brigadas médicas cubanas a más de 46 países, donde estaba el epicentro de la enfermedad. Eso nos permitió apoyar a esos pueblos, pero aprendimos también. Cada vez que una brigada regresaba, nos reuníamos con ellos y nos aportaban todas esas experiencias, y las íbamos incorporando al plan… con la red de laboratorios de investigaciones de biología molecular, procesamos las muestras… muchas de estas enfermedades hay que enfrentarlas también con una lógica epidemiológica: cómo se corta la transmisión, cómo se evita…

“La articulación del sistema de salud con la agencia reguladora cubana de medicamentos y con la industria biofarmacéutica, acortó los plazos de ensayos clínicos y de generación de nuevos medicamentos… Sistematizamos un encuentro con los científicos y las instituciones que trabajaban en el Covid-19 y de ahí salió todo un grupo de investigaciones científicas. Aquí hubo un programa de más de mil investigaciones y evaluación de resultados de las mismas. De ahí salió la generación de nuestras vacunas… hoy tres son vacunas bien probadas en eficiencia y en eficacia; otras dos siguen en ensayos clínicos. Compartimos y transferimos esa tecnología a otros países…

“Es tener la capacidad de hacer tus vacunas, pero también la capacidad de enfrentar una campaña de vacunación masiva en poco tiempo. Aplicamos 40 millones de dosis en menos de dos años. Cuando teníamos vacunada a más de 60 por ciento de la población con una sola dosis, bajó el pico pandémico…Además de usar los PCR, llegamos a diseñar mecanismos propios de diagnóstico y pudimos compartir con el mundo los estudios de las secuelas que deja el Covid-19”.

Díaz Canel dijo también que, a pesar del bloqueo económico, el gobierno cubano e instituciones norteamericanas trabajan actualmente en una vacuna contra el cáncer pulmonar y en el perfeccionamiento de un tratamiento contra la úlcera del pie diabético con un medicamento cubano llamado Heberprot-P, que evita la amputación. También en una vacuna contra el dengue.

El desarrollo de la biotecnología cubana no es nuevo. Ya desde 1979 creó la vacuna contra la meningitis B y C y fue el primer país del orbe en eliminar la trasmisión de madre a hijo de VIH y sífilis, y el segundo en eliminar la poliomielitis.

Así, cuando alguien nos diga que vamos a convertirnos en otra Cuba, respondamos a coro: ojalá, ojalá.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

Comparte y opina:

Los nutrientes de la peste

/ 28 de octubre de 2024 / 06:00

En una novela escrita en 1947 titulada La Peste, Albert Camus describió proféticamente lo que vivimos con el Covid 19: miedo e impotencia frente a la enfermedad y rabia y desilusión ante la falta de ayuda. Lo redondeó en una sola frase: “la peste se nutre de la indiferencia, la desesperanza y la falta de solidaridad”.

No sé si usted sepa, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) está buscando un mecanismo efectivo, rápido y coordinado, para enfrentar las próximas pandemias, a través de un organismo internacional cuya finalidad sería “ofrecer una mejor protección a las personas, comunidades y países”. Un acuerdo mundial para reforzar la prevención, preparación y respuesta ante las próximas epidemias globales, con igualdad en el acceso a vacunas, diagnósticos, tratamientos, datos genéticos y tecnologías.

Una maravilla. Lo malo es que ya se tardaron 4 años y hasta la fecha no hay nada concreto. Empezaron en noviembre de 2020 y aún no hay un acuerdo definitivo por la reticencia de los países ricos del llamado Norte Global —Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, entre otros— y sus transnacionales de medicamentos, más preocupadas por maximizar sus ganancias que tender la mano a los países pobres del Sur Global. Así, creo que no hay razones para el optimismo.

Lo vimos con la pandemia del SIDA a finales de los años 80. Mientras en los países ricos del norte se distribuían masivamente los fármacos para atacar a la enfermedad, en África morían por miles porque no los tenían. Según la revista científica Nature Portfolio, en total, murieron 12 millones de africanos por falta de tratamiento. En Latinoamérica los medicamentos llegaron a costar 10 mil dólares por paciente. Sólo cuando se autorizó su fabricación genérica los costos bajaron hasta 100 dólares por enfermo.

Esta primera experiencia mundial tendría que haber sido suficiente para crear ese mecanismo internacional que evitara muertes innecesarias y estableciera una distribución más equitativa de medicamentos. Pero no. Ocurrió lo mismo con la pandemia de Covid- 19.

Lea también: ¡A la salud del Che, asesino!

¿A quiénes se les dio el monopolio de la fabricación de vacunas? A las farmacéuticas transnacionales. Una vez que tuvieron las vacunas, ¿a quiénes se distribuyó primero? A los países ricos. ¿Y dónde murieron masivamente por falta de esas vacunas? En los países pobres. Mientras los gobiernos de los países latinoamericanos desequilibraron sus finanzas públicas para pagar las vacunas, las empresas farmacéuticas transnacionales se hicieron multimillonarias. Pfizer, BioNTech, Moderna, entre otras, ganaron mil dólares por segundo durante la pandemia, según la organización Alianza People’s Vaccine, de la que el movimiento global OXFAM forma parte.

Pero no sólo eso. Estas poderosas empresas pueden frustrar, incluso, intentos de integración latinoamericana para enfrentarlas. En enero del año pasado, gran entusiasmo causó la creación de la primera Agencia de Medicamentos de Latinoamérica y el Caribe (Amlac) que según se informó entonces, garantizaría el acceso a medicamentos de calidad fabricados en la región, para dejar de depender de proveedores externos. Un mecanismo solidario de compra-venta que aseguraría el acceso a vacunas, terapias innovadoras y dispositivos médicos en beneficio de la salud pública de toda la zona. Varios países, entre ellos Bolivia, México y Colombia, signaron el convenio y anunciaron próximas reuniones para concretar el deseo. ¿Qué pasó? Nada. No se ha vuelto a hablar del asunto.

La novela de Camus termina con esta frase: “la bacteria de la peste no muere ni desaparece; puede permanecer durante decenas de años dormida en los muebles y en la ropa; espera pacientemente en las habitaciones, en las bodegas, en las maletas, en los pañuelos y en los papeles. Y llegará un día en que, para desgracia de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”. Es pues cuestión de tiempo. Pero de que la peste regresará, regresará y nos hallará en las mismas condiciones.

¿Qué hacer? Primero dejar de soñar con esa ilusión que nos quiere vender la OMS y trazar estrategias con base en nuestros propios recursos, como hizo Cuba en la pandemia de Covid 19. Una estrategia tan audaz como inteligente, que, si no nos los cuentan, no lo creeríamos. ¿Quiere saber cómo fue? Se lo contaré en la próxima columna.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

Comparte y opina:

¡A la salud del Che, asesino!

El pasado 9 de octubre se recordó el asesinato del comandante Guevara y por eso creí necesario volver a contar este suceso

Javier Bustillos Zamorano

/ 14 de octubre de 2024 / 06:01

Ocurrió a las 4 y media de la tarde de un 26 de julio de 2001, en la sala principal de un conocido centro cultural de la Ciudad de México. Junto a decenas de personas que atiborraban el sitio, conversaban el catedrático mexicano Alberto Híjar y el periodista argentino José Steinsleger, cuando un murmullo creciente atrajo la mirada de todos hacia la puerta por donde ingresó un hombre en silla de ruedas, rodeado de varias personas, entre ellas una mujer.

Consulte: ¿Un maximato boliviano?

Alberto Híjar fijó la mirada en el hombre y le preguntó al periodista, “oye, ¿no es ése Gary Prado? Y el periodista le confirmó: “sí, es el embajador de Bolivia”. El catedrático, que tenía en la mano una copa de vino blanco, caminó hacia el sitio y se abrió paso con los codos hasta llegar frente al hombre en silla de ruedas, cruzaron las miradas, y sin más, le echó en la cara el vino de su copa gritándole ¡A la salud del Che, asesino!

Han pasado 23 años del hecho y a sus 88 años de edad, lúcido y sonriente, el profesor Híjar aún lo recuerda y le cuenta a este reportero:

“Yo no preví si llevaba escolta o qué iba a pasar, pero inmediatamente sentí un empujón hacia atrás, de una barrera de gente, puras mujeres, hasta que quedé con la espalda recargada en una pared. Eran compañeras a las que yo no conocía, hicieron una valla que me echó para atrás, protegiéndome, mientras se armaba el escándalo. La esposa de Gary Prado me gritaba ‘él sólo cumplió órdenes militares, frente a un invasor, frente a un ejército invasor’…”

“José Steinsleger me dijo: no te muevas de aquí y salió corriendo. Luego regresó y me dijo mañana es primera plana en La Jornada (periódico mexicano). Ya cuando tomé conciencia de lo que había hecho, dije ¿ahora cómo me voy?, pero no hubo mayores problemas, salí despacio, caminando y me fui a mi casa”.

Su casa está en una zona alejada del centro de la Ciudad de México, al sur, en Tlalpan. Ahí, en medio de libros y cuadros, el excatedrático de la UNAM, crítico de arte y escritor, me contó que el escándalo alteró el ritmo de su vida, pues de inmediato empezó a recibir llamadas telefónicas, unas de apoyo, pero las más de amenazas de muerte.

“A tantos años, pienso que fue importante lo que hice, sobre todo por dar certeza de que el Che no cayó en combate, como mintieron, sino que fue asesinado en la escuelita y que Gary Prado fue el comandante de la operación en la Quebrada del Churo”. Le pregunto si no tiene algún cargo de conciencia o arrepentimiento.

“No, ninguno, a pesar del argumento de los defensores de Gary Prado; me acuerdo de un General que dijo que yo no entendía el honor militar y que había sido una barbaridad lo que había ocurrido. Pues ese argumento de que el honor militar está por encima de las posiciones políticas es algo que no admitimos quienes hemos pertenecido a alguna organización político-militar contra el capitalismo…”

El hecho le trajo varios enemigos, pero también amigos que, en otras circunstancias, no habría conocido, como le ocurrió con Osvaldo Peredo Leigue, el Chato Peredo, un día que anduvo por México.

 “Lo conocí en una comida que organizaron unos compañeros, aquí en Tlalpan, y había vino y empezaron a servirlo, y a la dueña de la casa se le ocurrió hacer una broma diciendo cuidado con Alberto porque avienta copas de vino, y salta el Chato Peredo y dice ¿usted fue? Entonces corrió y nos abrazamos y desde ahí nos hicimos entrañables amigos. Con todas esas cosas, ¿cómo puedo arrepentirme de lo que hice?, al contrario, me enorgullezco y lo volvería a hacer”.

Actualmente, Alberto Híjar se dedica a dar conferencias y escribir libros, pero dice que lo recuerdan más por lo de la copa de vino, no obstante que en su biografía también aparece que fue militante de la organización guerrillera Fuerzas de Liberación Nacional, detenido, torturado y encarcelado en 1974; que fue discípulo, amigo y albacea del pintor mexicano David Alfaro Siqueiros y que en 1994, cuando surgió la guerrilla zapatista, fue de nuevo encarcelado porque descubrieron que en la universidad había sido maestro y asesor de tesis de Rafael Sebastián Guillén Vicente ¿quién es? Nada menos que el mismísimo Subcomandante Marcos.

El pasado 9 de octubre se recordó el asesinato del comandante Guevara y por eso creí necesario volver a contar este suceso. Para quien no lo sabía, o para quien prefiere olvidarlo.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

Comparte y opina: