Primero. Uno de los frutos de la última remodelación de la plaza Abaroa, diseñada y ejecutada por la Alcaldía de La Paz, es una serie de árboles de concreto. Estos «árboles» son en realidad columnas de hormigón armado con un diámetro de 35 centímetros y una altura de 3 metros. Su capa exterior ha sido «adornada» para parecerse a la textura de una corteza, la “copa” es representada por una ornamentación metálica un tanto extraña. El acabado incluye una capa de pintura al óleo café, supongo que con la finalidad de darle más «vida» al «árbol».

Consulte: ¿Crisis del monumento?

Sin desmerecer el esfuerzo que invirtieron los obreros municipales en construir este ítem, el hecho de diseñar o siquiera llegar a pensar que esto es una buena idea es un acto de profunda ignorancia. La estructura jerárquica de la Alcaldía, conformada por jefes de área, directores, secretarios y finalmente el alcalde, debería idealmente funcionar como un filtro para que estas tonterías no pasen, digo, ante la tan fácil pregunta de decir ¿cuál es el propósito de este ítem? (pregunta que debería guiar cualquier diseño en el espacio público) no hay una respuesta coherente posible para estos “árboles”. Si no fuera trágico, sería cómico. ¿Si quieres un árbol en la plaza, pues porque no simplemente plantas un árbol?

Segundo. La remodelación de la plaza Abaroa costó Bs 6 millones. Es el mismo presupuesto con el que se ejecutaba un barrio de verdad. La actual gestión de Iván Arias ha eliminado el programa Barrios de Verdad, uno de los grandes aciertos de las anteriores gestiones. Pocas veces se dan proyectos en la gestión pública boliviana que efectivamente incidan en la reducción de desigualdades sistémicas. Los “barrios de verdad” eran un ejemplo concreto de cómo redistribuir las inversiones públicas para mejorar las condiciones infraestructurales de los barrios periféricos, lo que la Alcaldía de La Paz nunca había hecho.

Ahora resulta que no solo cierran el mencionado programa, sino que además deciden invertir el mismo monto para remodelar una plaza en uno de los barrios más ricos de la ciudad. Las horas de trabajo de los funcionarios que antes planificaban un “barrio de verdad”, son ahora destinadas al diseño de árboles de concreto y lucecitas LED coladas con silicona en lugares tan poco recomendables como ser debajo de una banca… Varias de estas «ingeniosas» intervenciones ya dejaron de funcionar cuando apenas pasaron un par de meses desde la inauguración. Siempre es bueno recordar que son los recursos de las y los paceños que aquí son tirados por la ventana.

Tercero. La remodelación de la plaza Abaroa es una muestra de cómo se materializan las ideas políticas en un diseño, y luego, en el espacio físico de la ciudad. Este proceso, que tiene el potencial de producir espacios hermosos, puede también resultar en lo contrario.

Pero vayamos por partes, Arias es una persona cuya única carta de presentación es haber sido ministro de Áñez, en el gobierno que de lejos ha sido el peor de la historia reciente de Bolivia. Políticamente, este hecho sitúa a Arias como un político de derecha: conservador en lo social y liberal (o más bien neoliberal) en lo económico. Pues bien, los resultados de este bagaje político no se dejan esperar: pensar que cerrar el programa Barrios de Verdad es una gran idea, pensar que invertir la plata que puede mejorar un barrio entero en remodelar una plaza de Sopocachi es una gran idea, pensar que la “tradición” y el “patriotismo” son grandes ideas, pensar que llamar “megaobra” a la remodelación de una plaza es una gran idea, pensar que Las Loritas es una gran idea…

¿Y los árboles de concreto? Definitivamente nos quedan unos buenos años para admirarlos, como monumentos para una pésima gestión.

(*) Samuel Hilari es arquitecto