¿La ‘unidad es posible’ en la oposición?
Aún el MAS en franca autodestrucción, sigue siendo la opción electoral más importante
Rubén Atahuichi
Imagen: La Razón
No es que uno esté preocupado por una unidad de la oposición política del país, sino por el fenómeno que implica para el análisis político. A poco más de un año de las elecciones generales, los detractores del Movimiento Al Socialismo (MAS) nada hacen con miras a los comicios de 2025.
Mientras en el MAS las facciones arcista y evista se encuentran en una encarnizada lucha interna, alimentada de miserias y deslealtades, la oposición ni muestra señales de reacción efectivas ni oportunidad de propuesta alternativa. Su horizonte antimasista ha perdido fuerza, a juzgar por algunos ejemplos evidentes de ineficiencia política y de gestión pública: Luis Fernando Camacho, perseguido penalmente por sus actos antidemocráticos de 2019 y recluido en consecuencia, vio esfumarse su liderazgo por su carácter autoritario, su deslealtad con sus correligionarios y su incapacidad de proyectarse más allá de Santa Cruz, e Iván Arias, acosado ahora por el escándalo Las Loritas, ha demostrado ser uno de los peores alcaldes de La Paz, cuyas “megaobras” se reducen al “reasfaltado” de algunas avenidas y calles de la ciudad.
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Eso de ser votado por solo tener un discurso antimasista no había sido rentable.
Aún el MAS en franca autodestrucción, sigue siendo la opción electoral más importante del país. El bloque popular que lo sostiene, si bien masculla el divorcio entre el presidente Luis Arce y el expresidente Evo Morales (único declarado candidato), no parece cambiar de perspectiva en adelante. Logró incidencia política luego de décadas y sus premisas de “sin nosotros nunca más” o jichhapi jichaxä (ahora es cuando) de 2005 no han perdido sentido a pesar de las traiciones mutuas en el “instrumento”.
A ver cuánto más soporta el oficialismo su división y qué consecuencias tendrá en las elecciones generales de 2025. Por ahora, ya ha causado una crisis de institucionalidad en el país, ha degenerado en ingobernabilidad en la Asamblea Legislativa, tiende a desestabilizar al gobierno de Luis Arce y arriesga su sigla, que, de sufrir una amonestación del Tribunal Electoral puede perder su personalidad jurídica, su misma existencia.
Hasta este desgaste sonríe a la oposición conservadora, pero no hay respuesta posible sino intentos desabridos de unidad.
Muy incipientes y poco efectivos en la búsqueda de militantes, y sin siglas reconocidas legalmente, Agustín Zambrana, de El Bunker Tercera República; Vicente Cuéllar, de Cambio 25, y Amparo Ballivián, acaban de suscribir un acta con el eslogan de la “Unidad es Posible”, que, para diferenciarse de las otras oposiciones, comienza a llamarse “oposición no tradicional”.
Aunque con reparos el bloque invitó a la “oposición tradicional”, se deshizo rápidamente de Manfred Reyes Villa —que dice que prioriza su gestión de alcalde de Cochabamba— al vincularlo con el MAS.
En tanto, tutelados o no desde Estados Unidos, Samuel Doria Medina, de Unidad Nacional (UN); Zvonko Matkovic, de Creemos de Camacho, y Carlos Alarcón, de Comunidad Ciudadana (CC), fueron descubiertos en cabildeos conjuntos en ese país.
Muy solitario, el exlegislador de varios partidos tradicionales ahora extintos y exprefecto de Oruro Carlos Böhrt también expresó si intención electoral a través de su sigla Alianza por Bolivia Unida y Solidaria (Al-BUS) sin personería aún.
Muy rezagado, Carlos Mesa, otrora candidato presidencial, no ha expresado todavía su interés de postularse. En su perfil político puede anotarse ahora la cesión de su protagonismo en la oposición a Evo Morales, el principal detractor de Arce, capaz de debilitarlo hasta el extremo y lograr réditos a favor de su enésima repostulación.
Sin embargo, tampoco aparece quien pueda emular la irrupción del ultraderechista Javier Milei en Argentina. Éste ya metía bulla en la televisión dos años antes de sorprender al espectro político regional.
Hasta en eso —la carrera electoral— la política criolla juega al riesgo extremo. Así, la “unidad es posible” es una quimera.
(*) Rubén Atahuichi es periodista