Pensamientos liberal y esclavista
Charls Ticona Rojas
El pensamiento liberal/libertario sostiene como principio esencial la libertad: “los hombres gozan de libertad para decidir sobre sus actos y disponer de sus propiedades como mejor les parezca” o “la libertad de uno termina donde comienza la libertad de otro”. Así planteado el asunto, uno no podría estar en contra de tal principio, ya que éste regiría aspectos sociales, políticos, económicos, culturales, y un largo etcétera. Es decir, tendría una connotación positiva.
Sin embargo, este principio de libertad no significa siempre lo mismo para todos los tiempos, lugares y personas. En cierta forma, si hacemos una revisión histórica rápida de este principio, veremos que sirvió y sirve para encubrir las relaciones de poder entre los individuos, la sociedad y el Estado, y entre naciones. Entonces, habría razones para oponernos a la libertad, tal como la entienden algunos partidarios del liberalismo económico y político y/o libertaristas, a su uso maniqueo para sojuzgar, expropiar y esclavizar.
Pensadores liberales de la talla de Locke, Montesquieu, Mandeville, Tocqueville, Bentham, Mill, Jefferson y Washington eran esclavistas y colonialistas, a pesar que de dientes para afuera se oponían a ello, pero por dentro lo justificaban.
Así, por ejemplo, el inglés John Locke (1632-1704), considerado el padre del liberalismo moderno y precursor de los Derechos Humanos, justificó la colonización de las tierras americanas y la esclavización de los pueblos africanos; incluso se sabe que tenía acciones en la Royal African Company, la empresa inglesa encargada de traficar esclavos de África al nuevo continente americano.
El pensamiento de Locke surgió “justo” cuando Inglaterra, a fines del siglo XVII, empezaba a disputar el poderío a España, Portugal y Holanda (Países Bajos) por el control de las colonias y el comercio monopólico de seres humanos. Ante tales eventos, el imperio inglés necesitaba urgente una nueva teoría política que justifique la expansión: ya no en el derecho divino de los reyes o por una asignación papal de evangelización. Los planteamientos de Locke llenaban esa necesidad (eran más acordes que los postulados de Thomas Hobbes). Porque la libertad que sustentaba era la de individuos propietarios y racionales; algo que, según él, las personas del nuevo continente y los africanos no eran.
Su teoría del “estado de naturaleza”, un estado de armonía y paz entre los hombres, permitiría fundar el “estado civil” (con una autoridad, el gobierno, que precautela los derechos de propiedad de las personas) de las nacientes sociedades burguesas europeas, y su expansión en las nuevas colonias. En cambio, para las poblaciones africanas e indoamericanas tenía preparado su teoría del “estado de guerra”, un estado de confrontación entre los hombres y de amenaza al “estado de naturaleza”.
Restablecer el “estado de naturaleza” era el leitmotiv a perseguir. Bastaba “suponer” la beligerancia de los pueblos africanos y la población nativa americana (considerados bajo esta teoría como bestias salvajes: lobos y leones) para entrar en una “guerra justa y legítima” contra ellos, quitándoles su libertad, además de pedir compensación “justa” por haber perdido la guerra, a través de la usurpación de sus tierras.
Entonces, la libertad no es una idea noble, si sus fundamentos son los anteriormente señalados; antes bien, la libertad debe fundarse en la vida misma de las personas, que por el solo hecho de nacer vivas son libres para producir y reproducir sus condiciones materiales de vida de ellas, sus familias, y en respeto con su entorno natural.
Charls Arnold Ticona Rojas es economista