¿Dónde está la vida?
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Lucía Sauma, periodista
Hace unos meses caminando por la avenida Arce en La Paz, vi venir a una joven con una blusa transparente y sin corpiño, no había persona, hombre, mujer joven o mayor que no se diera la vuelta y la siguiera con la mirada, mientras ella muy altiva caminaba a las cuatro de la tarde bajo el sol paceño. Claro que era una escena inusual. No sé si se trataba de algo intencional o no, si era una modelo, un ensayo sociológico, una investigación, parte de un anuncio publicitario, o simple desparpajo modernista.
Una semana después en pleno El Prado paceño, un hombre caminaba totalmente desnudo, pero era como si no existiese, parecía invisible, claro, era un indigente que a nadie le llamaba la atención, ni siquiera a los guardias, a los entendidos en desnudeses o a los filántropos. El hombre caminó todo El Prado y se perdió entre los ríos de gente que iban y venían. De lo que estoy segura es que no era parte de ningún comercial o ensayo académico, simplemente era un hombre perdido en su mundo al que nada le importaba y él no le importaba a nadie.
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La ciudad, nuestras ciudades, están en cierto modo deshumanizadas. No había con quién comentar la altivez de la muchacha de la avenida Arce, ni la absoluta desnudez del indigente. Todos, muy ocupados en sus trámites, en sus cosas, en su individualidad pasaban de largo sin ver o mirando de reojo, intentando lo antes posible dejar todo atrás.
Surgen las dudas, si me pasa algo en la calle, un desmayo, una caída, un traspié, ¿alguien me ayudará? Si lloro, ¿alguien se conmoverá? Quizás sería más efectivo sacar la foto y subirla a las redes. La reacción se daría de forma inmediata, la viralizarían y los influencers nativos estarían listos para hacer su tarea, detrás vendrían sus cientos, sus miles de seguidores anónimos, creyentes a pie juntillas de cuanto mensaje les llega por algunas de sus redes, dispuestos a poner un like, son los mismos que en la calle no dicen ni mu frente a lo que pasa a su lado. Creo que vivimos una confusión entre la realidad y lo que llega a través del internet, a veces tengo la sensación de que se confía más en este último que en lo que vemos y vivimos. ¿Nos estamos olvidando de lo que es vivir?
(*) Lucía Sauma es periodista