No me gusta leer
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Carlos Villagómez
En una reunión docente/estudiantil de la Facultad de Arquitectura, una joven estudiante dijo que la universidad debería actualizarse para llegar a los jóvenes de la generación millennial (26 a 40 años) y a la generación Z (cinco a 25 años), porque los actuales sistemas de enseñanza aburren a su generación. Finalizó su intervención con un sonoro: “no me gusta leer”. Tal audacia merece la respuesta de un integrante de la generación Baby Boomer (56 a 75 años).
La revolución digital ha provocado una lectura diferente. La lectura convencional de un libro es un proceso visual/pensante que va de izquierda a derecha y de arriba para abajo siguiendo los textos que procesamos, en el instante, con la debida atención o concentración. Las actuales tecnologías han creado el hipertexto donde las nuevas generaciones, nativos digitales, pasean indistintamente y aleatoriamente entre textos, imágenes y links, “navegan” en las pantallas de sus computadoras, en celulares o tabletas que cliquean constantemente, es decir, están revisando muchos mensajes con la atención dispersa pero altamente conectada y, por sobre todo, a una velocidad que distrae la concentración en un solo tema.
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Es evidente que los jóvenes Z son seres humanos con otras capacidades y aspiraciones, pero suponer que por ello la lectura convencional está fuera de moda y no sirve es una aberrante conclusión. Según estudios recientes existe un resurgimiento del hábito de la lectura entre jóvenes y adolescentes en algunos países desarrollados, como una necesidad existencial y un hábito emancipador ante el abuso desmedido e implacable de las redes sociales y el absolutismo de las grandes corporaciones. Esta renovación del hábito de la lectura se promueve mayormente en países escandinavos (la vanguardia mundial en educación), donde se implementa con un aditamento mayor: leen en familia, padres e hijos comparten ese hábito. Pero aquí, bajo el mayor estado de dependencia de la historia humana, donde se están amaestrando generaciones de consumidores irreflexivos y aculturados, el “no me gusta leer” campea en todas partes fomentado por una educación conductista y por amargas declaraciones de personajes públicos.
Como dijo Umberto Eco, el libro (físico o digital) no pasará de moda porque es un invento tan genial como la cuchara. Leer es un alimento del espíritu que te ofrendan tus autores preferidos, esos amigos que te cuentan historias, en lugares y con personas que tu mente imagina; o te plantean divagaciones e ideas que te revuelven el cerebro. Es así como la lectura forma pensamiento crítico y espíritu divergente, cualidades indispensables que todos, desde la A a la Z, deberíamos cultivar.
(*) Carlos Villagómez es arquitecto