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Wednesday 12 Feb 2025 | Actualizado a 16:30 PM

El arte de la calle

/ 25 de noviembre de 2022 / 02:54

Imaginemos a la ciudad de La Paz como una urbe planificada, ordenada, silenciosa, de belleza equilibrada… y está claro que jamás la reconoceríamos como tal. Esto, porque ella expresa grandes y sorprendentes cualidades, pero referidas esencialmente a su vida efervescente, la cual eclipsa al visitante por sus expresiones propias. De ahí que su habitante aprendió a vivir entreverado y al medio del movimiento de esta ciudad.

Esta visión nos acerca a definirla como una urbe singular, cuya imagen dominante se impone no solo a la mirada del espectador, sino al vivir citadino, apoyada por un conjunto de expresiones que reafirman que La Paz es una ciudad real pero llena de contradicciones. Y eso invita a prestar mayor atención a sus cualidades y problemas, los cuales inspiren nuevas manifestaciones de un arte, el de las calles.

Actualmente, las urbes comenzaron a amplificar sus expresiones particulares para que relaten el hecho de que una ciudad, además de ser vivida, inspira mensajes artísticos que muestran la fuerza de su esencia vivencial. Se busca intervenciones de arte que conlleven un discurso que articule su sentido de constructo expresivo y su contenido imaginativo, el cual logre crear signos que aparecen y desaparecen de la ciudad.

Hoy existen ciudades como Viena, la capital del arte moderno, cuya singularidad se asienta en importantes academias o universidades de formación artística. Es más, esa urbe cuenta con un número apreciable de obras de arte mural, como es el caso de la denominada Gustav Klimt sosteniendo un gato, en homenaje a ese pintor de talla mundial que cautivó al espectador por la voluptuosidad de su dibujo, el trazo caleidoscópico de sus pinturas y la belleza del ornamento de sus obras.

Y no faltan otras ciudades como México, que desde hace décadas incorporó al arte mural en diferentes áreas y ambientes, donde esas obras conmemorativas reflejan a personalidades como Frida Kahlo en lugares estratégicos del Distrito Federal.

La Paz tuvo un primer mural, pintado aproximadamente en los años 60, en el lateral exterior del edificio que hoy es el Ministerio de Justicia. Una obra supuestamente realizada por Wálter Solón Romero, hoy desaparecida. Sin embargo, en los últimos tiempos la población joven aprovecha ciertos muros en lugares estratégicos para plasmar el arte de la calle con distintos motivos. Ahí están, por ejemplo, los caballos pintados en la zona Sur o aquella obra que se esconde en un muro de la avenida Arce.

Pequeñas intervenciones de arte imaginario que se distinguen del arte urbano porque conllevan un discurso que sugiere una ciudad posible y se acerca en ciertos casos a lo virtual.

Muestras que implantan en la urbe imágenes que exaltan el estado de ánimo del ciudadano a través del arte. Una nueva expresividad que aparentemente ha dejado atrás aquellos mensajes políticos burdos y agresivos que la población veía con desagrado. Hoy, en cambio, no faltan los ejemplos sutiles que vienen cargados de significados.

El arte urbano aprendió a expresar realidades distintas, desde las más sencillas que representan a la sociedad, hasta aquellas que conllevan un sentido social enmarcado en lo estético y con un contenido profundo.

Por el contrario, el arte de la calle no se ocupa de la transformación física-espacial, sino de buscar aparecer en la ciudad. De esa manera, se interesa en el individuo, quien —como afirma Popper — es el actor urbano y el catalizador y mediador de crear un diálogo entre el espacio y la ciudad. Una nueva propuesta que denota que en La Paz existe “más energía que materia”.

Patricia Vargas es arquitecta.

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Uruk, del movimiento ancestral, a la estática contemporánea

/ 31 de enero de 2025 / 06:03

Todos sabemos que las ciudades nacieron gracias a la agricultura. Sin embargo, antes de aprender a cultivar la tierra, el habitante fue un cazador que legó a la humanidad la cualidad de vivir en movimiento.

Lo interesante es cómo surgió la necesidad de establecer asentamientos. Y fue la agricultura que encontró los espacios ideales para la siembra, cercanos a los territorios de caza. Así nació el concepto del espacio habitacional.

Con el tiempo, las ciudades se convirtieron en un objeto de análisis que llevó a reflexionar sobre la primera ciudad del planeta: Uruk. Este asentamiento marcó el destino de sus habitantes con interrogantes como ¿en qué medida éstos, responden a las exigencias de las ciudades a lo largo del tiempo?

Uruk está ubicada en lo que hoy es Irak. Su origen, está estrechamente vinculado al surgimiento de la planificación territorial y la arquitectura monumental. Esta ciudad vivió en constante movimiento gracias al intercambio de mercancías.

En el tercer milenio antes de Cristo, Uruk ya contaba con el Templo Blanco, una construcción de 13 metros de altura dedicada a la diosa Inanna. Esta obra no solo exaltó a la cultura y el arte, sino que también se considera un símbolo del nacimiento de la escritura mediante signos pictográficos.

Un aspecto relevante es la transformación del ser humano desde el 8000 a.C. En ese entonces, ya poseía cualidades artísticas que quedaron plasmadas en tablillas. Éstas describen el movimiento de mercancías hacia el 3500 a.C. Un hecho que confirma la existencia de una sociedad en pleno desarrollo cultural.

Lo significativo de la ciudad de Uruk es que fue la primera ciudad en ser pensada dentro de un ordenamiento urbano particular con edificios superpuestos, lo cual llevó a opinar a estudiosos, por ejemplo, como E. Heinrich, quien —en su obra Die Paläste im Alten Mesopotamien— afirmaba que éstos se dedicaban a la actividad social, hecho que ocurrió hacia el 3400 a.C. Por lo tanto, Uruk heredó a la humanidad su valor como ciudad que quedó registrada en las tablillas antes mencionadas.

Pero no se debe olvidar lo singular de los momentos actuales, que exigen el reflexionar sobre las ciudades contemporáneas, las cuales se encuentran en constante evolución hacia un modelo informacional. Éstas proponen un nuevo tipo de vida urbana y con ello la transformación de la sociedad.

Cabe recordar que las ciudades, a lo largo del tiempo, se apropiaron de las demandas de enfrentamiento a nuevos retos que ofrecían la transformación de la vida urbana; ésta, acorde al desarrollo de las metrópolis. Y con ello nacieron nuevas formas de vida, primero con la mecanización de la industria, para luego ingresar a la tecnología de la computación.

Sin embargo, aquí emerge una paradoja: aunque vivimos en un mundo en constante movimiento, el habitante pasa largas horas frente a una pantalla, llevándolo con ello a una vida estática. Una nueva realidad, que plantea la importancia de reflexionar sobre los espacios de esparcimiento, los cuales deben adaptarse a las nuevas exigencias recreativas de la población.

Es evidente que hoy son momentos en los que el orbe promete la revolución tecnológica, la cual enfrenta la vida sedentaria con la actividad física. Una realidad que debiera invitar a proponer nuevas intervenciones urbanas, las cuales no olviden la concepción y propuesta de espacios en movimiento, como son los bosques.

*Es arquitecta

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De lo maquínico a informacional

/ 17 de enero de 2025 / 06:00

El siglo XX presenció la evolución de la máquina en la vida urbana. Sin embargo, a finales de ese mismo siglo, se produjo una importante transformación con su ingreso a la ciudad informacional. Esta transición no relegó a la máquina industrial, sino que la transformó en una herramienta computarizada, perfeccionando así su funcionalidad tecnológica.

Las grandes ciudades, o metrópolis, hoy experimentan la era de innovación. El desarrollo de las fuentes de valor productivo ha evolucionado del poder mecanizado al poder de producción computarizado, consolidando el ingreso de lo digital como fuente de valor y poder de lo digital. Este proceso de reestructuración tecno-económica dotó a la ciudad contemporánea de una infinidad de nuevas funciones y marcó el inicio de la sociedad informacional.

De esa manera, la ciudad de hoy se encuentra inmersa en un proceso de reestructuración tecnológica que le otorga nuevas funciones contemporáneas. Un claro ejemplo es la transición que tuvo la vida urbana de la era maquínica a la informacional. La primera, la abordamos en un artículo anterior sobre la película Metrópolis (1927). Mientras que hoy nos referimos a la ciudad informacional actual, impulsada por la tecnología digital. Esta evolución busca el perfeccionamiento de la producción industrial, esencialmente por estar respaldada por la programación digital, lo que ha contribuido a su competitividad y su conversión en la fuente de riqueza de la producción.

La revolución de la tecnología informacional es una realidad inobjetable, evidenciada en la investigación de puntos estratégicos para el futuro de la ciudad. Este estudio ha llevado a las empresas digitales a concentrarse en el Silicon Valley, el centro urbano simbólico donde se asientan las empresas tecnológicas informacionales más importantes del planeta.

Silicon Valley, como sede internacional de la alta tecnología digital, reúne centros de innovación tecnológica y programación digital como Apple, Google, Microsoft y Facebook, entre otros. Este enclave, creado en Estados Unidos, desarrolla los nuevos programas tecnológicos para la población global.

Sin embargo, Silicon Valley no solo es eso, sino que también representa la nueva dirección de la vida del habitante contemporáneo, intrínsecamente ligado a lo tecnológico. Esta “ciudadela” aglutina centros digitales, cuya creatividad se convierte en la fuente imaginativa y productiva de los programas de la era informacional. Un hecho que reafirma que la tecnología es el sistema digital del presente y seguramente del futuro; por lo tanto, forma parte integral de la mayoría de las industrias en las grandes ciudades.

En definitiva, la tecnología digital ha trascendido la vida del habitante del planeta, que ahora funciona dentro de una vida en red, una cualidad caracterizada por la interacción de la técnica y la tecnología. Esta última transforma diariamente la existencia del ser humano a partir de la consolidación de lo informacional y tecnológico en la vida contemporánea.

Cabe recordar que, en el siglo XXI, las ciudades demuestran que el nuevo mundo urbano demuestra que el movimiento dual del habitante requiere una formación inclusiva técnica y tecnológica en su conocimiento.

Para terminar, es evidente que hoy lo informacional —que se asentó en las últimas décadas del siglo XX— forma parte del vivir y del trabajar del habitante contemporáneo. Por todo ello, se podría hasta afirmar que la creatividad se convierte en una fuerza productiva cuando se integra a la era informacional digital.

Patricia Vargas es arquitecta.

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Metrópolis, una mirada futurista

/ 20 de diciembre de 2024 / 00:01

En la época moderna, algunas ciudades del mundo iniciaron una transformación de las ciudades hacia una nueva vida urbana, marcada por la mecanización y dinamización de la cotidianidad. La maquinaria comenzó a reemplazar la mano de obra humana, configurando una ciudad moderna y mecanizada. Así, en las primeras décadas del siglo XX, esas ciudades adoptaron una perspectiva innovadora con la evolución del pensamiento sobre la ciudad y las nuevas formas del vivir ciudadano.

Este imaginario impulsó a las ciudades a proyectarse hacia el futuro, integrando avances técnicos que simbolizaban el desarrollo. Para lograr aquello, fue crucial el surgimiento de industrias que dotaron a las ciudades de ese entonces de los ideales de unas urbes modernas y mecanizadas, especialmente en la primera mitad del siglo XX.

Con ello, la ciudad moderna dio inicio a una nueva era, caracterizada por una visión vanguardista que dejó atrás la vida clásica. Este cambio transformó profundamente tanto la imagen urbana como la vida de sus habitantes.

Lo interesante fue la apertura de las venas abiertas (calles y avenidas amplias), que no solo lograron el surgimiento de las grandes ciudades, sino que representaron otra de las importantes características de la ciudad moderna. Así las urbes, ya con la presencia de ciertos edificios en altura, comenzaron a adoptar nuevas propuestas urbanas en la segunda década del siglo XX. Y con ello, se fueron transformando en metrópolis con nuevas identidades visuales que incluían las enormes plazas modernas y explanadas abiertas. Cabe recordar que la población no siempre se apropió de estas últimas.

En cualquier caso, aquellas ciudades comenzaron su transición hacia la metrópolis, donde la industrialización potenció el ideal de la ciudad moderna.

En la tercera década del siglo XX, la película Metrópolis (1927), dirigida por el alemán Fritz Lang, presentó una visión anticipada de cómo evolucionaría la vida urbana en el tiempo. Sus imágenes retrataron la vida en movimiento de la metrópolis, que progresivamente rompía con los esquemas tradicionales de las ciudades.

A pesar del tiempo y sus limitaciones, este icónico filme sigue siendo un testimonio de la transformación hacia una vida urbana mecanizada. Una realidad irrefutable que refleja los ideales de desarrollo técnico en la ciudad moderna.

La película fue una obra visionaria que imaginó la vida moderna, destacando la representación de una urbe en constante movimiento, respaldada por los ideales de la industrialización, cuyo impacto se mantuvo a través del tiempo.

Según las reseñas de Metrópolis, la trama se centra en una ciudad dividida entre la élite opulenta que reside en el nivel alto del piso de las calles y los trabajadores en el subterráneo. En ese contexto, aborda temas como la explotación laboral y las consecuencias de un desarrollo urbano deshumanizado.

No cabe duda que la película impactó por las transformaciones radicales en la vida del habitante moderno, marcadas por la velocidad y las grandes edificaciones.

La película Metrópolis es conocida por su innovador diseño de producción y de las escenas futuristas. Lo singular, es que trascendió su época al anticipar la dinámica y la vida en movimiento de la población en las ciudades. Una visión que se ha extendido a lo largo del tiempo y aún se manifiesta en la ciudad contemporánea.

Patricia Vargas es arquitecta.

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Pintura de Villalpando en México

Patricia Vargas

/ 6 de diciembre de 2024 / 06:00

Durante la época colonial, los artistas y escritores de la Ciudad de México buscaban mostrar al mundo, especialmente a los españoles, imágenes de la calidad urbana que, según ellos, caracterizó a la época virreinal en México. Tiempos en los que la pintura mexicana fue representada por el artista Cristóbal de Villalpando.

Este pintor estaba convencido de que la Ciudad de México era la capital del Nuevo Mundo, por lo que se la idealizaba como una urbe imperial de grandes dimensiones, donde se concentraba la ciudadanía esencialmente española. Esta pasión por la ciudad lo llevó a afirmar, por escrito, que México era la Nueva Jerusalén.

Su obra La Plaza Central de la Ciudad de México (1695) fue considerada una obra de arte que buscaba representar el Nuevo Mundo según el modelo europeo. Esta pintura retrata la Ciudad de México, hoy Distrito Federal, que en ese entonces ya contaba con 100.000 habitantes.

Lo singular de esta pieza de arte es que, a pesar de su intención de resaltar el progreso y la grandeza de la ciudad, también refleja de manera clara los problemas sociales de aquella época, como la pobreza y la enfermedad que aquejaban a su población. Sin embargo, según el cronista Agustín de Betancourt, la ciudad ya contaba con una catedral comparable a las de Roma.

En esos tiempos, los españoles arrasaron con todo lo que significaba el pasado azteca y sustituyeron esa parte de la ciudad con nuevas edificaciones que no comprendían ni los problemas sísmicos ni las costumbres de los antiguos habitantes de la región.

Lo particular es que la obra de Villalpando, pintada en la gran explanada que hoy es el Zócalo, responde a ideales renacentistas en su planificación urbana, por lo que muestra a los europeos en primer plano, con sus ostentosas vestimentas, mientras los indígenas aparecen sentados en sus lugares. De este modo, la pintura ofrece un retrato de la sociedad de ese entonces en México.

En esos tiempos, la idea del Nuevo Mundo exigía a la ciudadanía local, que iniciara su vida borrando la memoria de su pasado. De ahí que los clérigos soñaban con restablecer la pureza apostólica, en tanto que los europeos aspiraban a revivir la virtud de la antigüedad. Ambos ideales inspiraron la concepción de modelos clásicos de planificación urbana basados en los ideales del Renacimiento.

La obra La Plaza Mayor de México, de Villalpando, fue ejecutada gracias al trabajo de 1.283 personas. Mide tres metros cuadrados y retrata la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Palacio Virreinal y el mercado de Parián. Actualmente, se encuentra en manos de un coleccionista en Inglaterra.

Es notable que, desde 1554, las edificaciones en la Ciudad de México hayan sido reconocidas por su magnificencia y acabado, según afirman varios escritos. Lo singular es que en España se consideraba que la plaza principal de México era tan grande que no tenía comparación con otras. Esto por sus grandes dimensiones, que podían albergar un coro completo capaz de interpretar música sagrada en lengua indígena, al mejor estilo polifónico de Europa.

Así, la plaza de México fue vista como una utopía del Nuevo Mundo, mientras que la pintura de Villalpando en 1685 recibió numerosos elogios y, en su tiempo, fue comparada con la obra El triunfo de la eucaristía, del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens.

Patricia Vargas es arquitecta

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Los Ángeles, ciudad mosaico de culturas

Patricia Vargas

/ 22 de noviembre de 2024 / 06:00

Los Ángeles, una de las ciudades más emblemáticas de Estados Unidos, fue fundada en 1781 por colonos españoles en honor a la Virgen María. Su nombre original, Nuestra Señora la Reina de los Ángeles, terminó en convertirse en una gran metrópolis.

La historia relata que esa ciudad fue una llanura semiárida dependiente de un recurso vital: el agua. En 1913, la construcción de un acueducto —transportador de aguas desde el río Owens— permitió el crecimiento acelerado de la ciudad. Los antiguos senderos indígenas se transformaron primero en cañadas ganaderas y luego en tierras de cultivo de frijoles, para luego ser urbanizados en su totalidad.

Aunque originalmente no contaba con un puerto, explosiones en Dead Man’s Island permitieron la creación del puerto de aguas profundas de Wilmington-San Pedro, ubicado en una llanura semiárida con un nivel freático reducido, el cual fue la clave para su desarrollo.

Durante los primeros años del siglo XX, el crecimiento de la ciudad se aceleró gracias al tranvía eléctrico que facilitó la expansión urbana. Una etapa fundamental en la evolución de Los Ángeles, que, en la tercera década del siglo XX, ya contaba con una población de tres millones de habitantes.

Entre 1930 y 1941, la ciudad vivió su “época de oro”, marcada por la creación de los estudios de Hollywood, que internacionalizaron a Los Ángeles y cambiaron su rostro. Tiempo en el que, arquitectos pioneros adoptaron el estilo moderno y con ello moldearon el paisaje e imaginario de esa ciudad. Un hecho que colaboró en convertirla en atractiva para la vida urbana efervescente.

Pero no se debe omitir que fueron tiempos que aparecieron los letreros de neón, que comenzaron a proliferar en las calles, dotando a la ciudad de una originalidad inconfundible. Esto último, considerado por muchos como el símbolo de esa gran ciudad.

A lo largo de los años 30, Los Ángeles se transformó de una tierra de campos de frijoles al famoso Beverly Hills de Hollywood. Un centro neurálgico del entretenimiento y de la cultura popular, que consolidó a la ciudad como una verdadera “fábrica de sueños”. Lo singular es que su población fue parte protagonista de innumerables películas. Una realidad que la integró en el imaginario del cine.

De esa manera, Los Ángeles se estableció como la ciudad de Norteamérica donde la realidad y la fantasía se entrelazaban, pero también como el lugar que albergaba tanto corrupción como inocencia.

Durante la Segunda Guerra Mundial, esa urbe experimentó un crecimiento económico acelerado, gracias a la consolidación de la industria aeronáutica y al suministro inagotable de electricidad.

A mediados del siglo XX, Los Ángeles comenzó a experimentar un crecimiento exponencial de su población, caracterizada por una notable diversidad de identidades —anglosajona, mexicana, asiática, entre otras—. Esto, gracias a las reformas de Inmigración y Nacionalidad que, en 1965 puso fin a las cuotas basadas en la nacionalidad, lo cual permitió un mayor flujo de inmigrantes de diversas partes del mundo.

De esa manera esa metrópolis, se convirtió así en un mosaico de culturas, con un crecimiento poblacional tan dinámico que comenzó a ser conocida como la ciudad de las múltiples nacionalidades. Hoy, Los Ángeles es una urbe global, con más de 80 idiomas hablados en sus calles y una representación de las culturas más importantes del mundo.

Debido a esa característica, Los Ángeles fue apodada como la ciudad de Oz por lo centelleante de su entorno y las decenas de razas e identidades que allí conviven.

Patricia Vargas es arquitecta.

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