Tom y Gisele
Una persona en el matrimonio ha renunciado a una carrera para permitir el éxito de la otra

Tom Brady, el mariscal de campo superestrella de 45 años, y Gisele Bündchen, la supermodelo de 42 años, anunciaron que se habían divorciado: según reportajes, no estuvieron de acuerdo sobre la decisión de Brady de salir de su retiro y regresar a jugar con los Bucaneros de Tampa Bay. En mi barrio, Brooklyn, esa no es una razón típica para divorciarse.
Sin embargo, los contornos sí son familiares: una persona en el matrimonio ha renunciado a una carrera para permitir el éxito de la otra. Luego se supone que el beneficiario de ese intercambio sea recíproco, pero no es así. En un matrimonio heteronormado, con una regularidad decepcionante, la carrera de la mujer es la que sufre.
Brady, quien posee siete anillos de campeonato de Super Bowl, decidió que todavía había cosas que podía lograr en el campo. Es fácil imaginar que Bündchen, quien había supervisado los asuntos del hogar, también quería lograr otras cosas.
Mi empatía está con Bündchen por muchas razones y algunas de ellas son por la naturaleza específica de lo que está pidiendo. En algún momento, parece razonable querer que el padre de tus hijos deje de hacer eso antes de que sufra una lesión de la que no pueda recuperarse. Tom Brady tal vez sea único en su tipo, pero aun así solo puedo pensar que ese deporte no es más que un “baile de contusiones”.
Mi empatía podría estar con Brady en cuanto a lo que le ocurre a un matrimonio cuando una persona pierde algo que considera una parte importante de su identidad. ¿Qué es el retiro en comparación con la adoración ferviente de los aficionados cada vez que sales al campo? Muchos atletas descubren que no saben bien qué hacer cuando sus carreras comienzan a atenuarse.
Sucede lo mismo con muchas modelos. Sin embargo, Bündchen no era demasiado vieja para su carrera. La dejó de lado para facilitarle la suya a Brady (los aficionados de Brady que lo quieren en el campo desestiman el trabajo de ella, pues lo consideran frívolo, insignificante, en el contexto del de él. Sin embargo, seamos honestos: no es como si alguno de los dos estuviera curando el cáncer).
Para cualquier mujer, la maternidad puede desplazar el sentido de quien solía ser, aunque la fortuna, la fama y el poder cultural de Gisele sin duda la eximieran de muchas de las realidades prácticas que les pesan tanto a muchas madres. Si estás acostumbrada a ser una supermodelo con la fama suficiente como para que te conozcan por un solo nombre, me imagino que la transición es una sacudida todavía más fuerte y tal vez incluso un poco irritante, pues la “esposa de Tom Brady” son cinco sílabas más que “Gisele”.
Por supuesto, estos no son problemas para la gente en matrimonios en los que una persona decide tener una carrera y la otra opta por las labores domésticas y ambos están satisfechos con ese arreglo. No obstante, este colapsa cuando ambos consideran el trabajo que hacen como parte de sus identidades centrales y fracasan las concesiones que hacen.
Para las mujeres como Bündchen en matrimonios en los que ambas personas tienen intereses fuera del matrimonio y el hogar, los roles a menudo cambian con base en la disponibilidad, el ingreso, la salud y lo que sea que hayan acordado en la relación. También cambian, según las expectativas sociales, e incluso las mujeres ricas como Bündchen, que pueden pagar para que les cuiden a los hijos y ayuda externa y tiene más control sobre su tiempo que muchas de las mujeres que trabajan, siguen sujetas a predisposiciones antiguas: que su rol en esencia es de apoyo y sus ambiciones son secundarias.
En la jerga de los videojuegos, son “personajes no jugadores”, personajes que no tienen una narrativa ni una voluntad significativa fuera del papel que desempeñan para permitir que los jugadores salgan victoriosos. No pueden ganar de manera significativa. Si nunca iba a ser su turno, no culpo a Bündchen por decidir salirse por completo del juego.
Elizabeth Spiers es columnista de The New York Times.