Otro agosto en libertad
En este nuevo agosto de la Patria se siente un renovado aire de libertad que permite comprender que, como en su tiempo lo planteara Simón Bolívar, “la esclavitud ha sido siempre la hija de las tinieblas”.
Este nuevo aire se traduce en mejores condiciones materiales y espirituales para el país. Gran parte de la niñez campesina ahora hace sus tareas sobre pupitres. En las ciudades solo una parte de la clase media es “distraída” con la pobre oferta de la Tv y, la otra parte, sigue reflexionando sobre los frutos que puede dar el árbol de la libertad.
El renovado aire de libertad se siente hoy, sobre todo, con la diversa clase dirigencial. Indígenas, mestizos, blancos, afros y minorías casi “revueltos” en una nueva Asamblea Plurinacional más confrontada, pero altamente incluyente.
Difícil olvidar que hasta 1825 el país era manejado desde las Cortes de España por chapetones prepotentes que hicieron tabla rasa en estos territorios, no solo saqueando la riqueza, sino también abusando impunemente a las tatatarabuelas.
Casi 190 años después empieza a fraguar un segundo proceso de emancipación, que si bien marcha con altas y bajas, permite a Bolivia enfrentar dos demonios mayores que décadas antes pusieron al país al borde de la guerra civil: la extrema pobreza y la exclusión social, y política de las grandes mayorías.
Para este segundo periodo colonial ya no hacía falta llegar en carabelas y entrar victoriosos montados sobre caballos. La dominación era más sutil y se daba mediante la permisiva y sumisa conducta de una casta señorial que nunca se conectó del todo a lo que ofrecían estas tierras.
Y hoy es fuerte el legado de la libertad por tres hechos fundamentales: 1) los recursos que posee el país pueden ser la base de un modelo de desarrollo a la boliviana; 2) existe mayor conciencia política (últimas elecciones generales), lo que habilita al país para verse a sí mismo más fuerte, independiente y soberano; 3) hoy Bolivia puede alzar su voz internacionalmente y utilizarla en favor de causas que considera justas y convenientes para los Estados.
El uruguayo Bartolomé Hidalgo, que nació en 1788 y murió en 1822 sin saborear la independencia, dejó para las nuevas generaciones una bella poesía que en su final canta: Cielo, cielito, cantemos/cielito de la unidad/unidos seremos libres/sin unión no hay libertad./Todo fiel americano/hace a la Patria traición/si fomenta la discordia/y no propende a la unión./Cielo, cielito, cantemos/que en el cielo está la paz/y el que la busque en discordia/ jamás la podrá encontrar./Oprobio eterno al que tenga/la depravada intención/de que la Patria se vea/esclava de otra nación.
Grover Cardozo es periodista y abogado.