Había una vez un País Minero
La minería debe entenderse como una industria que puede soportar épocas de crisis porque genera riqueza; esta generación no acaba en la extracción de minerales.

Así empiezan los cuentos de hadas y también los otros cuentos, así parece que vamos a contar en el futuro cercano lo que fueron los años de gloria de la minería de estas altas tierras cordilleranas, si no damos un golpe de timón que devuelva la fuerza y el coraje que caracterizó a los mineros que a lo largo de cinco siglos fueron referente de la minería del oro, de la plata y del estaño.
Siguiendo la línea de esta columna insisto en que el sector minero nacional fue y es en la previsible crisis económica pospandemia que se viene, la tabla de salvación a la que debería acudir el país para generar divisas y empleos en el corto y mediano plazo; no hay otra alternativa de ese calibre, la minería genera riqueza, el problema es que no sabemos administrarla. Solo un ejemplo del primer cuatrimestre de gestión en curso, las exportaciones de oro metálico ($us 444,8 millones) significan el 19,6% de las exportaciones totales del país ($us 2268,4 millones), la extracción y exportación tradicional de otros minerales concentrados el 19,5% ($us 448,1 millones), que convierten al sector minero en el principal exportador con una participación del 39,1%, superior al valor de las exportaciones del gas (32,5% de las exportaciones totales). El país depende de estos dos rubros, los demás sectores tienen un peso porcentual mucho menor que no pasa de un dígito (Datos del INE, Boletín COMEX Enero-Abril de 2020).
En el caso específico del oro, ¿por qué un rubro tan importante no está controlado por el Estado? Comibol que representa la minería estatal; como lo apunté en mi anterior columna (Administración del potencial minero), agoniza explotando estaño, plomo, zinc, cobre, antimonio, etc., de las viejas minas heredad de la minería colonial y aquella de los Barones del Estaño mientras la minería informal del oro se enriquece; se le despojó del proyecto siderúrgico del Mutún y de los salares para generar entidades burocráticas cuyos resultados comenté en varias oportunidades y que van camino a convertirse en “elefantes blancos” si no se toman medidas adecuadas. Este entuerto entre los intereses del Estado y aquellos de los grupos corporativos de toda laya, son los obstáculos que impiden un desarrollo adecuado del sector. No se trata de asumir posiciones chauvinistas ni ultra liberales sino una posición realista que defienda los intereses del Estado como prioridad y que tenga una adecuada apertura al capital privado extranjero y/o nacional, en el desarrollo de los grandes proyectos mineros que precisan de una adecuada administración para generar excedentes que soporten el desarrollo económico y social del país.
Pareciera una letanía lo escrito líneas arriba, no es la primera vez que lo hago pero, la dura realidad de los números indica que el país no tiene otras alternativas de este calibre, en el mediano ni en el largo plazo.
La minería debe entenderse como una industria que puede soportar épocas de crisis porque genera riqueza; esta generación no acaba en la extracción de minerales, va más allá de los socavones y los open pits y se proyecta en industrias colaterales como la industrialización de las sales de litio, potasio, boro y otras presentes en nuestros salares. Hemos invertido cerca de $us 1.000 millones en la infraestructura del proyecto del Salar de Uyuni, los resultados no son muy buenos hasta hoy porque se concibieron como objetivos políticos y no como objetivos industriales, se perdió tiempo en una carrera donde la coyuntura y la competitividad son parámetros definitorios pero, nunca es tarde para enmendarlas cosas; no podemos dejar enterrados en sal la inversión y los sueños de un pueblo, no debiéramos decir en el futuro: Había una vez…
*Es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia