El miedo al ‘otro’
El Covid-19 ha resultado muy efectivo para la desmovilización, para la aceptación y para la exacerbación del miedo al ‘otro’.

Desde octubre pasado, el catálogo de injusticias que hemos tenido que soportar se hace tan pesado que ya la indignación se cansa. Y peor ahora, que el Covid-19 ha resultado muy efectivo para la desmovilización, para la aceptación y para la exacerbación del miedo al “otro”. Porque el miedo al coronavirus es abstracto, inasible. Mientras que el miedo a quien se te aproxima tosiendo por la calle es concreto, y hace emerger lo más básico de nuestros instintos de supervivencia.
Y no es que hayamos estado escasos de ese rechazo visceral a quien consideramos ajeno a nuestra identidad, perteneciente a un grupo alterno, inferior, distinto al grupo que consideramos “nuestro”. El “quién soy yo” se define, desde siempre, en relación a quién no soy, a quién es el otro. La idea misma del estado nacional se basa en crear la ilusión de una comunidad imaginada, que borra nuestras diferencias y nos hace sentir que todos somos parte del mismo bando. Pero en tiempos de dictadura y de corona no hay amor que valga. La cuarentena nos separa físicamente uno del otro, y las redes sociales se convierten en el espacio donde se ventilan todos los miedos, disfrazados de un odio que no por ser ancestral es menos doloroso.
El temor al contagio se ha convertido en una excusa más para trazar las diferencias entre los “civilizados”, que educadamente obedecen al Gobierno y se quedan recluidos, y los “salvajes”, que comen chuño y salen a la calle a vender a pesar de las prohibiciones. A estos últimos debe caerles el más duro peso de la ley, dicen quienes se proveen en el supermercado una o dos veces cada día.
El miedo genera violencia, eso es sabido. Violencia de policías metiendo a la gente a patadas a sus casas. Violencia del ministro que amenaza con cárcel y persigue a quienes se atreven a publicar un video no autorizado. Violencia de vecinos que impiden a los enfermos ser atendidos en hospitales públicos. Violencia simbólica que racializa el virus y lo pinta de alteño, colla, cocalero, indio… No importa si es en relación a un virus o a un proceso político, el miedo al otro es el justificativo para todas las injusticias que nos han impedido ser una sola comunidad imaginada a lo largo de casi dos siglos. Y el miedo se exacerba en momentos de crisis, cuando la sobrevivencia física o política del grupo dominante se percibe en riesgo, y el culpable es el “otro”.
Considerar al otro “salvaje” (vándalo, terrorista, horda…) implica bestializarlo, y justifica el odio de quien siente amenazados sus privilegios. Si el “otro” es una bestia sedienta de sangre que está viniendo a tu barrio a saquearte y a atacarte, es “normal” que quieras defenderte. Y es natural que lo odies. Considerar al otro “ignorante” (engañado, llama, masiburro…) implica inferiorizarlo y justifica, por tanto, el desprecio de quien siente avasallado su espacio. Si el “otro” es un ignorante, que no sabe lo que hace ni por qué lo hace, es “normal” que quieras quitarle el derecho a decidir por sí mismo. Y es natural que lo excluyas y lo arrincones.
Considerar al otro “sucio” (pagado, corrupto, narcotraficante…) implica inmoralizarlo y justifica, por tanto, el asco de quien se cree superior. Si el “otro” es un ser sin valores ni principios, que actúa solamente por intereses bajos, es “normal” que lo excluyas de la vida social. Y es natural, casi, que se lo elimine por completo.
Es descorazonador ver el nivel de violencia simbólica y verbal que campea por las calles y las redes sociales desde octubre. Claro que antes también existía, pero estaba más escondida. Claro que ese miedo disfrazado de odio, desprecio y asco está en la esencia misma de nuestra formación social y nacional. Las trincheras que los vecinos construyeron en las esquinas de sus casas para defenderse de las “hordas de salvajes” que venían para atacarlos desde El Alto o las áreas rurales se han repetido cíclicamente en nuestra historia. Aunque no las veamos, siguen ahí. Es un virus más peligroso que el Covid-19, la peste y el cólera combinados.
* Es cineasta