Danzar hasta morir… para renacer
El Anata-carnaval es el tiempo existencial, espacio que detiene el tiempo rutinario.

El Anata (Carnaval en el occidente de Bolivia) continúa. Es más, en algunas regiones recién empieza esta ritualidad que celebra el tiempo hembra de la fecundidad, y se prolonga más allá de la Cuaresma, que es el momento de la reflexión y el arrepentimiento establecido por la Iglesia católica después de pasado el Carnaval. En Chukiyawu marka, en el zona del Cementerio y en Mecapaca, celebramos el Domingo de Tentación con la entrada de los ch’utas, danzantes acompañados por dos mujeres que representan a la fecundidad femenina (una joven y otra mayor, o ambas jóvenes). Simbolizan el tiempo femenino poderoso y el momento de preparar a la Pachamama para la renovación de los cultivos, con la premisa de que no falte el alimento a nadie, que todos caminen juntos y nadie se quede atrás.
También se alude a los muertos-semilla, simbolizado en el entierro del pepino, que significa la renovación de la vida para desenterrarlo al siguiente año, en el nuevo ciclo del Anata-carnaval; conmemoración ritual enriquecida por el trasplante del cambio de estación entre Europa y Abya Yala. También tiene el sentido místico de la renovación de los pueblos indígenas: danzar hasta morir para renacer con más fuerza. Es la ruptura del tiempo rutinario, del tiempo enajenado cuando trabajamos para vivir o sobrevivir, cuando las preocupaciones nos alejan de nosotros mismos y la vida se vuelve pesada, rutinaria y carente de sentido. El Anata-carnaval es el tiempo existencial, espacio que detiene el tiempo rutinario; y es nuestro, donde existimos para gozar este ámbito sacro pagano, espacio de celebración de la vida y el cuerpo.
En todas las regiones de Bolivia, con sus propias características, se establece la misma ruptura y constituye el momento de cicatrizar las heridas que nos infligimos entre bolivianos casi ritualmente cada década y media. En casi dos siglos de existencia hemos sido incapaces de construir un Estado incluyente y simétrico. La clase hegemónica, devenida en casta, organizó el Estado como su fundo de explotación, y se siente predestinada a seguir imponiendo su imaginario de país, que se violenta ante la realidad de la vigencia de otra sociedad profunda que está en sus narices.
Es y será imposible que esto suceda en una sociedad fracturada. Por eso es evidente la forma en la que usan los conceptos y las palabras para deformar el entorno social y justificar una supuesta superioridad moral (v.g: “En 14 años de dictadura, el gobierno del MAS… etc.”. Olvidan que Morales fue elegido por más del 50% de los votos en sus dos gestiones. Todos sabemos que en su tercera gestión, Morales se volvió autoritario al desconocer el referéndum del 21 de febrero de 2016, momento que empezó su deterioro político.
Asimismo, aseveraban que enmascarados fueron enviados desde España para “rescatar” a exfuncionarios del gobierno del MAS, cuando éstos aparecieron embozados y su finalidad era otra. Solo al Chapulín Quispe o a algún cogotero principiante se le ocurriría rescatar a los “terribles” sujetos a plena luz del día. El caso es que ahora, hasta el fraude tan ajado por los medios afines a las fuerzas conservadoras está en entredicho. Un estudio realizado por los expertos estadounidenses John Curiel y Jack R. Williams, del Laboratorio de Ciencias y Datos electorales del MIT, concluye que no existe “evidencia estadística de fraude”. Incluso la OEA solo habló de “irregularidades” y en su informe nunca usó la palabra fraude.
En menos de tres meses, los actos de corrupción y las contradicciones están desmoronando la credibilidad del gobierno de la Unidad Demócrata (UD). A su vez, a los miembros del Comité Cívico de Santa Cruz ya no les basta usar las palabras con intencionalidad perversa, sus actos los develan como a la vieja casta conservadora que quiere castigar al indio que se atrevió a salir del fondo y gobernarlos. En el Jisk’a Anata de Oruro y La Paz, las wiphalas volvieron a flamear, y muchos jóvenes, incluyendo expititeros, reivindicaron el símbolo indígena.
El polo del poder político y económico se ha desplazado al oriente boliviano, y el espíritu neocolonialista de su casta y sus logias usarán su arsenal de argucias para anclarse en el poder, poniendo en riesgo las elecciones generales del 3 de mayo, fecha paradigmática en el mundo indígena y cholo.
Edgar Arandia Quiroga
es artista y antropólogo.