Del Silala a La Haya
Esta repetida derrota debe atribuirse a Evo, por su agresiva precipitación en el trato diplomático bilateral

Triste nostalgia visitar nuevamente la Corte Internacional de Justicia (CIJ), recorrer en el suntuoso Palacio de la Paz aquellos corredores, esos salones soberbios y particularmente la elegante sala de audiencias, donde el 1 de octubre de 2018 Bolivia frente a Chile perdió por segunda vez la añorada salida soberana al océano Pacífico. Ahora se debe responder, en última ronda de la fase oral, la demanda planteada en 2016 por Santiago contra La Paz a propósito de las aguas del Silala. Se trata del caudal hídrico que para los bolivianos se trata de emanaciones locales artificialmente canalizadas por intereses chilenos, con el fin de apropiarse del preciado líquido elemento. Por el contrario, Chile persiste en su tesis de que el Silala es un río internacional de curso sucesivo.
Cuatro años se sucedieron bajo el habitual rito de presentación de réplicas y dúplicas, memorias y contramemorias redactadas por las partes, destinadas al paciente estudio confiado a 15 jueces provenientes de otras tantas naciones, diferentes en origen y mentalidad, formados por distintas escuelas de pensamiento jurídico y doctos en materia de derecho internacional. Elegidos por su integridad personal, éstos deben necesariamente llegar al veredicto, firme e inapelable. Entretanto, los dos países litigantes han experimentado mutaciones entre sus protagonistas en el diferendo, asesorados —además— por equipos de calificados juristas contratados con jugosos estipendios.
Toda esa parafernalia vuelve a mis pupilas, cuando las prestaciones bolivianas, en cuatro ocasiones, a la cabeza del entonces presidente Evo Morales, clamaban histriónicamente su derecho al mar. Para ello, el caudillo cocalero, lejos de estimular con mayor maestría los argumentos que defendía, creyó oportuno impresionar al jurado haciéndose acompañar por un elenco policromo de mineros con casco, polleras con atuendo vernáculo, edecanes engalonados, y personajes notables del entorno provincial.
Pese a aquel primer fracaso, el 23 de marzo de 2016 Evo provocó a Chile con epítetos sonoros, atribuyéndole “robarse el agua”. Para su sorpresa, fue la diplomacia mapochina la que dos meses más tarde interpuso demanda formal en La Haya conminando a Bolivia a enfrentar otra disputa, esta vez por su derecho al uso de las merituadas aguas. Vanos fueron los esfuerzos para defender los puntos de vista nacionales tanto desde el ángulo jurídico como técnico-hidráulico. El resultado de ellos está contenido en la contramemoria que apunta: “una parte del Silala fluye de manera natural hacia Chile y, constituye, por tanto, un curso de agua internacional”.
Ante esa circunstancia de fait accompli (hecho consumado), el gobierno de Jeanine Áñez, por declaración de la canciller Karen Longaric, no tuvo otro recurso que retomar la posta, con el compromiso de “actuar con total transparencia en la conducción de la fase final en que se encuentra esta controversia”.
En suma, esta repetida derrota debe atribuirse a Evo Morales, por su agresiva precipitación en el trato diplomático bilateral con Chile, y por confiar una cartera ministerial tan importante como las relaciones externas a ciudadanos profanos en esa competencia, quienes, además de servir tan solo como decorado folklórico, fueron nefarios para los intereses patrios, por sus declaraciones inoportunas, sus traspiés protocolares y su incoherente ejecutoria.
* Es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.