Voces

Thursday 13 Feb 2025 | Actualizado a 11:54 AM

Reflexión

Solo se ven nubarrones en el futuro y la lucha vuelve a las calles, donde siempre se han definido las cosas

/ 24 de octubre de 2019 / 23:41

Pasaron las elecciones, el 20 de octubre ya es pretérito, hay dos candidatos a tomar la posta el próximo año, la definición tiene alternativas, pero en la población hay un sentimiento de frustración: hay un país dividido y el horizonte mediato luce gris. Cualquiera que sea el inquilino del Palacio de Gobierno se las verá con una dura oposición y tendrá que acudir a alianzas y hasta componendas para garantizar un mínimo de gobernabilidad. Suena lapidario, pero esa es la realidad que nos toca vivir.

En un clima así, no se puede eludir el hacer una reflexión sobre la incidencia del acontecer político en la planificación y seguimiento de los proyectos en curso; y en general, en la agenda económica y social del país. La cual pasó a un segundo lugar en las prioridades de autoridades y candidatos. Las primeras, abocadas a la lucha política por mantener las mieles del poder o para acceder a ellas, los segundos.

Los sueños de grandeza que se vendieron en las campañas fueron muchos. Y, concordando con la sentencia bíblica que señala que “donde los sueños son muchos, son muchísimas las vanidades y sin fin las palabra (…)” (Eclesiastés V-6), viviremos una lucha de egos y vanidades sin par, donde la retórica predominará sobre el buen sentido, que será archivado hasta nueva orden.

En una columna pasada comenté sobre la afición casi primigenia de los bolivianos de maravillarnos con los discursos, al igual que nuestros antepasados nativos lo hacían con los espejitos de colores que los conquistadores les daban a cambio de ornamentos de oro y plata… Hemos sido siempre terreno fértil para vendedores de humo, tramposos y “magos” de toda laya. Y así hemos dilapidado ya gran parte de los recursos naturales con los que la Pachamama nos ha bendecido.

No otra cosa significa la actual situación de retroceso a niveles similares al de las antiguas repúblicas bananeras en cuanto a comportamiento político y social que podemos observar cotidianamente. Esto por obra de “mesías” de toda laya, que prometen el oro y el moro con adornados discursos, pero en realidad solo buscan el beneficio personal y corporativo. Siempre hay un slogan que permite convencer a las masas, siempre hay un Marx, un Fidel, un Che, o un Bolívar a los que se acude para explicar los entuertos sin fin de nuestros pueblos. Ellos son como el Mentisan, que lo cura todo. Y a ellos acudimos en el vaivén sin límite de posiciones políticas antagónicas que han usufructuado del poder a lo largo de la historia de nuestras naciones.

Lo que está ocurriendo en nuestro país en los últimos días y meses es la repetición cíclica de la lucha por el control de la riqueza que hemos vivido desde la fundación de la República y aún antes, el país vive en constante crisis política y escuchando buenas intenciones y cantos de sirena que son el argumento al que se acude para controlar el poder. Mientras tanto, los intentos de desarrollo económico y social siempre se relegan a un segundo lugar.

¿Alguien se acuerda hoy, por ejemplo, de nuestros proyectos de litio y potasio aún en cartera y de cuánto les afecta la sempiterna inestabilidad política que vive el país? Proyectos que caminan a paso de tortuga y por una delgada línea entre su factibilidad y/o el camino sin retorno de los “elefantes blancos” están quedando casi al margen del mercado y de las asociaciones estratégicas de la industria, pero seguimos priorizando la agenda mediática y la lucha política.

Así las cosas, solo se ven nubarrones en el futuro del país y la lucha vuelve a las calles, donde siempre se han definido las cosas, pero donde es muy difícil definir agendas de desarrollo y progreso. ¿Hasta cuándo? ¿Hay una tenue luz de esperanza al final del túnel? Solo el futuro nos responderá.

* Ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

Comparte y opina:

Más allá del lamento

Dionisio J. Garzón M

/ 31 de enero de 2025 / 06:04

Años atrás, cuando tuvimos la última elección presidencial, en esta columna (La Razón, febrero 2019) hacía algunas reflexiones sobre esos tiempos electoreros que ya son historia y cuyas consecuencias las vivimos hoy; apuntaba al jolgorio y a lo que llamo la cultura de la hora cívica como los parámetros reiterativos de comportamiento de las masas populares para apoyar al Mesías de su preferencia y de estos personajes para vender humo y promesas para ganar el apoyo circunstancial de la gente. Hoy, estamos otra vez en tiempos electoreros, con nuevos Mesías, con candidatos que envejecen en el intento y con exmandatarios que no quieren dejar o quieren volver a las mieles del poder.

Concluía entonces con algunos ejemplos sobre la fanfarria banal en el sector productivo de los recursos naturales: i) No se está definiendo todavía el rumbo de la industrialización del salar de Uyuni, pero ya se anuncian nuevas inversiones en los salares de Coipasa y Pastos Grandes; no se tiene idea de los costos de producción, del mercadeo y competitividad de los productos, pero ya tenemos una ensambladora de baterías y de computadoras en La Palca; no sabemos el nivel de industrialización óptimo para competir en el rubro, pero seguimos con el impulso de vender humo a las regiones para tenerlas contentas; ii) Hemos reducido el Proyecto Siderúrgico del Mutún a su mínima expresión después de más de medio siglo de intentos fallidos de un emprendimiento a todas luces marginal y no sabemos cómo nos irá compitiendo con aceros de Brasil o de China que inundan nuestros mercados; pero hay que seguir, total, lo importante es mantener la expectativa en Santa Cruz y en Puerto Suarez; iii) Hace décadas repetimos que es una prioridad que el Estado asuma el control de la producción y comercialización del oro en el país, a todas luces el proyecto más rentable para las arcas del Estado si se lo controla adecuadamente, pero seguimos mirando de reojo el asunto y permitiendo que la informalidad y la ilegalidad se campeen en el norte del país; total, tenemos contentos a cooperativistas, garimpeiros, mineros marginales, comercializadores y contratistas. Seis años después, podemos decir que no hemos avanzado ni un milímetro en este comportamiento y las perspectivas electoreras son idénticas: mucho jolgorio, guirnaldas de flores y papel picado, la venta de humo prospera, la realidad se estanca.

El potencial obvio de minerales y energéticos que tenía el país permitió mantener este juego cruel de extractivismo puro y duro que fue el sueldo del país desde su fundación. Hoy nos toca competir cuando ya no hay yacimientos obvios y debemos buscarlos con tecnología de punta que nos permita “mirar” más allá de la obviedad. El avance tecnológico requiere soluciones y políticas adecuadas al momento, no fanfarria ni tiempos electoreros permanentes. El reto: hacerlo más allá de la coyuntura y de los dogmas. ¿Cómo lograrlo?

En mi columna anterior (Hastío, La Razón 03.01.25) describía el desasosiego que vive la gente por esta situación; hoy propongo, pese a la espectacular sentencia de Gustave le Bon transcrita en esa columna, que debiéramos ir más allá del lamento; las masas populares y los más aptos operadores del desarrollo nacional (profesionales, empresarios, investigadores, mano de obra calificada, etc.) debieran buscar un pacto; complementariedad de opuestos, diría Filemón Escobar (+), que permita una revolución del comportamiento ciudadano que acabe con el jolgorio y que asuma la responsabilidad de los destinos del país en el menor tiempo posible, bajo normas claras y acordes al momento que la humanidad está viviendo, que lo inserte al desarrollo global y deje de ser una isla gobernada por dogmáticos lideres ya caducos y vendedores de ilusiones.

*Es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Hastío

/ 3 de enero de 2025 / 06:00

Se percibe, se huele en el ambiente y se comenta en círculos culturales y también en los otros; la gente está hastiada de la pobreza intelectual superlativa a la que los políticos de turno han llevado al país en las décadas precedentes. La calidad ideológica y la lucha de posiciones partidarias pasaron a ser recuerdos, los debates de políticos de estirpe se reemplazan con truculentas intervenciones para dañar a los oponentes, el show mediático reina en los medios tradicionales, también en las redes sociales; se acude al variopinto y diverso mercado de tecnologías para armar desde discursos con inteligencia artificial (IA) hasta pantomimas que hacen soñar a multitudes una realidad artificial que se quiere imponer.

“Las masas nunca han sentido sed por la verdad. Se alejan de los hechos que no les gustan y adoran los errores que les enamoran. Quien sepa engañarlas será fácilmente su dueño, quien intente desengañarlas será siempre su víctima”. Decía Gustave le Bon en su Psicología de las masas. Pareciera escrita exclusivamente para nuestras organizaciones populares actuando a través del tiempo, siempre siguiendo a vendedores de humo y a Mesías de toda laya, siempre con la ilusión de un renacer feliz que nunca llega. Solo así se explica la supervivencia de caducos líderes que aparecen como hongos en tiempos electorales, o aquellos que ven en ellos una oportunidad de negociar añejas siglas de partidos ya desactivados del quehacer político. También están los que se autocalifican renovadores, aquellos que venden las ilusiones de los avances tecnológicos de punta, las recetas para la transición energética o el desarrollo de la industria sin chimeneas como el turismo masivo que pretenden instaurar como si fueran recetas de cocina, cuando a través de la historia solo hemos podido instalar elefantes blancos que adornan la geografía patria (v.g. Plantas de volatilización de estaño, Planta de plomo-plata en Karachipampa, Ingenios azucareros y plantas industriales fallidas) cuando en su tiempo eran sueños de moda a los que nos adherimos con todo el empeño, para desencantarnos a la vuelta de la esquina. Hoy renovados y añejos líderes quieren hacernos soñar con dominar el negocio del litio cuando en más de medio siglo solo hemos desarrollado un proyecto con tecnología de los años 70 para cambiarlo después a la tecnología de moda la extracción directa que ya se concreta en el vecindario mientras seguimos soñando en grandezas. Lo mismo ocurre cuando están de moda las tierras raras o el cobalto, si se habla de petróleo, gas o cobre, níquel o platino, agroindustria o energía verde. Nos adherimos con entusiasmo sin siquiera considerar las posibilidades del país, pero la realidad nos golpea cuando empezamos a pensar en reservas, costos, infraestructura, factibilidad y toda la parafernalia a la que se acude cuando se trabaja en serio. Es en ese instante cuando los vendedores de humo y los Mesías desaparecen para dejar el bulto a los operadores y especialistas.

Pese a todo, las masas definirán al nuevo líder en las urnas o en las calles, el alcance de los aspirantes solo llega a los conglomerados citadinos donde sueñan con estadísticas de triunfos pírricos; sería bueno que se dieran un baño de humildad y bajen a los conglomerados rurales y a las organizaciones sociales, ahí actúa el soberano, ahí se definirán los nuevos inquilinos de Palacio, de ahí saldrá un líder que venderá humo y hará soñar o tal vez siendo la excepción a la regla, un líder correcto que inaugure un nuevo ciclo en la política boliviana. La esperanza es lo último que se pierde, empecemos el nuevo año con la ilusión intacta. FELIZ AÑO PARA TODOS.

Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

Comparte y opina:

Descartes y nuestro lindo país

Dionisio J. Garzón M.

/ 6 de diciembre de 2024 / 06:00

Primera semana del decimosegundo mes del año, mi columna sale el viernes, es difícil mantener la tradición de escribir sobre temas de la industria minera y sus perspectivas cuando el país se debate en una lucha rimbombante entre los que deben dejar el poder y los que piensan que pueden asumirlo el próximo año; hay temor en las calles, las redes están inundadas de noticias y de noticias falsas sobre lo que acontece y lo menos importante en estos casos es la agenda económica. La gente casi llega a la histeria, los jinetes del apocalipsis cabalgan de nuevo, solo se quiere sobrevivir. No es la primera vez ni la última seguramente en la que el país enfrenta este tipo de crisis al parecer existenciales, en las que se tiene la sensación de caer al despeñadero y en las que en el último instante se logra eludir la tragedia. Así hemos vivido desde la fundación de la república y así parece que seguiremos a futuro. El costo de transiciones criticas como la Revolución del 1952, las crisis militares de los años 70 o la irrupción neoliberal de los años 80 y 90, para citar las principales, ha sido tremendo. Solo así se explica que un país con un potencial en recursos naturales como el nuestro esté plagado de elefantes blancos, proyectos que siempre están empezando de nuevo o aquellos que en su tiempo pudieron ser de enorme interés se paralizaron para empezar de cero con la administración siguiente, pasan los años los proyectos envejecen con sus propiciadores y/o revisionistas y la inexorabilidad del tiempo y de la vida los vuelve caducos. Palabras más, palabras menos, en la crisis del año 2019 y en la transición del 2020, meditaba en la columna de esta manera, tratando de explicar este extraño pero inexorable comportamiento de los conglomerados humanos y citaba dos frases del inmortal filósofo y matemático francés René Descartes: “La enredadera no llega más arriba que los árboles que la sostienen” y  “Hay mayor honra y seguridad en la resistencia que en la fuga…”, en palabras sencillas: siempre hay un antes y un después y la esperanza de cambios positivos no debiera claudicar pese a las condiciones adversas.

Cinco años después, viviendo una crisis similar en vísperas del año electoral que se avecina, pareciera que nuestro país es la excepción a la regla y que el círculo vicioso que vivimos es la característica vivencial que el destino nos deparó a los bolivianos. Hoy con un sector minero sin horizonte (no solo este sector, todos los sectores productivos están en crisis), seguimos aumentando el nivel de gasto y el endeudamiento externo e interno del país; no tenemos un plan económico que nos permita activar el sector productivo ni se vislumbra un cambio substancial en las propuestas de los candidatos en carrera electoral. ¿Quién pagará las facturas en el largo plazo? ¿Cómo se gestiona la incertidumbre? Pareciera que la coyuntura manda, total, algún día volverán las vacas gordas. La pesada burocracia estatal actual no pudo ni podrá encarar la generación de un portafolio importante de proyectos mineros para reemplazar la herencia histórica y aquella del boom de exploraciones de los años 90, está claro que debe acudir al capital privado que vendrá al país si las condiciones cambian y si se acercan a lo que sucede en el vecindario, Argentina, Chile y Perú, que vivieron similares cambios políticos han consolidado políticas pragmáticas y son hoy mucho más competitivos para atraer inversiones y generar nuevos proyectos. Estamos quedando solos y mirándonos el ombligo; es hora de reaccionar y cambiar positivamente; hay muchas alternativas para hacerlo. Descartes lo agradecerá desde el arcano.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

El show debe terminar (2)

Dionisio J. Garzón M.

/ 8 de noviembre de 2024 / 06:03

En el caso del Mutún, en el libro citado (Opus. Cit., pp. 57 y siguientes) apuntaba: “desde que en 1845 Francis Castenau descubrió la serranía del Mutún-Urucum, no se ha podido integrarla al circuito minero nacional. Una situación geográfica muy poco afortunada en el centro del continente, en el límite entre dos países, lejos de ambas costas y de los mercados, condicionó la planificación de la explotación de la parte boliviana del yacimiento (Mutún) a la necesaria coordinación con los vecinos Brasil y Paraguay para el uso del río Paraguay como única salida para potenciales productos bolivianos a los mercados del sur del continente y también a las aguas del océano Atlántico y a los mercados de ultramar. Aunque tenemos otros yacimientos de hierro, como Changolla e Irpa Irpa en Cochabamba, a través de la historia la preocupación mayor y el sueño de generaciones fue siempre desarrollar el ‘gigante dormido’ del Mutún”.

¿Por qué seguimos sin concretar la operación de la fundidora hasta ahora? Si bien se avanzó en la instalación de maquinaria y equipo para operar una planta modular que en su primera etapa produciría acero y productos terminados (perfiles, planchas y alambrón entre otros) para el mercado nacional, persisten los problemas de energía e infraestructura de transporte; en las condiciones actuales, el suministro de gas a precio preferencial parece cada vez más lejano; el tramo de acceso Mutún- Puerto Busch y la infraestructura portuaria siguen con problemas, etc. Al margen de aquello, siempre afirmé que la operación rentable de una acería depende de economías de escala: mientras mayor producción se alcanza se pueden tener perfiles de costos adecuados. ¿Será nuestra planta, de capacidad productiva de 250.000 o si llega a 500.000 ton/año, rentable y competitiva frente a las acerías vecinas en Sudamérica con capacidades mayores a 1 millón de ton/año? El hierro es un metal muy común y cada vez se añaden fundidoras alrededor del mundo que son mega fundidoras de bajísimo costo que inundan de acero y derivados a los países del orbe. Para citar un ejemplo: Río Tinto, una de las gigantes de la industria, inició obras en su nueva mina Simandou en Guinea, que será la operación de hierro más grande del mundo según las declaraciones de prensa de Boíl Baatar, líder del Comité Ejecutivo de Río Tinto en Guinea; superando al proyecto Oyu Tolgoi en Mongolia, otro megaproyecto de esa corporación. Así las cosas, los océanos están colmados de grandes buques metaleros que transportan una variedad de productos intermedios y finales de hierro y acero, y muchos otros productos en sus buques graneleiros, tankers etc., nominados según sea su carga transportada. En ese contexto, otra grande de la industria, Companhía Vale Do Río Doce CVRD, cuya flota logró transformar por su gran performance económica la distancia física en distancia económica, logró la rentabilidad de sus minas de hierro: en Carajas en el lejano Estado de Pará, hoy la explotación de hierro a cielo abierto (Open pit) más grande del mundo, y en Urucum, la mina vecina de Mutún.

Ése es el perfil actual de la industria; si consideramos además la política de expansión de los grandes productores, que llegó a subsidiar la venta de sus productos en ultramar para mantener su presencia en el subcontinente, la competencia es (y será) cada vez más dura; ya se han producido cierre de operaciones en algunas fundidoras en Sudamérica frente a este fenómeno del mercado del hierro y el acero. A ese entorno vamos caminando con Mutún, que no tiene ni de lejos una infraestructura competitiva para pensar en llegar a mercados de ultramar. Y con el reducido mercado interno que tenemos, cabe preguntarnos ¿Hemos hecho los estudios pertinentes de PEA, PFS y FFS (siglas en inglés de valoración económica preliminar, prefactibilidad y factibilidad final) para asegurar que estamos pisando tierra firme y hemos dejado de soñar? Como dice la canción, el tiempo dirá que sucede.

*Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

El show debe terminar (1)

/ 3 de octubre de 2024 / 06:00

Siguiendo el tema de la vida cotidiana cada vez más virtual en nuestro lindo país, quiero comentar una personal percepción sobre las consecuencias de seguir mirando imágenes e ignorar la realidad circundante, con el convencimiento de que lo que estamos viendo merece ser la realidad. Hace mucho tiempo en esta columna venimos alertando sobre la poca atención que se da a la gerencia y administración de lo que podemos llamar los grandes proyectos de aprovechamiento de nuestros recursos naturales no renovables (minería, hidrocarburos, metalurgia, etc.) que son, pese a todo, la única opción de desarrollo económico que tiene el país ante la perspectiva poco alentadora de reemplazarla con desarrollo tecnológico e industrial en el corto y mediano plazo. La realidad se reduce a bombos y platillos cuando hay que armar un show sobre lo que se podría hacer, pero, pasado el entusiasmo, nadie dice cómo vamos a entrar en esa panacea con alguna posibilidad. El Mutún y el litio de los salares son ejemplos que en más de medio siglo muestran esa cruda realidad: mucho show a lo largo de los años y poca eficiencia; el show lo manejaron, obviamente, niveles políticos de los gobiernos de turno. La eficiencia se maneja con profesionalismo; en los dos ejemplos se necesitaba manejar la ingeniería de cada proyecto, la proyección económica y financiera y la relación espacio temporal de los mercados específicos para llegar a tener proyectos factibles. Ese nivel de proyectos mide parámetros técnicos y proyecta una realidad factible o no factible. Ese es el camino que debiéramos haber seguido en los dos ejemplos, pero pese a todo, nacieron y se desarrollaron vendiendo humo para justificar el show.

El litio en el Salar de Uyuni se descubrió en los años 60, (no voy a repetir la historia que pueden leerla en mi libro “De oro, plata y estaño”. Plural Editores 2014, pp. 80 y siguientes), una azarosa historia de intentos nos halla sesenta años después con una planta piloto con tecnología de los años 70, una planta industrial con problemas obvios de recuperación y de alimentación y tratando de cambiar a la tecnología de moda, Extracción Directa de Litio EDL. No se saben detalles de lo que hacen las empresas seleccionadas en los salares de Uyuni, Coipasa y Pastos Grandes, ¿se diseñarían plantas de pilotaje y se construirían las de mejor rendimiento?, ¿Cuándo y cómo? No se sabe. Mientras tanto en el vecindario: la planta de EDL en el salar Centenario Ratones en Salta ya se inauguró y en el corto plazo el potencial productivo de carbonato de Argentina podría llegar a 136.500 ton/año (Rumbo Minero 17.07.24). Este país aumenta la participación de grandes operadores como Ganfeng en el país (Salar Pastos Grandes) y tiene un memorándum de entendimiento con Estados Unidos para fomentar la exploración, extracción, procesamiento y refinación, reciclaje y recuperación de minerales críticos (Rumbo Minero 28.08.24), con lo que el país será un actor principal en toda la cadena productiva. Chile por su parte, siendo el segundo productor de litio del mundo después de Australia, mantiene un nivel de apertura a grandes empresas que le permite mantener su participación en la producción de carbonato (30% del total global). Tiene como socios a las operadoras Tianqui, Albemarle y Ganfeng, mantiene la histórica y exitosa operación en el Salar de Atacama y un proyecto con tecnología de punta en el Salar de Maricunga.

Estos dos países tienen en su frontera común el “clúster” de mayor potencial de nuevas minas de cobre como Filo del Sol, José María y otras que forman el Distrito Vicuña que operará la dupla Lundin-BHP, a las que se sumarán Los Azules (Mc Ewen), El Pachón (Xstrata), Veladero-Pascua Lama (Barrick) y las históricas Escondida, Chuquicamata y El Teniente con lo que estos dos países tendrán el control de la producción futura de cobre, metal estratégico para el desarrollo del cambio futuro de matriz energética. Así se hacen negocios y políticas de desarrollo, abriendo el potencial al mundo y haciendo sociedades con los mejores operadores. ¿Qué futuro tiene nuestro proyecto de litio en este panorama regional?

Dionisio J. Garzón M. es ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.

Comparte y opina:

Últimas Noticias