Reflexión
Solo se ven nubarrones en el futuro y la lucha vuelve a las calles, donde siempre se han definido las cosas

Pasaron las elecciones, el 20 de octubre ya es pretérito, hay dos candidatos a tomar la posta el próximo año, la definición tiene alternativas, pero en la población hay un sentimiento de frustración: hay un país dividido y el horizonte mediato luce gris. Cualquiera que sea el inquilino del Palacio de Gobierno se las verá con una dura oposición y tendrá que acudir a alianzas y hasta componendas para garantizar un mínimo de gobernabilidad. Suena lapidario, pero esa es la realidad que nos toca vivir.
En un clima así, no se puede eludir el hacer una reflexión sobre la incidencia del acontecer político en la planificación y seguimiento de los proyectos en curso; y en general, en la agenda económica y social del país. La cual pasó a un segundo lugar en las prioridades de autoridades y candidatos. Las primeras, abocadas a la lucha política por mantener las mieles del poder o para acceder a ellas, los segundos.
Los sueños de grandeza que se vendieron en las campañas fueron muchos. Y, concordando con la sentencia bíblica que señala que “donde los sueños son muchos, son muchísimas las vanidades y sin fin las palabra (…)” (Eclesiastés V-6), viviremos una lucha de egos y vanidades sin par, donde la retórica predominará sobre el buen sentido, que será archivado hasta nueva orden.
En una columna pasada comenté sobre la afición casi primigenia de los bolivianos de maravillarnos con los discursos, al igual que nuestros antepasados nativos lo hacían con los espejitos de colores que los conquistadores les daban a cambio de ornamentos de oro y plata… Hemos sido siempre terreno fértil para vendedores de humo, tramposos y “magos” de toda laya. Y así hemos dilapidado ya gran parte de los recursos naturales con los que la Pachamama nos ha bendecido.
No otra cosa significa la actual situación de retroceso a niveles similares al de las antiguas repúblicas bananeras en cuanto a comportamiento político y social que podemos observar cotidianamente. Esto por obra de “mesías” de toda laya, que prometen el oro y el moro con adornados discursos, pero en realidad solo buscan el beneficio personal y corporativo. Siempre hay un slogan que permite convencer a las masas, siempre hay un Marx, un Fidel, un Che, o un Bolívar a los que se acude para explicar los entuertos sin fin de nuestros pueblos. Ellos son como el Mentisan, que lo cura todo. Y a ellos acudimos en el vaivén sin límite de posiciones políticas antagónicas que han usufructuado del poder a lo largo de la historia de nuestras naciones.
Lo que está ocurriendo en nuestro país en los últimos días y meses es la repetición cíclica de la lucha por el control de la riqueza que hemos vivido desde la fundación de la República y aún antes, el país vive en constante crisis política y escuchando buenas intenciones y cantos de sirena que son el argumento al que se acude para controlar el poder. Mientras tanto, los intentos de desarrollo económico y social siempre se relegan a un segundo lugar.
¿Alguien se acuerda hoy, por ejemplo, de nuestros proyectos de litio y potasio aún en cartera y de cuánto les afecta la sempiterna inestabilidad política que vive el país? Proyectos que caminan a paso de tortuga y por una delgada línea entre su factibilidad y/o el camino sin retorno de los “elefantes blancos” están quedando casi al margen del mercado y de las asociaciones estratégicas de la industria, pero seguimos priorizando la agenda mediática y la lucha política.
Así las cosas, solo se ven nubarrones en el futuro del país y la lucha vuelve a las calles, donde siempre se han definido las cosas, pero donde es muy difícil definir agendas de desarrollo y progreso. ¿Hasta cuándo? ¿Hay una tenue luz de esperanza al final del túnel? Solo el futuro nos responderá.
* Ingeniero geólogo, exministro de Minería y Metalurgia.