Como un buen padre de familia
Este excedente permitió cambiar la orientación del uso de los ingresos monetarios del país.
Una de las tareas más arduas para un padre de familia es la administración del hogar, al igual como lo es la administración de las finanzas públicas para un Gobierno. En ambos casos hay que considerar los ingresos que se percibe (en el caso del hogar, el salario del papá, de la mamá o de ambos, rentas u otros), para luego distribuirlos, a fin de satisfacer las necesidades de cada uno de los integrantes de la familia. Ahora bien, si los ingresos de la madre o del padre se incrementan de manera significativa, además de poder cubrir con mayor holgura sus gastos recurrentes (pago de luz, agua, telefonía, etc.), les quedaría un excedente, que podría ser invertido en un negocio “propio”. El cual a su vez podría reportarles mayores ingresos.
Hace más de una década, producto de la nacionalización, Bolivia logró aumentar sus ingresos fiscales, permitiendo al Gobierno no solo satisfacer las necesidades de la población, sino también generar un nivel de ahorro financiero considerable, con el consecutivo aumento de las reservas internacionales. A su vez, este excedente permitió cambiar la orientación del uso de los ingresos monetarios, dando un giro al enfoque fiscal del Estado. Es así que el Gobierno decidió invertir los recursos en áreas estratégicas, generando réditos para la economía y devolviendo la esperanza a los bolivianos, al evidenciar que había sido posible salir de la pobreza por nuestros propios medios.
Actualmente la economía boliviana avanza con inversiones en sectores importantes y proyectos significativos como los centros de medicina nuclear, la construcción de hospitales de tercer y cuarto nivel, la vertebración carretera del país, la edificación de teleféricos o del tren metropolitano, entre otros; así como la creación de compañías estatales estratégicas, entre las que destacan la Empresa Nacional de Electricidad, la Empresa Boliviana de Alimentos, la Empresa de Cemento de Bolivia, etc.
Esto ha ocasionado desajustes en el resultado fiscal de las finanzas públicas; pero no hay de qué preocuparse (fueron pensadas y calibradas con anterioridad en el Plan de Desarrollo Económico Social 2016-2020). Se trata de un déficit fiscal explicado por los elevados niveles de inversión de los últimos años, los que a su vez generarán, a su debido tiempo, retornos para el país. Por tanto, este tipo de déficit es totalmente diferente a los registrados en los 90, cuando los recursos eran destinados para gasto corriente, gastos que no beneficiaban al conjunto de la población, ya que no había retornos posteriores.
Esta es la decisión que, como padre de familia, impulsó al Gobierno a actuar sobre los niveles de inversión (motor del crecimiento sostenido de la economía boliviana desde 2006), a tono con una política fiscal contracíclica, contrarrestando el difícil ciclo económico internacional. Con lo cual nos diferenciamos de países como Argentina y Brasil, que siguen bajo el influjo del neoliberalismo y se ven obligados a realizar recortes drásticos en sus gastos sociales, buscando únicamente el equilibrio entre sus cuentas de ingresos y gastos, siendo los principales perjudicados su población más vulnerable.
* Economista.