Incendios en la Chiquitanía e hipocresías
Si bien la naturaleza sabe cómo recuperarse después de una catástrofe, en esta ocasión necesitará ayuda

Los incendios forestales fortuitos u ocasionados en la Chiquitanía nos traen grandes enseñanzas y reflexiones. La desgracia siempre nos deja grandes lecciones, y espero que podamos aprender de lo ocurrido para futuras eventualidades. Una gran enseñanza es del cuidado que debemos tener con la madre naturaleza o Pachamama en relación con el fuego y otras actividades con efectos nocivos. Esta experiencia nos dice no más “chaqueos” o formas de deshierbar con “fogatas controladas” para sembrar. Pero ¿cómo erradicar esta práctica?, pues las leyes no bastan. ¿Cómo generar conciencia ambiental en los habitantes de los bosques, de los cerros, en la Amazonía, en el oriente y en el Chaco cuando los citadinos no tenemos esa conciencia?, ¿cuándo permitimos que haya más contaminación en las áreas urbanas?
Otra enseñanza es la reacción de la juventud y que lástima que hubo muertes en esa circunstancia. Hay que aprender que no se puede enfrentar al fuego sin estar preparado físicamente y hasta mentalmente. No todos podemos estar en la línea del fuego como bomberos voluntarios, aunque sí podemos realizar otras actividades menos heroicas, pero también importantes. En varios momentos los incendios se tornaron incontrolables. Entonces en algunos medios de comunicación se tornaron en meros espectáculos, apostando por el show de la naturaleza en llamas. Habrá que evaluar qué medios informaron correctamente y cuáles nos llenaron de imágenes dudosas o nada reales con lo que sucedía en la Chiquitanía.
¿Dónde está la hipocresía societal? La juventud y otros estratos sociales citadinos van adquiriendo felizmente conciencia respecto a la importancia de cuidar la madre naturaleza; pero a la vez tienen grandes dificultades para visibilizar el problema profundo del cambio climático y sus efectos en circunstancias cotidianas, lentas y hasta invisibles. Por ejemplo, ¿cuánta basura tóxica generamos cada día en nuestras ciudades? Aun apostamos al uso de bolsas plásticas. ¿Cuántos parques y áreas verdes (por ejemplo el bosquecillo de Pura Pura, en el sector norte de la ciudad de La Paz) son inundados de escombros de las construcciones, y sus árboles son deforestados? ¿Algún joven tendrá la valentía de decir a sus parientes que ya no compren más autos porque igual contaminan la naturaleza? ¿Qué capacidad tenemos para detener la destrucción de los cerros en la ciudad de La Paz para construir más edificios o centros comerciales? ¿Marcharíamos por los derechos de los cerros tutelares de nuestra ciudad, llamados apus, calvarios, apachetas, etc.?
Sobre lo más simbólico que tiene nuestro Chuqiyapu Marka o La Paz, ¿cómo reaccionamos día a día cuando el Illimani o apu Jillimani tiene cada vez menos nieve? ¿Tendremos la misma valentía de querer enfrentarnos como con el fuego en la Chiquitanía? En el Illimani no hay fuego, pero se está derritiendo poco a poco, como ya lo hizo el nevado Chacaltaya, como consecuencia del calentamiento global. ¿Qué respuesta inmediata tenemos?
Otra lección aprendida es que la Chiquitanía no es igual que la Amazonía. También lo es reconocer que si bien la Amazonía es uno de los pulmones del planeta, los océanos son igual de importantes para oxigenarlo.
Ahora, es preciso pensar en soluciones después de los incendios forestales. Si bien la naturaleza sabe cómo recuperarse después de una catástrofe, en esta ocasión necesitará ayuda, por lo que hay que pensar en reforestar la Chiquitanía. Janiwa akch’as walikiti chikitanya jach’a uraqina. Ninawa q’al phichhantxi, q’al tukkati. Jichhaxa uka ch’uma uraqiruxa wasintampiwa quqinakanpi ayruntaña, ukhamatakpinwa suma jakawi utjaspaxa.
* Aymara boliviano, doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos y docente en la UMSA.