Economía global en crisis
El desafío pasa por encarar un entorno económico global desfavorable con inestabilidad social y política

Hay consenso en que la economía global está entrando en una etapa de fuerte desaceleración o incluso de contracción. El comercio mundial está decreciendo. Ralentización que podría tener impactos significativos en todas las economías del mundo, y particularmente en las que son intensivas en la producción de materias primas. Hay que prepararse para un escenario incierto.
Recientemente, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización de Cooperación Económica y Desarrollo (OECD) revisaron sus proyecciones del crecimiento económico global, proyectando una caída de este indicador en 2019, hasta el nivel más bajo registrado en el último decenio. Según estos organismos, el crecimiento del PIB mundial no superará el 2,9% en 2019, y en 2020 alcanzaría un 3%. Este comportamiento tendrá lugar tanto en las economías desarrolladas como en la mayoría de países emergentes.
Tal desaceleración respondería al recrudecimiento de la disputa comercial entre China y Estados Unidos, al fortalecimiento de las pulsiones proteccionistas en muchos países, y a los indicios cada vez más evidentes de estancamiento económico en Europa y en la mayor parte de América Latina y Asia. Después de varios decenios de crecimiento, el comercio mundial se estaría contrayendo debido al alza de tarifas arancelarias y al debilitamiento de las cadenas de producción transnacionales.
Tampoco ayudan a despejar estos nubarrones oscuros los problemas geopolíticos en Medio Oriente, los cuales podrían aumentar la volatilidad de los precios del petróleo, desincentivando a su vez el relanzamiento de la actividad y el consumo en muchos países. Para economías como la boliviana, el principal impacto de este contexto adverso podría venir por el frente externo y la ralentización de las inversiones en ciertos rubros. Los efectos podrían ser mixtos, relativamente favorables si el aumento del precio del petróleo impulsa los ingresos por el gas o si la disputa comercial favorece la venta de productos agropecuarios al mercado chino; pero muy contractivos si las exportaciones de minerales se reducen o la economía de países vecinos como Brasil y Argentina no se recupera.
Si el escenario más adverso se ratifica, las autoridades económicas del país deberán elaborar una inteligente adaptación del marco macroeconómico y de las prioridades en la inversión pública. Para eso se requerirá, por supuesto, coherencia y claridad técnica en la selección de las políticas económicas más adecuadas para esta fase, pero igualmente mucha autoridad política para articular un esfuerzo de todos los actores para pasar unidos la tormenta. El mayor desafío para el país pasa por encarar esta ineludible adaptación a un entorno económico global desfavorable con inestabilidad social y política. Y en esto, tanto opositores como oficialistas tienen una responsabilidad mayor con el pueblo boliviano.