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Friday 28 Mar 2025 | Actualizado a 09:30 AM

‘Dos espías en Caracas’

Sorprende el parecido de la secuencia política de esa época con lo que ocurre actualmente en Bolivia.

/ 20 de septiembre de 2019 / 23:33

Resulta difícil desasociar la imagen de un “personaje de ficción” cuando se lo ha conocido y frecuentado en la realidad. Eso me sucede al leer la última novela de Moisés Naím, Dos espías en Caracas, cuyo largo subtítulo resume su contenido: “Una historia casi ficticia de amores y conspiraciones en los tiempos de Hugo Chávez”.

Mi tránsito por la carrera diplomática me permitió encontrarme con ese legendario venezolano en cuatro oportunidades, todas ellas apropiadas para conocer y admirar su innegable carisma, el genuino calor humano en su trato con las gentes más humildes, y el marcado interés que demostraba en el diálogo con su interlocutor, cualquiera fuese su rango. Naím, columnista y ensayista conocido, incurre en la aparente licencia literaria para contar la historia reciente de su país sin tener la obligación de mostrar evidencias de hechos ocurridos al otro lado del espejo.

Todo comienza cuando el entonces desconocido coronel Hugo Chávez convence a sus camaradas de seguirlo en el fallido golpe de Estado perpetrado el 4 de febrero de 1992 para derrocar al presidente Carlos Andrés Pérez. Luego de dos años de cárcel, empieza la leyenda que lo lleva a la presidencia, de donde solo un cáncer fulminante lo arranca 20 años después. Venezuela, entonces uno de los emporios petroleros más rico del mundo, despierta la codicia tanto de Estados Unidos como de Cuba, cuyos servicios de inteligencia destacan a dos de sus mejores agentes para tratar de seducir al impredecible gobernante y enlistarlo en sus redes, respectivamente. Esta es la historieta paralela que el autor expande con menos brillo. Sin embargo, su relato sobre la colonización política y cibernética que La Habana teje para apropiarse a bajo costo del petróleo venezolano es altamente verosímil, y corresponde a la realidad geopolítica que persiste plenamente hasta nuestros días, aún en la era poschavista.

Naím retrata en filigrana la personalidad narcisista de Chávez, sus alucinaciones esotéricas de monólogos frente al espejo, así como sus tertulias con los óleos del Libertador o frente a su osamenta en el Panteón, donde una necropsia pretende asegurar que murió envenenado. La novela, aunque pletórica en hipótesis, explica el despilfarro del maná petrolero, cuyo principal objetivo no fue la instauración del socialismo del siglo XXI, sino, la conservación del poder per se.

Sorprende el parecido de la secuencia política de esa época con lo que ocurre actualmente en Bolivia. Ambos escenarios bajo la férula del caudillo “predestinado” que, a pesar de perder sendos referendos, se reelige con cambios constitucionales y difunde medidas populistas con obras intrascendentes de efecto electoralista. La persecución de opositores y de los medios de comunicación mediante el uso del terrorismo fiscal es semejante a la que aplica la Justicia boliviana, como lo es también el empleo de hordas de matones que disuelven manifestaciones adversas.

Naím cuenta que una trípode siniestra mantiene el régimen: las bayonetas militares plagadas de generales corruptos; la concentración de los poderes estatales, particularmente el electoral, donde el asesoramiento técnico cubano es fundamental; y la conexión con el hampa organizada, que incluye las externas redes del narcotráfico.

La leyenda de Hugo Chávez, amado por su pueblo, finaliza con su triste agonía, en la que demuestra su indomable fortaleza de carácter, cuando casi moribundo gana su última elección. Su muerte fue, según Naím, programada por Fidel, quien además fue el gran elector de su sucesor: Nicolás Maduro, aún más dócil que Hugo, pero útil proveedor del petróleo tan necesario para la supervivencia de la isla.

* Doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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Europa entre la guerra y la paz

Carlos Antonio Carrasco

/ 15 de marzo de 2025 / 06:00

Hasta el 5 de marzo, cuando a las 20.00 apareció en la pantalla de televisión el rostro del presidente Emmanuel Macron flanqueado por la tricolor francesa, quien con aire dramático convocaba al pueblo a prepararse para la defensa de la integridad patria ante la inminencia de una posible agresión rusa como prolongación de su incursión bélica en Ucrania, no se vislumbraba que ese conflicto llegaría a las puertas de Francia. Pero Macron fue enfático en afirmar que, si Putin imponía sus condiciones en algún acuerdo de paz, no se detendría ahí, sino que proseguiría su marcha hacia Moldavia, Rumania y, posiblemente, Polonia. Ante esa perspectiva, Europa debía rearmarse y asumir su propia defensa, toda vez que Donald Trump afirmó que Estados Unidos no lo haría. Efectivamente, el viraje de Trump fue evidente cuando decretó aquella pausa en la ayuda militar y financiera que se brindaba a Ucrania y mediante su telefonema con Putin el 12 de febrero, reestableció la relación congelada y abrió paso a directas negociaciones de paz, excluyendo a la UE y a Kiev.

El desdén americano hacia los europeos fue patético con el discurso agresivo del vicepresidente JD Vance en la reciente Conferencia sobre Seguridad en Múnich y más aún ante el franco comentario del presidente al decir que la UE fue creada para mortificar a USA. Esas crispaciones diplomáticas fueron recibidas con suprema satisfacción en Moscú, al punto que el canciller Sergei V.  Lavrov acudió a la Historia para eximir a USA de ciertas “calamidades” cometidas más bien por los europeos tales como “las cruzadas, las guerras napoleónicas, la Primera Guerra Mundial y el surgimiento de Hitler” Aquel fresco romance entre Moscú y Washington fue anotado con mucho temor, mayormente porque días antes Elon Musk declaró que “ya era tiempo de salir de la OTAN y de la ONU”.

Para rematar ese ambiente de susceptibilidad en la Asamblea General de la ONU, una resolución de solidaridad con Ucrania registró al unísono el voto negativo ruso-americano. Todos esos elementos sirvieron para reunir de urgencia la cumbre europea en Londres, el domingo 2 de marzo, donde al reafirmar la necesidad de la defensa común y autónoma, se aprobó el acopio de 800.000 millones de euros, destinados a un sólido programa de rearme. Aunque esa decisión fue unánime, a excepción de Hungría, existen entre los 27 miembros de la UE ciertas fisuras como, por ejemplo, sobre la opción de proveer de tropas para garantizar algún acuerdo de paz en Ucrania.

Igualmente, la invocación del presidente Macron sobre la posibilidad de emplear la disuasión nuclear como medio de protección ampliada a toda Europa ante una hipotética agresión rusa, provocó agrio debate en la Asamblea Nacional.

Todas aquellas conjeturas dan origen a especulaciones complotistas que llegan a sospechar un pacto entre los tres grandes poderes hegemónicos para repartirse áreas de influencia en el planeta: Rusia tendría vía libre en Ucrania y quizá países aledaños; USA absorbería a su dominio, Groenlandia, Canadá y el canal de Panamá y China amalgamaría Taiwán a su territorio continental. A la vez los tres tenores mancomunadamente contendrían los avances del insurgente Sud Global.

La esperanza de un acuerdo de paz en Ucrania, si finalmente se acuerda, podría alterar el dinámico cambio que se opera en la geopolítica mundial.

*Es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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La pasión de la autobiografía

El frío invernal en París me sirvió para refugiarme en cuatro gruesos volúmenes que registran las memorias autobiográficas de otras tantas celebridades.

Carlos Antonio Carrasco

/ 1 de marzo de 2025 / 05:00

El frío invernal en París me sirvió para refugiarme en cuatro gruesos volúmenes que registran las memorias autobiográficas de otras tantas celebridades. La aparición más reciente corresponde a Libertad, de la excanciller alemana Angela Merkel (Ed. Albin Michel- 681 páginas-2024) en su versión francesa. Es, en realidad, el recuento pormenorizado de dos vidas: la primera, desde su nacimiento en 1954, hasta la caída del muro de Berlín, bajo la dictadura de la RDA (Alemania Oriental), y la segunda, en República Federal Alemana, donde llegó a sus 35 años y cuya carrera política la elevó por 16 años a la Cancillería (2005-2021). Hija de pastor protestante, se doctoró en física y, entre su ejecutoría oficial, confiesa que, en la reunión de la OTAN en Bucarest (2008) junto a Francia, se opusieron de otorgar el status MAP (plan de acción para la adhesión) a Ucrania por el peligro que se corría de extender al continente todo, en caso de agresión rusa. También llama la atención el retrato que hace de Vladimir Putin, a quien frecuenta en una sesión del G-8 y comenta detalladamente sus diálogos en lengua alemana y su humor negro al aproximar hacia ella a su perro labrador, a sabiendas de su aversión a ese animal.

El exprimer ministro británico Boris Johnson entrega también en 2024 su memorial Unleashed  (Desatado) (Ed. Collins Publishers- 772 pp.), con el sugestivo subtitulo de Confesiones de un euroescéptico. Ucrania, como foco de la crisis actual, ocupa varias páginas relatando sus viajes a Kiev como canciller, su amistad con Volodomir Zelensky y las dramáticas horas previas a la invasión rusa del 22 de febrero de 2022, incluyendo la ingenua pregunta que por vía telefónica le hizo a Putin interrogándole si tenía la intensión de invadir Ucrania y su sorpresa cuando 48 horas después las tropas rusas traspasan la frontera. Es de utilidad informativa el inventario que registra de las innumerables razones de Rusia para tratar de ocupar Ucrania. Finalmente, es llamativa la visita de despedida que le hace a la Reina Elizabeth II, en su residencia de Balmoral, monarca que cumple su rol oficial hasta el último halito, pues fallece dos días después.

El expresidente americano Barack Obama titula su biografía Una tierra prometida, en edición francesa (Ed. Fayard- 841 pp. 2020), rica en detalles de su vida familiar y conyugal con repetidas declaraciones de amor a su esposa Michelle, cuyo apoyo ciertamente contribuyó decisivamente a forjar la personalidad de Barack que logró lo impensable: un negro en la Casa Blanca. Su ascenso desde el llano hasta el Senado y las campañas para la elección, y luego la reelección, presidencial son narradas con meticulosidad extrema como también su acre descripción física de sus homólogos extranjeros en las reuniones del G-8 y otras, son altamente risueñas, como cuando caricaturiza al francés Nicolas Sarkozy con algún personaje escapado de un cuadro de Toulouse Lautrec, debido a su escasa estatura y a sus zapatos sostenidos por elevadores ortopédicos. En cambio, alaba los ojos verdes de Angela Merkel y el carisma del ruso Dmitri Medvedev.

El expresidente venezolano Hugo Chavez Frías (1954-2013) optó por otro método para recordar sus días de ascenso y de gloria, contestando un minucioso interrogatorio del escritor gallego Ignacio Ramonet para elaborar su Mi primera vida (Ed. Galilee-715 pp- 2015). La particularidad de la obra radica en la documentación que figura en los numerosos pie de la página, donde Ramonet investiga y registra todas las aserciones del autor, desde su desvalida infancia en Sabaneta, su pasantía en la academia militar, sus alzamientos cuartelarios, sus encierros en la cárcel, su marcha hacia el poder y, sobre todo, la instauración de la Revolución Bolivariana, que desde 1999 continúa hasta ahora, en una versión distorsionada que ha sumido a Venezuela en deplorable postración

En resumen, en las cuatro obras que revisamos, se nota la justificación del paso de los autores por este valle de lágrimas, donde a fuerza de constancia se levantan desde orígenes modestos hasta la cima del poder. La característica negativa en todos ellos es que insertan anécdotas y narrativas irrelevantes para el lector, pero no para sus inocultables egos.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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El americano feo

Carlos Antonio Carrasco

/ 15 de febrero de 2025 / 06:00

Fue en 1958, en pleno auge de la Guerra Fría, que apareció la obra clásica del tándem William Lederer y Eugene Burdick intitulada El americano feo en la que se retrataba en estilo novelesco las torpezas y trampas de la diplomacia estadounidense en el sudeste asiático, cosechando de esa manera la repulsión y el odio popular no solamente en ese espacio, sino en todo el mundo. Aquel sentimiento que tardó allí años en acumularse, lo consigue —ahora— Donald J. Trump, en las primeras semanas de su gobierno, mediante sus famosos decretos ejecutivos y sus destempladas declaraciones a la prensa. Proeza que la psiquiatría podría explicar como la sed de revancha por las humillaciones sufridas en el interregno entre sus dos presidencias, cuando la Justicia lo halló culpable de 34 cargos criminales a los cuales escapó gracias al estruendoso apoyo popular que lo llevó nuevamente a la Casa Blanca.

En el plano interno, su obsesión por extinguir legalmente la noción sobre la orientación sexual del individuo es tan notable como su fobia contra los 11 millones de migrantes indocumentados que sufren persecuciones inmisericordes hasta ser capturados y deportados sañudamente.

A ello se suman los daños colaterales que causan ciertas medidas de orden internacional, siendo la más ilustrativa el cierre de Usaid, la agencia de ayuda al desarrollo, que financiaba proyectos de vivienda, salud y educación en países del Tercer Mundo. Luego, la renuncia al Pacto de París sobre el cambio climático y el retiro de la Organización Mundial de la Salud, ambos pasos que afectan seriamente la concertación multilateral para beneficio humanitario. Si el ahorro fiscal de miles de dólares sirvió como pretexto para esas acciones, no se entiende el alejamiento de Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y menos las sanciones impuestas a la Corte Penal Internacional que juzga precisamente a los gobernantes perpetradores de aquellos derechos.

En otro acápite, se nota que MAGA (Make América Grate Again) que parecía ser un mero eslogan electoral se convirtió de metáfora en intención de expansión imperial cuando Trump invoca la posibilidad de hacer de Canadá el 51 Estado de la Unión, de recuperar nuevamente el Canal de Panamá, de rebautizar el Golfo de México como Golfo de América o de comprar Groenlandia.

Empero, entre sus ocurrencias, la más osada es la conquista pura y simple de la Franja de Gaza, para instaurar allí con el dominio americano un novedoso proyecto inmobiliario que transforme esa tierra, de tanto sufrimiento bajo el genocidio israelí, en una lujosa “costa azul” del Medio Oriente, trasplantando a los dos millones de nativos palestinos a tierras egipcias y/o jordanas. Ante tanta barbaridad, el alza de aranceles en detrimento de México, Canadá, la Unión Europea o China, adquiere el aroma de ingenuas aspiraciones de mentalidad aduanera, excusables para una equitativa negociación.

Entre tanto ajetreo hereje que altera la geopolítica planetaria, Trump deja pasmados y afónicos a sus homólogos europeos y asiáticos, pero aún confiemos que le quede tiempo para acordar con Vladimir Putin una paz duradera en el conflicto ucraniano que tantos miles de jóvenes vidas ha segado, en aquel absurdo pleito por fronteras imaginarias. Esa hazaña, ¿podría —acaso— brindarle su añorada ilusión de obtener el Premio Nobel de la paz?

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Trump: la oligarquía imperial

Carlos Antonio Carrasco

/ 1 de febrero de 2025 / 06:00

Parece que el expresidente Biden no exageró cuando en su mensaje de despedida advirtió que una oligarquía estaba apoderándose del país, pues no solo se trataba del inefable Elon Musk, el hombre más rico del mundo, como cogobernante ad-hoc, sino también de esa docena de billonarios que tomaron puestos de alto mando o de simples consejeros con capacidad de decisión. El término “oligarca” adquirió aroma peyorativo en Rusia, cuando luego de la implosión de la Unión Soviética, amigos del nuevo gobierno se repartieron empresas estatales y otras fuentes de dinero fácil que los convirtió en corto tiempo en acaudalados personajes.

Quizás no sea el caso estadounidense, pero la figura aparente es la misma: gente altamente adinerada que además acumulará señorío político. Muchos de ellos incluso se mudaron a vivir en Washington, donde escogieron mansiones de gran valor como, por ejemplo, Howard Lutnik, nombrado secretario de Comercio, que, se dice, pagó 25 millones de dólares por aquella casa estilo francés. Otros no necesitarán habitar en la capital para saborear las mieles del poder, como Charles Kushner, suegro de Trump, quien será embajador en París.

Entretanto, los primeros decretos trumpistas, tanto de alcance interno como externo, tuvieron un efecto sísmico en el planeta. Al interior, medidas aparentemente cosméticas como la identidad sexual, hasta la fobia antimigratoria que se viene desatando de manera inclemente, como la reciente crisis con Colombia, en que la voluntad de la Casa Blanca se impuso por encima de los trinos soberanistas del humillado presidente Gustavo Petro.

En el plano internacional, después de sus agresivas declaraciones, invocando el Destino Manifiesto, se aguarda el seguimiento de las acciones correspondientes, entre ellas la intención de revertir el tratado Torrijos-Carter, que otorgaba a Panamá soberanía plena sobre el canal. Aparte de los precipitados deseos de comprar Groenlandia o anexar a Canadá como el 51 estado de la Unión, se percibe que Trump usará la herramienta expeditiva de la “diplomacia bulldoser” al elevar las tarifas aduaneras a los productos de importación para obtener los resultados que se propone. Ello podrá funcionar en ciertos casos, pero no en todas las situaciones, que provocarían graves medidas de retorsión tratándose, por ejemplo, de la Unión Europea o de China, muy temerosos del estilo impredecible del que se jacta Trump.

En el área geopolítica, su incursión en la negociación del alto al fuego en la Franja de Gaza, fue positiva, aunque ahora libere el envío a Israel de las poderosas bombas de 2.000 libras sin objetivo conocido. Su vaga idea de trasladar la población palestina a países árabes vecinos, es simplemente quimérica. En cuanto se refiere a su mentada tratativa para la paz en Ucrania, aún se espera que el anunciado diálogo personal con Vladimir Putin produzca benéficos resultados.

En suma, antes del fatídico término de los “cien días”, ya se puede vislumbrar el horizonte de las aspiraciones de Donald J. Trump: no solamente hacer grande América otra vez (MAGA), sino también recurrir a todos los medios para proyectar desde su republica oligárquica la imagen del emperador todo poderoso a nivel mundial.

*Es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia

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Brasil: la daga verde-amarilla

/ 18 de enero de 2025 / 06:00

Recordando que el 8 de enero de 2023, una importante masa humana de partidarios del expresidente Jair Bolsonaro, luciendo camisetas verde-amarillas irrumpieron en Brasilia, ocupando los tres palacios sede de los poderes del Estado, en lo que aparentó ser un golpe contra el flamante presidente Luiz Ignacio Lula da Silva, el New York Times comenta el informe de 884 páginas elaborado por la Policía Federal brasilera acerca de las investigaciones realizadas en estos dos últimos años sobre esos hechos. Sorprende en ese documento la meticulosidad de los planes que tenían los subversores para conseguir sus nefandos objetivos. Aquellos incluían el asesinato de Lula, de su vicepresidente Geraldo Alckmin y del juez Alexandre de Moraes. Un total de 37 personas figuran indiciadas en la pesquisa, incluyendo al propio Bolsonaro que, a la sazón, se hallaba exilado en la Florida. Las averiguaciones fueron facilitadas por cuanto a los complotados se les ocupó un documento titulado “La daga verde-amarilla” en alusión a la bandera nacional. Allí se detallaba el armamento requerido para la misión: una ametralladora, lanza-granadas, un lanza-roquetes, todo para asegurar al 100% el éxito. Sin embargo, se anotaba que como alternativa —en caso dado— se contemplaba el envenenamiento de Lula. También, en el plan se revela que un decreto, oportunamente aprobado, suspendería los poderes de la Corte Nacional Electoral, posibilitando que Bolsonaro retome el cetro presidencial. ¿Pero… qué falló? Al parecer, si bien el comandante de la Marina estaba firme, sus homólogos del Ejército y de la Fuerza Aérea se retractaron a último momento. La imputación a Bolsonaro dice textualmente que él “planificó, actúo y estuvo directamente al tanto de las acciones de esa organización criminal decidida a cometer un golpe de Estado para eliminar la democracia”. Aunque el implicado niega esos cargos, su condena estaría próxima.

Los hechos antes descritos en el autorizado rotativo americano, llaman la atención por la analogía con el asalto al Capitolio, protagonizado por seguidores de Donald J. Trump, el 6 de enero de 2021, cuyos cabecillas fueron juzgados y condenados, lo mismo que el propio Trump acusado de instigar esa asonada. No escapa a la memoria tampoco la admiración que el brasilero sentía por su mentor americano, al extremo de hacerse llamar “el Trump tropical”.

El análisis del Times termina haciendo alusión a que desde 1889 ocurrieron en Brasil nueve intentos de golpes militares, de los cuales cinco fueron victoriosos, particularmente el doble decenio de dictadura militar que acabó en 1985 y que, dado el permanente descontento castrense con la administración de Lula, no se puede asegurar que una acción militar no suceda otra vez, antes de las elecciones presidenciales programadas para 2026.

Carlos Antonio Carrasco es doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.

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