La TV en la campaña electoral
La ley por sí sola resulta insuficiente en su intento de garantizar equidad entre todos los candidatos.

Debido a los impactos que las redes sociodigitales han ido generando en la política global y nacional en los últimos años, existe la tendencia de ubicar a las campañas electorales primordialmente en el escenario digital, generando la sensación de que los resultados de octubre podrían definirse en aquel espacio. Distraídos por la novedad, pareciera que una buena parte de la ciudadanía y, más grave aún, algunos estrategas políticos han olvidado que una campaña electoral se libra de varias maneras, en diversos tiempos, distintos escenarios y muchos formatos.
En nuestro país, que ya cuenta con alguna experiencia sobre las limitantes y excesos de lo que se conoce como “campaña de aire” (aquella que materializa contenidos a través de medios de información), se ha desarrollado una normativa para no saturar al electorado, otorgándole solamente un mes para que se desarrolle, con límites diarios para contratación de espacios publicitarios por cada tienda política. La publicidad no debe incurrir en excesos de contenido, limitando el uso de imágenes de niños, religiosas o patrias, entre otros. Y, novedosamente, la norma busca un acceso equitativo para todos los partidos políticos, con el fortalecimiento público al que accederán por vez primera en esta elección.
Este marco normativo ha generado una cantidad aceptable (pero aún, en varios aspectos, inaplicable) de mecanismos para cualificar los tiempos de propaganda electoral en los medios “tradicionales”. Según el calendario electoral, este periodo de propaganda electoral “por aire”, con spots en el caso de la televisión, se inicia el 20 de septiembre. En este periodo se dice que comienza “la campaña en serio”, pues es durante ese mes cuando se “afinan” las victorias y se consolidan las derrotas electorales. Varios datos estadísticos evidencian que en el país la televisión sigue siendo el medio de información más consumido y el más creíble. Por tanto, podemos inferir que buena parte de esta batalla electoral será librada en televisión. De hecho, ya está siendo librada en esa plataforma. En campaña, cualquier tiempo bien ganado o bien aprovechado por fuera de los periodos establecidos legalmente ya constituye ganancia, o dicho más crudamente, una ventaja.
Así las cosas, usted que también consume televisión, haga memoria sobre lo que ha estado viendo en las últimas semanas en spots. Posiblemente no se trate de solicitudes de voto directo (un rasgo que determina que sean propaganda electoral), pero es seguro que ha visto una enorme cantidad de mensajes políticos, que apuntan a construir sensaciones de estabilidad o de futuro garantizadas en una continuidad. O quizás ha visto mensajes en los que los candidatos se presentan o se muestran haciendo gestión (en el caso de ser además servidores públicos).
Estos son los recovecos de aplicabilidad de la norma, que no se han podido resolver hasta ahora. Por ello, la ley por sí sola resulta insuficiente en su intento de generar equidad, pues la instancia que debe aplicarla no materializa las sanciones para aquellas ventajas que se ubican entre la delgada línea de la comunicación gubernamental y la propaganda electoral, y que además son pagadas por todos los bolivianos.
* Comunicadora. Twitter: @verokamchatka