Asesinato de mujeres: un flagelo universal
La vanidad del marido o del examante no admite la ruptura, y prefiere afrontar penalidades más graves.

En lo que va del año (2019), en Francia 73 mujeres perdieron la vida a manos de sus cónyuges o de sus exparejas. Una cifra curiosamente parecida a los homicidios acontecidos en Bolivia en este mismo lapso, con la diferencia de que la población francesa (67 millones de habitantes) es seis veces mayor que la boliviana (11 millones).
Si bien el fenómeno no es reciente, se ha expandido a nivel planetario en alarmante número, llegando a preocupar a las altas instancias de los organismos internacionales. Recuérdese que ya en 2016 Naciones Unidas adoptó el término “feminicidio” para calificar estos crímenes, ofreciendo la siguiente definición: “la forma extrema de violencia contra las mujeres y la más grande manifestación de desigualdad: hombre-mujer”. En Francia, la macabra estadística suma y sigue, pues en 2017 murieron violentamente 151 mujeres; mientras que en 2018 se registraron 231 víctimas, de las cuales 149 fueron mujeres. Lo que arroja el promedio de una muerte femenina cada tres días.
Nótese que en las reyertas domésticas, preludio de trágicas acciones, los hombres tampoco están exentos de salir ilesos. Aunque ciertos estudios señalan que, en general, estos homicidios no son premeditados, las causales son siempre parecidas. La vanidad del marido, del novio o del examante no admite la ruptura, y prefiere afrontar penalidades más graves aún. En Francia, el 54% de los casos son inducidos por el alcohol, los psicotrópicos o las drogas. Y cosa curiosa, en los últimos años los protagonistas sobrepasaban los 60 años.
Al igual que en La Paz, París ha reunido un gabinete de crisis para abordar este asunto. Entretanto, ya es de uso corriente el TGD (teléfono para grave peligro, por sus siglas en francés), que es la línea roja de pronto auxilio a la mujer en riesgo. Por otra parte, si una mujer ya ha detectado el carácter colérico y violento de su pareja, puede denunciarlo a los organismos policiales, y según los casos, obtener que a su cónyuge o expareja se le instale un brazalete electrónico con GPS, para inmediata ubicación del infractor, particularmente si a aquel se le prohibió, judicialmente, aproximarse a la potencial víctima. Si en Francia se registraron 3.332 casos de prevención en 2018, en España fueron 20.000 en el mismo año, como ejemplos europeos, para no referirnos a la siniestra letanía de atrocidades que se cometen diariamente en India o en ciertos países de confesión musulmana.
Todos los anteriores elementos nos conducen a reflexionar que el feminicidio nada tiene que ver con el nivel cultural de la sociedad donde ocurre, sino corresponde a un estado de ánimo que prevalece en el individuo atingido por un golpe emocional de difícil control. Si a ello se añade como condimento el influjo del alcohol o las drogas, los episodios criminosos devienen odiosamente abominables. Como nota marginal, también deberían considerarse aquellos crímenes perpetrados contra las mujeres por personas ajenas a su entorno familiar o social. Estos casos pertenecen sobre todo al ámbito delincuencial.
El decálogo de buenas intenciones aprobado recientemente en La Paz son quimeras abstractas sin ninguna medida concreta para salvar vidas, con excepción del anunciado “botón de pánico”, una aplicación para teléfonos móviles que permitiría a las víctimas alertar a la Policía cuando sean amenazadas o agredidas por sus parejas. Promesa que ojalá no se quede solo en palabras.
* Doctor en Ciencias Políticas y miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar de Francia.