Momento de oscuridad

Un “momento de oscuridad en la sociedad”, así puede definirse el concepto de anomia que Durkheim elaboró en 1893 para explicar los desajustes provocados por el tránsito entre el viejo orden y la sociedad industrial. Pero hay que cuidarse de interpretar esa palabra en un sentido literal, pues no involucra la ausencia absoluta de ley, sino un conflicto cultural y político estructural. Tengo la sensación de que hoy vivimos un momento anómico en el país, expresado en una diversidad de síntomas: la ola de crueles feminicidios (72 en lo que va del año) y violaciones, el incumplimiento de las normas (desde la CPE hasta la Ley 348), el abuso de autoridad, la corrupción estructural, el narcotráfico y la pérdida de sentido de los discursos políticos.
Con el correr del tiempo la noción de anomia se volvió gelatinosa y anticuada, pero aún conserva ciertas bondades analíticas; provoca, en todo caso. La anomia sería el síntoma de un cambio de época que no solo involucra transformaciones políticas de corta duración, sino también un conflicto más o menos permanente de valores, sensaciones, identidades y modos de comportamiento.
En el caso de la violencia de género, las normas, instituciones y creencias de la sociedad patriarcal han sido alteradas por el empoderamiento de las mujeres que conciben su libertad, el trabajo y sus cuerpos desde su propia autonomía; es decir, desde su propia norma. Esta indetenible rebelión de los imaginarios y los símbolos, incomprensible para muchos varones (y por tanto rechazada), ha sido respondida por medio de la violencia más cruel y perversa que pueda imaginarse: los hombres perciben que su control de los cuerpos de las mujeres se les ha escapado, y al no aceptar esa autonomía, matan y violan.
El sistema patriarcal ha sido seriamente fisurado (aunque no está completamente desmontado) y ha dejado de organizar el sistema de significaciones colectivas; es decir, en la medida en que involucra el conjunto de las relaciones sociales constituye un problema estructural. Los movimientos populistas conservadores y la mayor parte de las comunidades religiosas han percibido ese quiebre simbólico como una amenaza a la cohesión social, y pretender mantener o restablecer los valores patriarcales tradicionales es ser reaccionario. En ese contexto, la violencia es un dispositivo del poder masculino para conservar las posiciones de poder y prestigio masculinos, tanto en la esfera privada como pública.
La anomia surge y se despliega en un momento histórico-cultural en el que los roles e identidades asignados durante siglos a los géneros masculino y femenino se han hecho astillas. Y puede ser interpretada positivamente como el síntoma psicológico y sociológico de una sociedad que atraviesa un doloroso proceso de transición de una época a otra; un devenir “Otro”.
* Sociólogo. (11/07/19)