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Monday 17 Feb 2025 | Actualizado a 20:04 PM

Lo que La Paz vive

Ya es hora de que toda obra por construirse en La Paz esté acompañada de un estudio geológico de suelos.

/ 8 de mayo de 2019 / 23:53

Este artículo no pretende ser una crítica destructiva a quienes gobiernan o dirigen la construcción de la ciudad de La Paz; al contrario, busca que los paceños y sus autoridades se pregunten si en los últimos años se han realizado estudios geológicos en los territorios en los que se han impulsado proyectos de desarrollo urbano.

En el caso del barrio San Jorge Kantutani, que se deslizó días atrás, al ser un exbotadero de basura, corría todo tipo de riesgos, especialmente con la construcción de edificaciones de cuatro o más pisos de altura. Esto porque los suelos de aquel sector nunca tuvieron la resistencia suficiente para soportar semejante peso.

¿Acaso se olvidó que hace poco tiempo hubo desastres en otros barrios de La Paz? Estos hechos debieron prender la alerta sobre la necesidad de hacer un estudio geológico global para determinar qué áreas podrían estar aún en riesgo, ya que no cabe duda que el problema más álgido de esta ciudad son sus suelos. Hay historias de hechos trágicos similares, como el hundimiento del pueblo de Hanco Hanco en 1582, que pertenecía a la encomienda de don Juan de Ribas. Esa región se ubicaba en Llojeta y en pocos minutos desapareció junto con sus habitantes, que fueron “tragados” por la tierra sin dejar más vestigio que una nube de polvo. Según los relatos, el cura y el sacristán fueron los únicos sobrevivientes debido a que se hallaban casualmente fuera del lugar.

Parece más que necesaria la tarea de concientizar a la población no solo respecto a la prohibición de asentamientos en los exbotaderos de basura (como puede ser el caso de Alpacoma, después del cierre del relleno sanitario), sino también en ciertos bordes de los cerros. Otro ejemplo es el Teatro al Aire Libre, que debiera ser estudiado antes de que ocurra otro desastre.

Evidentemente, todas las ciudades guardan el recuerdo de hechos lamentables y no han dejado de vivir momentos dramáticos a lo largo de su historia. Realidades dolorosas y distintas a la nuestra, pero que no deben quedar en el olvido, sino más bien deberían impulsar a estudiar soluciones.

Los acontecimientos de estos días son una expresión viva de dolor para las familias que han perdido su techo, pero también son una alerta para todos los que radicamos en esta ciudad y que azorados vimos el deslizamiento de otro fragmento de la urbe y, peor aún, que más de 100 familias quedaran en la calle. Corresponde, por tanto, aprobar proyectos y planos de construcción previa revisión de las características geológicas del lugar donde se pretende edificar, especialmente en los inmuebles de más de cinco pisos; y exigir además estudios paralelos de propuestas estructurales necesarias para una construcción normal, pero estable y sólida.

La Paz tiene una densificación tan alta de construcciones que ya es hora de que toda obra por construirse esté acompañada de un estudio geológico de suelos (por lo menos dos pozos) y respaldada por un proyecto estructural serio. De igual manera, urge que la municipalidad revise el tipo de estructura de cimentación de las obras normales. Aquello no es algo complicado y colaboraría sobremanera en la revisión de las características del lugar donde se piensa edificar un inmueble.

En cuanto a los asentamientos clandestinos, éstos debieran ser más controlados, aunque también sabemos que, en la mayoría de los casos, detectar las edificaciones precarias no es una tarea fácil. Lamentablemente, las familias que quedaron sin techo perdieron el trabajo de toda su vida, y al desplomarse sus viviendas también se desplomaron sus sueños.

* Arquitecta.

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Carnaval de Oruro: la fuerza de la cultura

Patricia Vargas

/ 14 de febrero de 2025 / 06:00

El Carnaval de Oruro marca el inicio de una celebración que permite a esta ciudad mostrar la riqueza y la fuerza de la cultura boliviana. Su máxima expresión es la entrada folklórica, un evento que reúne a diferentes danzas y fraternidades de todos los departamentos del país, los cuales reflejan la diversidad que lo caracteriza.

En ese día, el esplendor de cada baile revela la identidad del pueblo a través de un espectáculo vibrante que deleita al espectador con su destreza y colorido, lo que convierte al Carnaval de Oruro en una de las manifestaciones culturales más representativas de Bolivia.

Durante el lapso de ese tiempo, la ciudad de Oruro se transforma en el epicentro de la cultura nacional, pues hace gala de la riqueza estética del folklore enraizado en su gente. Una de las danzas más emblemáticas es la diablada, ya que su puesta en escena combina el movimiento corporal de los bailarines con sus impactantes coreografías. Estas últimas, que generan una experiencia sensorial única en los visitantes. De esa manera la fuerza de la música folklórica realza la majestuosidad del espectáculo.

Es así como el Carnaval de Oruro se reinventa constantemente en los detalles y un claro ejemplo de ello es el arte del bordado, cuya exquisitez y talento sigue maravillando a propios y extraños. Los bordadores, muchos de los cuales aún trabajan a mano, dan vida a trajes que deslumbran con la combinación de sus colores, texturas y detalles minuciosos.

A lo largo del tiempo, las expresiones culturales del Carnaval han evolucionado, captando la atención de los espectadores. El creciente número de bailarines y la complejidad de las coreografías refuerzan el atractivo del evento. Lo más notable es la resistencia física de los danzarines, quienes, a pesar del peso de sus máscaras y vestimenta, ejecutan movimientos vigorosos y construyen escenografías en constante transformación. Su presencia imponente convierte las calles y avenidas en escenarios vivos donde la cultura cobra un protagonismo absoluto.

Una apreciación que no olvida los colores intensos y vibrantes del Carnaval que alteran la percepción del entorno urbano, revitalizando los espacios públicos y disolviendo cualquier imperfección estética. Así, el dinamismo de los bailarines no solo anima la festividad, sino que cualifica el valor de las calles y avenidas.

En la era digital, el Carnaval de Oruro ha trascendido sus fronteras físicas, cautivando a espectadores de todo el mundo a través de las plataformas virtuales. Muchos de ellos, atraídos por la majestuosidad del evento, se convierten en asiduos visitantes que experimentan la energía de los cuerpos en movimiento y el poder de la música folklórica.

De esa manera, esa ciudad no solo acoge a turistas nacionales, sino que conquista a turistas de distintas latitudes, fascinados por la autenticidad del espectáculo. Lo que alguna vez fue un arte de las calles evolucionó hasta convertirse en un fenómeno cultural que, año tras año, sigue siendo apreciado.

El Carnaval de Oruro enamora a quienes lo visitan tanto, por sus cualidades estéticas como, por las alegóricas. No en vano ha sido reconocido por la Unesco como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Y reafirmando esta distinción, el Carnaval de Oruro se erige como la muestra viva de la cultura boliviana.

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Uruk, del movimiento ancestral, a la estática contemporánea

/ 31 de enero de 2025 / 06:03

Todos sabemos que las ciudades nacieron gracias a la agricultura. Sin embargo, antes de aprender a cultivar la tierra, el habitante fue un cazador que legó a la humanidad la cualidad de vivir en movimiento.

Lo interesante es cómo surgió la necesidad de establecer asentamientos. Y fue la agricultura que encontró los espacios ideales para la siembra, cercanos a los territorios de caza. Así nació el concepto del espacio habitacional.

Con el tiempo, las ciudades se convirtieron en un objeto de análisis que llevó a reflexionar sobre la primera ciudad del planeta: Uruk. Este asentamiento marcó el destino de sus habitantes con interrogantes como ¿en qué medida éstos, responden a las exigencias de las ciudades a lo largo del tiempo?

Uruk está ubicada en lo que hoy es Irak. Su origen, está estrechamente vinculado al surgimiento de la planificación territorial y la arquitectura monumental. Esta ciudad vivió en constante movimiento gracias al intercambio de mercancías.

En el tercer milenio antes de Cristo, Uruk ya contaba con el Templo Blanco, una construcción de 13 metros de altura dedicada a la diosa Inanna. Esta obra no solo exaltó a la cultura y el arte, sino que también se considera un símbolo del nacimiento de la escritura mediante signos pictográficos.

Un aspecto relevante es la transformación del ser humano desde el 8000 a.C. En ese entonces, ya poseía cualidades artísticas que quedaron plasmadas en tablillas. Éstas describen el movimiento de mercancías hacia el 3500 a.C. Un hecho que confirma la existencia de una sociedad en pleno desarrollo cultural.

Lo significativo de la ciudad de Uruk es que fue la primera ciudad en ser pensada dentro de un ordenamiento urbano particular con edificios superpuestos, lo cual llevó a opinar a estudiosos, por ejemplo, como E. Heinrich, quien —en su obra Die Paläste im Alten Mesopotamien— afirmaba que éstos se dedicaban a la actividad social, hecho que ocurrió hacia el 3400 a.C. Por lo tanto, Uruk heredó a la humanidad su valor como ciudad que quedó registrada en las tablillas antes mencionadas.

Pero no se debe olvidar lo singular de los momentos actuales, que exigen el reflexionar sobre las ciudades contemporáneas, las cuales se encuentran en constante evolución hacia un modelo informacional. Éstas proponen un nuevo tipo de vida urbana y con ello la transformación de la sociedad.

Cabe recordar que las ciudades, a lo largo del tiempo, se apropiaron de las demandas de enfrentamiento a nuevos retos que ofrecían la transformación de la vida urbana; ésta, acorde al desarrollo de las metrópolis. Y con ello nacieron nuevas formas de vida, primero con la mecanización de la industria, para luego ingresar a la tecnología de la computación.

Sin embargo, aquí emerge una paradoja: aunque vivimos en un mundo en constante movimiento, el habitante pasa largas horas frente a una pantalla, llevándolo con ello a una vida estática. Una nueva realidad, que plantea la importancia de reflexionar sobre los espacios de esparcimiento, los cuales deben adaptarse a las nuevas exigencias recreativas de la población.

Es evidente que hoy son momentos en los que el orbe promete la revolución tecnológica, la cual enfrenta la vida sedentaria con la actividad física. Una realidad que debiera invitar a proponer nuevas intervenciones urbanas, las cuales no olviden la concepción y propuesta de espacios en movimiento, como son los bosques.

*Es arquitecta

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De lo maquínico a informacional

/ 17 de enero de 2025 / 06:00

El siglo XX presenció la evolución de la máquina en la vida urbana. Sin embargo, a finales de ese mismo siglo, se produjo una importante transformación con su ingreso a la ciudad informacional. Esta transición no relegó a la máquina industrial, sino que la transformó en una herramienta computarizada, perfeccionando así su funcionalidad tecnológica.

Las grandes ciudades, o metrópolis, hoy experimentan la era de innovación. El desarrollo de las fuentes de valor productivo ha evolucionado del poder mecanizado al poder de producción computarizado, consolidando el ingreso de lo digital como fuente de valor y poder de lo digital. Este proceso de reestructuración tecno-económica dotó a la ciudad contemporánea de una infinidad de nuevas funciones y marcó el inicio de la sociedad informacional.

De esa manera, la ciudad de hoy se encuentra inmersa en un proceso de reestructuración tecnológica que le otorga nuevas funciones contemporáneas. Un claro ejemplo es la transición que tuvo la vida urbana de la era maquínica a la informacional. La primera, la abordamos en un artículo anterior sobre la película Metrópolis (1927). Mientras que hoy nos referimos a la ciudad informacional actual, impulsada por la tecnología digital. Esta evolución busca el perfeccionamiento de la producción industrial, esencialmente por estar respaldada por la programación digital, lo que ha contribuido a su competitividad y su conversión en la fuente de riqueza de la producción.

La revolución de la tecnología informacional es una realidad inobjetable, evidenciada en la investigación de puntos estratégicos para el futuro de la ciudad. Este estudio ha llevado a las empresas digitales a concentrarse en el Silicon Valley, el centro urbano simbólico donde se asientan las empresas tecnológicas informacionales más importantes del planeta.

Silicon Valley, como sede internacional de la alta tecnología digital, reúne centros de innovación tecnológica y programación digital como Apple, Google, Microsoft y Facebook, entre otros. Este enclave, creado en Estados Unidos, desarrolla los nuevos programas tecnológicos para la población global.

Sin embargo, Silicon Valley no solo es eso, sino que también representa la nueva dirección de la vida del habitante contemporáneo, intrínsecamente ligado a lo tecnológico. Esta “ciudadela” aglutina centros digitales, cuya creatividad se convierte en la fuente imaginativa y productiva de los programas de la era informacional. Un hecho que reafirma que la tecnología es el sistema digital del presente y seguramente del futuro; por lo tanto, forma parte integral de la mayoría de las industrias en las grandes ciudades.

En definitiva, la tecnología digital ha trascendido la vida del habitante del planeta, que ahora funciona dentro de una vida en red, una cualidad caracterizada por la interacción de la técnica y la tecnología. Esta última transforma diariamente la existencia del ser humano a partir de la consolidación de lo informacional y tecnológico en la vida contemporánea.

Cabe recordar que, en el siglo XXI, las ciudades demuestran que el nuevo mundo urbano demuestra que el movimiento dual del habitante requiere una formación inclusiva técnica y tecnológica en su conocimiento.

Para terminar, es evidente que hoy lo informacional —que se asentó en las últimas décadas del siglo XX— forma parte del vivir y del trabajar del habitante contemporáneo. Por todo ello, se podría hasta afirmar que la creatividad se convierte en una fuerza productiva cuando se integra a la era informacional digital.

Patricia Vargas es arquitecta.

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Metrópolis, una mirada futurista

/ 20 de diciembre de 2024 / 00:01

En la época moderna, algunas ciudades del mundo iniciaron una transformación de las ciudades hacia una nueva vida urbana, marcada por la mecanización y dinamización de la cotidianidad. La maquinaria comenzó a reemplazar la mano de obra humana, configurando una ciudad moderna y mecanizada. Así, en las primeras décadas del siglo XX, esas ciudades adoptaron una perspectiva innovadora con la evolución del pensamiento sobre la ciudad y las nuevas formas del vivir ciudadano.

Este imaginario impulsó a las ciudades a proyectarse hacia el futuro, integrando avances técnicos que simbolizaban el desarrollo. Para lograr aquello, fue crucial el surgimiento de industrias que dotaron a las ciudades de ese entonces de los ideales de unas urbes modernas y mecanizadas, especialmente en la primera mitad del siglo XX.

Con ello, la ciudad moderna dio inicio a una nueva era, caracterizada por una visión vanguardista que dejó atrás la vida clásica. Este cambio transformó profundamente tanto la imagen urbana como la vida de sus habitantes.

Lo interesante fue la apertura de las venas abiertas (calles y avenidas amplias), que no solo lograron el surgimiento de las grandes ciudades, sino que representaron otra de las importantes características de la ciudad moderna. Así las urbes, ya con la presencia de ciertos edificios en altura, comenzaron a adoptar nuevas propuestas urbanas en la segunda década del siglo XX. Y con ello, se fueron transformando en metrópolis con nuevas identidades visuales que incluían las enormes plazas modernas y explanadas abiertas. Cabe recordar que la población no siempre se apropió de estas últimas.

En cualquier caso, aquellas ciudades comenzaron su transición hacia la metrópolis, donde la industrialización potenció el ideal de la ciudad moderna.

En la tercera década del siglo XX, la película Metrópolis (1927), dirigida por el alemán Fritz Lang, presentó una visión anticipada de cómo evolucionaría la vida urbana en el tiempo. Sus imágenes retrataron la vida en movimiento de la metrópolis, que progresivamente rompía con los esquemas tradicionales de las ciudades.

A pesar del tiempo y sus limitaciones, este icónico filme sigue siendo un testimonio de la transformación hacia una vida urbana mecanizada. Una realidad irrefutable que refleja los ideales de desarrollo técnico en la ciudad moderna.

La película fue una obra visionaria que imaginó la vida moderna, destacando la representación de una urbe en constante movimiento, respaldada por los ideales de la industrialización, cuyo impacto se mantuvo a través del tiempo.

Según las reseñas de Metrópolis, la trama se centra en una ciudad dividida entre la élite opulenta que reside en el nivel alto del piso de las calles y los trabajadores en el subterráneo. En ese contexto, aborda temas como la explotación laboral y las consecuencias de un desarrollo urbano deshumanizado.

No cabe duda que la película impactó por las transformaciones radicales en la vida del habitante moderno, marcadas por la velocidad y las grandes edificaciones.

La película Metrópolis es conocida por su innovador diseño de producción y de las escenas futuristas. Lo singular, es que trascendió su época al anticipar la dinámica y la vida en movimiento de la población en las ciudades. Una visión que se ha extendido a lo largo del tiempo y aún se manifiesta en la ciudad contemporánea.

Patricia Vargas es arquitecta.

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Pintura de Villalpando en México

Patricia Vargas

/ 6 de diciembre de 2024 / 06:00

Durante la época colonial, los artistas y escritores de la Ciudad de México buscaban mostrar al mundo, especialmente a los españoles, imágenes de la calidad urbana que, según ellos, caracterizó a la época virreinal en México. Tiempos en los que la pintura mexicana fue representada por el artista Cristóbal de Villalpando.

Este pintor estaba convencido de que la Ciudad de México era la capital del Nuevo Mundo, por lo que se la idealizaba como una urbe imperial de grandes dimensiones, donde se concentraba la ciudadanía esencialmente española. Esta pasión por la ciudad lo llevó a afirmar, por escrito, que México era la Nueva Jerusalén.

Su obra La Plaza Central de la Ciudad de México (1695) fue considerada una obra de arte que buscaba representar el Nuevo Mundo según el modelo europeo. Esta pintura retrata la Ciudad de México, hoy Distrito Federal, que en ese entonces ya contaba con 100.000 habitantes.

Lo singular de esta pieza de arte es que, a pesar de su intención de resaltar el progreso y la grandeza de la ciudad, también refleja de manera clara los problemas sociales de aquella época, como la pobreza y la enfermedad que aquejaban a su población. Sin embargo, según el cronista Agustín de Betancourt, la ciudad ya contaba con una catedral comparable a las de Roma.

En esos tiempos, los españoles arrasaron con todo lo que significaba el pasado azteca y sustituyeron esa parte de la ciudad con nuevas edificaciones que no comprendían ni los problemas sísmicos ni las costumbres de los antiguos habitantes de la región.

Lo particular es que la obra de Villalpando, pintada en la gran explanada que hoy es el Zócalo, responde a ideales renacentistas en su planificación urbana, por lo que muestra a los europeos en primer plano, con sus ostentosas vestimentas, mientras los indígenas aparecen sentados en sus lugares. De este modo, la pintura ofrece un retrato de la sociedad de ese entonces en México.

En esos tiempos, la idea del Nuevo Mundo exigía a la ciudadanía local, que iniciara su vida borrando la memoria de su pasado. De ahí que los clérigos soñaban con restablecer la pureza apostólica, en tanto que los europeos aspiraban a revivir la virtud de la antigüedad. Ambos ideales inspiraron la concepción de modelos clásicos de planificación urbana basados en los ideales del Renacimiento.

La obra La Plaza Mayor de México, de Villalpando, fue ejecutada gracias al trabajo de 1.283 personas. Mide tres metros cuadrados y retrata la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, el Palacio Virreinal y el mercado de Parián. Actualmente, se encuentra en manos de un coleccionista en Inglaterra.

Es notable que, desde 1554, las edificaciones en la Ciudad de México hayan sido reconocidas por su magnificencia y acabado, según afirman varios escritos. Lo singular es que en España se consideraba que la plaza principal de México era tan grande que no tenía comparación con otras. Esto por sus grandes dimensiones, que podían albergar un coro completo capaz de interpretar música sagrada en lengua indígena, al mejor estilo polifónico de Europa.

Así, la plaza de México fue vista como una utopía del Nuevo Mundo, mientras que la pintura de Villalpando en 1685 recibió numerosos elogios y, en su tiempo, fue comparada con la obra El triunfo de la eucaristía, del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens.

Patricia Vargas es arquitecta

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