Responsabilidades ciudadanas digitales
Hoy enfrentamos un escenario en el que la opinión pública se construye con la firma de gran parte de la población.

Entre las certezas para este 2019 se pueden anticipar, con facilidad, al menos dos: vamos a asistir a un año altamente electoralizado (muchos hablan del mayor en nuestra historia), y la mayoría de la población percibirá la realidad de lo público desde nuestros teléfonos celulares, por lo que sin duda también se tratará de la campaña más digital que habremos vivido. Y esto sí puede ser reflejado a través de una curva de crecimiento del uso de la tecnología en campañas electorales desde el 2009.
Quienes tenemos el privilegio de contar con un espacio periódico en medios “tradicionales” de difusión para emitir nuestras opiniones, más de una vez hemos reflexionado sobre la responsabilidad que conlleva ser parte de estos “megáfonos” de la información. De alguna manera, a quienes trabajamos en el ámbito académico de la comunicación, las (de)formaciones universitarias nos obligan a poner continuamente sobre la mesa varios principios relativos al ejercicio del periodismo como guía para todo tratamiento informativo y su posterior difusión.
En el pasado, antes de ubicarnos de lleno en lo que se denomina “sociedad de la información”, la vida pública de un país y de una sociedad se daban a conocer a través de los medios de comunicación tradicionales, y la responsabilidad en la emisión de contenidos estaba reservada para unos pocos. Pero hoy, con la utopía de la ampliación democrática digital venida a menos, enfrentamos un escenario en el que la opinión pública (y publicada) se construye con la firma de una gran mayoría, ahora devenida en productora y consumidora (prosumidora) de información y opinión.
Y, claro, cuando hacemos referencia a esta edificación en conjunto, en realidad aludimos no solo a la capacidad de generar y amplificar contenidos, sino también a lo que esto conlleva: una responsabilidad que nos toca instalar en nuestras cotidianidades, toda vez que nuestro rol democrático, como ciudadanía, ya no se juega solamente en calles o urnas, sino también en dispositivos electrónicos.
Buena parte de nuestros propósitos en comunidad en este año nuevo, y mucho más aún entre quienes elevan la voz en nombre de la democracia, pudiera centrarse en buscar constituirse en agentes de cambio informativo en las plataformas digitales que frecuentamos. Ello implicará, por ejemplo, no participar en las corrientes desinformativas que buscan defenestrar candidaturas en medio de una campaña política en la que “vale todo”. O cualificar el consumo y flujo informativo, huyendo de su simplificación y apostando por su profundización, esquivando su estandarización y procurando su jerarquización, evitando su fragmentación y buscando su contextualización; entre otras acciones.
Ya que está tan de moda elevar la voz en nombre de la defensa de la democracia, urge apuntar que hay muchísimo por hacer este año para mantenerla y fortalecerla desde nuestra sola acción individual sistemática y sostenida: asumiéndonos parte de una democratización de la responsabilidad que conlleva una vida en comunidad digital.
* Comunicadora. Twitter: @verokamchatka