Mar, la hora de la resiliencia
¿Habrá algo que hacer más que el juicio perdido? La necesidad de retornar al mar continúa intacta.

Aún mascullando la desazón por la decisión de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de otorgarle la razón a Chile en la demanda que le interpuso Bolivia en aras de un acceso soberano al mar, es posible encontrar un resquicio para hallar el camino para la resiliencia. Hay que sacudirse y reponerse pronto del fallo injusto para el país.
Debería indignarnos tremendo golpe judicial, por el espíritu que nos sostiene la necesidad histórica de recuperar el mar avasallado, y no obligarnos a buscar culpables del caso. Pero no siempre puede esperarse algo así; las conjeturas comienzan a abundar y no faltan algunos que plantean sinsentidos o criterios inoportunos.
Antes del fallo de ayer —hay que admitirlo— había un optimismo en los resultados de la demanda. El presidente Evo Morales había expresado su esperanza de izar la bandera tricolor en las costas del océano Pacífico (muy triunfalista, cierto), el vocero de la demanda y expresidente Carlos Mesa repetía que la argumentación boliviana estaba bien sustentada y que la demanda implicaba una política de Estado, y la oposición, en consonancia inusual con el oficialismo, se había avenido a la decisión de sentar en el banquillo a Chile, por primera vez. Con ellos, todo un país también.
Ayer, hasta los primeros minutos de la lectura del fallo —cuando se decantaba lo peor al descartarse uno a uno los ocho argumentos de Bolivia— los bolivianos habían alistado una serie de actos cívicos, con autoridades en grandes ciudades y pueblos remotos ensalzando la tricolor, con niños de emoción hasta las lágrimas y ataviados con motivos del mar, y con mujeres y ancianos con mucha euforia siguiendo las transmisiones previas del acto en La Haya.
Eran sinceras esperanzas en un fallo favorable. Otros, en cambio, parecían esperar lo peor de parte de la CIJ al creer que una sentencia adversa a Bolivia implicaba la derrota política de Morales. Al punto, ahora, de sugerir un juicio de responsabilidades contra el Mandatario, como lo hizo el diputado Rafael Quispe.
Y las declaraciones inoportunas del líder de Unidad Nacional, Samuel Doria Medina, que, como su partido, exigió ayer una explicación sobre el fallo adverso. Sus palabras contradicen a las expresadas en abril de 2013, cuando, luego de su reunión con el agente Eduardo Rodríguez, había dicho que la que Bolivia iba a presentar a la CIJ “es una demanda muy bien trabajada”.
Pero en este mar de discrepancias políticas, existe también sensatez, como la de Mesa, que dijo que “con el espíritu templado, Bolivia respeta el fallo aunque no lo comparte”. O el gobernador Rubén Costas, que escribió en su cuenta de Twitter que “el fallo de La Haya marca el final de un ciclo y el principio de otro”. O el periodista y escritor Robert Brockmann, que escribió que “el boliviano que se alegre por el fallo de La Haya porque crea que significa una derrota de Evo Morales, ha perdido los papeles y es despreciable”. O Ricardo Paz Ballivián, que dijo que “hoy estamos con el alma lacerada pero mañana volveremos a la carga. ¡Jamás renunciaremos al mar!”.
Son expresiones que demuestran capacidad de resiliencia, tan necesaria para pensar qué hacer en adelante.
¿Habrá algo que hacer más que el juicio perdido? La necesidad de retornar al mar continúa intacta —como lo recordaron el oficialismo, la oposición y los gestores del juicio en la CIJ— y plantea otros escenarios quizás no explorados aún, a sabiendas de que la primera opción sigue siendo el diálogo. Atrás queda este episodio triste, los bolivianos sabemos redimirnos.