‘El Rostro de la Esfinge’: análisis
‘El Rostro de la Esfinge’ expone con creatividad y coraje una de las caras ocultas de la modernidad.

Es impactante y a veces trágico mirar súbitamente el verdadero rostro de algo que toda la vida hemos idealizado. No es ningún secreto que el rápido progreso económico en ciudades como Santa Cruz de la Sierra cambia radicalmente las condiciones de vida, pero lo que queda frecuentemente ignorado es el efecto que eso ocasiona en nuestras mentes. Es que es ahí, en ese nuestro secreto, sensible y vulnerable cuerpo etéreo, donde amamos, donde idealizamos, idolatramos, sentimos la traición, sufrimos el desencanto y el engaño, donde nos vengamos y —finalmente— donde morimos por primera vez antes de que eso mismo se materialice en el plano físico. Es en nuestras mentes, por lo tanto, donde vivimos en realidad.
Fue la vida íntima del joven Gerardo Méndez lo que me mostró súbitamente el verdadero rostro de algo que se vive en la ciudad de Santa Cruz del presente. Jamás hubiese imaginado las contradicciones que conlleva entregar de la noche a la mañana a una sociedad conservadora, en la que la gente está programada para creer en Dios y en sus mensajeros, a la voracidad de un capitalismo que en nombre del dios dinero y su profeta “competitividad” explotan al ser humano hasta despojarlo de su forma de vida, de su cultura y hasta de su fe religiosa. Pero con toda su vida invadida por la explotación laboral, la mente de Gerardo se vacía de amores, de placeres, de recuerdos y de objetivos claros; solo hay espacio y fuerzas para sobrevivir a los rigores del ritmo laboral.
En esas condiciones Gerardo no puede siquiera imaginarse que tiene en la mente programaciones tan contradictorias que pueden llegar a ser fatales. Por un lado, sabe que las condiciones externas le han hecho perder su fe religiosa, pero ignora que en el plano subconsciente llevaba grabada en forma indeleble la creencia en lo sobrenatural. No sabe que deambula por la vida con un vacío en sus fondos mentales.
En esas condiciones se hace presa fácil de una secta liderada por un moderno gurú o guía espiritual que promete liberarlos de las represiones creadas por las viejas religiones, y que demuestra ser capaz de conducir hacia esos planos de la felicidad solo a un grupo selecto de discípulos; por supuesto, a cambio de un voto inviolable de confidencialidad.
Fue así que Gerardo Méndez, su novia y otras 24 personas de la clase media alta y adinerada de la sociedad cruceña abandonan la vida cotidiana que llevaban para embarcarse en la secta, a la búsqueda de la felicidad plena en un lugar remoto en el que el iluminado gurú les ayudará a ir accediendo, mediante estudios y ritos, a la libertad plena y a los placeres siempre añorados.
La mente de Gerardo, sin embargo, tiene otros vacíos y otras programaciones subconscientes que lo llevarán a dudar también del gurú, a descubrir en sus enseñanzas la trama oculta y a exponer el engaño ante la comunidad, en un desenlace trágico que cuestiona seriamente, mucho más que a la fe, a las sectas religiosas y la explotación laboral; cuestiona la vida misma del lector y le hace dar una mirada al interior, a una salud mental que resultará ser más frágil de lo que se creía.
El Rostro de la Esfinge, de Juan Carlos Zambrana Gutiérrez, es una novela que expone con creatividad y coraje una de las caras ocultas de la modernidad, en sociedades conservadoras del mundo capitalista. Gran aporte a la literatura moderna boliviana.