#MeToo
Probablemente ninguna feminista se imaginó que la sublevación del movimiento #MeToo estaba en curso.

El público siempre se pone de pie cuando la estrella de televisión Oprah Winfrey habla. El hecho de encarnar el sueño americano (pobre, negra, abusada) la convierte en una de las mujeres más influyentes del mundo. Oprah es muy fría y calculadora. Lo tiene que ser, porque también es productora y conductora de sus talkshows, cuidados al detalle.
Al recibir el galardón honorífico de los Globos de Oro, pensó seguramente en ese deseo íntimo de ser Martin Luther King. Ella, muy serena y feliz, discurseó pausadamente, muy al estilo Obama de quien es ferviente admiradora. Oprah perfecciona lo que domina: los sentimientos elevados a la mayúscula, o por qué no decir a la tangente. No se pone a contar un sueño, sino una pesadilla; y como en todas las películas de Disney, al final hay algo feliz: la esperanza, el sol del nuevo día en el horizonte, “y que nadie diga me too (yo también) otra vez”.
Cuando se habla del movimiento #MeToo se lo asocia con la actriz Alyssa Milano, Angelina Jolie o el productor de Hollywood Harvey Weinstein. Casi nadie se acuerda de la activista estadounidense Tarana Burke, más negra y más pobre que Oprah Winfrey. Ella es quien convocaba a las mujeres desde el 2006 a contar los abusos que sufrían en sus fuentes de trabajo. Pero como siempre ocurre en todas las revoluciones, son los que se suben a tiempo al tren de la historia quienes cosechan los réditos.
#MeToo no se hubiese convertido en la palabra del 2017 sin la eficacia de la social media y la participación de las celebridades de Hollywood. Y han hecho algo que marca un hito en la historia de la comunicación: ¿por qué voy a dejar a otro que cuente mi noticia si yo mismo puedo hacerlo? Este movimiento es pionero en aquello y también en escenificar su promoción. Creo que en estos momentos nadie cree que sea una casualidad que la mayoría de las mujeres hicieran un desfile de modas vistiendo de negro durante la última entrega de los Globos de Oro, incluyendo a los hombres presentes.
#MeToo se ha convertido en un acto comercial; es la ilusión liberal femenina que reduce a la responsabilidad individual el precio del éxito. #MeToo tiene miedo al you too (tú también), porque eso es colectivismo, algo muy contrario al libre mercado.
Probablemente ninguna feminista se imaginó que esa sublevación estaba en curso. A nadie se le pasó por la cabeza que la revolución femenina se había desatado. Oprah Winfrey tiene razón: el mundo ya no volverá a ser lo mismo. La igualdad de condiciones en el trabajo para las mujeres será incorporada definitivamente a lo políticamente correcto. Es que las revoluciones se dan de esa manera, siempre es la élite la que hace los cambios en nombre de la masa y no al revés, como idílicamente se piensa.
La idea que rondó después de la entrega de los Globos de Oro es que Oprah Winfrey haga frente a Donald Trump en las siguientes elecciones, idea que ella no niega. El mismo Trump cuando le preguntaron en 1999 si sería candidato a vicepresidente, dijo premonitoriamente que pensaba que Oprah sería mejor candidata que él. Y lo es. Si se quiere añadir morbo, una mujer negra podría suceder en la presidencia al macho alfa.