Idiomas en extinción
Además de normas gramaticales, todo idioma contiene la esencia de la cultura que lo sustenta

Una reciente investigación del Ministerio de Educación alerta que al menos dos de las 36 lenguas reconocidas en la Constitución como originales, la puquina y la guarasu’we, se han “extinguido”, por cuanto ya no existen indígenas que las hablen; aunque cabe la posibilidad de realizar investigaciones para rescatar rastros de las culturas detrás de estos idiomas.
A pesar de esta remota posibilidad que queda en manos de los antropólogos nacionales y extranjeros, así como la extinción de una especie animal constituye una catástrofe ambiental, la desaparición de un idioma bien puede calificarse como una catástrofe cultural. Esto porque, como bien explican diferentes estudios y expertos de la talla de Freud, Lacan, Vigotsky o Leontiev, el lenguaje no solamente encierra un conjunto de normas gramaticales, sino también la esencia de la cultura que lo sostiene, junto a la cosmovisión y la idiosincrasia de quienes la constituyen.
De hecho, una persona forma parte de un universo cultural gracias a su lengua, la cual le transmite valores y categorías que le permiten comprender “la significatividad del mundo circundante e imaginario” que lo rodea (Wálter Navia dixit). De allí que se afirme que una persona no solo adquiere una lengua a través de un proceso de aprendizaje, sino que en realidad al nacer “aterriza a una lengua, y más exactamente a un dialecto de su lengua” (ibídem).
De regreso al mencionado estudio, éste señala que además de la puquina (considerada la lengua madre de los idiomas aymara, quechua y uru chipaya) y del guarasu’we (cuyos hablantes habitaban en Santa Cruz, al medio de ayoreos y guarayos), tampoco pudieron encontrar hablantes de toromona.
Sin embargo, de acuerdo con la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB), esta población ha decidido aislarse de manera voluntaria, de allí que no se considere como una lengua extinta. Finalmente, existe un cuarto idioma observado, el machajuyai-kallawaya, ya que la comunidad quechua afirma que no se trataría de una lengua nativa, sino solamente de una variación de su idioma.
En cualquier caso, resulta innegable que además de las lenguas nativas extintas muchas otras corren el riesgo de seguir el mismo camino. Ello debido en gran medida a la migración creciente de las nuevas generaciones de comunidades rurales a las ciudades.
Por ejemplo, la lengua tacana está en proceso de extinción, por cuanto solo los ancianos de esa cultura aún la utilizan, mientras que el vocabulario de los niños, jóvenes y adultos se limita a unas cuantas palabras relacionadas con áreas específicas como los nombres de los animales, las plantas y sus deidades.
De allí la importancia de ejecutar políticas públicas que garanticen la preservación de las lenguas nativas, impulsando la creación de un corpus lingüístico y de una gramática estructurada para cada una de ellas.