EEUU y su diplomacia del violador
Quienes definen la política exterior de EEUU necesitan aprender sobre los países en que se interesan.
Con la eliminación del candidato pacifista Bernie Sanders del escenario político estadounidense, perpetrada por la corrupción de su propio partido Demócrata, murió la esperanza de darle a la política exterior de Estados Unidos la rehabilitación que necesita con tanta urgencia.
Sucede que, tanto en las relaciones amorosas como en las bilaterales de la política internacional, la palabra clave es “relación”, lo cual significa conexión, trato y comunicación. En la relación amorosa, por ejemplo, prevalece la capacidad de percepción: tener la sensibilidad para sentir la atracción de otra persona hacia uno, lo cual tendría que corresponder con lo que uno siente por ella; percibirlo, vibrar, disfrutarlo y corresponderlo sin sacar ventaja alguna ni lanzarse a invadirle su espacio de seguridad. Recién cuando uno se siente bienvenido puede acercarse con genuino interés de conocer a ese ser extraño por el cual siente atracción; esto es lanzarse a la aventura de conocer la historia, la cultura, las razones y los sentimientos de ese otro ser, enamorarse de lo que se va conociendo y construir juntos una relación, aportando felicidad para edificar sus vidas.
La analogía es válida para las relaciones bilaterales, porque si Estados Unidos quisiera tener buenas relaciones con pueblos en los que sigue interviniendo, lo primero que tendría que hacer es empezar a respetarlos, lo cual significa entender y enseñar en EEUU la verdad sobre la validez de la historia de esos pueblos: sus culturas, literatura, los traumas históricos que marcan su pensamiento, su filosofía, sus cosmovisiones, sus razones, su dolor y sus aspiraciones. Conocer y aceptar esas verdades no es lo mismo que mandar a diplomáticos a cambiar la narrativa y a desprestigiar a esos pueblos ante el mundo.
El amor es también el arte de la cultivación de un sentimiento, y de la espera a que la persona amada se entregue a la relación por su deseo y en el momento perfecto para ella. De otro modo, el “amor” se reduciría a un proceso de sometimiento de la víctima, a saber: chantajearla con regalos costosos, engañarla con falsas promesas, perjudicarla en su desarrollo y hundirla económicamente para luego “ayudarla” a fin de hacerla dependiente y, una vez sometida, “poseer” por lo menos el cuerpo de una víctima malherida. Eso es violación por medios psicológicos y económicos, lo cual sucede mucho más frecuentemente de lo que imaginamos, tanto en las relaciones amorosas como en las bilaterales; una violación “legal”, que aunque está avalada por las religiones y por el orden establecido, no deja de ser un repugnante acto de criminalidad y de abuso del poder.
Si la palabra clave de las relaciones bilaterales es la palabra “relaciones”, quienes definen la política exterior de Estados Unidos necesitan aprender honestamente sobre los países en que se interesan. Después de aprender el arte de relacionarse necesitan aprender el arte de “cultivar”, lo que confunden con “forzar” a entregar grandes frutos rápidamente.
En definitiva, en un mundo multipolar, en el cual Estados Unidos va perdiendo rápidamente su omnipotencia, y en el que su política exterior del pistolero se hace cada vez más insostenible, le convendría aprender a respetar y amar a los pueblos con que se relaciona para intentar construir una verdadera relación después de haberlos sometido, destruido y “poseído” por tantos años, con su abusiva “diplomacia” del violador.