Navidad
Difícilmente un personaje ficticio hubiese logrado un efecto histórico tan contundente
Hoy el mundo celebra la Navidad, una fiesta familiar por excelencia, al extremo de que no son pocos los que están dispuestos a cruzar océanos y gastar elevadas sumas de dinero con tal de pasar la Nochebuena junto a sus seres queridos, siendo, por lo general, los niños los que más disfrutan de este acontecimiento, gracias a la ilusión que despierta en ellos el recibir regalos.
De todas maneras no sobra recordar que, en rigor, antes que celebrar la unión familiar la Navidad festeja el nacimiento de Jesús, un acontecimiento trascendental que cambió para siempre la forma de concebir la vida y la muerte en millones de personas, dando lugar al surgimiento de una nueva religión, el cristianismo, que es profesada por la mayoría de los bolivianos.
Según explican los evangelios, hace más de 2.000 años Dios se hizo hombre a fin de entregar su vida por amor al mundo, pagando con su sangre y humillaciones las culpas de las personas. Con este sacrificio, además de abrir una posibilidad para vencer a la muerte a todo aquel que en Él crea (Jn. 3:16), las escrituras explican que Jesús también vino a la tierra “para anunciar la buena nueva, proclamar la liberación de los cautivos y dar libertad a los oprimidos” (Lc. 4:16).
Para algunos, esta historia no es más que un relato ficticio, parte de la literatura fantástica. Para otros, representa una argucia para que los pobres y marginados acepten sacrificios y privaciones en esta vida a cambio de una recompensa futura en el paraíso. Empero, para muchos más se trata de un hecho real, pues difícilmente un personaje ficticio, por muy elocuente que fuese, podría haber logrado un efecto histórico tan contundente, dividiendo los calendarios en un antes y en un después.
El testimonio y particularmente la muerte, hasta nuestros días, de los seguidores de Jesús sería otra prueba de la veracidad de este relato, pues solamente un lunático ofrendaría su vida por una corriente fraudulenta y/o por un ser inexistente. Cabe recordar por ejemplo el sacrificio de Maryam Yahya Ibrahim, una mujer cristiana de 27 años, doctora de profesión, que fue sentenciada a morir en la horca por apostasía y adulterio en Sudán en mayo de 2014. En el proceso el juez le dio la posibilidad de exonerarla si abrazaba la religión musulmana. No obstante, pese a tener un hijo de dos años y estar embarazada de ocho meses, se negó a rechazar su fe en Jesús.
Finalmente, gracias a la presión internacional, esta mujer fue liberada. De ser falsa, difícilmente esta “locura” hubiese podido adquirir tantos adeptos como Yahya a lo largo de la historia, máxime tomando en cuenta que los gestos que demanda son muy poco apetecibles desde una visión hedonista: compartir con los pobres, supeditar los deseos materiales a los espirituales, bendecir y orar por los enemigos… doctrina que se resume en dos mandamientos: amar al Señor tu Dios con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; y amar a tu prójimo como a ti mismo.