Precariedad laboral en América Latina
Solamente tres de cada diez trabajadores tienen un empleo estable en América Latina.

En América Latina apenas tres de cada diez trabajadores tienen una relación de empleo estable, basada en un contrato permanente. Mientras tanto, ¿qué pasa con los otros siete? No les queda otra que conformarse con contratos a corto plazo, puestos temporales, a menudo en condiciones de informalidad; o se las arreglan mes a mes como cuentapropistas, e incluso muchos están ocupados en empresas familiares sin remuneración.
Este escenario nos coloca ante una disyuntiva, porque el mundo del trabajo no es como creíamos que debería ser. Lo que durante muchos años consideramos como una relación laboral “estándar” basada en un contrato permanente y estable no es la norma, sino la excepción. Y esto se debe tanto a la evolución económica y social como a las modificaciones en el sector productivo, a la incorporación de tecnologías o a los cambios en la vida moderna, entre otros factores.
El mundo del trabajo cambia profundamente y esto implica también una transformación radical en la relación del empleo, alertó un nuevo informe de la OIT, El empleo en plena mutación, que ha tenido gran repercusión en los últimos días. Esta región no es la única que experimenta esos cambios. En todo el mundo, 73,6% de los trabajadores no cuentan con un contrato permanente y 60% carece de cualquier tipo de contrato. En América Latina el 69% de los trabajadores no tienen contratos permanentes. Incluso hay algunos países muy por encima de ese promedio regional, donde hasta el 90% de los trabajadores se encuentra en esta situación. El escenario laboral actual no nos habla de estabilidad, sino de precariedad.
Estos nuevos datos sobre inseguridad en el empleo confirman que en la región, donde durante los últimos 12 años el crecimiento económico permitió que el desempleo bajara a mínimos históricos de 6%, el gran desafío laboral es el de mejorar la calidad de los empleos.
Por un lado se trata de responder mejor a las expectativas de mujeres y hombres que forman parte de la fuerza de trabajo, lo cual repercute sobre la cohesión social y la gobernabilidad. Pero también es esencial para impulsar la productividad y consolidar el aporte que el mercado laboral puede hacer al crecimiento económico, al promover la demanda y la dinamización de los mercados internos.
Las investigaciones sobre el mercado laboral han confirmado que, en general, las formas de empleo estándar o permanente están mejor remuneradas, mientras que los trabajadores con empleo temporal o informal, a tiempo parcial (la gran mayoría de aquellos que trabajan por su cuenta o los trabajadores familiares no remunerados), son afectados de manera desproporcionada por la pobreza y la exclusión social.
Sin duda que esto plantea un desafío importante. Esta evidencia nos indica que las políticas públicas no deberían concentrarse únicamente en promover la transición desde modalidades de empleo no estables hacia el empleo estándar, a tiempo completo y permanente. Porque está claro que el mercado laboral real no es aquél que idealizábamos, sino el que vemos actualmente. Complejo, heterogéneo y con diversidad de modelos de contratación. Por lo tanto, será necesario ampliar y desarrollar la normativa y la cobertura de derechos a los trabajadores ocupados en todos los tipos de empleo. Y de esta manera también se hará una contribución clave para aumentar la productividad y generar un crecimiento sostenible.