El origen de la generosidad
La cohesión de grupo ha sido una de las principales tácticas de la disputa política

Una nueva discusión sobre el origen de la generosidad, la solidaridad y la cooperación está cuestionando uno de los supuestos más importantes de la teoría de la selección natural de Charles Darwin: la idea de la superioridad del comportamiento egoísta en la despiadada lucha por la sobrevivencia. En el famoso libro El origen del hombre, Charles Darwin escribió: “Los individuos que prefieren sacrificarse por el bienestar de sus compañeros frecuentemente no permiten a sus descendientes heredar su naturaleza noble”.
Si la competición y el egoísmo son las fuerzas por detrás de la evolución de las especies, ¿cómo explicar la presencia de comportamientos solidarios en los reinos vegetal y animal? El murciélago, por ejemplo, es una especie que vive en enormes colonias, con centenares de individuos dividiendo una misma cueva. Para sobrevivir, requieren alimentarse cada 60 horas y aquellos que no logran encontrar una víctima, empiezan a lamber las alas y los labios de otro murciélago, los dos abren sus bocas y el cazador bien sucedido vomita sangre caliente sobre la boca del otro. Se estima que el 80% de los murciélagos-vampiros adultos morirían de hambre todos los años sin la presencia de este comportamiento solidario.
Entre los humanos, la generosidad está presente principalmente en el seno de las familias y de las comunidades. Somos capaces de arriesgar la propia vida o los propios intereses para proteger a los nuestros. Sin embargo, también somos capaces de ponernos en los zapatos de otros desconocidos, comprender sus sufrimientos e indignarnos con injusticias. Inclusive somos capaces de arriesgarnos por ellos. Son muchas las historias de individuos y de colectivos que se movilizan por otros: el joven que se lanza en los rieles del tren para salvar a un niño, la señora que acoge a una extranjera sin documentos y dinero, o ciudadanos que apoyan a indígenas luchando por sus derechos.
Así como estos comportamientos cooperativos no pueden ser explicados por la búsqueda de intereses personales y egoístas, también sabemos que los seres humanos no están libres de maldad y comportamientos predatorios. Ni las familias o las comunidades más cerradas están exentas de conflictos de intereses, comportamientos egoístas, dinámicas competitivas y relaciones de poder.
La nueva teoría sobre la evolución del altruismo retoma una hipótesis propuesta por el mismo Charles Darwin: la generosidad puede haber evolucionado como una propiedad no del individuo, pero del grupo. El escribió: “No puede haber duda de que una tribu de muchos miembros siempre prontos a ayudar unos a otros y a sacrificarse por el bien común sería vencedora sobre la mayoría de las otras tribus”. Pese a que los actos de altruismo puedan costar caro para el individuo, nos explica Darwin, estos ayudan a mantener el colectivo y, por lo tanto, los miembros individuales. Esta idea también conocida como selección de grupo todavía es muy polémica entre los biólogos evolutivos. El contra argumento es que una tribu llena de individuos bien intencionados y propensos a la generosidad es más vulnerable a individuos externos mal intencionados y con experiencia en manipulaciones. Por lo tanto, los chances de la propagación de los genes de estos últimos son mayores.
La discusión sobre el rol de la generosidad y la solidaridad en la sobrevivencia de los individuos y de los grupos no está resuelta, aunque sabemos que los esfuerzos para romper la cohesión de grupo ha sido una de las principales tácticas de la disputa política. Ésta es la historia que estamos actualmente presenciando en el conflicto del TIPNIS, donde una de las principales estrategias del Gobierno es precisamente debilitar la cooperación y organización de los indígenas.