Dónde está Dios
Así como es odiosa toda forma de monopolio en los ámbitos del mercado y de la ideología, también lo es en el de la religiosidad. En el primer caso están en riesgo los derechos del consumidor; en el segundo es el debate democrático el que resulta lesionado; y en el tercero, es la fe de las personas la que resulta reducida a los dictados de unos cuantos sacerdotes, por muy justos y santos que puedan ser.

Así como es odiosa toda forma de monopolio en los ámbitos del mercado y de la ideología, también lo es en el de la religiosidad. En el primer caso están en riesgo los derechos del consumidor; en el segundo es el debate democrático el que resulta lesionado; y en el tercero, es la fe de las personas la que resulta reducida a los dictados de unos cuantos sacerdotes, por muy justos y santos que puedan ser.
Precisamente por ser la religiosidad el más íntimo de los sentimientos humanos, quien administra los aparatos de la fe sabe que tiene un poder extraordinario sobre las y los que depositan en él su esperanza y sus anhelos, y por eso mismo sus palabras tanto liberan como encadenan.
Así, decir que Dios está en unos lugares y no en otros, en virtud a criterios que tienen que ver más con la política que con la teología, aparece como un esfuerzo orientado a manipular antes que a conducir a la grey.
Es, pues, un despropósito afirmar que, porque las condiciones sociales y políticas ya no son favorables al monopolio de uno de los grupos religiosos, la fe de los seres humanos será censurada. La pretensión de señalar dónde estará el Creador y dónde no, es tan inútil como intentar ponerle puertas o techo a la selva. No serán los humanos quienes le digan a Dios dónde puede estar y dónde no.