Lección San Aurelio
La ya preocupante falta de tierra propia se convierte en uno de los focos de crisis
Esa dicotomía, de gobernar y a la vez ser gobernado por las clases populares que supuestamente encabezan el proceso de cambio, se reproduce mutando en algunas instancias, pero siempre dentro del marco de la dualidad. Ejemplo: Evo Morales, presidente del Estado Plurinacional, y Evo Morales, máximo dirigente de los cocaleros de las federaciones del Trópico cochabambino.
En el conflicto de San Aurelio, al final, no hubo muerto. Esto que es motivo de celebración, causa sorpresa por el hábito nacional del lamento originado en las constantes imprudencias de bandos (sociedad vs. sociedad o Gobierno vs. sociedad) que parecieran turnarse cada semana, si no cada día, para chocar en el asfalto o en las minas, en los ingenios o en los más humildes pueblos de nuestro país. Un rasgo que ilustra la cotidianidad boliviana y que, por lo visto, no varía de un régimen conservador a uno de izquierda.
Fuera de los argumentos de tipo político, la virulenta aparición en los últimos años de los Sin Tierra, los Sin Techo, los Sin Lote, visibiliza una antigua deuda social que se venía ocultando bajo la alfombra: el problema de la tenencia de la tierra. Tradicionalmente confinado a la cuestión del indio, es decir, al desamparo de éste por injusta práctica del Estado, hoy toma un matiz abarcador y se reinventa decididamente en las urbes, entre otras cosas, por la migración campo-ciudad.
La ya preocupante falta de tierra propia se convierte entonces en uno de los principales focos de crisis y, por su proliferación, se vuelve cada vez más incontrolable.
En el caso del actual Gobierno, aún no resuelve esa suerte de conflicto de intereses en el que rivalizan competencias por la sencilla razón de que el país, a menudo, es administrado con criterios de sindicalismo y, cuando se pretende reencauzar el mando, llega el descontento de las «bases traicionadas». Finalmente, la «traición» se consuma: a la luz de acontecimientos tales como los de San Aurelio, las autoridades no tienen más remedio que admitir el irrespeto a la propiedad privada, aunque generalmente negándose a ver las pérdidas económicas de los afectados.
Son los riesgos de la dualidad de dirigir y ser dirigido, de la suma del poder legal y el poder legítimo (de abajo a arriba, dicen los masistas). Llegado el momento de apagar incendios, la brújula se desorienta. Como ocurrió con San Aurelio.