La democratización de la piratería
El acceso al entretenimiento ha cambiado con la irrupción mundial de internet

Parecen tan lejanos aquellos días donde uno tenía que grabar sus canciones favoritas de la radio en un casete, rezando para que el locutor no arruinara la intro del tema. O alquilar los VHS para hacer una copia de la película que con el tiempo y las reproducciones se harían imposibles de ver. Las líneas distorsionadas en la parte de arriba de la pantalla y el audio ahogado en una cinta magnética que nunca fue pensada para sobrevivir el tiempo.
De hecho ya han pasado 20 años desde que internet se convirtió en una herramienta que le permite a cualquier ser humano acceder a lo que su imaginación le pida. Recuerdo esos primeros años donde existía el miedo de que Metallica se apareciera en tu casa y te demandara por atreverte a descargar una canción suya de Napster. O cuando las películas se daban el trabajo de traer una advertencia del FBI con la amenaza de una multa de 25.000 dólares si hacías una copia de la misma.
Hoy los discos de los artistas salen antes incluso que sus artistas lo deseen, en las llamadas “filtraciones”, que ocurren cuando alguna de las partes en toda la cadena de producción, roba el contenido y lo vende en internet. Las películas, si sabes dónde buscar, puedes verlas antes de su estreno, en la misma calidad que un blu-ray sin tener que pagar los casi 10 dólares que cuesta una entrada al cine. Esto ocurre en las oscuras páginas de la Deep Web donde la película, por un par de dólares, es subida a un link, el cual una vez visto se borra inmediatamente, sin dejar rastro alguno que lo ligue con las “mafias” que están por detrás lucrando.
Pero, en honor a la honestidad, todos estos artistas se lo tenían merecido. A principios del milenio, los precios de discos, libros o DVD eran extravagantemente altos, convirtiéndolos en ítems únicamente reservados para las personas con alto poder adquisitivo. Un libro costaba más de 40 dólares. Los discos, limitados a conseguirse a través de casas importadoras, subían hasta 30 dólares.
Todos vivían en una burbuja donde el entretenimiento usaba precios que los hicieran millonarios de un día para otro.
Entonces Tim Berners-Lee les arruinó la fiesta.
De un día para otro, todo lo que pudiera compartirse estaba disponible en internet. Cómics, libros, discos, películas, archivos históricos, mangas, animés, videos musicales, fotos de gatos en todas las formas y colores.
Hoy es imposible pensar en un mundo que te pedía 150 bolivianos para poder tener tu canción favorita y escucharla cuando quisieras. O la idea de esperar un mes para obtener ese DVD con la película que tanto quisiste ver y que jamás llegó a las salas de cine de Bolivia. Ni qué decir de libros y cómics que jamás soñaron estar en un estante boliviano.
Internet y las comunidades funcionan con personas que aman lo que tienen y desean compartirlo con el mundo. Son personas que pudieron pagar el costo de un blu-ray, un DVD, una descarga de Itunes o de Amazon. Personas que luego hackean ese contenido y lo suben a comunidades o páginas especializadas donde otros fans los descargan usualmente sin tener que pagar nada. El mundo los llama piratas. Ellos se consideran amigos.
Torrents, descargas directas, foros, Blogspots y hasta FTPs son los medios por los cuales millones de personas suben y bajan todo tipo de materiales de entretenimiento cada minuto. No existe límites para lo que puedas desear tener: películas clásicas, independientes, europeas… hasta los trabajos de la universidad de famosos directores. Cómics, novelas gráficas, novelas japonesas, todo Sandokan. Discos, videos musicales, hasta ese video que por temas legales Will Smith no pudo pasar en MTV está ahora en YouTube para gusto de cualquier mortal. Revistas, libros de medicina, marketing, hasta la última novela de George R.R. Martin sobre su saga Juego de Tronos (la precuela) estuvo disponible para piratear a tres horas de su lanzamiento oficial.
A la piratería no le importa edad, color de piel o estado económico, sino que te guste algo y que tengas una conexión buena a la web. Por eso, desde las grandes urbes hasta las pequeñas poblaciones en mitad de la nada en Bolivia, todos pueden disfrutar el contenido que deseen. Ser fan de algo es más fácil y tachar la lista de lo que siempre soñaste ver, oír o tener, es solo cuestión de paciencia y curiosidad.