La Revelación

El asunto arranca tenso y prometedor, allá por los 70. Absorbido por la pantalla de Tv —por el juego de béisbol que allí se muestra, mejor dicho—, el personaje no admite interrupciones. Mucho menos si se trata de su mujer. Cuando ella, harta de ser ignorada, anuncia su decisión de marcharse de la casa, el tipo no encuentra mejor argumento que amenazar con tirar a la hija por la ventana.
Cuatro décadas más tarde, reencontramos a Jack Mabry a punto de jubilarse de su cargo de agente correccional en una prisión de máxima seguridad. De sus pormenorizados informes depende la decisión de otorgar o no libertad provisional a los presos que así lo solicitan. Sus vidas están, si se quiere, en manos de Jack, quien ejerce su tarea con disciplinada frialdad burocrática, contando siempre con la guía divina que le suministra inspiración en dosis superlativas por medio de los sermones que consume metódicamente por la radio y en directo en cuanta oportunidad se le presenta.
PIEDRA. Sin embargo, en el envión final hacia la puerta de salida de todos esos años entregado a escuchar los sinuosos y a menudo enrevesados alegatos de los sentenciados todavía deberá saltar un pedrón de tamaño mayúsculo. Es un psicópata que se hace llamar “Stone” —piedra justamente— resuelto a obtener a como dé lugar el informe positivo del cual depende la posibilidad de reducir a la mitad su sentencia a 15 años, a los cuales fue condenado por su impasible complicidad en la quema de sus abuelos.
Por si las alegaciones no resultaran convincentes, el avispado recluso tiene un plan B. Se trata de poner en acción a Lucetta, su atractiva esposa, quien queda a cargo de seducir a Jack desplegando todos los abundantes encantos que le regaló la naturaleza para convencerlo de la legitimidad de la solicitud. El implacable evaluador se ve así envuelto en un juego al que se resiste sólo en apariencia, puesto que en el fondo el flirteo sazona su desganada existencia con emociones olvidadas desde siempre.
Entrevistado poco antes del estreno el director John Curran se sinceró: “Con actores como Robert De Niro y Edward Norton, uno no tiene más que ubicar la cámara y dejarlos hacer”. Y a eso se reduce, en gran medida, su faena. Curran satura la atmósfera del relato de lenguaje e imaginería espiritual. Cada vez que alguno de los personajes viaja en automóvil o se encuentra en su casa, desde alguna radio cristiana se lanzan terribles amenazas acerca del infierno democráticamente prometido a todos a la vuelta de la esquina. Y la religiosidad fanática de Jack —válvula de escape al mediocre pasar cotidiano— encuentra pronto un paralelo en el flamante misticismo de Stone —si es sincero o fingido queda a cuenta del espectador sacar conclusiones—.
El hecho es que buena parte del metraje se consume en el duelo psicológico, verbalizado, entre Jack y Stone, dejando que Robert De Niro y Edward Norton saquen a relucir sus mejores armas histriónicas en un contrapunto que por momentos alcanza alto voltaje, pero en otros es presa del tedioso intercambio de pareceres entre dos sujetos apegados a su libreto, vale decir a la chata progresión de un soso guión que la puesta en imagen se resigna a ilustrar sin nervio. Así, el minimalismo que atraviesa el tratamiento pareciera ser más bien un resultado casual que un modo deliberado de contener la inminente explosión de las situaciones. El efecto, por el contrario, es la implosión de la historia en un tono asordinado producto de la indeterminación en el manejo de los hechos y los caracteres, que siempre apuntan a algo que nunca termina de cuajar.
Vidas grises de gentes aplastadas por la rutina, el aburrimiento, el sin sentido y mal consoladas por una religión vociferante no necesariamente condicionaban la chatura de una mirada esquiva, sin compromiso, limitada a sumar secuencias desparejas por medio del método de la acumulación que no suma.
El principal escollo es la indecisión de Curran. Si bien el relato se aproxima en algunos tramos a un cuento moral acerca de la culpa, atizada por la religión, en varios otros tiene toda la apariencia de un thriller acerca del conflicto entre dos personalidades poderosas y en otros el de una alegoría acerca de la ambigüedad espiritual y la corrupción.
Sin embargo, La revelación finalmente no se decide a profundizar en ninguna de tales líneas, indefinición agravada por los paralelismos y los cambios de roles que pudieron enriquecer la trama en un relato más dinámico pero aquí resultan postizos y forzados, dejando a medias el sentido de la revelación que Stone cree atisbar respecto a vidas pasadas, cuyo reflejo premonitorio condiciona de manera implacable los hechos futuros.
LUCETTA. Curiosamente el personaje más atractivo, y no me refiero al buen ver, acaba siendo el de Lucetta, cuya personalidad concentra un buen menú de contradicciones: maestra jardinera, esposa de un convicto, fogosa seductora de efervescente sensualidad —rasgo este último frecuentado por la Jovovich en su todavía corta carrera—, el regateo erótico con el reprimido Jack ofrece algunos de los tramos más intensos del drama, si bien estos tampoco escapan a la previsibilidad que a fin de cuentas encasilla todo su desarrollo.
Uno de los puntos de interés respecto a la película era el de averiguar si la carrera de Robert De Niro efectivamente se encontraba en caída libre, según daban a entender las comedias y parodias que aceptó interpretar en los últimos años, dejando muy atrás los eslabones más interesantes de una filmografía que le permitió convertirse en uno de los actores dramáticos más estimables del cine norteamericano. Fue así, especialmente de la mano de Martin Scorsese y otros directores junto a los cuales afrontó papeles de alto riesgo de los cuales supo salir por demás bien librado, no obstante cierta inclinación a repetirse en un repertorio gestual tendiente al tic.
Hasta cierto punto La revelación es un desmentido a tal ocaso anunciado, aun cuando también es la enésima prueba de que la sola presencia de un grupo de buenos actores no garantiza per se una buena película. Lo cual tampoco quiere decir que ésta se halle desprovista de todo interés, pero sus ingredientes daban para más, mucho más.
Ficha técnica
Título original: Stone. Dirección: John Curran. Guión: Angus MacLachlan. Fotografía: Maryse Alberti. Montaje: Alexandre de Franceschi. Diseño: Tim Grimes. Arte: Kerry Sanders. Efectos: Russell Tyrrell, Ajoy Mani. Música: Jon Brion y Selena Arizanovic. Producción: René Besson, Ed Cathell III, Danny Dimbort, Jake Hoffman, Cat Lake, Avi Lerner, Lauren Mann, David Mimran, Jordan Schur, Trevor Short Y Holly Wiersma- Intérpretes: Robert De Niro, Edward Norton, Milla Jovovich, Frances Conroy, Enver Gjokaj, Pepper Binkley, Sandra Love Aldridge, Greg Trzaskoma, Rachel Loiselle, Kylie Tarnopol, Bailey Tarnopol, Madison Tarnopol, Peter Lewis, Sarab Kamoo, Richard Murphy, Richard Goteri ,Big Ron Lyons, David A. Hendricks, Wayne David Parker ,Madeline Loiselle y Linda Boston. USA/2010.