Juana murió sola en España; la burocracia del ‘primer mundo’ impidió que sus hijas la acompañen
El único deseo de la boliviana era estar con su familia, “voy a resistir, traten de llegar”, les decía; sin embargo, la lentitud de los trámites para un visado de urgencia impidió que llegarán para darle un último beso.

Juana Armella y sus hijas Priscila y Daniela, en una imagen cedida por la familia, al diario El País, de hace 20 años. Foto: El País
Sola, lejos de casa y sin poder despedirse de sus hijas ni recibir un último beso de ellas, así murió Juana Armella, una boliviana que vivía en Valencia, España; fue víctima del cáncer, pero también de la burocracia que no solo se sufre en Bolivia, sino también en países del ‘primer mundo’.
“Voy a resistir, traten de llegar”, les decía por teléfono aguardando que ocurriera el milagro de poder tenerlas a su lado antes de su último suspiro de vida. No ocurrió. Su cuerpo no aguantó y la burocracia en las instituciones españolas, en ese país y en Bolivia, alargó el tiempo para que Priscila y Daniela, sus hijas, puedan llegar a tiempo a Valencia.
Durante cinco meses tramitaron un visado de urgencia que solicitaron para poder viajar a despedirse de su madre.
La historia de Juana se publicó hace unos días en el periódico El País de España, para retratar la lentitud y las dificultades que sufren los migrantes en ese país.
El reportaje cuenta que Juana era una inmigrante que se dedicaba a cuidar personas mayores desde 2005. Como muchos migrantes dejó a su familia para ir en busca de una mejor vida.
“Se abrió camino, consiguió la nacionalidad española y logró enviar dinero de manera regular a Bolivia para sus tres hijos adolescentes. En 2015 le diagnosticaron un cáncer terminal. Juana tan solo expresó un deseo: pasar sus últimos días al lado de su familia. Se había pasado la vida cuidando de los demás y ahora necesitaba que la cuidaran, despedirse. No fue posible. La burocracia lo impidió”, dice parte de la nota.
La mujer murió el pasado 19 de marzo en un hospital de la localidad valenciana de Manises. Tenía 55 años y durante cinco meses “aguantó” esperando la llegada de sus hijas.
Ayuda
Postrada en cama y sin poder hacer mucho, pidió ayuda a Joan Marí, un ingeniero jubilado que conoció a Juana cuando ella cuidaba a su madre. La boliviana no tenía a quién más recurrir.
“Me pidió ayuda porque estaba sola, desamparada y muy enferma. Lo único que quería era que viniera una de sus hijas desde Bolivia para cuidarla y poder despedirse de su familia”, recuerda Joan Marí.
Fue el hombre el que vivió en carne propia el calvario burocrático para ayudar a una migrante. Él corría de un lado a otro para realizar los trámites, mientras la vida de Juana se apagaba.
Él relata que vio mucha “deshumanización” en la administración de las normas y de algunos funcionarios.
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Juana callaba
“Siempre se callaba las cosas para que nosotras no nos angustiáramos. Mi mami jamás dejó de ayudarnos, de enviar dinero, de velar por nosotros”, recuerda Priscila, de 31 años, hija de Juana.
Un año antes, Juana ya había iniciado un proceso de reagrupación familia para que una de sus hijas fuera a vivir con ella a España, pero se lo negaron pues ella no podía acreditar disponibilidad de medios económicos.
Joan habló con abogados de Extranjería que intentaban ayudar a Juana en busca del visado de urgencia. Le pidieron un informe e historial clínico para certificar la situación de gravedad, desamparo y dependencia.
En Mislata, Joan inició los trámites, pero se topó con gente que se negaba a elaborar el informe. Le pidieron requerimientos judiciales para hacer el informe y hasta le dijeron que los informes clínicos no eran concluyentes.
Un mes y medio después logró obtener los informes y certificados hospitalarios para hacer los trámites. Llegó febrero y no había una respuesta.
Los Servicios Sociales de Mislata aseguran que se realizó la valoración y tramitación del proceso en menos de dos meses por la urgencia del caso y que si hubo más retrasos fue porque el interesado, Joan Marí, no presentó hasta marzo la autorización de la mujer.
El 10 de marzo finalmente salió el informe. Joan se contactó con las hijas de Juana y el trámite se trasladó a Bolivia. Las hijas de la mujer tuvieron que trasladarse de La Paz a Santa Cruz porque les dijeron que allí les entregarían el visado humanitario.
“Fuimos allí, pero no nos atendieron. Era viernes. Nos dijeron que volviéramos el lunes. Y el lunes, que lo tramitáramos a través del BLS (centros de solicitud de visa de España). Lo intentamos por todos los medios esa semana”, recuerda Priscila.
El sábado, sin tener aún el documento, pudieron hablar con su madre. Ella ya estaba muy débil, hablaba apenas. Decidieron no contarle que no tenían aún la visa y le dijeron que pronto estarían a su lado. “Voy a resistir, traten de llegar, nos dijo”.
Pero Juana no pudo esperar más y al día siguiente murió. No pudo despedirse de sus hijas y ellas no pudieron estar a su lado y darle el último beso.