FELCC anuncia la desaparición de seis ‘especialidades’ delictivas
Cogoteros. Estos delincuentes ya no operan en la ciudad de La Paz, señala la Policía.

Timberos, cumbreros, boteros, casqueros, cogoteros y los expertos en horadar paredes han desaparecido. Esas seis “especialidades” delictivas dejaron de emplearse entre diez y dos años en la ciudad de La Paz, informó la fuerza anticrimen.
Los delincuentes prefieren hoy sustraer sumas y objetos de mayor valor y con menos riesgo, indicó a La Razón el teniente Ludwing Herrera, jefe de la División Propiedades de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC).
Los timberos (1) eran delincuentes que estafaban a los transeúntes ofreciéndoles apuestas en las que quienes aceptaban el desafío salían perdiendo.
“Siempre eran dos (los estafadores), para engañar a las personas usaban tapas especiales de envases y les invitaban a apostar. El que adivinara cuál era la tapa ganadora obtenía el doble de lo que apostaba, pero eso nunca ocurría”, relató Herrera.
Las apuestas oscilaban entre Bs 10 y Bs 50, y éstos operaban en la calle Comercio y la plaza de la Garita de Lima, dos puntos elegidos por el alto tráfico de personas.
Los cumbreros (2) eran expertos en robar los sombreros borsalinos —complemento de la vestimenta de la chola paceña y cuyo precio llega hasta $us 100— para ponerlos a la venta.
Actuaban cuando las mujeres salían de las fiestas o se asomaban por la ventana abierta de un vehículo de transporte público. Estirar la mano, arrebatar el sombrero y desaparecer a la carrera ante el desconcierto de la víctima eran parte de su modus operandi.
Según un artesano de Sombreros Neisse, negocio ubicado en la calle Tarapacá, quien pidió no ser identificado, la mujer de pollera de hoy prefiere no usar ese bombín de fieltro y menos en la calle.
“Muchas mujeres optan por utilizar sombreros de tela u otro material para taparse del sol”, apuntó. Y de éstos, existen en el mercado una variedad de modelos, texturas y colores hechos en China.
“Ya no hay venta, antes éramos tres empleados y trabajábamos en dos tiendas. La gente venía a hacer sus pedidos, ahora estoy solo y tenemos una tienda. La demanda comenzó a bajar hace diez años”, comentó el artesano.
Estela Vargas, quien tiene una tienda en la calle Chorolque, contó que le robaron al menos diez sombreros en la última década; la última vez fue en 2011.
“En el día me pongo, pero de noche no. Recuerdo que solía subir al minibús y me jalaban, eran borsalinos. En la (avenida) Buenos Aires me robaron dos veces”.
Hace años que la División Propiedades de la FELCC tampoco recibe denuncias contra casqueros (3) y boteros (4), otras dos “especialidades” delictivas.
Los primeros vendían objetos de metal o bronce como si fueran de oro, luego de bañarlos con una sustancia parecida a este metal. Ofrecían anillos, prendedores y hasta topos, alhaja indispensable de la vestimenta de la chola.
Los boteros operaban en inmediaciones del Cementerio General y de la Terminal de Buses.
Dejaban un paquete con billetes falsos en la calle y “esperaban a su víctima para simular que los dos habían encontrado el paquete al mismo tiempo, por lo que proponían repartirse el fajo de billetes. Sin embargo, alegando que tenían prisa, por lo que no podían contar la pequeña fortuna y en un engañoso “gesto de desprendimiento” proponían al que iba a ser estafado que se lleve todo el fajo, pero que le entregue una prenda de valor o un billete “fuerte”. “La víctima le daba, por ejemplo, 100 bolivianos y cuando revisaba el paquete, caía en cuenta de que eran billetes sin valor”, explicó.
Los expertos en horadar paredes o hacer forados (5) hacían aberturas para ingresar a una tienda o vivienda para sustraer dinero u objetos de valor. Este modus operandi ya no se utiliza hace una década en La Paz.
Los delincuentes hoy recurren a la “pata de cabra” —barra de metal curvada en un extremo y que tiene puntas aplanadas, que por lo general tiene una pequeña fisura en una o ambas terminaciones— que usan como palanca para forzar puertas.
Cumbrero. En la Pérez Velasco, una mujer es víctima de robo por parte de un delincuente.
Peligro. El teniente Dayler Zurita, comandante de la Policía en Viacha, sostuvo que todas estas “especialidades” son copiadas de delincuentes extranjeros.
“Todo avance mundial, social, político, económico, trae lo bueno y lo malo, el delito emigra y se globaliza o internacionaliza. Generalmente llega del exterior y también se va”, opinó el oficial.
Los cogoteros (6) —que siembran terror entre los choferes de El Alto, a los que les roban sus motorizados— también dejaron de operar en la sede de gobierno, remarcó el teniente Herrera.
Estos delincuentes pasan por el cuello de transeúntes y conductores cuerdas o chalinas, y tiran de ellas hasta que sus víctimas pierdan el conocimiento e incluso la vida, para luego asaltarles.
“Los famosos cogoteros ya no se están dando. Gracias a Dios han desaparecido. No hay denuncias”, dijo el jefe de la División Propiedades de la fuerza anticrimen.
En 2012, Gerardo Tórrez fue atacado en dos oportunidades por cogoteros en inmediaciones de la plaza Eguino. Él salía a diario de su trabajo a las 02.00.
“Una vez estaba caminando buscando un vehículo para ir a mi casa, cuando vi las sombras de dos personas detrás mío, una de ellas sujetaba una cuerda. Escapé corriendo, me siguieron, pero no lograron darme alcance”.
Los cogoteros comenzaron a operar desde 2004, en taxis y minibuses aparentemente del servicio público. Sus víctimas abordaban los motorizados en la avenida Pérez Velasco o en el Obelisco, eran atacados y sus cuerpos, abandonados en Achachicala, la autopista La Paz-El Alto, entre otros.
Uno de los últimos casos fue el asesinato del periodista de La Razón Eugenio Aduviri, el sábado 12 de mayo de 2012.
Él abordó un minibús rumbo a El Alto, pero en el camino fue estrangulado y su cadáver echado a la altura de la última pasarela en el carril de subida de la autopista.
El noviembre de 2008, la Policía desarticuló a una banda de cogoteros y auteros que operaba en provincias. En su último golpe mataron a un chofer para robarle su camión.
Smartphones e internet, nuevas herramientas de los delincuentes
Micaela Villa
Las nuevas tecnologías de comunicación, como la internet y los teléfonos inteligentes, son usadas actualmente por los delincuentes para engañar y apoderarse del dinero de sus víctimas, aunque existen métodos que no han cambiado a pesar de los años.
“Hay delitos como la trata y tráfico y la extorsión que se hacen a través de las redes sociales, pero la División Propiedades aún recibe denuncias de víctimas del manchazo o de los cuenteros”, dijo el teniente Ludwing Herrera, jefe de esa división.
Investigadores de la Dirección de Análisis Criminal e Inteligencia (DACI), dependiente de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC), atendieron casos de extorsiones y falsos secuestros, en los que se usaron Facebook y mensajes de texto.
Durante todo un año, un comerciante entregó hasta $us 10.000 a un pariente, que usando una cuenta falsa de esa red social le exigía dinero para mantener con vida a su familia. El extorsionador resultó ser un sobrino.
Según la Policía, desde 2013, al menos 20 personas en Bolivia, de las que 12 residían en La Paz, fueron estafadas a través de llamadas telefónicas desde Estados Unidos o México. El estafador se comunicaba con ellos haciéndose pasar por un pariente lejano y anunciaba una visita “con regalos”. Horas después “inventaba” que la Policía no le permitía viajar y que requería “x” suma de dinero, que les pedía prestada y les daba el número de una cuenta bancaria para hacer el depósito.
Este método también se usa vía correo electrónico. Un delincuente hackeó la cuenta de un funcionario de la Alcaldía de La Paz y empezó a enviar mensajes a sus amigos para pedir dinero. “Me robaron mi pasaporte y mis tarjetas de crédito (en Braford, Reino Unido). La embajada está deseando ayudarme, solo tengo que pagar por el billete y cubrir las cuentas del hotel. Necesito $us 2.450”, decía el mensaje.
En el otro flanco están los viejos métodos. Aún operan los que manchan con una sustancia la ropa a sus víctimas. Mientras uno tira el líquido, el cómplice, que simula ayudar a limpiar, aprovecha para apoderarse de billeteras, celulares, entre otros. La anterior semana, un cuentista le quitó Bs 250 a una anciana que retiró dinero de un banco. El delincuente la abordó en la calle, se hizo pasar por empleado, le dijo que el cajero se había equivocado y que tenía que recontar los billetes. Lo hizo, como todo estaba correcto, se fue. “Cuando la mujer contó nuevamente sus billetes se dio cuenta de que le robaron”, indicó.