Trump es hechura de sus rivales
El Partido Demócrata ha perdido su conexión histórica con la clase trabajadora estadounidense, afirma Daron Acemoglu, premio Nobel de Economía 2024.
El resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos fue más una derrota demócrata que un triunfo de Donald Trump. Los demócratas perdieron no porque el presidente estadounidense Joe Biden se mantuvo en la carrera demasiado tiempo, ni porque Kamala Harris no esté calificada, sino porque han estado perdiendo trabajadores y no han logrado recuperarlos.
El partido dejó de ser un hogar para los trabajadores estadounidenses hace mucho tiempo debido a su apoyo a la disrupción digital, la globalización, los grandes flujos de inmigrantes y las ideas «despiertas». Hoy en día, quienes tienen más probabilidades de votar por los demócratas son los altamente educados, no los trabajadores manuales. En Estados Unidos, como en otras partes, la democracia sufrirá si el centroizquierda no se vuelve más pro-trabajador.
Si bien los demócratas ganaron algunas elecciones anteriores con el apoyo de Silicon Valley, las minorías, sectores de los sindicatos y la clase profesional en las grandes ciudades, esto nunca fue sostenible. Una coalición de este tipo resulta alienante para los trabajadores y la clase media en gran parte del país, especialmente en las ciudades más pequeñas y el sur. El problema ya era evidente después de 2016, lo que en parte explica por qué Biden adoptó una estrategia industrial a favor de los trabajadores en 2020.
Trump y la economía
La economía de Biden sí benefició a la clase trabajadora al crear empleos y fortalecer la base industrial estadounidense. Los salarios de los más pobres aumentaron rápidamente, y las políticas empezaron a acercarse un poco a las opiniones de los trabajadores estadounidenses sobre inmigración, proteccionismo, apoyo a los sindicatos e inversión pública. Pero el establishment del partido –especialmente los activistas altamente educados concentrados en prósperas ciudades costeras– nunca internalizó las preocupaciones culturales y económicas de los trabajadores. En cambio, los demócratas a menudo parecían estar sermoneándolos o regañándolos.
Esta es mi propia prueba para entender la relación entre los demócratas y los trabajadores estadounidenses: si un miembro de la élite demócrata está varado en una ciudad desconocida, ¿preferiría pasar las siguientes cuatro horas hablando con un trabajador estadounidense del Medio Oeste con un diploma de escuela secundaria o con un profesional con educación de posgrado de México, China o Indonesia? Cada vez que planteo esta pregunta a colegas y amigos, todos dan por sentado que se trata de esto último.
Clase trabajadora
Con su énfasis en la clase media y el patriotismo, Harris inicialmente parecía dispuesta a abordar este problema. Si hubiera sido creíble, un verdadero esfuerzo por recuperar a los trabajadores bien podría haber ganado las elecciones. Pero, al final, la campaña se había centrado en los temas que más importaban a la base. El mayor intento de ampliar la coalición provino de utilizar a Liz Cheney (una ex congresista republicana que ha sido expulsada de su partido) para apelar a las mujeres suburbanas sobre el tema del aborto. La libertad reproductiva puede ser un tema crítico, pero nunca iba a convencer a la clase trabajadora, y ciertamente no a los hombres de la clase trabajadora.
En materia económica, los demócratas pueden hablar de oportunidades y empleos hasta que se pongan azules, pero, a menos que se distancien de la élite tecnológica y empresarial global, esos mensajes no se traducirán en una agenda realmente favorable a los trabajadores, y los trabajadores se darán cuenta de inmediato. Ahora que incluso Silicon Valley está empezando a abandonar a los demócratas (irónicamente), no hay mejor momento para cambiar de rumbo.
Pero será difícil cambiar de dirección ahora que el Partido Republicano de Trump y J.D. Vance se ha convertido en el principal hogar de los trabajadores (especialmente los de la industria manufacturera y las ciudades más pequeñas) y ahora que las élites demócratas están tan culturalmente desconectadas de los trabajadores y de gran parte de la clase media.
Desafíos
La gran tragedia es que, si bien la agenda de Biden había comenzado a dar resultados sutiles para los trabajadores (lo que demuestra que la globalización y la creciente desigualdad no son simplemente fuerzas ciegas de la naturaleza), las políticas de la próxima administración casi con certeza apoyarán a los plutócratas. Los aranceles elevados a las importaciones de China no recuperarán los empleos que han abandonado el país y, sin duda, no ayudarán a mantener la inflación bajo control. Si bien las políticas de Biden durante la pandemia (que se sumaron a las medidas de estímulo del propio Trump) impulsaron la inflación, la Reserva Federal de Estados Unidos logró restablecer la estabilidad de precios. Pero si Trump presiona a la Fed para que recorte más las tasas (para impulsar su propia popularidad), la inflación podría volver.
Además, la defensa que hace Trump del sector de las criptomonedas probablemente permitirá más estafas y burbujas, sin hacer nada por los trabajadores o consumidores estadounidenses. Sus prometidas reducciones de impuestos beneficiarán principalmente a las corporaciones y al mercado de valores, y cualquier aumento resultante en la inversión se destinará en gran medida al sector tecnológico y la automatización.
En términos más generales, los próximos cuatro años de política tecnológica podrían resultar un desastre para los trabajadores. Si bien Biden emitió una importante orden ejecutiva sobre la IA, este fue apenas un primer paso. Si no se regula adecuadamente, la IA no solo causará estragos en muchas industrias, sino que también conducirá a una manipulación generalizada de los consumidores y los ciudadanos (solo basta con mirar las redes sociales), y su verdadero potencial como herramienta que puede ayudar a los trabajadores no se materializará. Al apoyar a las grandes empresas y a los capitalistas de riesgo en Silicon Valley, la administración Trump impulsará la tendencia hacia la automatización que sustituya a la mano de obra.
Trump y las instituciones
La amenaza de Trump a las instituciones estadounidenses también plantea un gran riesgo para los trabajadores. No es ningún secreto que debilitará aún más las normas democráticas, introducirá incertidumbre en la formulación de políticas, profundizará la polarización y socavará la confianza en instituciones como los tribunales y el Departamento de Justicia (que intentará convertir en armas). Esta conducta no conducirá inmediatamente a un colapso económico, e incluso puede alentar algunas inversiones de sus empresas favoritas (incluida la industria de los combustibles fósiles) en el corto plazo. Pero en el mediano plazo (digamos, diez años más o menos), el debilitamiento de las instituciones y la pérdida de confianza pública en los tribunales afectarán la inversión y la eficiencia.
Esas debilidades institucionales siempre son económicamente costosas y podrían resultar verdaderamente desastrosas en una economía que depende de la innovación y de tecnologías complejas y avanzadas, que requieren un mayor apoyo contractual, confianza entre las partes y confianza en el Estado de derecho. Sin una regulación dirigida por expertos, gran parte de la economía (desde la atención médica y la educación hasta los negocios en línea y los servicios al consumidor) estará inundada de aceite de serpiente, en lugar de productos de alta calidad.
Si la economía ya no puede fomentar la innovación y el crecimiento de la productividad, los salarios se estancarán. Sin embargo, incluso ante resultados tan adversos, muchos trabajadores no volverán a los demócratas a menos que el partido realmente tome en cuenta sus intereses. Eso significa no solo adoptar políticas que apoyen los ingresos de los trabajadores, sino también hablar su idioma, por extraño que pueda resultar para las élites costeras que han hecho encallar al partido.