Las hilachas de Peñaranda
El emblema de la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP).
El ciudadano Raúl Peñaranda Undurraga (RaPU) se mandó un artículo infamatorio “en respuesta” –dice– a mi columna crítica sobre la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP). No le gustan los desafíos institucionales (nada personal) que planteo.
El ciudadano Raúl Peñaranda Undurraga (RaPU) se mandó un artículo infamatorio “en respuesta” –dice– a mi columna crítica sobre la Asociación de Periodistas de La Paz (APLP). No le gustan los desafíos institucionales (nada personal) que planteo. Y tampoco el debate. Por ello, en lugar de ocuparse del mensaje, pretende descalificar al mensajero. Típico.
Ante las mentiras y silencios del señor PU, diré algunas cosas sobre las primarias partidarias para luego retomar la urgente convocatoria a regenerar la APLP, hoy tan venida a menos. Empecemos con la vileza, que tiene algunos repetidores.
Como vicepresidente del TSE impulsé con plena convicción el proceso de construcción participativa del proyecto de Ley de Organizaciones Políticas (LOP). Luego de un amplio recorrido deliberativo y el diseño técnico de la propuesta, en junio de 2018 la enviamos formalmente a la Asamblea Legislativa. Fue un gran avance normativo en comparación con la Ley de Partidos Políticos de Banzer (1999).
Como parte de los mecanismos de democracia interna, el proyecto incluyó las primarias para la elección de binomios presidenciales. Para evitar su uso instrumental en los comicios de 2019 –como finalmente ocurrió– se puso una salvaguarda: las primarias debían implementarse “de manera progresiva, como máximo antes de las elecciones 2024”.
Hasta ahí todo bien. O más o menos: una gran omisión fue no haber definido de manera explícita en el proyecto que las primarias debían ser competitivas (parecía obvio) y con binomios paritarios. Como sea, la bancada mayoritaria del oficialismo aprobó la LOP modificando la disposición transitoria a fin de que las primarias se estrenen en 2019. Era la forma de anticipar y legitimar el binomio Evo-Álvaro, en medio de la disputa sobre la reelección tras el desconocimiento del resultado vinculante del referendo de 2016.
RaPU insinúa que yo coordiné esos cambios con la bancada masista. Nada menos. ¿Cuáles son sus fuentes? “Hay quienes señalan” y “es muy probable” (ufa). Algo así solo puede ser obra de un principiante de periodismo o, está visto, de un veterano manipulador. Así tejió este señor su librito de intervención política (Control remoto) que hace unos años critiqué por su evidencia remota. Recordemos algunas de sus “fuentes” consultadas: “los periodistas, distintos entrevistados, parece evidente, se supone, se estima, conocen del caso, estuvieron presentes, se supo después, una fuente contó, según dijo, los allegados, se cree, no se puede saber, alguien que conoce, esos rumores, deben tener documentos, es posible…” ¡Qué tal! Es un modus operandi para deslizar falsedades (la posverdad/mentira y la poscensura como vocación).
Vayamos al “tema crucial”. El señor PU afirma con mendacidad que yo promoví “que el reglamento de la ley permitiera la presentación de una sola candidatura por partido o frente” (sic). Para empezar, no existe reglamento de la ley (de Organizaciones Políticas). Debe estar refiriéndose al “Reglamento específico de las primarias para las elecciones 2019”. En su confusión, ni siquiera se tomó la molestia de leerlo. En las sucesivas versiones del reglamento, elaborado por el equipo técnico y avalado por un informe jurídico, no hay nada parecido a que “debían presentarse por lo menos dos candidaturas para habilitarse una primaria partidaria”. No pues, eso lo definió la ley.
Más todavía. Como consta en el acta de la sesión ordinaria de Sala Plena (058/2018, del 26 de septiembre, cuando se aprobó el reglamento), la disidencia de tres vocales no tiene nada que ver con el número de binomios, sino con otros dos artículos: el 19, II, que establece que un candidato solo puede registrarse en un binomio y en un partido (no parece razonable que un mismo candidato compita en más de un binomio y en más de un partido); y, en especial, el 40,I, que establece que la legitimidad para plantear demandas de inhabilitación corresponde a los militantes (no parece razonable que un actor externo intervenga en una primaria cerrada). Documentos matan infundios.
Por si fuera poco, Peñaranda sostiene que “para allanar todavía más las cosas al MAS” (sic), yo alenté otro reglamento a fin de permitir que se bajara el porcentaje de firmas de los libros que debían ser verificados. ¿De qué reglamento habla? Solo existe una Resolución de Sala Plena (0516/2018) que deja sin efecto un reglamento transitorio para la actualización de registros de militantes. Y se aprobó en una sesión de Sala Plena en la que yo estuve ausente.
Así que las “maniobras” y “logros” (las comillas son suyas) que me atribuye RaPU en su artículo se desmoronan en medio de falsedades (los cadáveres en el armario solo habitan en sus obsesiones/pesadillas). En el colmo del delirio, llega a endosarme el costo económico de unas primarias realizadas… ¡cuatro meses después de mi renuncia al TSE! (ni siquiera estuve cuando se emitió la convocatoria).
¿Por qué PU saliva tanta patraña en mi contra? Pretende fallidamente restarme legitimidad para “criticar a una digna entidad como la APLP” (suspiros). No tolera que me atreva a plantear algunos mínimos de regeneración en una entidad maltrecha. Y hace berrinche cuando se pone en evidencia su desempeño como “infalible” operador mediático de la oposición.
Puede leer: La APLP ante el espejo
Al censor le fue mal. Vuelvo a la Asociación. En mi columna no me referí a la gestión de Peñaranda como presidente del directorio primero porque no me importa y, en especial, porque se trata de instituciones, no de personas. Sintetizo pues el diagnóstico de la APLP para retomar los cuatro desafíos.
Primero, es una Asociación con déficit de democracia interna. Las “elecciones” de directorio son más parecidas a un pasanaku que a un proceso democrático. Cuando PU escribe sobre las primarias partidarias está retratando su “elección” como presidente de la APLP: “la votación no tuvo oficio ni beneficio. Con un solo candidato por partido no hubo competencia y antes siquiera de la votación ya se sabía quiénes se habilitarían como candidatos”. ¿En serio su justificativo es que en la Asociación “no hay muchos candidatos para la presidencia, demanda arduo trabajo y es ad honorem”? Qué flojera. No es algo pasajero, sino una cuestión estructural. He cuestionado los problemas de legitimidad en la APLP desde hace más de una década. Desafío uno: democratizar la APLP.
Segundo, es una Asociación esmirriada. ¿Se habrá preguntado RaPU por qué menos de una centena de “afiliados activos” votan? ¿Por qué la Asociación sigue tan encogida pese a los 106 juntes de su gestión? Soy parte del ochenta por ciento de miembros registrados que, por diferentes motivos, se alejaron de la APLP. Por algo será. En mi caso, no quiero estar en una entidad que NO me representa, ni pagaría 50 centavos de cuota para volver a una institución lamentablemente descalificada (y no de ahora). No es pasividad, sino repulsión. Desafío dos: repoblar la APLP con participación.
Tercero, es una Asociación excluyente y dividida. Reitero mi sentimiento: la APLP está lejos de ser la casa común de las y los periodistas. Se asemeja más a una trinchera de unos cuantos, con arreglo a su agenda e intereses. No hablo de diferencias políticas e ideológicas, que son normales y saludables en democracia, sino de una suerte de fractura polarizada entre parcelas. Peñaranda es activo impulsor de esa lógica divisoria amigo/enemigo en el campo mediático. Y la usa para sus vendettas. Desafío tres: unificar la APLP con diversidad y pluralismo.
Cuarto, es una Asociación ensimismada. Hubo un tiempo en que la APLP gozaba de gran prestigio y su palabra y eventos plurales eran relevantes en la conversación pública. Ahora tenemos una entidad más bien opaca, con camiseta raída, demasiado complaciente. Menos mal que hay una generosa historia institucional, que enorgullece. Y sobran colegas decentes, valiosos y bien intencionados (como varios integrantes de anteriores y del actual directorio). Desafío cuatro: reponer la cualidad deliberativa en el gremio.
En un reciente Piedra, Papel y Tinta” de La Razón, tuvimos una honesta y cordial conversación con Raúl Novillo, flamante presidente de la Asociación. Reconoció y asumió con altura el diagnóstico crítico y los desafíos que acabo de señalar. Comprobamos así que la regeneración es no solo necesaria, sino también posible. Me anoto con gusto. La premisa es que la APLP se mire al espejo y, en lugar de echar espuma y alzar murallas, aliente el debate interno sin cobardías, silencios ni exclusiones.
Aquí cierro mi intervención sobre el tema, que firmo exclusivamente como miembro distanciado de la APLP. No haré por supuesto ninguna referencia al prontuario político de Peñaranda. Ni menos a su situación laboral (no es mi culpa). Es miserable llevar al plano personal una disputa de ideas. Más bien ya no estamos en la universidad. No será necesario que el hoy señor PU salga huyendo, como siempre.
*José Luis Exeni es comunicador