Thursday 27 Jun 2024 | Actualizado a 14:51 PM

Gaza y el destino de la humanidad

Israel no da tregua a su ataques contra la Franja de Gaza pese a los llamados de la comunidad internacional para una tregua humanitaria.

/ 12 de mayo de 2024 / 06:45

Los sucesos de violencia en Gaza hablan el futuro de la humanidad, algo que ha sido puesto en juego, una y otra vez, por las potencias occidentales.

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Este texto lo he postergado durante semanas. No porque lo considere innecesario, sino por la dificultad para escribirlo. ¿Cómo expresar la frustración y la rabia sin caer en algún tipo de exceso que le reste fuerza a mi argumento? Estamos en puertas de una matanza sin precedentes en nuestro siglo, en Rafah, lo que queda de la Franja de Gaza, en territorio palestino ocupado. El Estado de Israel lleva más de 200 días cometiendo un infame genocidio, con el apoyo total e incondicional de las potencias occidentales y ante la mirada absorta e impotente del resto del mundo. Esto, sin contar los 75 años previos de violencia sostenida.

El genocidio que lleva a cabo Israel representa varias cosas. Por un lado, la fase tardía de la decadencia moral y hegemónica de occidente. No importa lo que hagan, los gobiernos de las potencias occidentales nunca más podrán recuperar su posición moral de defensores de las libertades y los derechos universales. Ellos son los genocidas. Por el otro, representa una de las mayores contradicciones históricas. El Estado de Israel justifica una masacre y una limpieza étnica, a partir de apelar a la memoria del Holocausto. No puede haber nada más abyecto e infame que esto. Se trata de una operación impulsada por una versión incomprensible, en términos históricos, de nacional socialismo judío, denominada sionismo.

Finalmente, los sucesos de violencia en Gaza representan el destino de la humanidad. Un destino que ha sido puesto en juego, una y otra vez, generalmente, por no decir siempre, por las mismas potencias occidentales y, en particular, por Estados Unidos. Así es, el genocidio en territorio palestino nos compete a todos, sin excepción. El destino del pueblo palestino es el destino de la humanidad. Como lo fue, en su momento, el del pueblo judío en la Alemania nazi. No porque fueran judíos, ni porque ahora sean palestinos. Ni la identidad religiosa, ni la identidad nacional juegan un papel en esta ecuación. Sino por la Idea humanista, ilustrada y universal de humanidad. Si el mundo permite que se efectúe el genocidio que impulsa Israel, perderemos todos.

Me refiero a la Idea de humanidad que fue proclamada por los revolucionarios franceses; la que fue materializada y puesta en práctica por los revolucionarios haitianos; la misma Idea que fue defendida por los republicanos españoles en contra del fascismo franquista; la que fue ungida por revolucionarios como Patrice Lumumba u Ho Chi Minh; la Idea que fue claramente planteada por Fred Hampton y Huey Newton, frente al racismo y al clasismo institucionalizados en Estados Unidos. Esa Idea que hoy está siendo defendida por los juristas sudafricanos en la Haya y por los estudiantes universitarios de todo el mundo, a pesar de la implacable y reaccionaria violencia de sus gobiernos e instituciones.

Las potencias occidentales, como Alemania, que en el presente intentan acallar, con toda su furia, cualquier voz de apoyo al pueblo palestino, no hacen más que exhibir su cobardía. O, en el caso de Estados Unidos, su desdén imperial por la vida del resto del mundo. Tal y como expresaron con claridad pensadores revolucionarios, como Aimé Césaire y Frantz Fanon, el trauma de occidente, en un sentido freudiano, sobre el holocausto judío, se debe a que aplicaron en su continente “los mismos procedimientos coloniales que hasta entonces habían estado reservados exclusivamente a los árabes de Argelia, a los culis de la India y a los negros de África”. Ahora intentan lavar su imagen de genocidas como mejor saben, apoyando la mayor violencia genocida sobre el pueblo palestino.

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A esto me refiero cuando señalo que el genocidio en Gaza representa la decadencia de occidente. Las potencias occidentales nunca estuvieron a la altura de poner en práctica los principios universales ilustrados. Esa tarea fue realizada, siempre, desde abajo y más allá de occidente. En sus excolonias, en las calles, en las universidades y en las revueltas. Por su parte, las potencias occidentales nunca dejaron de ser absolutamente racistas, colonialistas y violentas. Si las potencias occidentales representan el holocausto y la muerte, en el resto del mundo se halla la esperanza del espíritu universal.

La Idea de humanidad que defiendo, en este caso, es universalista. El derecho de vivir en paz, con dignidad, con igualdad y con libertad, para todos. Esa es la Idea que está en juego ahora. Esa es la Idea que el proyecto nacional socialista de Israel pretende sacrificar. Es simplemente lógico, en términos históricos, concluir que, para las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos, sea tan importante brindar su apoyo a Israel, su bastión en el medio oriente. No solo por el trauma de genocidas explicado previamente. Sino porque todo imperio en decadencia reafirma su orden desigual con mayor violencia en su etapa tardía. El imperio de occidente se fundó históricamente en la negación de la humanidad del resto, los no-occidentales.

Edward Said, uno de los intelectuales más humanos del siglo XX, dedicó su vida a desentrañar la lógica cultural abyecta, detrás de la empresa imperialista de occidente. Es decir, la construcción de una narrativa, tanto de exotización, como de negación de la humanidad, de todas las poblaciones no-occidentales. A esta labor la denominó orientalismo. Una representación fundamental errónea, generalizadora y envilecida del resto del mundo. Esta es la narrativa que ha promovido Netanyahu, el actual primer ministro de Israel, durante las últimas tres décadas, para justificar el genocidio que hoy lidera impunemente. Las potencias occidentales siguen siendo, fundamentalmente, orientalistas. Ya sea que promuevan políticas de “cooperación”, o masacres, su enfoque siempre ha estado fundamentalmente errado.

En lo que respecta a los objetivos concretos del Estado de Israel, es decir, la construcción sionista de su espacio vital, a partir de la limpieza étnica del territorio, la realidad es aún más abyecta. Esto es algo que ya fue notado, de manera muy clara, por Said -intelectual palestino- y por Israel Shahak -intelectual judío israelita-, el proyecto del Estado de Israel siempre fue esencialmente racista. La noción de construir un Estado cuyo territorio esté reservado únicamente para judíos, sobre todo blancos, es una anomalía en la historia de los Estados modernos. El único paralelo histórico a este proyecto, fue el “lebensraum” promovido por Hitler.

La realización material de este objetivo supondrá la obliteración impune de la Idea de humanidad universal a la que me refiero a lo largo de este texto. El sionismo debe ser frenado y, en última instancia, derrotado. Y, con él, también la cobardía y la vileza de occidente. Afortunadamente, existen pequeños destellos de esperanza, en las movilizaciones, las protestas y las voces que se manifiestan en contra de este genocidio, a lo largo y ancho del globo. Pero la esperanza siempre ha sido un poco tonta y demasiado triste.

 (*)Juan Pablo Neri Pereyra es politólogo y antropólogo

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Milei o la búsqueda del paraíso neoliberal

El presidente argentino, Javier Milei, intenta destruir el Estado, o al menos una parte de éste, a la vez que procura atraer inversiones a la usanza de las dos últimas décadas del Siglo XX. Conversamos al respecto con Reymi Ferreira.

Milei o la búsqueda del paraíso neoliberal

Por Pablo Deheza

/ 23 de junio de 2024 / 06:13

El punto sobre la i

El presidente de Argentina, Javier Milei, por lo visto, está en una cruzada que busca desmontar al Estado, algo que ya fue previamente embanderado por el neoliberalismo emergido a finales de la década de 1980, con el denominado Consenso de Washington de por medio.

En aquellos años, tras la caída del muro de Berlín, se expandieron e impusieron las ideas del canon neoliberal en América Latina y en el mundo. Era la concreción fáctica de la idea expresada por Francis Fukuyama de que la humanidad había alcanzado el fin de la historia, con la democracia liberal y su forma de capitalismo como el punto cúlmine de la evolución de la especia. Fue también el inicio del momento unipolar estadounidense.

Neoliberalismo

Las medidas impulsadas por el Consenso de Washington consistían básicamente en la estabilización macroeconómica mediante el uso de medidas de shock, la liberalización del comercio abriendo los países a la inversión del capital transnacional y la reducción del Estado.

En conjunto, estas medidas impulsaron una serie de privatizaciones en América Latina, donde diversas empresas estatales acabaron siendo vendidas a precios irrisorios a inversores extranjeros. Este tipo de adquisiciones se dieron en todos los países de la región, sin excepción.

En Bolivia se desmanteló Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), se privatizó Entel, Ende y el Lloyd Aéreo Boliviano, entre otras empresas más.

En América Latina este camino tuvo una primera puesta en cuestión con las crisis de México, en 1994, y que fue seguida a finales del decenio por las de Brasil y Argentina. Sumándose a las turbulencias financieras, se dio también la quiebra de Enron, en diciembre de 2001, lo que acabó por cimentar las dudas sobre la idea de entregar empresas nacionales a capitales transnacionales.

En este marco, un conjunto de gobierno de corte de izquierda nacionalista llegó al poder en América latina al despuntar el nuevo siglo, siendo Hugo Chávez, en Venezuela, el primero en anunciar el rompimiento con los preceptos del orden neoliberal.

A la postre, todo este ciclo del neoliberalismo voló por los aires en el mundo con la caída del mercado inmobiliario en los Estados Unidos en 2007, lo que fue seguido además por el estallido de la burbuja de los bonos subprime al año siguiente. La crisis financiera de 2008 puso en evidencia los riesgos y peligros de dejar a los actores económicos sueltos a su libre albedrío, sin control de los Estados. Esto, para más, sucedió en pleno corazón financiero de Occidente: Nueva York. Las olas sísmicas de este hecho continúan impactando en la economía global hasta el día de hoy y que se hacen evidentes en la desconfianza en las instituciones, el crecimiento de la deuda, el incremento de las desigualdades y la precariedad laboral.

Volviendo a Argentina, después de años de gobierno del kirchnerismo, en diciembre de 2015 llegó al poder Mauricio Macri. Su gobierno fue uno de claro corte neoliberal, de ruptura con esa izquierda nacionalista y que, de algún modo, tenía sus referentes en el orden de las dos últimas décadas del Siglo XX. Los resultados no fueron buenos y como consecuencia, en diciembre de 2019, fue elegido como presidente Alberto Fernández, representante del kirchnerismo.

La crisis económica en Argentina no logró resolverse en el periodo de gobierno de Fernández, por el contrario, la inflación continuó incrementándose. Frente al descontento social se dio la emergencia del libertario Javier Milei, cuyo ascenso no paró hasta la victoria que obtuvo en segunda vuelta en noviembre del año pasado y que le permite hoy ser el primer mandatario del país rioplatense.

A partir de lo que argumenta, para el actual presidente argentino los problemas con el neoliberalismo no están en sus propias contradicciones como modelo, sino en que quienes lo intentaron aplicar con anterioridad lo hicieron de manera incompleta, sin llevar las cosas con la radicalidad necesaria.

“Amo ser el topo dentro del Estado, yo soy el que destruye el Estado desde adentro”, dijo Milei en una entrevista reciente. Agregó que “es como estar infiltrado en las filas enemigas. La reforma del Estado la tiene que hacer alguien que odie el Estado y yo odio tanto al Estado que estoy dispuesto a soportar todo este tipo de mentiras, calumnias, injurias, tanto sobre mi persona como mis seres más queridos, que son mi hermana y mis perros y mis padres, con tal de destruir al Estado”.

Ahora bien, más allá de lo económico, el Gobierno de Milei impulsa también una agenda internacional en la que se muestra próximo a Estados Unidos e incluso la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan). Esto le ha llevado a incluso a tomar partido por Ucrania y hablar de enviar apoyo militar, lo que al final fue descartado.

Conversamos sobre estos hechos y sus posibles consecuencias con el abogado, exministro de Defensa y exrector de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, Reymi Ferreira. El destacado intelectual cruceño tiene una mirada de mundo que le permite comprender y sopesar las acciones que se vienen dando desde el país vecino.

Libertarismo

Empezamos el diálogo preguntándole sobre cómo percibe la gestión de Milei. “Es un gobierno más que neoliberal. Está orientado a una posición que es libertaria. Es mucho más radical en su planteamiento que el neoliberalismo clásico del Consenso de Washington o de las teorías de Milton Friedman o de Friedrich Hayek. El libertarismo es una posición que está incluso más a la derecha que el ala más radical del neoliberalismo. Es parte de una concepción ultraliberal que se ubica incluso más a la derecha que las posiciones de Nayib Bukele, Jair Bolsonaro o el propio Donald Trump”, afirma Ferreira.

Así, se puede entender que la forma en que se manifiesta este radicalismo incrementado gira en torno a la voluntad de anular al Estado. Al respecto, el exministro precisa que “en realidad, lo que Milei está destruyendo es la responsabilidad o la competencia social del Estado, porque el Estado coercitivo, el que garantiza la ley, la empresa privada, las normas duras, más bien eso no. Esa es la contradicción. Fortalece el Estado coercitivo, el que garantiza la propiedad privada y los derechos del más fuerte. Lo que está haciendo es ir socavando y eliminando al Estado social. Las funciones sociales de educación y salud se están minando, porque evidentemente no hay interés por ellas. Es lo que pasaba, por ejemplo, en la época del liberalismo en Bolivia. Antes de la Revolución de 1952 se pedía menos Estado, pero el Estado era útil para las masacres en Catavi o en Huanuni. Ahí sí el Estado era importante y tenía que ser fuerte. Es un Estado fuerte en la parte militar, en la parte defensa, en la parte de represión, en la parte de la garantía del poder de los poderosos y un Estado débil o ineficiente, si fuera posible, en las obligaciones de tipo social, que también cumple el Estado”.

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Pero, ¿es realmente algo novedoso lo que plantea Milei? ¿Acaso no vivió ya cosas similares Argentina con el menemismo y más recientemente con Mauricio Macri en la presidencia? Ferreira precisa que “aunque en los hechos no es tan diferente, en la medida en que no hay planes que sean muy distintos, en el programa a mediano plazo tiende a ser más radical. La receta de Macri la está siguiendo, de endeudamiento, rifa de la soberanía financiera, entrega a los organismos internacionales, liberalización en todo lo posible. Eso también lo hizo Macri y, es más, endeudó a la Argentina por cien años. Lo que se plantea hacer Milei y lo que está haciendo es lo mismo, pero a mediano plazo, de acuerdo a las distintas leyes que están presentando, quieren avanzar más allá. Milei tiene un plan más ambicioso”.

Geopolítica

El presidente argentino viene realizando una serie de viajes a Estados Unidos y Europa, buscando atraer inversiones. Estuvo reunido con Elon Musk y Mark Zuckerberg. Habló de generar un hub de inteligencia artificial en su país, entre otras cosas. Lo cierto es que, más allá de la cobertura de prensa, en los hechos no hay avances concretos, por lo menos hasta ahora.

Si en la década de 1990 era válido decir que aligerar las reglas para la inversión extranjera iba a significar la llegada de nuevos capitales, la situación no parece repetirse actualmente de manera mecánica, con un mundo convulsionado por las guerras en Europa del Este y Oriente Medio, la conformación de nuevos bloques económicos y con una estanflación global al acecho.

Para peor, los encadenamientos productivos están siendo instrumentalizados en la disputa económica entre Estados Unidos y China, afectando prácticamente a todos los sectores. Por esta razón, la potencia norteamericana impulsa políticas de nearshoring, acercando a países que le son próximos las líneas de producción que venían funcionando en Asia. Argentina está lejos en el mapa para algo así.

 (*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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Cogobernando junto a Fobos

Una lectura sobre la situación del Gobierno nacional en la coyuntura, a partir de arquetipos de la mitología griega.

/ 23 de junio de 2024 / 06:08

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En la mitología griega, Fobos hijo de Ares y Afrodita (Phóbos es el étimo de fobia: miedo) era la personificación del temor y el pánico. Fobos y su gemelo Deimos acompañaban al dios de la guerra en cada batalla. La figura de Fobos aparecía antes de la batalla, en el miedo y pánico de los hombres antes de luchar, algunos aterrados huían de la batalla o fingían su muerte para después escapar.

El origen de la paranoia obedece a un miedo intenso e irracional que dinamita el proceso de toma de decisiones, La paranoia política es una categoría útil para comprender algunas manifestaciones contemporáneas de las patologías del poder.

El paranoico pierde su conexión con la realidad y su capacidad de construir autocrítica, lo nuevo es potencialmente riesgoso y peligroso porque amenaza su inmutable dogmatismo, para él, el conflicto nunca está dentro sino fuera.

Tras abordar esta estrecha relación entre paranoia y teoría política conspirativa, el psicoanálisis de Freud y Lacan definen al sujeto paranoico, como un sujeto megalómano, hiperracional que pretende controlarlo todo. Una vez en movimiento, la paranoia se alimenta de sí misma, el paranoico le atribuye su propia destructividad al adversario, ya que tiene la certeza delirante de su completa inocencia y pureza, como eterna victima la culpa será siempre del otro. esto claramente, justifica la agresión y al mismo tiempo, alivia el sentimiento de culpa ante una inminente venganza.

El Rey fantasma, alter ego del enemigo fantasma.

Un rey rehén de sus miedos e inseguridades, afianzados por una cohorte de aduladores inútiles, que viven en el pavor de que esa paranoia les guillotine la cabeza, hacen de la mentira su forma de vida, entonces lo normal será mentir para sobrevivir, o aún peor lo más facil siempre será “no hacer nada”, entonces, el rey convivirá con un enemigo fantasma que resultará ser él mismo, atrapado en sus propios pensamientos, creando enemigos imaginarios intentará justificar los fantasmas del gas, del litio, del oro, o del dólar, para procurar escapar del autoengaño y de su propia teoría económica conspirativa.

Primer fantasma, Evo. Luis siempre vivirá bajo la sombra de Evo, siempre será comparado con su hacedor, Evo será siempre la medida de su victoria o su derrota.

Segundo fantasma, Jeanine Añez. La historia se repite y posiblemente su destino. Luis al igual que Añez nunca entendió que su gobierno, era un gobierno de transición. Sí Añez cumplía su deber de llamar a elecciones y no buscaba la candidatura presidencial, tal vez hoy sería el principal referente de la oposición con posibilidades reales de ganar. Luis fue electo para gestionar la economía, no para ser candidato o adueñarse del partido. Las mieles del poder lo atraparon y exactamente como en el mito de las sirenas, estas anuncian su naufragio.

Tercer fantasma, el Presidente fantasma.

Luis es culpable de haberse creído su propio mito: de ser el padre del modelo económico, productivo, social-comunitario; un modelo reconocido y estudiado por las mejores universidades del mundo; de ser el mejor economista de la región; de ser el padre del milagro económico, esas premisas son útiles para una campaña electoral en tanto y en cuanto encuentren su correlato con la realidad, hoy Luis ha roto su mito, ha roto el pilar fundamental de su credibilidad y su razón de ser en la política, su auctoritas como actor de la política se ha fracturado y se desvanece conforme la crisis económica se hace patente.

Cuarto fantasma, el partido.

La instrumentalización de la sigla ha sido una constante en el MAS-IPSP, lo fue antes con Evo y lo es ahora con Luis. Se finge cogobernar con las organizaciones sociales, pero lo cierto es que se los utiliza para validar objetivos y ambiciones personales de elites de poder que atraviesan una histórica correlación de debilidades. El MAS desde su fundación ha sufrido una metonimia con el IPSP, aunque no son lo mismo, probablemente el MAS deje de existir y con él, toda una gerontocracia política, que no supo cabalgar entre sus propias contradicciones y ambiciones infinitas. Por su parte el IPSP sobrevivirá a la debacle del MAS y se reconfigurará en un nuevo proyecto que pronto desconocerá al gobierno de Luis. Serán ellos quienes cerraran este ciclo político y resetearan la política para dar curso a un nuevo momento constituyente.

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La insinuación paranoica aprende a “decir sin decir” porque “entre quienes me escuchan está el enemigo y Fobos lo sabe”; “él sabe que le estoy hablando a él”. En su soledad el paranoico busca inconsciente individuos que se le parezcan, la soledad es causa y consecuencia de esta patología del poder.

Fobos es la ansiedad paralizante que anula la acción y la razón, sin acción no hay resultados, la vergüenza a ser juzgado por los errores cometidos, puede conducir a formas significativas de evación de la realidad. El cogobierno con Fobos nos ha llevado a este contexto de crisis, de un presidente atormentado y prisionero de sus miedos. La fobia de saberse poca cosa, encuentra su solución, en la fantasía contraria de una grandeza imaginaria.

(*)Freddy Bobaryn es politólogo

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No hay dónde retroceder

La estructura y dinámica política del mundo popular, que impulsó el Proceso de Cambio, se quebró definitivamente en 2020.

/ 23 de junio de 2024 / 06:03

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El escenario político boliviano parece muy activo en los pasados dos años, entre las pugnas internas del MAS, los conflictos de poderes del Estado y las permanentes tensiones entre Gobierno Central, sectores y regiones. Pero creo que esa imagen de alta tensión y dinamismo simplemente nos miente y en realidad estamos aún inmersos en un peligroso estancamiento político y ante una angustiante parálisis política y social.

Desde los últimos años de gobierno del ex – presidente Evo Morales abundaban las voces que pedían un rearme programático, un relanzamiento del Proceso de Cambio o una revisión autocrítica de los avances realizados y las metas alcanzadas. El agotamiento de la Agenda de Octubre (por cumplimiento) y la escasa asunción de la Agenda Patriótica del Bicentenario por los actores de entonces hablaban de una inercia y carencia creativa en la política nacional.

Ni nombrar a la oposición que redujo su propuesta de país al simple y vociferante rechazo al masismo y, luego, rechazo a la misma democracia.

Desde esos aparentemente lejanos años, no se vislumbraban novedades y parecía que la inercia de los primeros años del Proceso de Cambio, con una dinámica simplemente incrementral (más hospitales, más carreteras, más canchas, etc…), dominaría el escenario hasta llegar al Bicentenario. Pero pandemia, golpe y guerra en Ucrania de por medio, cambiaron todo el escenario, para Bolivia y para el mundo.

GIRO COPERNICANO

En su muy reciente libro “El Angel de la Historia. Vol. II” el profesor Rafael Bautista analiza, entre otros temas, el proceso de declive del occidente anglosajón y el eurocentrismo así como la estrategia de respuesta aparejada y señala que “En tal situación, la respuesta imperial, y de una Europa ya sin capacidad estratégica, es de pura sobrevivencia en la nueva geopolítica global que proyecta, sobre todo, el “Club de Shanghái”.

Y nos señala a la doctrina Rumsfeld- Cebrowsky, la de la “guerra sin fin”, como la estrategia elegida para reinventar en medio del caos globalizado al imperialismo norteamericano con un rostro aún más siniestro y deshumanizado.

Esta combinación de declive evidente, pulsión de sobrevivencia del Imperio y apuesta por la conmoción global permanente nos colocan en un punto dramático de la historia de la humanidad misma.

Ya no estamos sólo ante el primer traslado de eje de centralidad del occidente al oriente desde que el mundo se globalizó en 1492.

No estamos sólo ante la ruptura de todos los avances en términos de orden y derecho internacional que sirvieron temporalmente para colocar ciertas trabas a la expansión de las guerras en el mundo.

No estamos únicamente ante un futuro económico post – humano con la competencia global y geopolítica por el control de la inteligencia artificial.

Estamos ante un futuro inmediato que estará marcado cada vez más por la incertidumbre permanente y generalizada, tanto de individuos como de las mismas naciones y sus Estados.

Un escenario absolutamente diferente al de los años 90 y 2000 que dieron paso a la primera Etapa del Proceso de Cambio.

LA TENTACIÓN DE VOLVER

Pero ante un escenario global tan dramáticamente diferente y retador, el sistema político boliviano parece estar en otra. O mejor dicho, está en la misma.

Carente de nuevas ideas y sin asumir que pensar el futuro de manera lateral hoy se vuelve una necesidad vital, vuelven a oírse las voces que hablan de volver atrás como una receta válida para el mañana.

Y es que en política, como en cualquier otro espacio de la vida humana, el retroceso es una alternativa y en Bolivia no escapamos a esta pulsión.

Más de una vez en nuestra historia personas, regiones, sectores sociales y partidos plantearon como banderas y alternativas posibles de futuro el retorno a los viejos liderazgos, a las antiguas propuestas y a los pasados proyectos políticos para evitar la tortuosa tarea de crear nuevas y viables propuestas de futuro.

Con la premisa doméstica de que “todo pasado siempre fue mejor” se evita sistemáticamente tanto la relectura de la nueva coyuntura global como de la búsqueda de nuevos modelos de gobernabilidad, de diseño estatal y de desarrollo económico.

Hoy se escuchan, estridentes, las voces que piden retornar a la República, como si ésta hubiese sido el momento estelar de nuestra historia y hubiese generado crecimiento económico, igualdad social o ciudadanía amplia y sólida. No nos funcionó durante casi 200 años, en pleno auge de ese modelo a nivel global, y no hay razón para pensar que ahora sí lo haría, en un momento de bloques y proyectos globales de base cultural y valórica.

Otros proponen el retorno al período neoliberal pretendiendo ignorar que el libre y absoluto mercado no están más vigentes en un mundo que ha suprimido formalmente la libertad de circulación de capitales por razones geopolíticas, define sanciones cruzadas a personas, empresas y tecnologías como herramienta de coerción, enfrenta la pérdida de hegemonía del dólar como moneda global y asume nuevas arquitecturas empresariales emergentes luego de la pandemia y en los albores de la Inteligencia Artificial.

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También están las voces que combinando añoranza y nostalgia (añoralgias, diría Les Luthiers) esperan el retorno a la globalización de fines del siglo XX cuando incluso sus creadores la rechazan y la dinamitan diariamente continuando con un desmontaje que comenzó hace una década atrás y durará un par de décadas más, por lo menos.

Pero tampoco hay retorno a la estructura y dinámica política del mundo popular que impulsó el Proceso de Cambio, porque ésta se quebró definitivamente el 2020. La re emergencia del mundo Aymara y de la ciudad de El Alto, la irrupción de nuevos liderazgos, la competencia política entre El Alto y el Chapare como ejes de poder popular y del CONALCAM y el Pacto de Unidad como modelos de presencia política popular dentro del Estado Plurinacional, fracturaron de manera definitiva al bloque nacional – popular tal como lo conocíamos.

No hay retorno a la primera etapa del Proceso de Cambio, porque sus tareas básicas ya fueron cumplidas y sus condiciones políticas e históricas cambiaron de manera radical.

Entonces, la posibilidad de búsqueda de soluciones para este nuevo milenio en el baúl de la abuela es muy reducida, aunque siempre existe aquel que prefiere volver con la pareja tóxica antes que buscar una nueva o revisita los lugares de la niñez para encontrar a su niño interior perdido.

LA PUERTA ABIERTA

Pero la puerta a la búsqueda de nuevos horizontes está abierta. En realidad, siempre lo está, pero con la diferencia de que la luz en la habitación que aún habitamos se está apagando rápidamente y corremos el riesgo de quedarnos en las penumbras de un tiempo histórico que se acaba. No debiéramos quedarnos nuevamente al margen de la remodelación del orden geopolítico global dado que eso nos sentenciaría nuevamente a habitar la periferia mundial.

Pero asumir la tarea de salir del espacio de confort político y entrar de lleno a la búsqueda de nuevas alternativas no es tarea fácil. La inercia siempre jala en contra, pero es necesario asumir esa labor.

El sistema político boliviano difícilmente aceptará de manera integral de pensar el futuro nacional en clave de inserción global, pero es previsible que, al calor de las próximas elecciones nacionales del 2025, ciertos núcleos renovadores y lúcidos puedan plantearse la tarea de generar lecturas más actuales de la realidad global, de las implicancias para el país y de propuestas de inserción nacional a esa realidad.

Un comportamiento de este tipo dentro del sistema político boliviano tendría la virtud de transformar el tema de la ruta de inserción geopolítica de Bolivia en un nuevo eje central y factor ordenador de la política boliviana. ¿Parece muy abstracto? Basta recordar que el trumpismo, el bolsonarismo y otros de grupos de esa “línea” son, en esencia, globalofóbicos y soberanistas.

Parecen ser tiempos en los que la política exterior y los factores geopolíticos globales están influyendo de manera importante en las dinámicas políticas internas de muchos países e incluso moldeando sus sistemas políticos.

Cuando no tienes hacia donde retroceder, lo único que queda es avanzar, pero con los ojos bien abiertos.

(*)Manuel Mercado es comunicador social

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Suplencia temporal en cargos electos

El autor revisa las reglas existentes en el país para proceder ante la ausencia de autoridades.

/ 23 de junio de 2024 / 05:58

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Para evitar el vacío de poder en los cargos electos de los órganos de gobierno, cada uno de estos tiene un/a suplente. Del Presidente, es el Vicepresidente (CPE, arts. 174 y 169), de algunos gobernadores, los vicegobernadores; de los alcaldes no existe uno determinado, pero, está establecido que sus órganos legislativos son los que designan sustitutos por voto de sus integrantes (CPE, art. 286). Cada legislador/a titular tiene su suplente, a quien se habilita cuando el primero se ausenta de forma temporal o definitiva. Cuando se conforma una directiva, además de una presidencia y de uno o dos secretarios/as, eligen una, dos o tres vicepresidencias. La razón de ser de esto es suplir a cada presidencia en caso de ausencia temporal o definitiva. En caso de lo último, por el resto del año que suele ser el periodo de las directivas.

Cuando un vice asume temporalmente el cargo del ejecutivo, se lo denomina presidente, gobernador o alcalde “en ejercicio”. Se suele creer que estos sustitutos no tienen las mismas prerrogativas que los titulares. Sin embargo, eso es sólo un mito, ya que ni la Constitución (CPE) ni la ley establecen restricción alguna para que las atribuciones del reemplazante temporal se limiten únicamente a algunas de poca importancia. Por lo mismo, el suplente asume absolutamente todas las atribuciones del titular, por lo que un alcalde, gobernador o presidente en ejercicio podría, por ejemplo, destituir a todos los secretarios o ministros, si así lo desea. En el caso del Gobierno central, existe una peculiaridad contraria a la independencia de órganos, ya que el Vicepresidente, quien es parte del Ejecutivo, preside la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP). Si bien la Cámara de Diputados y la de Senadores tienen sus propias directivas, el conjunto que conforma la ALP no tiene una directiva como tal, pero sí una Presidencia que es asumida por la Vicepresidencia del Estado.

Cuando el Vice asume la Presidencia del Estado, la Presidencia de la ALP la asume el Presidente de la Cámara de Senadores, obviamente también con todas las atribuciones del cargo. La particularidad, a diferencia de los otros casos, es que no deja la Presidencia del Senado para eso, ya que el cargo de Presidente de la ALP no implica una función constante, sino únicamente cuando toca sesionar en plenaria bicameral. No existen sesiones de la ALP en días fijos de la semana, realizándose únicamente ante necesidad, lo cual no suele ser muy frecuente. Por esta misma razón es que el Vicepresidente del Ejecutivo ejerce sus funciones y las de la Presidencia de la ALP simultáneamente. Sin embargo, no pasa lo mismo cuando el Vice asume la Presidencia del Estado, ya que este cargo es de dedicación a tiempo completo, razón por la que, en su caso, la Presidencia de la ALP es asumida por la Presidencia del Senado. Además, sería mucho más extraño, con la independencia de órganos, que el Presidente del Estado en ejercicio presida a su vez las sesiones de la ALP. Una pretensión así iría contra la prohibición de “desempeñar simultáneamente más de un cargo público a tiempo completo” (CPE, art. 236.I).

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Es el art. 169 de la CPE el que establece la prelación de los reemplazos en casos de ausencia temporal o definitiva de la Presidencia del Estado. Sobre la asunción de la Presidencia del Senado ante la ausencia del Vicepresidente del Estado, el art. 158.II de la CPE dice: “La organización y las funciones de la ALP se regulará por el Reglamento de la Cámara de Diputados”. Este Reglamento indica: “La suplencia de la presidencia de la ALP, la ejercerá el presidente/a de la Cámara de Senadores y el de la Cámara de Diputados en estricta prelación” (art. 4). Esto último implica que, en tanto haya vicepresidentes/as en la Cámara de Senadores, ésta siempre tendrá un/a presidente, por lo cual, a la presidencia de Diputados, le tocará presidir la ALP únicamente cuando los reemplazos de la presidencia del Senado se agoten. Es decir, cuando no haya un/a vicepresidente que asuma la presidencia del Senado.

Incluso sin revisar tal normativa, un simple razonamiento sobre el Estado de derecho y la naturaleza de dedicación exclusiva al cargo de Presidente del Estado lleva a esa lógica. Es como cuestionar que un alcalde tiene o no atribución para ejecutar una obra local. Así de obvio es. Por lo mismo, no existe “duda razonable” que justifique que el Tribunal Constitucional (TCP), que se supone domina estas cosas, admita siquiera un recurso constitucional contra las funciones del Presidente en ejercicio de la ALP, como lo hizo recientemente con el Auto Constitucional Plurinacional (ACP) 254/2024-CA. Que encima aplique una medida cautelar suspendiendo atribuciones -y posteriormente dejando sin efecto todos los actos de una sesión (ACP 41/2024)- entre tanto analice el fondo del recurso podría resultar en una decisión contraria a la CPE y a las leyes, por lo que se constituiría en delito de prevaricato (CP, art. 173). Si en afán de responder a la orden política del Ejecutivo el TCP resuelve el caso afirmando que el Presidente del Senado no puede ejercer el cargo de Presidente de la ALP cuando el titular asume la Presidencia del Estado, de igual manera se incurriría en ese delito, afectando a los magistrados/as del TCP que aprueben el fallo.

Al parecer están conscientes de eso y aun así lo hacen, ya que saben que la oposición junto al evismo no cuenta con la presidencia de la Cámara de Diputados ni con la de la Comisión de Justicia Plural como para siquiera iniciar un juicio de responsabilidades (Ley 044, art. 26). Lo que no están considerando, sin embargo, es que muchos legisladores del siguiente periodo de Gobierno llegarán al poder con promesas de procesar a los magistrados que rompieron el orden constitucional, por exigencia de sus electores. En su caso, habría una gran posibilidad de que la próxima legislatura sí los juzgue y responsabilice por todos los actos inconstitucionales.

 (*)Carlos Bellott es constitucionalista

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La consolidación de las derechas extremas en Europa

Las recientes elecciones parlamentarias significaron un remezón político en Europa. El mundo está cambiando y las viejas certidumbres se van alejando.

Por Pablo Deheza

/ 16 de junio de 2024 / 06:57

El Punto sobre la i

El fin de semana pasado se realizaron las elecciones parlamentarias europeas, donde los partidos de la denominada extrema derecha obtuvieron importantes resultados a su favor. La presencia de estas fuerzas políticas y la tendencia que las sustenta no es nueva, ya vienen gravitando y creciendo desde la primera década del presente siglo. Lo que se ha registrado es su consolidación como actores de primer orden y que disputan con potencia el sentido común dominante.

Tal fue el remezón ocasionado por el avance de estas derechas, que inmediatamente renunció el primer ministro de Bélgica, Alexander de Croo, y el presidente francés, Emmanuel Macron, disolvió el congreso de su país para llamar a elecciones adelantadas en el Legislativo.

También hubo reveses para los partidos centristas en Alemania. El canciller Olaf Scholz vio cómo su Partido Socialdemócrata se vio obligado a ocupar el tercer lugar detrás de Alternativa para Alemania (AfD). En total, los partidos de derecha en Alemania obtuvieron más del 45% de los votos, dejando también las cosas bastante agitadas por esos cielos.

En el panorama más grande, los partidos de extrema derecha consolidaron y ampliaron su influencia en el Parlamento Europeo, aunque no tanto como temían inicialmente los centristas en el poder. Obtuvieron un tercio de los escaños en total, aunque los partidos centristas mantuvieron la mayoría.

Estas derechas no están organizadas en un frente sólido y así, no cohesionadas, su poder se diluye. Muchos de sus representantes, incluidos miembros de AfD)y el partido Fidesz del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, no están hasta ahora afiliados a ninguna de las agrupaciones políticas más amplias en el Parlamento Europeo.

Con todo, si bien el centrismo político todavía se mantiene y resiste en Europa, la pregunta más importante en la coyuntura es si el Partido Popular Europeo (PPE), de centroderecha, el grupo más grande, eventualmente estará dispuesto a abrirse a las derechas más extremas en busca de apoyo político o eventualmente como socios de coalición. Esto es algo que los partidos centristas han rechazado anteriormente, aunque esta dinámica ya es visible en lugares como los Países Bajos. Hacer esto necesariamente implicará conciliar agendas.

DERECHAS

Así las cosas, ¿de qué se tratan estas derechas extremas? Lo primero a tener en cuenta es que estas fuerzas vienen evolucionando desde lo que fueron décadas atrás. “Los partidos de extrema derecha se han vuelto más moderados a lo largo de los años, mientras que los votantes se han radicalizado más.

En sus temas centrales, como la inmigración y la política antisistema, los partidos de extrema derecha son tan radicales como siempre y, según investigaciones, los votantes no confían menos en sus políticos y parlamentos que hace tres décadas, ni están menos satisfechos con el funcionamiento de la democracia y sus actitudes hacia la inmigración se han mantenido relativamente sin cambios. Lo que ha cambiado no son sus ideologías, sino que los partidos y los votantes se han visto empujados a abrazarse unos a otros”, explica Matthijs Rooduijn, politólogo y académico de la universidad de Amsterdam.

Prosigue señalando que “el efecto bola de nieve es una metáfora útil para comprender el creciente éxito de la extrema derecha. Es el resultado de una multitud de acontecimientos políticos, sociales, económicos y culturales que juntos han creado su impulso”.

“La globalización contribuyó al ‘realineamiento’ (nuevos posicionamientos entre votantes y partidos). Aquellos que se beneficiaron de las fronteras abiertas de Europa –los ‘ganadores de la globalización’ altamente educados– contrastaron marcadamente con aquellos que se sintieron amenazados económica y culturalmente por estos cambios. La inmigración se convirtió en un tema clave en las campañas electorales y los debates públicos, atrayendo más atención hacia los partidos de extrema derecha”.

En el fondo, hay una querella económica bastante similar a la que interpreta Donald Trump en Estados Unidos. El planteamiento de estas derechas gira en torno a que, mientras las grandes compañías se han beneficiado y se siguen beneficiando de la globalización, esto se ha producido a costa del debilitamiento de las condiciones económicas y de trabajo en los países de la eurozona.

De esto se desprenden dos elementos fundamentales. Primero, que estas derechas son nacionalistas y apelan a las masas empobrecidas para prosperar políticamente. Segundo, estos nacionalismos son críticos con la forma en que Bruselas está conduciendo las políticas de la Unión Europea. Debido a esto, estas fuerzas son también denominadas euroescépticas.

Más aun, las voces que hablan desde estos grupos, ven la guerra en Ucrania con una mirada distinta a la de los medios dominantes. Critican, por ejemplo, que luego del sabotaje en el gasoducto Nord Stream, el combustible ruso haya dejado de fluir a Europa, afectando negativamente la producción industrial, principalmente en países como Alemania.

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Esto contrasta con la posición de los denominados centristas, a quienes critican por apoyar las narrativas y decisiones que llegan desde Washington, más que a priorizar sus respectivas economías.

Éstos constituyen el gran otro político para las derechas nacionalistas y a los que se refieren como “otanistas”, entre otras cosas.

Cabe aquí recordar que el mensaje central de Trump, de hacer otra vez grande a Estados Unidos, estaba también acompañada de la posición de alejar a su país de guerras al otro lado del mundo. Claramente el expresidente no estaba interesado en una política de expandir la OTAN en Europa del Este, una iniciativa que retomó Joe Biden. Lo que tienen en común el trumpismo con las derechas europeas en cuestión es su apelación a repotenciar las economías locales, más que a ir en una cruzada mundial a favor de una determinada forma de entender la democracia. Es por esto que diversos analistas también se refieren a estas corrientes como iliberales.

No es casual entonces que a los liderazgos más belicistas y orientados a seguir los dictados de Washington les haya ido mal en estas últimas elecciones. Macron ilustra cabalmente el punto.

Entonces, si bien hay mucho de extremo y también de neonazismo en estas derechas, hay además otras cosas y otros elementos que las hacen atractivas para el electorado.

CAMBIOS

Volviendo con el politólogo Rooduijn, él observa que “en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, los partidos de extrema derecha todavía estaban fuertemente asociados con el fascismo y el nazismo. Para volverse aceptables, estos partidos tenían que ganar legitimidad democrática. Lo hicieron adoptando el populismo como parte clave de su discurso. El populismo afirma que la voluntad del pueblo debe guiar las decisiones democráticas y que las elites corrompen este proceso. Centrarse en el populismo en lugar del fascismo proporcionó a los partidos de extrema derecha una reputación democrática y les ayudó a ganar legitimidad”.

“Los partidos de extrema derecha también intentaron modernizar su imagen rompiendo vínculos con elementos más extremos. Por ejemplo, en 2011, Marine Le Pen se embarcó en una estrategia de desdemonización para desintoxicar la reputación extremista de su partido. Expulsó a políticos extremistas, denunció el fascismo y el antisemitismo e incluso expulsó del partido a su padre, más extremista. En 2018, el partido Frente Nacional pasó a llamarse Rassemblement National. El objetivo era atraer a más votantes enfatizando que el partido se había convertido en una versión más moderada de sí mismo”.

Pero, ¿realmente se volvieron más moderados estos partidos de derecha? La respuesta no es unívoca. El periodista italiano, Federico Fubini precisa que “algunos de estos partidos apenas han disfrazado agendas racistas, mientras que otros han logrado establecerse una reputación conservadora respetable. Meloni ha sido más favorable a Occidente en su política exterior y aparentemente pragmática en sus asuntos internos del día a día. Su estrategia de moderación ha tenido tanto éxito que Le Pen, en Francia, ahora la está emulando abiertamente. El AfD, por el contrario, ha redoblado su apuesta por el extremismo”.

Si bien es cierto que el declive económico de Europa es el gran contexto para entender la emergencia de estos nacionalismos de derecha, no necesariamente lo explican del todo. La participación europea en el Producto Interno Bruto mundial en 1980 era del 28,6%, incluso por encima de Estados unidos (25,4%). En 2024 la cifra es del 17,3%.

Para peor, hoy hay concflictos bélicos, lo que acelera los cambios y modifica sustancialmente el escenario. “Con la guerra en Ucrania, la agitación en Oriente Medio y la perspectiva del regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, se están debilitando los pilares de la estabilidad europea. Al sentir un cambio radical, los votantes están recurriendo a partidos que tradicionalmente no se identifican con el sistema. El temor a que el orden posterior a 1989 se esté desmoronando ha llevado a los votantes a preguntarse ‘¿estamos realmente en el lado correcto de la historia, como nos dijeron? ¿Nos mintieron?’”, reflexiona Fubini.

Añade que “los cambios geopolíticos recientes han erosionado la legitimidad percibida del sistema. El ataque de Rusia a Ucrania dejó en claro que Europa es sólo parcialmente soberana”.

Puestas las cosas en esas coordenadas, se puede entender que estas derechas nacionalistas buscan, de algún modo, volver a imaginar el rol de sus países en un mundo cambiante y crecientemente multipolar; en una suerte de tránsito entre los fantasmas del pasado y las incertidumbres del futuro. Por su lado, el centrismo europeo deriva en la apuesta conservadora por mantenerse en un status quo cada vez más diluido y ajeno. En la defensa del viejo orden de cosas, los liderazgos más tradicionales acaban defendiendo la hegemonía estadounidense, lo que remata justamente a favor de la querella de los nacionalismos de derecha, que hoy pululan y toman asiento en la mesa central del salón europeo.

 (*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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