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Polémica sobre los vocales electorales

Sala Plena del TSE junto a vocales departamentales.

/ 5 de mayo de 2024 / 06:24

Más elementos para el debate en torno a la institucionalidad del Estado plurinacional.

Dibujo Libre

El 14 de abril, Israel Quino Romero publicó un artículo, en el suplemento Animal Político de LA RAZÓN, afirmando que la sustitución de una vocal del Tribunal Supremo Electoral (TSE) fue constitucional. Dedico el presente aporte a refutar esa posición.

El autor de dicha publicación dice que la sustitución “no es inconstitucional (lamentablemente)”, debido a que, según él, se trata del ejercicio “de una prerrogativa constitucional”, que responde únicamente a “la voluntad del dignatario de Estado”. Para sustentar esta afirmación, cita lo que la Constitución (CPE) y la Ley 018 mandan al respecto: que le corresponde al Presidente designar a un/a vocal para el TSE (CPE, arts. 172.21 y 206.III; Ley 018, art. 13.1).

Lo que olvida Quino es que la administración pública se rige por el principio de legalidad (CPE, art. 232). Esto se inventó con el propósito de limitar el ejercicio del poder de los gobernantes. Por eso funciona a la inversa del principio de libertad, ese que dice que “lo que no está prohibido está permitido” (CPE, art. 14.IV). Esto aplica únicamente para los ciudadanos. Por el contrario, para quienes ejercen el poder público, lo que la Constitución y las leyes no habilita está prácticamente prohibido. El presidente Arce lo sabe. Cuando fue ministro de Economía y Finanzas Públicas, esta cartera de gobierno publicó un libro titulado “Principios del Derecho Administrativo” (2013), donde entendió al principio de legalidad en ese sentido: “los ciudadanos y, en general, los sujetos privados, pueden hacer todo aquello que la Ley no les prohíbe, en tanto que la Administración necesita una habilitación legal para adoptar una actuación determinada, es decir, puede hacer únicamente aquello que la Ley le permite” (pág. 3).

Por lo mismo, para que el Presidente pueda destituir vocales electorales designados por él tendría que tener una atribución expresa asignada por la propia CPE. De no ser así, implica que no tiene potestad, sino únicamente para designar. No la tiene no porque se olvidaron establecerla, sino porque los órganos de los gobiernos funcionan bajo el principio de independencia (CPE, art. 12.I). En este marco, si bien extrañamente el Presidente del Estado tiene la prerrogativa de designar a un vocal para el TSE, no la tiene para poder destituirlo. De tenerla, sería una clara permisibilidad de la cooptación política, por lo que el vocal se constituiría prácticamente en un funcionario dependiente del Presidente, y tendría que acatar todas las órdenes de este. De no hacerlo, se lo sustituiría por otro que esté dispuesto a seguir instrucciones políticas. Esta forma, debido a que iría contra la independencia de órganos, sería inconstitucional. Por esta misma razón, la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), que designa a los demás vocales electorales, no tiene la posibilidad de destituirlos. En la lógica del autor rebatido, quien tiene la atribución de designar tiene automáticamente también la atribución de destituir. Al parecer a eso él le llama prerrogativa. Bajo esa lógica, todos los vocales podrían ser destituidos, ya que también la ALP tendría tal potestad respecto de los que designa. Los vocales designados por el presidente, así como los por la ALP, gozan de “inamovilidad durante todo el período” (Ley 018, art. 20) que es de seis años (CPE, art. 206.II).

Sobre eso, todas las designaciones de vocales electorales hechas por los presidentes desde 2009 son inconstitucionales, por no cumplir con la “convocatoria pública previa, y calificación de capacidad y méritos a través de concurso público”, como manda la CPE (art. 206.IV); al igual que lo son todas las destituciones realizadas por el presidente Arce, recientemente y en 2020. Es más, tales actos son en realidad delitos de resoluciones contrarias a la Constitución y a las leyes (Código Penal, art. 153). No obstante, la irregularidad en la designación únicamente afecta a quien designa y no al designado, ya que este último no es el que toma la decisión.

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Finalmente, la forma de destitución es de fábula, pues cometieron errores que se esperarían de un estudiante y no del Gobierno más grande del país, que tiene la capacidad de financiar excelentes asesores jurídicos. Únicamente las normas abstractas se derogan o abrogan, debido a su vigencia permanente. Los actos administrativos (decisiones concretas) —como son las designaciones—, en cambio, dejan de tener vigencia en el momento en que se ejecutan, en el caso de los vocales, al momento de asumir el cargo mediante la posesión. En caso de que se pretenda destituir, corresponde otro acto administrativo: el de destitución. Por eso, en cargos subalternos existe el memorando de nombramiento y el de despido. Por lo mismo, no puede un decreto presidencial destituir a alguien mediante el mecanismo de la abrogación del decreto de designación, porque este ya no se encuentra en vigencia. Eso sería como pretender matar algo ya muerto. En ese entendido, tiene lógica el discurso de la doble designación de vocal electoral por el Presidente para el TSE, ya que la vocal Chuquimia, designada en 2021, en realidad nunca fue destituida.

Por último, la vocal sustituida podría impugnar administrativamente, y solicitar tutela jurisdiccional de su derecho a continuar en el cargo. Si bien es posible que los tribunales ordinarios y el Constitucional, todos hoy políticamente cooptados, podrían no ayudarle y, por el contrario, posiblemente más bien respaldarían las decisiones del Presidente, difícilmente podrían cooptar a los sistemas internacionales de los derechos humanos, por lo que, al final, si bien por los tiempos que tardan los fallos no lograría una restitución en el cargo, obtendría una muy buena indemnización. En su caso, los responsables, como el Presidente y sus asesores, serían sujetos de acciones de repetición para reponer todo el dinero que el Estado boliviano pague para indemnizar. Esto no sólo sería bueno para la afectada, sino también para la independencia del Órgano Electoral: dejaría claro que el Presidente no puede destituir vocales electorales.

(*)Carlos Bellott es constitucionalista

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Elecciones 2025: entre crisis económica y malestar social

El experto en comunicación política, Manuel Mercado, analiza la situación actual de la disputa política en Bolivia.

/ 25 de enero de 2025 / 18:40

Las tan anticipadas elecciones presidenciales de 2025 en Bolivia finalmente se acercan. Nuevamente los actores afilan sus discursos y se preparan, una vez más, para la madre de todas las batallas. Esta vez el panorama luce, en general, desmejorado: la crisis económica, la falta de combustible y de dólares han pasado factura. La ciudadanía está cansada de los discursos de los políticos que no les ayuda a llegar a fin de mes; peor aún si hablan para amenazar con paros y bloqueos.

A medida que se acercan los plazos críticos, como el registro de alianzas en febrero y la contienda electoral en agosto, el panorama político refleja tensiones entre actores tradicionales y emergentes, así como un creciente malestar social. Este proceso electoral no solo marcará el futuro inmediato del país, sino que también podría redefinir las bases del sistema político boliviano.

La relevancia de estos comicios radica en lo que está en juego: si el país podrá resolver las profundas divisiones políticas, sociales, regionales y raciales que existen desde la colonia o si permanecerá hundido en sus contradicciones. Además, en un contexto global de cambios geopolíticos y económicos, Bolivia enfrenta el reto de encontrar un liderazgo que conecte con las demandas sociales y reinterprete los logros del pasado en función de las necesidades presentes.

Para entender este complejo escenario, conversamos con Manuel Mercado, experto en comunicación política y analista del campo político boliviano. Mercado aporta una visión crítica y profunda sobre el presente y el futuro del país, destacando las dinámicas del descontento social, el rol de las fuerzas tradicionales y la emergencia de corrientes antisistémicas.

El presente y su relación con las elecciones de 2019 y 2020

Según Manuel Mercado, “el 2025 nos encuentra en una situación similar a la de 2019, pero con una diferencia crucial: ahora la población no solo está cansada de Evo Morales, sino también profundamente decepcionada con el Movimiento al Socialismo (MAS) y otros liderazgos tradicionales”. Esta afirmación subraya un desencanto generalizado con el sistema político en su conjunto.

En 2019, el MAS enfrentó una crisis de legitimidad provocada por la repostulación de Evo Morales, ignorando los resultados del referéndum del 21F de 2016. Este hecho generó un malestar que culminó en una convulsión social tras las elecciones presidenciales de ese año. La renuncia de Morales, seguida por un gobierno interino liderado por Jeanine Áñez, exacerbó las tensiones y dejó al país profundamente dividido.

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Crisis y malestar en Bolivia

Crisis y malestar en Bolivia

En contraste, las elecciones de 2020 representaron una oportunidad para el MAS de recuperar el poder con Luis Arce como candidato presidencial. Con un 55% de los votos, el partido logró consolidarse nuevamente, aunque esta victoria fue interpretada más como un rechazo al gobierno interino que como un apoyo entusiasta a su plataforma. “Fue una recuperación coyuntural, no una renovación del proyecto político”, señala Mercado. Este triunfo no resolvió las fracturas internas del MAS ni su desconexión con sectores urbanos y periurbanos.

Al presente, se evidencia que las condiciones de 2019 y 2020 han evolucionado hacia un mayor desgaste de los actores tradicionales. La pugna interna en el MAS entre las facciones lideradas por Arce y Morales, sumada a la incapacidad de la oposición para articular un proyecto inclusivo, refuerza el desencanto ciudadano. En palabras de Mercado, “la población se encuentra ahora sin un refugio claro, ni en el MAS ni en los bloques conservadores, lo que abre el espacio para alternativas emergentes”.

El largo impacto de las elecciones de 2020

El año 2020 fue un punto de inflexión crítico en la política boliviana, marcando tanto el colapso de un modelo interino como la reconfiguración de las fuerzas políticas tradicionales. Según Manuel Mercado, “el gobierno de Jeanine Áñez fracasó estrepitosamente en todos los frentes: corrupción, respeto a la democracia y gestión pública”. Este periodo estuvo caracterizado por escándalos como la compra irregular de respiradores y una creciente desconfianza ciudadana hacia la administración transitoria.

La incapacidad del gobierno interino para cumplir sus promesas de transición democrática y eficiencia administrativa dejó un legado de descontento que impactó directamente en las elecciones generales de 2020. En estas, el MAS logró recuperar el poder con una sólida mayoría, capitalizando el rechazo al gobierno de Áñez. Sin embargo, como señala Mercado, “este retorno fue más una reacción frente a la decepción con el interinato que un respaldo renovado al proyecto político del MAS”.

El resultado de 2020 también expuso las fracturas internas del MAS y su creciente desconexión con sectores clave como las clases medias urbanas y periurbanas. A pesar de ganar la presidencia, la administración de Luis Arce no ha logrado cohesionar al partido ni articular una visión renovada que responda a las demandas sociales contemporáneas. “El MAS sigue atrapado en disputas internas, lo que refuerza la percepción de que no ha aprendido de las crisis previas”, afirma Mercado.

Por otro lado, la oposición tradicional también sufrió un revés significativo en 2020, al no lograr presentar una alternativa al oficialismo desde el ejercicio del poder. Figuras clave como Luis Fernando Camacho y Carlos Mesa quedaron marcadas por su participación o respaldo al gobierno interino, lo que limitó su capacidad de conectar con el electorado. En palabras de Mercado, “el fracaso del gobierno de Áñez debería ser un recordatorio constante de los errores de la oposición, aunque muchos hoy prefieran ignorarlo”.

En la actualidad, los efectos de 2020 aún resuenan en el escenario político boliviano. La combinación de un MAS desgastado y una oposición fragmentada ha dejado un vacío que, según Mercado, “abre la puerta a la emergencia de liderazgos antisistémicos o alternativas que trasciendan los esquemas tradicionales”. Este contexto plantea un desafío significativo para todos los actores políticos de cara a las elecciones de 2025.

Trayectorias de los actores políticos tradicionales

En el panorama político boliviano actual, las trayectorias de los actores políticos tradicionales están marcadas por el desgaste y la falta de renovación, una situación que Manuel Mercado califica como “un problema estructural que afecta tanto al MAS como a la oposición conservadora”. Según Mercado, “el MAS no ha podido salir del ensimismamiento que lo caracteriza desde 2016, cuando comenzó a alejarse de las clases medias urbanas y periurbanas, sectores clave en sus victorias pasadas”. Este alejamiento ha sido agravado por la pugna interna fratricida, que no solo debilita al partido, sino que también refuerza la percepción de desconexión con las demandas ciudadanas.

Por su parte, la oposición conservadora tampoco ha logrado consolidarse como una alternativa viable. Figuras como Carlos Mesa, Samuel Doria Medina y Luis Fernando Camacho han mantenido un discurso centrado en el antimasismo, sin ofrecer propuestas concretas que respondan a las necesidades actuales del país. “La oposición está atrapada en una lógica de rechazo al MAS, pero carece de una visión de país que movilice a la ciudadanía más allá de sus bases tradicionales”, precisa Mercado.

Un aspecto relevante que destaca Mercado es la falta de renovación generacional en ambos bloques políticos. “Tanto el MAS como la oposición conservadora están dominados por liderazgos que datan de las décadas de 1990 y 2000, lo que genera un divorcio con una generación de jóvenes que han crecido en una Bolivia diferente, marcada por la tecnología, la globalización y nuevos valores sociales”. Esta desconexión, según el analista, representa un obstáculo significativo para la legitimidad de los actores tradicionales.

Mercado señala que “el espacio político está cada vez más abierto a figuras que desafíen el status quo, ya sea desde una postura radicalmente antisistémica como Chi Hyun Chung o desde propuestas más moderadas pero disruptivas como las que podría representar Manfred Reyes Villa”.

En este contexto, el reto para los actores tradicionales es doble: renovarse y conectar con las demandas de una sociedad en transformación, o enfrentarse a un creciente rechazo que podría traducirse en su irrelevancia política. “El sistema político boliviano está en una encrucijada: o se reinventa, o será desplazado por fuerzas nuevas que canalicen el descontento ciudadano”, concluye Mercado.

Malestar y emergencias antisistémicas

El descontento ciudadano en Bolivia se ha convertido en una fuerza transformadora en el panorama político, abriendo espacio para el surgimiento de liderazgos antisistémicos que desafían a los actores tradicionales. Según Manuel Mercado, “el crecimiento del descontento no es homogéneo, pero sí significativo, y refleja una frustración acumulada con los partidos tradicionales que han dominado la política en las últimas décadas”. Este descontento es alimentado por una combinación de factores, como la corrupción, el estancamiento económico y la incapacidad de los líderes actuales para responder a las necesidades de una sociedad cambiante.

Entre las figuras emergentes que capitalizan este descontento destaca Chi Hyun Chung, quien busca consolidarse como un símbolo del rechazo al sistema político establecido. “Chi representa una mezcla de indignación antisistémica y una retórica que conecta con sectores desencantados tanto del MAS como de la oposición conservadora”, explica Mercado. Su discurso radical y directo resuena especialmente entre los jóvenes, quienes buscan una alternativa fuera de los esquemas tradicionales. Sin embargo, Mercado advierte que “el apoyo a Chi no necesariamente implica una aprobación total de sus propuestas, sino más bien una expresión de frustración y deseo de cambio”.

Otra figura que ha ganado relevancia en este contexto es Manfred Reyes Villa, quien adopta un enfoque más moderado, pero igualmente crítico del sistema actual. A diferencia de Chi, Reyes Villa busca posicionarse como una opción capaz de tender puentes entre los diferentes sectores del país. Según Mercado, “Manfred representa una alternativa para quienes desean un cambio sin renunciar a la estabilidad, lo que lo convierte en un actor clave en el escenario político actual”.

El surgimiento de estas figuras pone de manifiesto una tendencia global hacia el rechazo de las élites políticas tradicionales. “Bolivia no es una excepción en este fenómeno; el descontento es un reflejo de una crisis más amplia de representación política que afecta a muchos países”, señala Mercado. Este contexto plantea interrogantes sobre la capacidad del sistema político boliviano para adaptarse a estas nuevas dinámicas y canalizar el descontento de manera constructiva.

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Desafíos por todas partes

En última instancia, el desafío para las corrientes antisistémicas será demostrar que pueden trascender el papel de oposición y articular propuestas concretas que respondan a las necesidades de la ciudadanía. Como concluye Mercado, “el descontento es un motor poderoso, pero para generar un cambio real, debe transformarse en una visión política que inspire confianza y movilice a la sociedad hacia un futuro compartido”.

Avanzando hacia las elecciones, Mercado identifica tres retos clave para el sistema político boliviano: garantizar elecciones libres y transparentes, promover una renovación generacional y generar alternativas políticas que conecten con las demandas sociales. “El sistema político actual está actuando como un tapón ante una sociedad que clama por renovación”, afirma.

En última instancia, la renovación podría venir de la sociedad misma, con expresiones antisistémicas o nuevas presiones sobre el sistema político. “El proceso de cambio no empieza ni termina con el MAS. Es un hecho social e histórico que trasciende a los partidos y requiere de una respuesta a la altura de los retos actuales”, concluye Mercado.

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Panamá, Groenlandia y la ‘geopolítica de los accesos’

Los pasos clave en las rutas del comercio ganan importancia como elementos asociados a la seguridad nacional de las grandes potencias, mientras el cambio climático habilita nuevas rutas en el Polo Norte.

/ 25 de enero de 2025 / 18:24

Cosas de la geopolítica actual. En noviembre de 2024, en el marco de la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés), la presidenta de Perú, Dina Boluarte, y el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, inauguraron el megapuerto de Chancay, una inversión de la firma estatal China Ocean Shipping Company, conocida como COSCO, de más de 3.400 millones de dólares. El puerto cuenta con 15 muelles operativos con capacidad de recibir buques Post Panamax -barcos modernos tan colosales que superaban las limitaciones de tamaño del canal de Panamá original- en solo 25 días de navegación desde China.

La inauguración del puerto generó reacciones en las burocracias de Washington, no tanto en la Secretaría de Comercio o el Departamento del Estado, sino más bien en el Pentágono y en el Consejo de Seguridad Nacional. En tiempos de hipótesis de conflictos entre Estados Unidos y China, la percepción imperante es que la infraestructura física crea oportunidades que los militares chinos pueden explotar ante un eventual conflicto con Occidente, más aún en el contexto de que Beijing, desde el punto de vista militar, está dejando de ser solo un poder continental para pasar a ser un poder naval.

Geopolítica, otra vez

Como sostiene Saul B. Cohen, la geopolítica surgió como ciencia para determinar el papel fundamental de la geografía en la configuración de la política mundial. Dicha configuración está en plena mutación dado el desplazamiento espacial de los equilibrios de poder desde la segunda década del siglo XXI. Así, en el actual momento de belicosidad entre grandes potencias y de fragmentación geoeconómica, queda cada vez más evidente cómo el comercio internacional, la logística marítima y el poderío militar marítimo están entrelazados: geoeconomía y geopolítica.

“La geopolítica ha regresado”: con ese título, el prestigioso internacionalista Walter Russell Mead escribió un artículo en 2014 en el que alertaba -tras la anexión de Crimea por parte de Rusia- sobre el regreso de una dinámica en la política internacional que parecía haber desaparecido en el orden de la Posguerra Fría. Rusia ocupaba una región clave para el paso entre el mar de Azov y el mar Negro. La realidad, una década después, le dio la razón. La “geopolítica” está en todas partes, en boca de académicos, políticos y empresarios. Hasta organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) incluyen la geopolítica en sus informes y reportes.

Geopolítica hasta en la sopa

En la actualidad se habla de “geopolítica del comercio”, “geopolítica de los alimentos”, “geopolítica de la transición energética”, “geopolítica de las cadenas de suministro”, “geopolítica y tecnología”… Se trata claramente de un término vago que en general sirve para referirse a los impactos de los crecientes conflictos internacionales. Julio Burdman y Lester Cabrera sostienen que el campo de conocimiento geopolítico y geográfico-político sufre problemas de “estiramiento conceptual”. Existe una excesiva amplitud en el uso y la comprensión de lo que se entiende por geopolítica, y somos conscientes de ello al escribir estas líneas.

En un mundo donde primaban las fuerzas centrípetas y la cooperación internacional –tras el fin de la Guerra Fría-, los puntos de estrangulamiento (chokepoints) de la navegación internacional, así como los principales puertos comerciales, eran visualizados desde la búsqueda de la globalización y la eficiencia. El canal de Suez, el estrecho de Ormuz, el canal de Panamá, el estrecho de Malaca y el estrecho de Dinamarca -por mencionar solo algunos ejemplos- funcionaban como las grandes rutas de la conectividad marítima en el marco del offshoring (deslocalización), el outsorcing (tercerización) y la proliferación de las cadenas globales de valor. Un sistema internacional “basado en reglas” garantizada la libre navegación de los mares por buques y bienes (e insumos), sin importar el pabellón y el “made in” inscripto en ellos. Era la utopía de la aldea global.

Sin embargo, en un mundo donde priman las fuerzas centrífugas y la conflictividad internacional entre potencias –el denominado interregno–, los chokepoints pasaron a ser percibidos por los grandes centros de poder como elementos claves de la seguridad nacional.

El cambio

La interrupción de las cadenas de suministro por la pandemia de covid-19 y por la guerra entre Rusia y Ucrania implicó que las elites políticas globales dejaran de pensar en los beneficios del just-in-time para imaginar las amenazas del just-in-case (por si acaso) en el marco de la fragmentación del comercio global y la búsqueda de cadenas cortas y regionales de valor (friendshoring/nearshoring). A este escenario se suma el cambio climático, que genera más incertidumbre.

En 2024 hubo, simultáneamente, grandes demoras en el canal de Panamá por la extrema sequía e interrupciones en el canal de Suez por el ataque de los rebeldes hutíes a barcos comerciales. Esta situación obligó a buscar rutas alternativas para la navegación comercial de contenedores a través del estrecho de Magallanes (Chile) y el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica), lo que evidencia una revalorización estratégica de estos accesos alternativos dado los tiempos de sucesivos shocks.

En este contexto global cobra importancia la denominada “geopolítica de los accesos”. Esta refiere al control (directo e indirecto) sobre los accesos marítimos (o fluviales) estratégicos desde el punto de vista geoeconómico (flujos de bienes y suministros críticos) y geopolítico (ventajas militares frente a diversas hipótesis de conflicto). Los principales movimientos parecen ocurrir en el Indo-Pacífico. En los últimos años, China viene desarrollando, junto con Tailandia y Malasia, ejercicios militares en el estrecho de Malaca. En 2024, Estados Unidos, el Reino Unido y Australia lanzaron, en el marco de la alianza AUKUS, el primer ejercicio militar a gran escala en la Bahía de Jervis, Australia.

Panamá, Groenlandia y más allá

En un orden internacional anémico en términos de respeto de las normas, todo se justifica por razones del interés y de seguridad nacional: las llamadas preocupaciones de seguridad están por encima de todo. Por lo tanto, no hay que entender la geopolítica de los accesos a través de la lente del mundo de hiperglobalización en que solíamos vivir, sino de la de una globalización de riesgos, marcada -según Branco Milanović- por la constitución de regionalismos parcelados.

Groenlandia es la segunda isla más grande del mundo. Está en una posición privilegiada para la navegación en el círculo polar ártico y en pocos años podría convertirse en la ruta más corta entre Europa y Asia. Las rutas marítimas del noroeste y norte han cobrado importancia a medida que el Ártico se derrite. En 2023, el flujo de embarcaciones aumentó 37% respecto a la última década. Se prevé que la ruta transpolar quede abierta en una década. Esa vía reduciría el tiempo de viaje entre Europa occidental y China en 14 días, en comparación con la vía actual que pasa por el canal de Suez. Por su parte, se calcula que cada año pasa por las esclusas del canal de Panamá 5% del comercio mundial. La principal ruta comercial a la que da servicio el canal es la de las mercancías procedentes o con destino a la costa Este de Estados Unidos y Asia. Algunas de las principales materias primas que transitan son metales, minerales, petróleo, combustibles, cereales y productos químicos. Estados Unidos sigue siendo, por un amplio margen, el principal usuario del canal como país de origen de las mercancías (40% de los contenedores) y le siguen China y Japón con 21% y 14%, respectivamente.

La movida de Trump

“Los necesitamos [Groenlandia y Panamá] por nuestra seguridad económica”, dijo Donald Trump refiriéndose a estas dos geografías del hemisferio occidental, coqueteando con la posibilidad de usar la fuerza militar para lograr controlarlas. Es el mismo argumento que Vladímir Putin ha utilizado para invadir Ucrania o que Xi Jinping puede utilizar para invadir Taiwán y pasar a controlar sus fábricas de semiconductores. Pero como sostiene Stephen Walt, el bully que Trump intenta hacerle a todo el mundo difícilmente funcione y será costoso para el país.

Con Trump siempre hay que distinguir el fondo y las formas, en el marco del ya conocido poder de negociación propio de la diplomacia transaccional. El despliegue de influencia de Washington sobre las adyacencias del círculo polar ártico y por el canal bioceánico fue muy fuerte bajo el gobierno de Joe Biden. Para poner un ejemplo, a fines de 2021 Estados Unidos y Noruega firmaron el Acuerdo Complementario de Cooperación en Defensa (SDCA, por sus siglas en inglés), que le da a Estados Unidos un acceso irrestricto a cuatro bases militares, incluida la Estación Naval Ramsund situada a unos 2.000 km de Groenlandia, un acuerdo que fue ampliado en febrero de 2024. Desde 2023, los thinks tanks de Washington observan las posibles implicancias estratégicas del avance de los independentistas en Groenlandia en las elecciones de abril de 2025 y las discusiones sobre la independencia en la isla.

En relación con Panamá, no es nueva la preocupación de Estados Unidos por el hecho de que dos puertos situados en los extremos del canal sean operados por la firma Hutchison Ports PPC, una división de CK Hutchison Holdings, empresa con sede en Hong Kong. En marzo de 2024, Laura J. Richardson, entonces jefa del Comando Sur, señaló ante el Congreso que las inversiones chinas en infraestructura sirven como “puntos de futuro acceso multidominio” para el ejército chino, refiriéndose puntualmente al canal.

Áreas de interés para la geopolítica

Entonces, el intento de Estados Unidos de ejercer mayor influencia en dos puntos neurálgicos de la geopolítica de los accesos hemisférica no es nuevo. Lo que puede cambiar con el nuevo presidente es la táctica y, de seguro, las formas. Una de las hipótesis del analista Gideon Richman en el Financial Times en relación con la configuración del poder global bajo el segundo mandato de Trump refiere a una negociación con Rusia y China por zonas de influencia regionales, en la que Washington tendría un renovado interés por controlar su área contigua (“América para los americanos” según la Doctrina Monroe) alivianando y relajando las presiones y la injerencia en otras geografías. ¿Llegará a materializarse? Solo el tiempo lo dirá.

En relación con las formas, Trump siempre expande los límites de la imaginación con sus planteos maximalistas. Pone sobre la mesa una propuesta tan exagerada que cualquier cosa algo menos absurda parece razonable. Eso ya lo vimos en su primer mandato. El cambio ahora está en lo que Ian Bremmer denomina “rule of don” [regla del don].

Renegociando el mundo

La percepción de Trump y su círculo es que ahora es el momento de presionar, dada la debilidad relativa de aliados y enemigos. Europa está económicamente estancada y políticamente dividida. Justin Trudeau anunció su salida en Canadá. Rusia está desbordada. La economía china coquetea con la deflación y es más vulnerable a las presiones. Oriente Medio está fragmentado. No es sorprendente que Trump piense que ahora es el momento para que Washington imponga la máxima presión a cualquiera que no esté dispuesto a darle lo que quiere.

Seguramente, el nuevo presidente no va redefinir las fronteras nacionales ni a mandar marines a Panamá, pero ya sentó las bases desde las que parte la negociación futura con el primer ministro groenlandés Múte Egede, la primera ministra danesa Mette Frederiksen y el presidente panameño José Mulino.

¿Y el el Atlántico Sur?

En el contexto de la geopolítica de los accesos y la fuerte presión de Trump para “recuperar el control” sobre geografías hemisféricas claves, es de esperarse que la influencia sobre la región más austral del hemisferio, donde se encuentran accesos con un renovado valor estratégico, como el estrecho de Magallanes y enclaves próximos a la Antártida (Ushuaia, Punta Arena), se intensifique. Cabe recordar que en los últimos años existieron fuerte presiones de Washington para que el gobierno de la provincia argentina de Tierra del Fuego desestimara el preacuerdo con la empresa china Shaanxi Coal and Chemical Industry para la producción de fertilizantes y la construcción de un puerto en Ushuaia.

¿Va a permitir Estados Unidos que una empresa china construya y opere un puerto en la gran puerta de entrada al continente blanco? Para el Pentágono, Ushuaia importa más que el mencionado megapuerto peruano de Chancay. El viaje del presidente Javier Milei junto con el embajador de Estados Unidos y la generala Laura Richardson a Ushuaia, en abril de 2024, donde se está construyendo muy lentamente la Base Naval Integrada, tuvo un simbolismo muy grande en relación con una futura cooperación militar, en el marco de un claro alineamiento geopolítico entre Buenos Aires y Washington, ahora reforzado por la sintonía política entre Milei y Trump.

Al Sur del Sur

Siete países mantienen un reclamo territorial sobre la Antártida: Argentina, Australia, Francia, Nueva Zelanda, Noruega, el Reino Unido y Chile. A principios de enero de 2025, el presidente chileno Gabriel Boric viajó al Polo Sur en una operación llamada Estrella Polar III con fines ambientales y científicos -de acuerdo con el comunicado oficial- que llegó a la base Amundsen-Scott, operada por Estados Unidos. Es la primera vez que un presidente chileno y latinoamericano visita el Polo Sur.

La geopolítica de los accesos no es futurismo. Es parte de la presente realidad global.

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Reyes Villa y la política de los programas

El alcalde cochabambino se lanza con un enfoque pragmático en busca de unidad, escucha activa y resultados tangibles.

/ 25 de enero de 2025 / 18:09

“La política ha dejado de ser una política de ideales para convertirse en una política de programas.” Con esta reflexión, Enrique Tierno Galván no solo describió una era, sino una transformación profunda que ha tocado las fibras más sensibles de la política moderna. Bolivia, al igual que muchos países, se encuentra en un punto de inflexión, donde los ideales, en su forma pura, parecen haberse desvanecido, y los programas, esas propuestas más tangibles, han tomado el control. Pero en esta transición, ha emergido una figura capaz de reconfigurar la política boliviana desde una perspectiva única, donde lo ideal y lo práctico se fusionan para construir un futuro más prometedor: Manfred Reyes Villa.

En este país fragmentado por décadas de divisiones, promesas incumplidas y un escenario político tan volátil como impredecible, un nuevo tipo de liderazgo se requiere. Ya no basta con los grandes discursos ni las promesas grandiosas. Bolivia necesita alguien que pueda, finalmente, traducir esas ideas en proyectos que transformen la vida cotidiana de los ciudadanos. Manfred Reyes Villa, con su carácter sólido, su experiencia y su enfoque pragmático, parece ser esa figura capaz de liderar el cambio desde una perspectiva que fusiona ideales y acción.

Un líder que escucha

Muchos líderes políticos en Bolivia, y en general en América Latina, han caído en la trampa de la polarización, buscando la aprobación solo de aquellos que piensan como ellos, y despreciando a los sectores contrarios. Sin embargo, Reyes Villa ha demostrado ser un político de mirada amplia. La política no se trata únicamente de imponer ideas, sino de escuchar, de comprender las preocupaciones de todos, independientemente de su origen, ideología o clase social. Esta capacidad de escuchar lo ha puesto en una posición privilegiada para construir un futuro común para un país dividido.

En su carrera política, ha dejado claro que entiende la importancia de incluir a todos los sectores, de tender puentes entre lo que parecen ser diferencias insuperables. Su habilidad para lograr consenso en un país de tan marcada polarización es precisamente lo que lo hace un líder diferente. No se trata de forjar coaliciones de conveniencia, sino de crear un espacio donde todos los actores políticos y sociales puedan encontrar un terreno común sobre el que edificar el país del futuro.

Transformando la política: de los ideales en programas concretos

Si algo caracteriza a Manfred Reyes Villa es que no se conforma con la política de promesas vacías. En una nación donde los ideales de cambio han sido prostituidos por intereses personales y partidistas, Reyes Villa se presenta como el político que ha logrado traducir sus ideales en propuestas prácticas y tangibles. En su paso por la Alcaldía de Cochabamba, demostró que la política debe ser un reflejo directo de las necesidades del pueblo. La ciudad de Cochabamba, bajo su gestión, experimentó transformaciones visibles: una mejor infraestructura, avances en el transporte urbano, programas de empleo y la mejora de los servicios básicos.

No se trató de discursos sobre la perfección del sistema ni de promesas inalcanzables, sino de programas efectivos, con plazos establecidos y con una clara orientación a resolver problemas reales. Ese es el tipo de política que Manfred Reyes Villa ha llevado en su alma: la política de los programas, la que no se detiene en lo abstracto, sino que se concreta en el día a día de las personas.

El liderazgo que reconstruye la confianza

La política boliviana ha sido históricamente un campo fértil para el desencanto. Los ciudadanos han perdido la confianza en sus representantes debido a la corrupción, la falta de transparencia y el incumplimiento de las promesas. Sin embargo, Reyes Villa es una excepción en este panorama sombrío. Su liderazgo está basado en la credibilidad, en el entendimiento profundo de lo que se necesita para restaurar la confianza entre los ciudadanos y el Estado.

Es esta misma capacidad de generar confianza la que ha sido clave para su ascenso político. En su rol como líder, no ha buscado protagonismo vacío, sino resultados. Esto se traduce en un enfoque que busca sanar las heridas históricas de Bolivia y ofrecer una visión de futuro donde todos, sin importar su condición o ideología, puedan encontrar su lugar. Su trayectoria en Cochabamba demuestra que no hay contradicción entre ser pragmático y ser idealista, entre ser efectivo y ser justo.

Una visión política de país que inspira unidad

A medida que el país avanza hacia nuevas elecciones, la visión de Manfred Reyes Villa se proyecta como una alternativa clara a la política de la polarización y la división. Mientras algunos candidatos siguen atrapados en el juego de las confrontaciones, él ha optado por un enfoque diferente, donde la unidad y el desarrollo se convierten en los principales motores de su propuesta. En su visión, Bolivia no se define por sus diferencias, sino por sus posibilidades de construir un futuro mejor.

Es importante recordar que un líder no solo se mide por sus discursos, sino por la capacidad de cumplir lo que promete. Reyes Villa ha demostrado que sabe transformar la política en una herramienta de cambio real, al integrar la visión de un futuro mejor con las medidas necesarias para alcanzarlo. Bolivia necesita un político con la capacidad de unir, de construir sobre lo que une a la nación, en lugar de cavar más hondo las divisiones.

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Un futuro lleno de posibilidades

En un país donde los ideales se han visto empañados por la decepción y el desencanto, Manfred Reyes Villa emerge como una figura capaz de devolver la esperanza. Su liderazgo no se basa en la nostalgia de un pasado que no fue, ni en promesas vacías de un futuro irreal. Su propuesta está anclada en el presente, con una mirada hacia adelante, capaz de implementar programas que no solo resuelvan los problemas inmediatos, sino que construyan las bases de una sociedad más justa, equitativa y próspera.

La política de Reyes Villa es la de la acción, pero también la de la reflexión. La política de los ideales traducidos en programas que afectan positivamente la vida de la gente. Un futuro donde la política no sea solo un campo de lucha de intereses, sino un espacio de consenso, de acuerdos y, sobre todo, de resultados.

El desafío de Bolivia no es solo encontrar un líder capaz de dar un giro a la política; el verdadero reto es elegir a alguien que no solo se base en promesas, sino que realmente tenga la capacidad de transformar esas promesas en realidades. Reyes Villa tiene la oportunidad de llevar a Bolivia por el camino de la esperanza y el progreso, y con su visión y capacidad de ejecución, puede ser la llave para desbloquear un futuro mejor para todos.

*Segio J. Pérez Paredes es historiador

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Gracias Trump por hacer grande a China

El segundo mandato de Donald Trump puede no ser del todo malo para todos los países, incluida y especialmente, China.

Por Wang Wen

/ 25 de enero de 2025 / 17:56

El primer mandato de Trump hizo al menos tres contribuciones notables al ascenso de China. En primer lugar, su presidencia destruyó la imagen de Estados Unidos como modelo de democracia para muchos chinos, revelando un caos político y profundas divisiones sociales. Durante décadas, algunos chinos idealizaron a Estados Unidos como un “país hermoso” (la traducción literal del nombre chino para Estados Unidos). Sin embargo, las acciones de Trump brindaron lo que algunos describen como una “lección política”, que reformuló las percepciones y fomentó una mayor apreciación de la estabilidad y la gobernanza de China.

En segundo lugar, Trump ayudó a acelerar el avance de China hacia la independencia tecnológica. Hace más de 20 años, el gobierno chino comenzó a promover la innovación en ciencia y tecnología, aunque muchos creían que no existían fronteras en ese campo.

No fue hasta que en 2018 se produjo el arresto de la directora financiera de Huawei, Meng Wanzhou, y la represión contra las empresas tecnológicas chinas que el país se comprometió plenamente con la innovación. En 2024, China había logrado avances significativos en materia de independencia tecnológica, incluidos avances en la fabricación de semiconductores. Este cambio se vio subrayado por las exportaciones récord de chips en 2024, que superaron los 159.000 millones de dólares, duplicando las cifras de 2018.

Consecuencias de las medidas de Trump

En tercer lugar, los aranceles y las restricciones comerciales de Trump empujaron a China a fortalecer sus vínculos con el mundo no occidental. A través de iniciativas como la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, China profundizó sus relaciones con las naciones del Sur Global. Entre 2018 y 2024, el comercio con estas naciones creció más del 40%, mientras que la dependencia de China de Estados Unidos para el comercio cayó del 17% al 11%.

La guerra comercial de Trump con China ha impulsado una rápida reestructuración del comercio global, llevando a más chinos a reconocer que el mundo es mucho más grande que Estados Unidos.

En retrospectiva, la experiencia combinada del primer mandato de Trump y las políticas de Biden para contener a China durante ocho años han fortalecido al país en el mediano plazo.

Desde una perspectiva a largo plazo, China ha obtenido una ventaja psicológica estratégica al lidiar con Trump 2.0.

Segundo mandato

Los medios de comunicación y los centros de estudios chinos han reaccionado a la posibilidad del regreso de Trump con relativa calma, en comparación con la creciente ansiedad en Europa y Canadá. Pekín parece confiado, después de haber superado ya guerras comerciales y bloqueos tecnológicos durante el primer mandato de Trump.

China no provocará activamente a Trump 2.0, pero si persisten políticas estadounidenses agresivas como guerras comerciales o restricciones tecnológicas, China responderá con contramedidas calculadas y, en última instancia, se volverá aún más fuerte.

El 7 de enero de 2025, tanto China como Estados Unidos sufrieron desastres naturales. Un terremoto de magnitud 6,8 sacudió el condado de Dingri, en el Tíbet, mientras que un gran incendio forestal estalló en Los Ángeles.

En el Tíbet, las autoridades chinas pasaron rápidamente de la respuesta de emergencia a la recuperación, reubicando a 50.000 residentes en un día. Mientras tanto, el incendio forestal en Los Ángeles ardía durante más de 10 días, agravado por las luchas políticas internas y la mala gestión. Este marcado contraste pone de relieve las diferencias en materia de gobernanza y gestión de crisis entre las dos naciones.

Las dudas que genera Trump

La rápida respuesta de China al terremoto, que pasó con eficacia del rescate al reasentamiento, contrasta marcadamente con la prolongada crisis de Los Ángeles, donde los dirigentes políticos se echaron la culpa mutuamente mientras el incendio causaba daños que superaban los de los ataques del 11 de septiembre. Estas respuestas contrastantes subrayan las debilidades de la gestión de crisis y la gobernanza de Estados Unidos.

Mientras que gran parte del mundo no occidental sigue relativamente tranquilo, el neofascismo al estilo Trump está provocando pánico al otro lado del Atlántico, particularmente en Europa y Canadá. Ahora surgen preguntas en los niveles más altos de la diplomacia internacional: ¿Dinamarca perderá Groenlandia? ¿La OTAN perderá el apoyo militar de Estados Unidos? ¿Canadá se convertirá en el estado número 51? Estas nociones, que otrora eran disparatadas, ahora se discuten abiertamente.

Para muchos en China, es poco probable que el impacto global de Trump 2.0 supere al de Trump 1.0. Si los Estados Unidos de Trump 1.0 eran como un niño travieso que causaba problemas globales, los de Trump 2.0 pueden parecerse a una paciente menopáusica, incapaz de influir mucho más allá de sus aliados anteriores en Estados Unidos.

Dilemas

De hecho, en 2025, muchos en los países no occidentales creen que Trump 2.0 se centrará principalmente en los asuntos internos, y ocasionalmente provocará problemas entre los aliados occidentales. Los observadores no occidentales saben muy bien que Trump 2.0 no pondrá fin al conflicto entre Rusia y Ucrania en un día, no resolverá la disputa entre Palestina e Israel en un futuro cercano, no impedirá el crecimiento comercial a largo plazo de China con aranceles del 60%, ni frenará, ni puede frenar, el continuo ascenso de China.

Es probable que Trump 2.0 siga retirándose de los acuerdos internacionales, incluidos los acuerdos climáticos y la OMC. ¿El resultado? La desintegración gradual de la hegemonía global de Estados Unidos. Si esta tendencia continúa, Trump 2.0 podría empujar a Estados Unidos a la condición de potencia regional y abrazar el aislacionismo.

Independientemente del alcance del impacto de Trump –ya sea a través de guerras comerciales, conflictos tecnológicos o retiros de tratados–, China está bien preparada para lo peor. Como lo ha hecho en el pasado, China tiene la capacidad de convertir los desafíos en oportunidades.

En 2028 los chinos tendrán más confianza que nunca para decir: “gracias Trump”.

*Wang Wen es profesor y decano en la Universidad Renmin de China

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Ruta crítica a las elecciones presidenciales 2025

El politólogo y expresidente del Tribunal Supremo Electoral, José Luis Exeni, mapea el camino que recorrerá el país para llegar a la cita con las urnas el próximo agosto.

/ 18 de enero de 2025 / 21:33

El camino hacia las elecciones presidenciales de 2025 en Bolivia está cargado de innumerables desafíos y controversias; cuándo no. El proceso se da nuevamente en un escenario de polarización, agravado ahora por una crisis económica y desconfianza institucional. Además, la cita con las urnas tiene lugar en el año del Bicentenario, lo que añade un toque de drama histórico a la ocasión.

El resultado de estos comicios no solo definirá al próximo gobierno, sino que también pondrá a prueba la capacidad del sistema electoral y la madurez democrática de Bolivia para gestionar un proceso que ya muestra signos de tensión. Las dudas sobre cómo se desarrollarán los eventos está en el centro de la atención pública, con cada ciudadano afinando su pálpito.

Para profundizar en esta temática, Animal Político, de La Razón, conversó con José Luis Exeni. El politólogo, comunicador y expresidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), presenta una visión crítica y detallada de los principales hitos y desafíos de de este camino hacia el voto en el cual ya está el país.

Ruta crítica a las elecciones

Según Exeni, uno de los aspectos más relevantes de este ciclo electoral es la ausencia de elecciones primarias, lo que ha modificado la temporalidad del proceso. “La convocatoria oficial a elecciones está prevista para abril, pero previamente, en febrero, deben registrarse las alianzas. Esto es crucial porque definirá si la oposición logra articular una alianza amplia o si se presenta fragmentada”, señaló.

La eliminación de las primarias no solo reduce las tensiones anticipadas, sino que también permite una mayor flexibilidad en la conformación de alianzas. Sin embargo, también genera incertidumbre, ya que la definición de candidaturas se posterga hasta mediados de mayo, dejando un corto margen para la campaña electoral oficial. Este cambio, según Exeni, “no es menor, ya que altera la dinámica del proceso y podría influir en la forma en que los partidos se preparan y movilizan”.

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Elecciones presidenciales 2025

Elecciones presidenciales 2025

Entre los hitos clave del calendario electoral, destaca la delimitación de circunscripciones. Este trabajo técnico, a cargo del Tribunal Supremo Electoral (TSE), es fundamental para garantizar una representación equitativa. “El hecho de que la ley de escaños haya sido aprobada sin mayores conflictos es una buena señal. Aunque los cambios fueron mínimos, esta aprobación permite avanzar con el proceso sin grandes contratiempos”, indicó.

Otro hito importante es la inscripción de candidaturas, programada para el 13 de mayo. “Este momento definirá el panorama electoral, ya que sabremos qué alianzas se concretaron, quiénes serán los candidatos y cuáles serán las estrategias de las distintas fuerzas políticas”, mencionó Exeni. Este punto también será crucial para resolver la incertidumbre en torno a la candidatura del expresidente Evo Morales, cuya participación está condicionada por barreras legales y la oposición de facciones dentro de su propio partido.

La fecha de votación, establecida inicialmente para el 10 de agosto, pero que podría modificarse dentro de ese mes, marca el cierre de este ciclo. En caso de que ningún candidato alcance el porcentaje necesario para ganar en primera vuelta, se realizará una segunda vuelta el 12 de octubre. “Es fundamental que el proceso se desarrolle con normalidad y que se respeten los plazos establecidos, ya que cualquier retraso podría generar tensiones adicionales y poner en riesgo la credibilidad del sistema electoral”, advirtió.

A pesar de la claridad del calendario, existen factores de incertidumbre que podrían alterar el curso del proceso. Exeni mencionó específicamente las elecciones judiciales pendientes y los posibles conflictos en torno al referéndum intradepartamental sobre límites territoriales. “Aunque estos eventos no están directamente relacionados con las elecciones generales, su resolución o falta de ella podría tener un impacto significativo en el clima político del país”, afirmó.

El experto también destacó la importancia de proteger el principio de preclusión, que garantiza que las etapas del proceso electoral no sean revisadas o repetidas. “Vulnerar este principio, como ya ocurrió en las elecciones judiciales, sería abrir un boquete al sistema electoral y generaría un riesgo enorme para la estabilidad del país”, alertó.

Contexto de crisis múltiple

Exeni describió el contexto actual con tres palabras: crisis, polarización e incertidumbre. “Enfrentamos una crisis política e institucional severa, una crisis económica con signos claros de deterioro y una polarización social que se arrastra desde 2019”, mencionó.

La crisis política e institucional se manifiesta en una creciente desconfianza hacia las principales instituciones del país, llegando inclusive al Tribunal Supremo Electoral, que en anteriores procesos gozaba de mayor credibilidad. Según Exeni, esta desconfianza se ha extendido a otros organismos como el Tribunal Constitucional Plurinacional, el poder judicial en general y las fuerzas del orden, configurando un panorama precario. “Esta pérdida de confianza mina la legitimidad del sistema y dificulta la construcción de consensos para resolver los problemas estructurales”, afirmó.

En cuanto a la crisis económica, Exeni destacó que los indicadores actuales muestran un paisaje sombrío. “Hay señales claras de inflación, escasez de combustibles y un deterioro general en la percepción económica de la ciudadanía. Esto no solo afecta el ánimo del electorado, sino que también incide directamente en las preferencias políticas”, explicó. La incertidumbre sobre el manejo de la economía durante el próximo gobierno será un tema central en el debate electoral.

Por otro lado, la polarización, lejos de ser solo un enfrentamiento discursivo, tiene profundas raíces sociales y culturales. Exeni señaló que esta división se agudizó a partir de las crisis políticas de 2019 y 2020, y se ha mantenido latente, incluso en contextos no electorales. “La fractura social entre sectores urbanos y rurales, así como entre diferentes clases sociales, complica la posibilidad de alcanzar acuerdos amplios para fortalecer el sistema democrático”, mencionó.

El politólogo resaltó que la incertidumbre es el sentimiento predominante entre la ciudadanía. “Los estudios de opinión reflejan que la mayoría de los bolivianos sienten que el futuro del país es incierto. Esta percepción afecta no solo la confianza en el proceso electoral, sino también la participación ciudadana y el compromiso cívico”, aseveró.

Así las cosas, la gestión de la crisis será determinante para garantizar un proceso electoral pacífico y con resultados que sean aceptados por todos los actores políticos y sociales.

Fragmentación en las fuerzas políticas

El panorama político boliviano está profundamente marcado por la fragmentación, tanto en el oficialismo como en la oposición. José Luis Exeni explicó que esta división interna podría configurar un escenario electoral más competitivo, pero también más incierto. “El MAS está fracturado en dos facciones principales: una liderada por el presidente Luis Arce y otra por el expresidente Evo Morales. Esta división no solo afecta la dinámica interna del partido, sino que también tiene implicaciones directas en la gestión pública y en el propio proceso electoral”, señaló.

En el caso del MAS, la falta de cohesión interna es evidente. Mientras que el sector liderado por Arce controla el aparato estatal, el grupo de Morales cuenta con una base social sólida, aunque limitada por restricciones legales que podrían impedir su participación en las elecciones. “Esta disputa interna no se resolverá fácilmente, y lo más probable es que ambas facciones terminen presentando candidatos separados, debilitando así sus posibilidades de éxito”, observó Exeni.

Por otro lado, la oposición enfrenta sus propios desafíos de fragmentación. Aunque desde hace dos décadas se habla de la necesidad de unidad para enfrentar al MAS, los líderes opositores no han logrado articular un proyecto común. “Existen múltiples aspirantes a la presidencia, cada uno con agendas y enfoques distintos, pero sin una propuesta clara que capture la imaginación de la ciudadanía”, explicó.

Entre los actores de oposición, algunos buscan posicionarse como alternativas radicales, mientras que otros intentan ocupar un espacio de centro moderado. “Esta falta de cohesión y visión unificada no solo dificulta la tarea de competir contra el MAS, sino que también contribuye al desencanto de los votantes”, comentó Exeni.

Además, la fragmentación no es únicamente ideológica, sino también territorial. Las alianzas regionales y las plataformas departamentales suelen priorizar intereses locales por encima de una visión nacional, lo que complica aún más la posibilidad de consolidar un frente opositor sólido. “Este fenómeno no es nuevo, pero en el contexto actual, con una ciudadanía marcada por la incertidumbre y el descontento, podría ser aún más perjudicial para las fuerzas políticas”, agregó.

En este complejo escenario, Exeni enfatizó que “el reto principal no es solo ganar las elecciones, sino también ofrecer una visión de futuro que permita superar la crisis y reconstruir la confianza en las instituciones democráticas”.

Riesgos de judicializar el proceso

La judicialización del proceso electoral se ha convertido en un riesgo real en Bolivia. Este fenómeno, que implica el uso de instancias judiciales para influir o alterar el desarrollo de las elecciones, amenaza con desestabilizar el sistema democrático del país. “El antecedente de las elecciones judiciales, donde decisiones del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) vulneraron principios básicos como el de preclusión, es un ejemplo claro del peligro que enfrentamos”, señaló Exeni.

El principio de preclusión, que establece que cada etapa del proceso electoral es definitiva y no debe revisarse ni repetirse, es fundamental para garantizar la integridad del sistema. Sin embargo, su violación en procesos recientes ha abierto un “boquete” en la institucionalidad electoral. “Esto genera un terreno fértil para que actores políticos o judiciales busquen manipular los resultados o interferir en la competencia electoral, lo que socava la confianza ciudadana”, advirtió el expresidente del TSE.

El TCP, en particular, ha adquirido un rol polémico. “Se ha consolidado como un ‘suprapoder’ que actúa por encima de los demás órganos del Estado, emitiendo sentencias que no solo son cuestionables, sino que también tienen el potencial de alterar las reglas del juego en pleno desarrollo del proceso electoral”, explicó. Según Exeni, este comportamiento no solo pone en riesgo la imparcialidad del sistema, sino que también introduce una peligrosa inestabilidad jurídica y política.

Uno de los mayores temores es que decisiones judiciales futuras puedan deslegitimar candidaturas o incluso anular elecciones. “El riesgo de que se utilicen amparos constitucionales o sentencias ‘a medida’ para favorecer a ciertos actores es real y podría desencadenar una crisis aún mayor”, afirmó Exeni. Este escenario sería especialmente crítico en un contexto ya marcado por la polarización y la desconfianza institucional.

Para mitigar estos riesgos, Exeni resaltó la necesidad de fortalecer la autonomía del TSE y garantizar que sus decisiones sean definitivas e inapelables, como lo establece la normativa vigente. “El TSE debe ser blindado de cualquier interferencia externa, ya sea política o judicial, para preservar la integridad del proceso”, subrayó.

Además, señaló la necesidad de un pacto político entre los principales actores, incluyendo partidos, instituciones y el propio TCP, para comprometerse a respetar las reglas del juego y evitar el uso de mecanismos judiciales como herramientas de sabotaje electoral. “Solo con un acuerdo amplio y una vigilancia ciudadana activa podremos evitar que la judicialización se convierta en un obstáculo insalvable para la democracia boliviana”, concluyó.

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