Zavaleta es un clásico boliviano. Existe un montón de razones para adjetivarlo así. De un modo quizá algo técnico, digamos que su influencia en la cultura ha sido tan profunda que muchas personas de varias generaciones han estado interesadas en interpretar su obra de diversas maneras, inclusive una que revele lo que Zavaleta quiso hacer cuando escribió lo que escribió, que es una definición a la Quentin Skinner de la “historia intelectual”. O, para usar otra definición, la de Michael Foucault en La arqueología del saber, sobre la historia de las ideas y el pensamiento: porque resulta interesante y valioso –para un grupo, algunos individuos o in extremis una sola persona– investigar cuáles fueron las discontinuidades que Zavaleta provocó al introducir dentro del discurso boliviano ciertos enunciados singulares creados por él.
El fervor interpretativo que acabamos de postular como índice del clasicismo de un discurso se prueba por la nutrida bibliografía que existe sobre/contra Zavaleta. El editor de sus Obras completas, Mauricio Souza, señala con acierto que ”son pocos, muy pocos, los autores que en la historia de nuestra cultura han merecido –como él– tal sostenida atención y perseverancia exegética (devota u hostil, poco importa). Este interés por Zavaleta Mercado se distingue además porque ha provocado, con una frecuencia inusual para Bolivia, la real lectura de su obra”.
En parte, el fervor exegético que despierta Zavaleta se ha debido al conjunto de nociones que creó, tales como “abigarramiento”, “momento constitutivo”, “paradoja señorial”, “forma primordial”, “crisis como forma de conocimiento” y otras, que han sido adoptadas por las ciencias sociales bolivianas, aunque no siempre de forma consistente, como instrumentos propios para el análisis del país.
Una buena excavación histórica encontraría que ninguno de estos conceptos es completamente suyo, pero también que están marcados por su impronta, es decir, que son singulares en el sentido de Foucault. Esta singularidad los ha tornado fundamentales para la interpretación historicista de la formación social boliviana (es decir, para la interpretación de la trayectoria, de largo plazo, de esa síntesis estructural de determinaciones económicas, sociales y políticas que lleva el nombre de Bolivia).
Zavaleta no solo es clásico por lo mencionado, que, de forma más sencilla, podría anotarse como su influencia sobre los demás escritores del país. También lo es por algo menos fácil de cuantificar y clarificar: el efecto de sus dos libros fundamentales –El desarrollo de la conciencia nacional, de 1967 y Lo nacional-popular en Bolivia, póstumo, de 1986– sobre los lectores bolivianos en general.
A veces se cree, en el nivel de la recepción popular, y de oídas, que ambos son libros de “historia de Bolivia”. Estos malos entendidos son frecuentes con todo clásico. La irradiación de una obra –y, en el caso de Zavaleta, también de un puñado de conceptos– sobrepasa ampliamente los límites de la audiencia educada que está en condiciones de decodificarlos como parte de una tradición, de un “tema” o de una unidad discursiva preestablecida.
Existen otras clases de malos entendidos también. Por ejemplo, se confunden los usos de un autor clásico con este autor en sí mismo. Aquí hay que decir que los usos no académicos de Zavaleta han sido muy amplios: tras su obra se ha parapetado varios grupos políticos, últimamente algunos relacionados con el “proceso de cambio”. En algún momento incluso fue tratado como a un intelectual de Estado, como Marx en los países del “socialismo real”. En este aniversario de su fallecimiento se ha tratado de atacarlo por esta razón. Muchas otras veces ha sido convertido en una efigie izquierdista, tanto por quienes lo defendían como por quienes lo atacaban por esta razón. Esto también forma parte de su transformación en un clásico.
La Bolivia no empírica
En los libros zavaletianos que he mencionado sin duda hay historia y está Bolivia, pero no está la historia de los conceptos empíricos sobre el país –como que Belzú fue el undécimo presidente de la república o que combatimos dos grandes guerras internacionales– sino otra cosa: la historia de una Bolivia que no es empírica.
La Bolivia que aparece en El desarrollo de la conciencia nacional es una Bolivia expresionista, aderezada a la manera romántica, que Zavaleta ubica dentro de una trama narrativa de orden mítico-épico. La nación es la heroína –es decir, un personaje con el destino preestablecido– lanzada fuera del paraíso; una heroína abandonada y acosada por uno o varios adversarios metafísicos –dragones, leviatanes, reyes tiranos– que se confabulan en su contra y buscan aplastarla. Como toda heroína, la nación comienza débil y con el tiempo va fortaleciéndose mediante un aprendizaje o entrenamiento por el que tiende a volverse consciente de sí misma; este es, justamente, el desarrollo de la conciencia nacional. Como se ve, Zavaleta saca a relucir una filosofía de la historia, la del nacionalismo. O, para decirlo igual que Lyotard (La condición posmoderna), acude a un meta-relato, que deriva de las luchas históricas del país y de Carlos Montenegro y su Nacionalismo y coloniaje, para estructurar dentro de él, dentro de tal meta-relato, los conceptos empíricos de la historia boliviana. Así organiza al mismo tiempo que legitima el conocimiento sobre el país.
Los meta-relatos son ideológicos. Saltemos entonces de Lyotard a Althusser (Ideología y aparatos ideológicos de Estado). Las ideologías interpelan a los individuos y los convierten en sujetos, en este caso en sujetos nacionalistas. “Sujetos” en tanto protagonistas y “sujetos” en tanto “seres sujetados” por los aparatos ideológicos (o, para decirlo como Foucault, por los “dueños del discurso”). Zavaleta es uno de los “dueños del discurso” nacionalista, el mismo que interpeló a amplias capas de la población boliviana en los años 40 y 50.
En la medida en que es interpelante, la eficacia de un meta-relato tiene siempre que ver con su fuerza narrativa, en el sentido de virtud literaria. Hay un elemento artístico en la producción ideológica. Por sus dotes intrínsecos, Zavaleta destaca especialmente en este tipo de legitimación. Debemos incluir El desarrollo de la conciencia nacional entre los más bellos ensayos bolivianos, es decir, es poseedor también de una grandeza formal.
Zavaleta, un historicista
La concepción historicista del nacionalismo es expresada por Zavaleta en muchos lugares de su obra inicial. En una ocasión, por ejemplo, señaló que “La lucha histórica se libra en último término entre la nación, que es el pueblo nuestro a través del transcurso del tiempo, y el invasor u ocupante a quien también se llama –debidamente– antipatria. La contradicción esencial se libra entre la nación y la antinación…”.
El rasgo historicista de este planteamiento reside en la siguiente afirmación: “La nación, que es el pueblo nuestro a través del transcurso del tiempo”. Zavaleta va a llevar este historicismo desde su etapa nacionalista hasta su ulterior etapa marxista. Esta es la razón por la que, dentro de esta última corriente, se hará partidario y se sentirá más cómodo con el teorizar historicista de Gramsci que con los marxismos lógicos y formalistas, estructuralistas como el de Louis Althusser, que tuvo gran influencia en los años 70, década en la que Zavaleta produjo casi toda su obra marxista. De todas formas, Althusser no pesó tanto entre los latinoamericanos, que, después de un primer periodo althuseriano (por ejemplo, Jaime Paz Zamora fue althusseriano a fines de los 60), se inclinaron decididamente por Antonio Gramsci apenas este fue suficientemente conocido en los principales países de la región, sobre todo en México, donde había una mayor libertad de expresión. Y el que más Zavaleta, que no por casualidad estaba exiliado en México.
Zavaleta fue historicista desde sus orígenes como escritor nacionalista o, quizá sea mejor decir, como escritor de la “izquierda nacional”, ya que nunca comulgó con las posturas nacionalistas conservadoras que postulaban una construcción nacional desde arriba, a partir de la prédica ideológica de una élite guardiana de la tradición colectiva.
Además, Zavaleta, como era característico de la izquierda nacional, encarnaba en general al enemigo del sueño nacional, a la antipatria, en la figura del imperialismo estadounidense y no en la del comunismo o el clasismo obrero. Solo hay algunas excepciones a esto en su obra temprana.
Zavaleta era progresista porque era un hijo de la Revolución Nacional y al mismo tiempo, por así decirlo, un entenado del movimiento minero; provenía de muchas maneras de las poderosas minas bolivianas del siglo XX, llenas de luchadores radicales y de igualitarismo.
Lo nacional-popular en Bolivia
Lo nacional-popular en Bolivia también es un libro de historia de Bolivia, pero no de sus conceptos empíricos, sino de Bolivia en tanto objeto abstracto de estudio o, para enfatizar el aspecto marxista de su metodología, de Bolivia como “totalidad concreta”, es decir, como reconstrucción por parte del pensamiento abstracto de las interrelaciones materiales e ideales, estructurales y superestructurales, que constituyen y causan la formación social boliviana en el tiempo.
Aquí Zavaleta también opera con algo que en la clasificación de Lyotard es un meta-relato, el “materialismo histórico”. Pero en este caso la capacidad legitimadora de este meta-relato depende menos del arte de la narración, pues ya no evoca los mitos antiguos, sino un mito moderno, la ciencia.
Aun así, la forma sigue teniendo mucha importancia: el carácter barroco de Lo nacional-popular en Bolivia forma parte del marxismo de Zavaleta de forma indisoluble. Por eso, así como no hay que acudir este libro para aprender historia de Bolivia, tampoco hay que hacerlo para aprender marxismo.
Todo lo contrario, diría que es imprescindible llegar a Lo nacional-popular en Bolivia sabiendo ya la historia del país y, algo aún más radical, sabiendo ya marxismo (lo que no quiere decir comulgando con él). De lo contrario, no se podrá comprender que lo que Zavaleta hace es tensar, doblar, malear el marxismo para que le permita hablar de la formación social y la historia del país.
Esto nos remite una vez más a la historia intelectual. Una interpretación de historia intelectual de Lo nacional-popular en Bolivia y de otros escritos de Zavaleta en su mayor madurez exigiría o al menos se comunicaría con la necesidad de una hermenéutica del marxismo latinoamericano de los 60, 70 y 80, y de la forma en que este, a su vez, tomó la tradición leninista, trotskista, a los innovadores de los años 20 y 30, como Lukács y Gramsci, al marxismo de la Segunda Internacional y, finalmente, a los propios Marx y Engels. Tal cosa sería más necesaria en la medida en que el marxismo, tal como se lo concebía como en el siglo XX, es decir, con una fuerte orientación de pragmática política, ya no existe más.
Esto significa que leer en serio a Zavaleta es, al fin y al cabo, una labor sin término, infinita. Lo que también confirma su definición como un clásico.