Convertir la erradicación en una oportunidad de desarrollo
La UNODC, afirma su representante, trata de equilibrar la lucha frontal contra el narcotráfico con el apoyo efectivo que hay que dar a los productores.

Raza Política
La UNODC (United Nations Office on Drugs and Crime, Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito) no es, trata de no ser, solo eso que indica su nombre. En lo institucional y en la práctica ha desplegado, como dice su actual representante en Bolivia, Thierry Rostan, el “lado humano” de la lucha contra las drogas y el delito; en Bolivia se ha buscado, dice, el equilibrio entre la interdicción y el desarrollo: prevención del consumo de drogas, tratamiento de adictos; desarrollo integral, seguridad alimentaria, diversificación del campo; lucha contra la trata de personas, violencia contra la mujer; el delito silvestre, la protección de los ecosistemas; transparencia y prevención de la corrupción, modernización de la justicia, mejoramiento del sistema penitenciario. “Un equilibrio en que, por una parte, se trabaja con las personas, con las víctimas; se previene varias fuentes de violencia, y, por otro lado, apoyamos a las autoridades en su lucha frontal contra el nacotráfico y el delito, en general”. Rostan, quien dirigió la UNODC en el país desde enero de 2018, el 31 de diciembre cumple su misión en Bolivia. Momento para evaluar con él la labor de UNODC en estos últimos complejos años.
— Un distintivo de la UNODC es su informe anual de monitoreo del cultivo de coca. ¿Qué metodología aplica?
— Aplicamos una metodología internacional, validada por Naciones Unidas, de forma independiente y neutral; además de Bolivia, Colombia y Perú, se aplica en Niamar, Afganistán, Nigeria, para hacer el censo de cultivos que, según los países, pueden ser coca, amapola o marihuana. Una metodología consensuada con los Estados miembros de Naciones Unidas.
— ¿Es satelital y con trabajo de campo?
— Es satelital, sobrevuelos y verificación en campo; es decir que tenemos un talento humano bastante amplio en la oficina, que nos permite estar presentes en cualquier parte del país, rápidamente, para ir a verificar si hay coca o no.
— Estados Unidos suele sacar su propio monitoreo, y da más cultivos de coca que UNODC. ¿No les daba problemas esto?
— Cada uno tiene su metodología. Yo considero que la metodología de UNODC es confiable en 98, 99% por la verificación que hacemos en los tres espacios: de una compra amplia de imágenes satelitales, de sobrevuelos y de verificación por los monitores de campo; no deja gran margen para equivocarnos. Los Estados miembro confían bastante en nuestros datos; es metodología internacional, no de un solo país, eso hace la diferencia.
— Dada la dinámica de expansión de cultivos, ¿no han tenido que cambiar la metodología?
— Hay una dinámica, pero la hoja de coca no va a crecer en cualquier parte de Bolivia. A veces tenemos que comprar más imágenes satelitales, para tener la confirmación de sí o no (hubo expansión). Justamente acabamos de hacer nuestras adquisiciones de imágenes para el monitoreo de 2021, que será publicado en julio o agosto. Es muy dinámico, por eso es importante que el Gobierno tenga sus datos actualizados, para organizar sus campañas de erradicación de la coca excedentaria.
— Otro programa importante es el de certificación de la destrucción de droga…
— Validación. En los últimos años se han presentado 16 informes, dos por año, en los que se ha visto el esfuerzo de las autoridades para incautar drogas, no es solo cocaína, puede ser pasta base, marihuana, sustancias sintéticas. Cada vez que hay más de 10 kilos incautados de una sustancia controlada, tenemos 6 días para participar con un fiscal y la FELCN en la destrucción. Va el personal y está presente; se procede a la pesa de la sustancia; normalmente, si entran 100 kilos, se destruyen 100 kilos.
— ¿Qué intensidad tiene esta destrucción?
— Nosotros participamos en todas la destrucciones por encima de 10 kilos. Últimamente, eso lo tenemos que reconocer, ha habido muchos operativos, muchas incautaciones. A veces tengo varias personas que están en diferentes partes del país en el mismo día, y eso es todas las semanas. Doscientos kilos de un lado, 300 de otro, grandes cantidades. Vamos a presentar este informe de validación de la destrucción de sustancias en estos días, porque ha habido un gran número de operativos con grandes cantidades.
— Buen parámetro para medir la efectividad de la lucha contra el narcotráfico.
— Sí. Últimamente hemos atendido destrucciones con un número de kilos significativo, grandes cantidades, y eso demuestra el compromiso del Gobierno, no solo internacional, sino hacia los bolivianos; está haciendo lo que ha pactado, como diciendo ‘queremos la seguridad de los ciudadanos en Bolivia, queremos también cumplir con nuestros compromisos internacionales ante la ONU y los Estados miembro, que sí estamos luchando contra el narcotráfico’. Ahora, lo que también están indicando estas grandes cifras (de incautación) es que hay un tránsito a través de Bolivia, pero también procesamiento: tratan de traficar la pasta base de Perú, para hacer un proceso de transformación dentro de Bolivia y luego reexportar hacia los grandes mercados; es muy importante este concepto de tránsito, pero dentro del tránsito hay también un concepto de procesamiento.
— ¿Hay otros monitoreos de destacar que hace la UNODC?
— Claro. Hay tres monitoreos, el de la coca (cultivo), de la erradicación y racionalización, y de validación de la destrucción de sustancias. El que no hemos comentado es el de racionalización/ erradicación. Aquí hay un compromiso anual de erradicar una cantidad de hectáreas. Este año, el compromiso del Gobierno era de 9.000 hectáreas, y en este momento ya ha pasado las 9.700; se ha hecho un gran trabajo.
— Hay esto de la ‘estrategia boliviana de erradicación’…
— “Racionalización concertada”. Que es algo muy original de Bolivia, y que nosotros saludamos porque pensamos que hay un equilibrio social y una concertación que es única, que permite tener este equilibrio entre las autoridades y las comunidades, que de común acuerdo deciden reducir o eventualmente cambiar algunos cultivos legales, para consumo tradicional y ancestral de la hoja de coca.
— ¿Esto ocurre en otros países?
— No, no ocurre. En los otros países siempre es la interdicción. Aquí entra un elemento, un parámetro adicional, que es esta racionalización concertada de la hoja de coca, cuando en efecto se reconoce el consumo tradicional de la coca, el acullico, el mate de coca o el uso de la coca en algunos productos medicinales, lo que permite que algunas zonas tengan esta legalidad en la producción de coca, lo que no está reconocido en los países de la región; sin embargo, eso mantiene un equilibrio social, que en el futuro habrá que analizar de cerca, porque aquí es evidente que se mantiene un número de hectáreas mucho más bajo que en los otros dos productores de coca, Colombia y Perú. Sin gastar mucho en interdicción, hay un esfuerzo de concertación, de socialización con las comunidades, en el que las comunidades son responsables también, y eso es muy interesante, cuando entra la conciencia.
— ¿Por qué dijo que la comunidad internacional debería mirar más de cerca el modelo boliviano?
— Es que en otros países se ha invertido mucha plata en interdicción, pero muchísimo, millones y millones de dólares, y aquí de pronto, con este modelo de concertación, de control social, se ha logrado tener este equilibrio, tan importante, en el que las familias, las comunidades se cuidan entre ellas; hay este diálogo con las autoridades para no incrementar los cultivos y pasar al renglón ‘coca excedentaria’. Este modelo no existe en otros países; allí es interdicción, a través de erradicación voluntaria y erradicación forzosa, y sustitución de cultivos de coca. Aquí es totalmente diferente, por la cuestión del control social; si se rompe el control social, inmediatamente vemos que hay un incremento de los cultivos de coca.
— ¿Y la erradicación, que es la interdicción pura y dura?
— En zonas de erradicación de coca excedentaria, las familias se quedan sin alimento, se les quita el ingreso, y muchas veces son monocultivadores de coca, y tienen problemas de alimento, de seguridad alimentaria. En La Asunta, en los Yungas, que es epicentro de la coca, hay una gran parte que es coca excedentaria, y ahí hemos vuelto a instalar los huertos, a trabajar la seguridad alimentaria, porque la gente tiene hambre. Empezamos a tener un discurso de diversificación de las economías rurales, y hemos visto la potencialidad del café, de altura, de excelente calidad. Y desde 2018 hemos buscado un cambio en el discurso, en el diálogo, para que sean los mercados los que definan la producción, y no la producción, los mercados; no caer en que haya producción y no haya mercados. Entonces, hemos empezado a hablar con empresas de comercio justo, de comercio orgánico, de Europa, que están interesados en conocer productos de Bolivia. Hemos invitado a aliados que trabajan con la oficina de la UNODC a nivel mundial, la empresa Malongo, para que vengan y conozcan a los productores de La Asunta y el café; se han hecho pruebas, y ellos han dicho que este café calificaba muy bien para los mercados de alta gama de Europa. Lo que estamos haciendo en este momento, con acuerdos con el sector privado, es la comercialización en el marco del comercio justo y solidario, que es diferente, pues se paga un precio alto a la producción, estamos generando confianza a algunas comunidades, y lo bonito es que en este momento todas las comunidades se han asociado en la Federación de Productores Agropecuarios de Café de La Asunta, que trabajan para suplir el mercado europeo. Y esta federación la estamos trabajando actualmente para tener ramificaciones en los municipios vecinos.
— ¿De qué magnitud se habla?
— El gerente de Malongo, quien estuvo en noviembre acá, les ha dicho a las comunidades: su empresa podría comprar 20 contenedores de 19 toneladas cada uno, casi 400 toneladas de café especial. El año pasado, exportamos las 13 primeras toneladas. Para lograr exportar 400 toneladas de café, necesitamos tener sembradas, en producción, 800 hectáreas. En 2021 estamos por exportar más o menos 30 toneladas, y el año entrante tenemos una proyección de 4 o 5 contenedores, casi 80 a 100 toneladas. Cada contenedor tiene un precio básico de 70 mil dólares, unos 500 mil bolivianos, los que se devuelven a la comunidad, porque eso es el comercio justo y solidario. Este es el producto que tenemos, de La Asunta, uno de calidad, en un empaque fino y elegante. Queremos generar más confianza, más familias que trabajen con nosotros, más hectáreas de café, y sobre todo dignidad e ingresos, para que ellos retomen confianza en sí mismos, que digan esta vez sí el cooperante está apoyando siguiendo una receta ganadora para todos.
— Eso en los Yungas…
— Hace dos semanas visitamos las comunidades yuracaré en Chimoré, para temas de cacao, porque estamos detectando la misma cosa, una gran producción de cacao silvestre amazónico, que tiene un precio enorme; por el momento ellos lo están vendiendo a los comerciantes intermediarios de Chimoré a precio regalado. Pero ahí, con el comercio justo, podríamos iniciar una nueva etapa de relacionamiento directo entre los compradores en Europa y los productores indígenas. Estamos haciendo pruebas técnicas del cacao en este momento en Europa, para ver si es exportable o no.
(*)Iván Bustillos es periodista de La Razón