Wednesday 19 Feb 2025 | Actualizado a 08:36 AM

Seis cupos grabados en piedra

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 22 de noviembre de 2024 / 00:15

Siempre que se acerca el final de una competición reaparece un eufemismo familiar: el “matemáticamente hablando”. “Matemáticamente hablando” todo es posible, incluso que Perú -el colista- clasifique de manera directa al Mundial. “Futbolísticamente hablando” es otra cosa.

Ahí la ilusión se fundamenta en el juego. Perú debería ganar los seis partidos que restan para aspirar al sexto puesto. Y los de arriba perder tupido. Pero, ¿cómo podría lograr tal proeza un equipo que no hace goles…? Ha marcado sólo 3 veces en 12 juegos, a una media de 0,25 y nadie gana 0,25 a cero. Hay que anotar al menos uno. Y esos tres tantos fueron marcados por dos zagueros centrales y un centrocampista.

Su delantero principal, Paolo Guerrero, es un hombre de 41 años (los cumple en 40 días). De modo que el “matemáticamente hablando” carece de cualquier sustento.

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La Eliminatoria puede dividirse en tres tercios de seis fechas cada uno. Ya se han disputado dos tercios y queda uno -18 puntos-, pero todo indica que los seis cupos directos al Mundial 2026 ya están grabados en piedra, son Argentina, Uruguay, Ecuador, Colombia, Brasil y Paraguay. Los cuatro restantes deberán pelear el 7° puesto, el del repechaje. Es posible que muchos partidos del próximo año sean “amistosos por puntos”, porque en ellos no se jugará nada relevante. Por ejemplo, el Argentina-Brasil. La Eliminatoria se fue de vacaciones hasta el 20 de marzo, dejando mucho retazo.

Bombazo. El triunfo de Ecuador sobre Colombia en Barranquilla con diez hombres. Espectacular es poco. Logrado con las armas que son su sostén habitual: la Defensa de Oro y su Goleador de Oro. Enner Valencia, hace poco abucheado en Quito, convirtió un gol de esos que no se olvidan, corajeando entre cinco, gambeteando y clavando un zurdazo bajo desde fuera del área al eficientísimo arquero Camilo Vargas. Gol que lo define como jugador: bravo, fuerte, decidido, guapo. Luego, la retaguardia aguantó todo, como es costumbre, por algo tiene la valla menos vencida de la competencia, porque es la que mejor la defiende: 4 caídas en 12 partidos. Y hace cinco fechas que no le convierten. Nadie le hizo más de un gol a Ecuador.

Puntos. Ecuador figura en las posiciones con 19 unidades, pero lo real es que consiguió 22. Los tres menos corresponden a una penalidad. Eso es lo que debe considerarse ante un análisis de rendimiento.

Creencia. Por regla general, en Colombia existe la idea de que en futbol se es más que Ecuador, pero, al menos en la última década, esto no se refleja en resultados. Ni en clubes ni en selecciones. Es justicia decir que Colombia creó muchas situaciones de gol, sin embargo, fallarlas no es un mérito. Sí son meritorias las tapadas del arquero Hernán Galíndez, ya definitivamente dueño del puesto en la Tricolor sin discusión, muy por encima de Ramírez o Domínguez.

Nocáut. La doble jornada para Colombia, con cero punto de cosecha. Frente a Uruguay cayendo en el minuto 100, ante Ecuador jugando 66 minutos con uno más. Esto de la ventaja numérica ya le pasó con Bolivia, contra el que estuvo 82 minutos once frente a diez y cayó 1 a 0. Para Néstor Lorenzo, hay que barajar y dar de nuevo. Para muchos jugadores, auscultarse, ver qué están haciendo mal. Y recuperar la humildad. Luis Díaz debe encontrar en la selección al jugador del Liverpool. James está sin fútbol. Otros, como Richard Ríos y Jhon Jader Durán, bajar al llano. Desde la semifinal de la Copa América -triunfo 1-0 sobre Uruguay-, Colombia no ha vuelto a brillar, a gustar, a convencer.

Intensidad. La que no tuvo Bolivia para vencer a Paraguay. Fue la selección que dispuso más tiempo de sus jugadores, dos semanas. Ocho de ellos ni siquiera viajaron a Guayaquil a enfrentar a Ecuador, estaban superdescansados, mientras Paraguay venía de una batalla frente a Argentina. Pero Bolivia le jugó livianito, sin forzar la máquina. Y eso le dio aire a la Albirroja. Al final, por como se dio el partido, Bolivia no perdió dos puntos, salvó uno, porque estaba para perderlo. Si en El Alto no ahoga a sus rivales no tiene mucho sentido El Alto.

Defensivo. El fútbol tiene dos fases: defensa y ataque. Perú, o su técnico Jorge Fossati, muestran una sola: la primera. Así es imposible. Frente a Argentina, se olvidó que había otro arco enfrente, no pateó. Puso línea de cinco pegada al arquero Gallese y, delante de ella, otra de cuatro, tres volantes y Valera, un “delantero”, corriendo a todos los argentinos. Como decía un viejo entrenador argentino, muy especulativo él, “ocho atrás y dos defendiendo”.

Generación. Salvo una patriada solitaria como la de Enner Valencia, para que haya gol primero debe haber situación de gol. Ante Perú, otra vez Messi inventó una jugada por izquierda y puso el pase decisivo para la chilena de costado de Lautaro Martínez. Maravillosa definición de la estrella del Inter, que alcanzó a Maradona en goles de selección: 32. Y aún tiene 27 años, Lautaro, puede sumar muchos más.

Recambio. Argentina mejoró ante Perú su famélica producción con Paraguay. Pero le falta frescura en ataque, creatividad, maniobras claras de gol. Igual, mantiene su seriedad competitiva. Lionel Scaloni adelantó que para 2025 habrá jugadores nuevos. “Los que no jueguen en sus equipos, a partir de ahora va a correr de atrás”, declaró. Hay tres apuntados que pueden perder su silla: Enzo Fernández, ya suplente fijo en el Chelsea, Leandro Paredes y Gonzalo Montiel, estos sin lugar en la Roma y en el Sevilla. Además, Argentina ya está virtualmente clasificada y debe utilizar todo el 2025 para probar variantes y nombres nuevos de cara al Mundial.

Estadística. La de Vinicius en esta Eliminatoria: 7 partidos, 0 gol, 0 asistencia, un penal fallado. En el Real Madrid consideran un escándalo que no haya ganado el Balón de Oro, en Brasil no tanto.

Caída. La de Venezuela. Terrible. Al pararse el Premundial para disputarse la Copa América marchaba cuarto con 9 puntos y buen fútbol. Incluso en la Copa de Estados Unidos ganó invicto su grupo e invicto se retiró tras caer por penales ante Canadá. Pero el retorno a la Eliminatoria fue pésimo: 3 puntos sobre 12. Y recibiendo 12 goles. Lo insólito es que esos tres puntitos que sumó fueron ante los más difíciles: tres empates con Uruguay, Argentina y Brasil. Hoy está octavo con 12 unidades. Una campaña inexplicable.

Volver. El verbo que conjuga Uruguay. Pasada la “tormenta Suárez”, recuperó el ánimo y logró una victoria tan sanadora como postrera ante Colombia y un empate con sabor a bueno ante Brasil en Bahía. Uruguay tuvo que lidiar en este segundo tercio del clasificatorio con una inusual cantidad de lesiones y suspensiones. Al regreso de la Copa América debió enfrentar a Paraguay sin doce elementos que habitualmente son titulares o alternan. En marzo, cuando se reanude la marcha, tendrá seguramente a todos disponibles y se tornará aún más duro.

Fútbol en la cuna de Gardel

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 19 de febrero de 2025 / 00:35

Hincha de Racing, dicen unos, de Independiente, reclaman otros. Él nunca lo aclaró. Gardel solía jugar a los dados con el misterio. Y ganarle.

En Toulouse no tienen dudas, lo dice el Registro Civil: Charles Romuald Gardes, luego mundialmente Carlos Gardel, nació el 11 de diciembre de 1890 en la rue Du Canon d’Arcole 4, del elegante distrito Compans Caffarelli.

En la Argentina tampoco hay titubeos: desde los 2 años, Gardel vivió siempre en Buenos Aires, su ciudad, a la que le cantó y de la que es su arquetipo: no existe nada más porteño que el Morocho del Abasto.

Buenos Aires ya sabemos, pero, ¿cómo es futbolísticamente la Toulouse de Gardel…? Tibia, o menos que eso, fría. Lo cuenta el máximo ídolo del club violeta, Alberto Marcico, aquel de Ferro, Boca y Gimnasia: «No son de los más pasionales. Me acuerdo de que en el primer partido nuestros hinchas aplaudieron a un rival por haber hecho una buena jugada, no entendía nada.

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Tarantini, que ya jugaba en el Toulouse, me explicaba que allá era así, pero yo estaba acostumbrado a que te putearan ni bien llegabas a la cancha del otro equipo. Aunque me adapté bien y Francia es un país que amo mucho».

Beto es Gardel en Toulouse. Estuvo siete años en la ciudad y también fue amado, por sus goles, pero sobre todo por su clase magistral en el manejo de pelota. El hincha tolosano lo adora porque nunca quiso irse a un equipo líder. Tenía una adicción terrible para un deportista: tomaba seis litros de gaseosas por día. No la cero, la de azúcar. Lo hizo durante años y obliga a preguntarse el crack estratosférico que hubiese sido sin esa carga para su físico.

Toulouse no respira fútbol, pero en cambio es la capital del rugby, en Francia y en Europa. De allí es el Stade Toulousain, el supercampeón de la liga francesa y también máximo vencedor de la Copa de Campeones de Europa. O sea, es el Real Madrid del rugby.

El Stade Toulousain es como una enredadera que no deja crecer a esa otra flor que es el Toulouse Fútbol Club, que nunca pudo coronarse en Primera División. Pero que tuvo una extraordinaria alegría en abril de 2023: ganó la Copa de Francia, nada menos que goleando 5-1 al Nantes en la final. Esa conquista dio mucho ánimo al club violeta y a sus hinchas, al punto de que su presidente, Damien Comolli, lanzó la idea de llevar el Stadium de los 33.000 actuales a 50.000 asientos, lo cual está en conversaciones con el alcalde local.

Comolli es un ejecutivo que ya fue entrenador y posteriormente director deportivo del Saint-Étienne, Tottenham, Liverpool, Fenerbahçe, entre otros grandes de Europa, y cuando el gigantesco fondo de inversión estadounidense RedBird Capital Partners adquirió el 85% del Toulouse en propiedad, la empresa lo puso en la cabeza del club.

RedBird Capital Partners es también dueño del Milan AC desde agosto de 2022, por el que pagó 1.200 millones de dólares. Los norteamericanos tomaron al club en la Liga 2, les llevó dos años ascenderlo, pero al tercero ganaron la mencionada Copa de Francia, la cual había obtenido una vez, en 1957.

A 677 km al sur de París, Toulouse es una preciosa y señorial ciudad atravesada por el río Garona, que aspira a ser la tercera de Francia detrás de la capital y de Marsella.

Es un centro universitario con decenas de miles de jóvenes -muchos llegados de todas la latitudes- y sede de la conquista espacial europea. En ella radica la mayor industria aérea del continente, donde se construyeron el Caravelle y el Concorde, dos símbolos de la aeronáutica mundial.

El sábado pasado, el Toulouse tuvo su acontecimiento del año: recibió al líder y multicampeón Paris Saint Germain. Y el Stadium estuvo a tope. Naturalmente RedBird Capital Partners quiere un coliseo para 50.000 espectadores, porque generaría mayores ingresos, pero el alcalde la ciudad, Jean-Luc Moudenc, les dijo algo así como “sería fantástico, pero, ¿quién paga la ampliación…?”. Y recordó que la refacción del estadio de Bordeaux, para llevarlo a 42.000 plazas, costó 350 millones de euros.

La fiesta no fue completa. El Toulouse, que aspira a un cupo europeo (en realidad no tiene material para lograrlo) cayó ante el PSG 1 a 0. El once parisino no presentó a todos sus titulares, los guardó para el choque de hoy de Champions ante el Brest. Ganó sin jugar bien, sólo por peso específico y mayor jerarquía.

Y por un gol generado por William Pacho, muy sólido y adaptado totalmente a su nuevo equipo. Llegó un tiro de esquina, ganó en el salto, su cabezazo dio en el travesaño y, al caer, la empujó el español Fabián Ruiz. El Toulouse fue apenas un soplo de entusiasmo, nada más.

No se le vio una idea, una táctica, una individualidad, un plan, nada. Si en los 96 minutos que dura un partido (este, por caso) nunca un jugador propio gana en el mano a mano contra un rival es imposible lograr desequilibrio. Lo primero que uno se pregunta es ¿quién es el técnico…? Respuesta: el catalán Carles Martínez, siempre entrenador de equipos de base, esta es su primera experiencia con el plantel de mayores. Con todo, va décimo en la tabla, lejos del descenso, aunque también de los puestos de copas internacionales.

La francesa es una liga físicamente africana en la que se busca formar y descubrir talento para luego venderlo a España e Inglaterra. No abunda la calidad, no obstante año tras año logran colocar Tchouamenis en 80 millones (un timo de proporciones bíblicas). El único que piensa netamente en lo deportivo es el Paris Saint Germain.

Muy meritorio, por cierto. Desde hace una década busca ganar la Liga de Campeones de Europa, y una vez alcanzó la final. “Para nosotros lo máximo era ganar al Marsella, la Copa de Europa no la veíamos ni en películas», recordó Jocelyn Angloma, antiguo jugador del PSG y de la Selección Francesa, de la época anterior a los cataríes.

Pese a que la prensa internacional no habla nunca bien del PSG, es una maravilla lo que han conseguido sus dueños cataríes. El fondo soberano Qatar Investment Authority compró en 2011 el 70% del paquete accionario del Paris Saint Germain en 50 millones de euros.

Hoy está valuado en 870 millones. Sabroso negocio. Pero más importante que eso, el emir de Catar lo ha convertido en una marca mundial, integra el grupo de los superpoderosos de Europa junto al Real Madrid, el Barcelona, Bayern Munich, Manchester City, etc. Y, sobre todo, es el club de referencia en Francia. Es Boca más River en su país. El rival a vencer. Todo en apenas trece años y medio. Y en Toulouse no fue la excepción.

Bernard Arnault, la tercera fortuna más grande del mundo (191.000 millones de dólares), dueño de Louis Vuitton y decenas más de marcas de lujo, acaba de hacerse con el control del París FC, un club de la Segunda a punto de ascender, para hacerle la guerra al PSG y convertirse en su derby, porque la Ciudad Luz es la única gran capital internacional sin un clásico de fútbol.

Allí en Toulouse, la cuna de Carlos Gardel, se llenó el estadio el sábado a la noche para recibir al cuadro capitalino con entradas agotadas. Pero si el Zorzal Criollo hubiese visto cómo juega el Toulouse no le hubiese gustado. Les habría cantado el tango Patadura, de Carreras Sotelo y López Ales.

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‘Entonces nos teníamos ni contrato…’

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 17 de febrero de 2025 / 00:01

“¿Qué si se televisó aquella final…? No, ¡si en Paraguay no existía la televisión…! Apenas había dos diarios, La Tribuna y El País. Y tres radios, eso era todo”.

Hipólito Recalde (hermano de madre de los reconocidos arqueros Ramón Maggereger y Luis y Arturo Galarza), un 8 con marca y llegada nos pintó la modestia de aquella primera final de la Copa Libertadores.

Fue el 19 de junio de 1960. Recalde marcó el gol de Olimpia frente a Peñarol en el partido de vuelta, en Asunción, pero Luis Cubilla puso el 1 a 1 y el empate consagró al equipo mirasol, que había vencido 1-0 en Montevideo con tanto de Alberto Spencer. A los dos -Recalde y Cubilla- los reunimos en Paraguay para entrevistarlos en 2007.

Irónico: Peñarol, que se había opuesto a la creación de la Copa, fue el primer “campeón de América”, como se llamó desde entonces al ganador de la célebre competencia. Y haría doblete al año siguiente.

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Tras varios congresos de la Conmebol, la disputa de la Libertadores fue aprobada el 2 de agosto de 1959 en Caracas con 8 votos a favor, uno en contra (de Uruguay) y una abstención (Venezuela). Justamente el abanderado del NO fue Washington Cataldi, delegado de Peñarol.

Luego se escribió una posverdad que lo situó como “el padre de la Libertadores”. Él levantó la mano votando en contra, lo atestiguan actas y diarios de la época. Todo indica que la idea de crear la Libertadores fue del médico y periodista chileno Antonio Losada, exdirigente de Universidad de Chile. Pero no tenía prensa.

Lo que si fue invento de Cataldi -genial- se implementó en 1966: que participaran los campeones y subcampeones de cada país. De ese modo Peñarol y Nacional entrarían siempre y además se aseguraban jugar dos clásicos con el Centenario a tope. Como es habitual, hubo críticas al comienzo, pero el torneo se robusteció.

No había televisión ni diarios deportivos, la cobertura de partidos con “enviados especiales” no era frecuente. Hasta la palabra “medios” se desconocía. Se le decía “prensa”.

Tampoco existían las redes sociales ni los teléfonos móviles, ni muchos escenarios aptos para albergar un gran evento futbolístico. Las canchas tenían más tierra que pasto. Esa final se disputó en el estadio Sajonia, entonces de pequeñas dimensiones; recién en 1974 fue rebautizado como “De los Defensores del Chaco”. Y se jugó de tarde, nos aclaró Recalde, “porque el Defensores no tenía luz artificial”.

La lumínica del coliseo asunceno se instaló en 1977, también para poder recibir a la ya popular Libertadores. Y los jugadores peñarolenses, sudados como estaban, subieron al bus y se fueron a bañar al hotel. Los vestuarios no tenían agua caliente.

El periodismo aún no estaba infectado del nacionalismo actual. La Tribuna, principal matutino paraguayo, dice en algunos párrafos de su extensa crónica: “Peñarol, desde el primer minuto (del segundo tiempo) se insinuó como una fuerza más armónica y técnica.

Fue muy visible el empinamiento de su labor”… “(Tras el empate aurinegro) El tanto constituyó merecido premio al mejor juego que venía exhibiendo el campeón uruguayo”… “(Cierre de la nota) El público saludó cordialmente a los jugadores de Peñarol, al término del partido, con una estruendosa y afectuosa ovación”. Aunque también comenzaban las “picardías”.

El estadio, que congregó a 20.000 personas aquella tarde, aún no tenía tribuna detrás de uno de los arcos. “Había un paredón. La gente se trepaba y miraba el partido desde ahí. Y si no le gustaba como estaba dirigiendo el referí, le tiraba piedritas con una honda”, evocaba Recalde entre sonrisas.

Y empezaban las avivadas de escritorio para sacar ventaja. En 1961, Peñarol debía enfrentar de nuevo a Olimpia, pero por semifinales. Roberto Scarone, técnico aurinegro en los dos primeros títulos, comentó: “Yo a Olimpia no lo conocía, entonces Güelfi (presidente del club) tuvo la idea de ir a verlo y con Washington Cataldi viajamos a Santiago de Chile para asistir al partido entre Colo Colo y Olimpia. Fuimos a Buenos Aires y de ahí a Chile. Olimpia le hizo cinco goles a Colo Colo y en los paraguayos jugaba un centrodelantero excelente, Cabral. Tuvo una actuación extraordinaria, hizo dos goles. Yo pensaba cómo hacer para controlarlo, porque nos podía dar problemas. Se lo comenté a Cataldi. ¿Sabe qué hizo…? Cuando llegamos a Buenos Aires de regreso fue a ver a Herminio Sande, presidente de Independiente y le dijo: <<Tenés que comprar un número 9 de Olimpia llamado Cabral>>. Sande le preguntó. <<¿Y yo para qué quiero un 9…?>> Cataldi lo tranquilizó: <<No te preocupés, después lo pasamos para Peñarol, pero no quiero que juegue contra nosotros”. Así se hizo: al mes, cuando se enfrentaron Peñarol y Olimpia, Cabral ya estaba en Avellaneda.

A comienzos de los ‘60 no viajaban hinchas visitantes a los partidos -algo inimaginable entonces- ni el torneo tenía la pompa y la repercusión de hoy. No hay constancia de que, tras la final, Peñarol haya recibido la Copa, que al parecer recién estuvo terminada para 1961. Era otro mundo. No había VAR ni tarjetas amarillas y rojas ni carrito de los lesionados ni habían aparecido las marcas deportivas. Los futbolistas eran profesionales hasta cierto punto. “Yo nunca firmé un contrato”, contaba don Hipólito. “¿Qué contrato? si ni sueldo teníamos. Nosotros no, pero los jugadores de los otros clubes trabajaban todos. Olimpia, el que mejor pagaba, nos daba cien guaraníes por entrenamiento, que eran cuatro a la semana. Y un premio por partido ganado. Si le ganábamos a Cerro, ahí sí, nos daban un 15.000 guaraníes, que no te hacía rico, pero era una platita”.

A su lado, Luis Cubilla asentía: “En Peñarol éramos 40 jugadores y practicábamos todos con una sola pelota. De los futbolistas, casi nadie tenía auto. Yo tenía una chatita y cuando pasé al Barcelona de España se la dejé a Pedro Rocha. Ni se la vendí, se la dejé nomás. Era todo muy modesto, pero teníamos un lindo grupo en Peñarol. Se festejaban los cumpleaños de las familias comiendo pastelitos que hacían nuestras esposas o con un asadito en el fondo, tomando vino con gaseosa. Con lo que nos dieron por esa final me compré un terrenito en Montevideo, donde luego levanté mi casa. Pero tampoco era gran cosa”.

Se había autorizado un cambio por equipo en los partidos, aunque casi no se utilizaba el recurso, a no ser por lesión. Y la Conmebol no pagaba premios, cada equipo se quedaba con su taquilla de local y punto.

Aquella Libertadores de 1960 comenzó tímidamente con 7 equipos y tuvo en total 13 partidos. Uno de esos siete pioneros fue Millonarios, que dio la nota goleando 6-0 a Universidad de Chile en Santiago. Tan poco ruido hizo esa versión inicial que el mismo Scarone lo ilustra con una anécdota: “Fuimos a Buenos Aires a jugar la semifinal con San Lorenzo un miércoles y el chofer de un taxi ni siquiera sabía que había un partido entre San Lorenzo y Peñarol. Y eso que el hombre era futbolero por lo que hablamos…”

Seis décadas y media después, acaba de empezar otra Libertadores, con 47 clubes y 155 partidos, cinco cambios por lado, televisión con 20 cámaras, millones de tuits y alta repercusión mediática. El choque consume horas de TV y radio en todo el continente desde varios días antes. Y ahora los futbolistas son millonarios. En estos 65 años, la rueda de la vida y del fútbol dio tantas vueltas…

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El espíritu de Di Stéfano

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 13 de febrero de 2025 / 00:08

¿Qué estadística o qué análisis táctico pueden explicar un partido cuando éste se rompe y se torna loco, ingobernable para los entrenadores como el Manchester City 2 – Real Madrid 3 del martes…? No hay. Ahí es cuando el papel donde está dibujado el 4-3-3 o el 3-5-2 se hace un bollo y va a parar al canasto.

Cuando el dato de pases en el primer tercio de campo o en la zona 14 no tiene ninguna validez. Los jugadores no son muñequitos manejados desde afuera. Son humanos y se ven envueltos por el torbellino de la emoción, del ida y vuelta y ya no razonan tácticamente, juegan.

Van y vienen a mil y en esa fuerza centrífuga aciertan o se equivocan y el resultado puede terminar siendo 3 a 2, 5 a 4 o lo que fuera. Y eso es lo que encanta al público, levanta a los telespectadores y diferencia a este deporte de todos los demás: es un volcán de pasión.

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Y si en esa batidora está involucrado el Real Madrid, el frenesí es aún mayor. Es un club que da todo por la victoria en cualquier partido y bajo toda circunstancia.

Es habitual verlo jugar mal, que no tenga un planteo eficiente, que falle en defensa o incluso que lo estén pasando por encima, parece un equipo de potrero con grandes luminarias; pero posee un tesoro que nadie más lo tiene y es que nunca está entregado: va siempre al frente. Y al que llega le hacen sentir que ahí hay que ir para adelante hasta el último aliento. El jugador lo percibe o se lo hacen percibir.

Ese es el gran legado de Di Stéfano. Imprimió al club su carácter feroz, indomable y vencedor. Es como dice José Santamaría: «En su vocabulario no entraba la palabra empate». Por eso uno va al museo del Real Madrid y es todo Di Stéfano por acá, Di Stéfano por allá. Él inventó ese fenómeno ganador.

Cuando llegó allí ya tenía 27 años y el Madrid sólo había ganado 2 ligas (1932 y 1933), pero en su primera temporada -1953/54- fue campeón y goleador. Los clubes dominantes eran Barcelona y Athletic de Bilbao, Alfredo cambió todo: conquistó 8 ligas, 5 Copas de Europa, 1 Copa del Rey, 1 Intercontinental y 2 Copa Latina, que entonces era importante. Y fue cinco veces Pichichi…

Ese espíritu de león que le imprimió no cambió más. Esto nos lo refirió Alfredo en persona: venía de estar tres meses en el Barcelona, que nunca terminaba de arreglar los papeles de su fichaje y estaba harto de que mañana, que pasado… Bajó del tren en Madrid y lo llevaron a conocer el viejo Bernabéu, entonces llamado Chamartín. «Qué hermoso estadio, me quiero quedar», le dijo al amigo que lo guiaba. Este le respondió: «Pero mirá que este club no gana nunca». Ahí le salió la fiera que tenía adentro: «No importa, un club que tiene este estadio es un grande».  Y mirando a Sara, su mujer, decidió: «Acá nos quedamos». Fueron palabras bíblicas. Desde 1953 a hoy es el club más vencedor del mundo, con docenas de remontadas memorables.

Como esta de Manchester, en la que perdía 2 a 1 y era dominado hasta el minuto 86 y se llevó la victoria en el 92. Lo ha hecho tantas veces… Es el tipo de triunfo que convence a un club, a sus jugadores e hinchas, de que está para campeón. Un éxito que vale doble si consideramos que viajó a Inglaterra con un solo central -Asencio- y cinco defensas lesionados: Alaba, Rüdiger, Militão, Carvajal y Lucas Vázquez. Improvisando a Valverde de lateral y a Tchouameni de zaguero. Pero el que entra asume el compromiso y disimula ausencias.

Ganaba bien el City con un gol de Haaland tras una preciosa combinación aérea Gvardiol-Haaland-Gvardiol-Haaland con buena culminación del noruego, infinitamente mejor definidor que Mbappé. El francés fue casi intrascendente en el juego y muy errático frente al arco, empató de casualidad: intentó rematar un centro, le pegó mal, con la tibia, pero la bola se enroscó, sorprendió al arquero Ederson y se metió: 1 a 1. Gol de pantorrilla.

Luego devino un penal claro de Ceballos a Foden y Haaland lo ejecutó magnífico, fuerte, rasante y pegado a un palo, inatajable para el magnífico Courtois. A propósito del penal, extraordinario arbitraje del francés Clément Turpin, tal vez el mejor silbato del mundo, hoy. Siempre sereno y con un altísimo grado de acierto. Cuando el réferi sabe tanto del juego como de reglamento se le facilita todo.

Los dos mejores entrenadores del mundo, hoy, son acusados de ineptos. A Carlo Ancelotti le dicen que no sabe de táctica, que se guía por corazonadas, que es un bonachón que se lleva bien con sus jugadores, les da confianza y ya. Nada tan erróneo. Ha estado en los clubes más grandes del planeta y acumula 31 títulos. Tiene el récord de Champions ganadas y exprime lo mejor de cada jugador. Sus equipos siempre muestran una moral de hierro y eso lo transmite el técnico al grupo, no al revés. No hay equipos valientes con técnicos timoratos.

Y a Guardiola -el más grande de la historia- se lo acusa de que le dan una Ferrari y la choca. Pero el mérito extraordinario de Pep es otro: a un club que vivió un siglo y cuarto en media tabla o descendiendo (tiene once descensos, entre ellos uno a tercera categoría) lo convirtió en un clásico del Real Madrid. No hay mejor partido posible en los últimos tiempos que un City-Madrid. Siempre que se enfrentan concitan la atención mundial. Y cuando el Madrid sale victorioso lo celebra como un título mundial. Así de grande es Guardiola.

Pero que sea el mejor no conlleva ser perfecto. “Dicen que los fantasmas no existen. Claro que existen si las personas se esfuerzan para ello. Di Stefano está vivo. Está vivo en esa cosa marcial que comparte con los madrileños, en la rabia cotidiana de Florentino, en ese Asencio que es un salvaje”, sostiene Diego Torres, periodista de El País, de Madrid. “Luego está este partido que yo creo que lo pierde Guardiola -sigue-. Él está convencido desde hace meses de ‘defenderse con el balón’, de que no puede ir a presionar con todo a campo contrario como lo hacía, que debe manejar la pelota en su campo esperando a que los rivales le salgan y no yendo a buscarlos como antes…. Más allá de la baja de Rodri, acá hay un cambio ideológico que veo como un retroceso. Ahora que la mitad de Europa quiere jugar como Guardiola, Guardiola quiere jugar a dormir los partidos. Los durmió contra el Liverpool, el United, el PSG, el Arsenal… e hizo el ridículo. Ahora salió a dormírselo al Madrid y llevó las cosas al terreno que mejor le convenía al Madrid, que fue a Manchester con un solo defensa central, un niño además. El City metió el 1-0 y se dedicó a quemar tiempo tocando la pelotita en horizontal y así, en lugar de llevar el partido al terreno donde el Madrid era más débil, en su defensa, se expuso a los accidentes, y cada pérdida de balón se producía a 30 metros del área del City. Guardiola volvió a traicionar sus ideas con futbolistas preparados para la aventura no para la especulación. Y dio otro paso más hacia su autodestrucción”, finalizó.

Es posible, sucede con casi todos los técnicos: les agarra un ataque de dirección técnica y quieren demostrar que están por encima de todo y de todos. E inventan cosas raras.

Los tacticistas se arrancan los pelos con el Real Madrid, es inclasificable, no entra en ninguna disquisición táctica, pero siempre sale a flote, y gana. Estando ordenado, gana, desordenado es más peligroso todavía. Y sigue aumentando su leyenda.

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‘Yo, el mejor de todos…’

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 7 de febrero de 2025 / 00:03

Nunca en la historia, en 150 años de fútbol, un futbolista llegó a los cuarenta años en el estado atlético de Cristiano Ronaldo. Está asombrosamente perfecto, impecable.

Pareciera poder seguir dos o tres años más en ese nivel físico, por lo que no es utópico que alcance sus objetivos de marcar 1.000 goles oficiales -lleva 917- y jugar el Mundial 2026. Cuatro o cinco décadas atrás, cuando alguien llegaba a los treinta o treinta y dos calendarios se lo tachaba de veterano.

Y lo era. Pelé se retiró de la Selección Brasileña a los 30. La carrera del deportista se ha estirado. Messi fue campeón y figura del Mundial -con 7 goles y 3 asistencias-, a los 35 años y medio. Lewandowski lidera a los goleadores en España próximo a los 37 y Salah atraviesa su mejor temporada en Inglaterra cercano a los 33. Lo vemos también en el tenis con el fenómeno Djokovic, quien sigue en la cima a los casi 38.

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Cristiano sopló sus 40 velitas el miércoles, dos días después de marcar un doblete al Al-Wasl de Emiratos Árabes Unidos. Y encabeza otra vez la tabla de artilleros de la liga de Arabia Saudita, que es más fuerte de lo que se cuenta. Es un caso de longevidad fabuloso, ayudado por el hecho de sufrir escasísimas lesiones en 23 temporadas. Es claro que él jamás entró en el roce con los zagueros y que aquella gavilla de Sergio Ramos, Pepe, Arbeloa, Marcelo, los dos Carvajal, Xabi Alonso jugaban de compañeros y no de rivales. Por eso y por su extraordinaria profesionalidad y cuidados luce como cero kilómetro.

Lastimosamente, la embarró en una nota exclusiva que concedió a su amigo Edu Aguirre, el ultramadridista integrante de El Chiringuito. Con una arrogancia jamás vista sentenció: “El mejor de la historia soy yo, punto final. Los números lo dicen”. Y siguió con su megalomanía: “¿Qué quiere decir la palabra goleador? Números, el que pone la pelotita dentro del rectángulo. ¿Quién es el mayor goleador de la historia? Yo creo que soy el jugador más completo que ha existido. Es mi opinión. Una cosa es un gusto, yo creo que soy yo. Hago todo en el fútbol. Juego bien de cabeza, tiro bien faltas, tiro bien del pie izquierdo, soy rápido, soy fuerte, salto… Una cosa es un gusto, te gusta más Messi o Pelé o Maradona. Entiendo eso y lo respeto. Pero decir que Cristiano no es completo, es mentira. ¡Soy el más completo!». Cerró a toda orquesta: “Sinceramente, no vi a nadie mejor que yo”.

Muhammad Alí también alardeaba de más, se ponía nariz contra nariz con Sonny Liston y le prometía noquearlo en el sexto asalto. ¡Y era Sonny Liston, que venía de triturar a Floiyd Patterson…! Pero cumplía, lo acababa en el sexto. Y antes de estropear su rostro lo ridiculizaba con su box magistral. Claro, Alí era un genio verdadero, no un esforzado gimnasta. Y además simpático, chispeante, inteligente. La vanidad, si es graciosa, hasta cae bien. No es el caso de Cristiano.

Desde luego, marcar 917 goles profesionalmente, ganar 34 títulos y cinco Balones de Oro es un mérito fantástico, pero por supuesto no es el mejor de la historia. Autoproclamarse superior a Pelé, Maradona o Messi es futbolísticamente sacrílego. No se lo cree ni él. Ese trío está varias galaxias por encima suyo. Y fueron campeones mundiales, que el portugués no lo es. Incluso hay varios más que ocupan un altar supremo: Di Stéfano, Cruyff, Platini, Zidane, Beckenbauer, Ronaldinho, Ronaldo Fenómeno, Xavi Hernández, Gerd Müller, Puskas, Garrincha, George Best. Auténticamente excepcionales, muy superiores en calidad de juego a CR7. Conste que a Di Stéfano y a Puskas los vimos sólo por videos y aún así nos cuesta excluirlos. Luego hay una docena del nivel Zico, Bobby Charlton, Michael Laudrup, Baggio, Baresi, Benzema, Neymar, Iniesta… figuras técnicamente exquisitas.

Pelé fue el futbolista perfecto, Maradona la habilidad sublime unida a una bravura casi suicida. Y Messi es una simbiosis de ambos con más velocidad y más conducción que ambos. Cristiano puede luchar en el rubro centrodelanteros goleadores. Con Müller, Van Basten, Romario, Lewandowski, Hugo Sánchez, Luis Suárez, su propio compatriota Eusebio… Es decir con los ilustres 9 de la historia. En ese escenario pierde ante la fiereza de Müller, la espectacularidad del mexicano, la clase magistral del holandés, la potencia desmesurada de Eusebio. No obstante, puede torcerles el brazo porque entre artilleros lo que prima es el número. Si uno anotó 917 y otro 560 la comparación empieza a perder sentido. Es como en los cien metros llanos: la marca dice todo. Uno dice “Usain Bolt 9,58” y no hay mucho que agregar.

“Los números están ahí…”, deslizó Cris, que ha vivido para engrosar sus números personales. Sí, las cifras son incontestables. El juego también. El fútbol se convirtió en la máxima pasión de la humanidad, casi comparable al sexo por la habilidad, el talento, la creatividad, el ingenio, la picardía, la gracia, la inteligencia, el encanto, la gambeta, el amague, el dominio y también la garra, el coraje, la intrepidez… Cristiano Ronaldo no encaja en ninguno de esos ítems. Alguien deslizó una pregunta: ¿A quién le gusta ver jugar a Cristiano Ronaldo…? Nadie se atrevió a responder. Es más un suceso estadístico que futbolístico. Con que te digan cuántos goles hizo, alcanza. “Hay jugadas en mediocampo o incluso más atrás, de Messi, Maradona o Pelé que te pagan las dos horas invertidas en ver el juego, que te arrancan una sonrisa así no terminen en gol”, comenta Ricardo Rozo, brillante analista colombiano.

“Creo que hay una animadversión hacia Cristiano”, protesta Andrés Magri, también colombiano, director de la revista Fútbol Total. Rozo le contesta: “No creo que haya animadversión. Es simplemente que una cosa es ser un goleador descomunal, un atleta impresionante y otra un jugador increíble. En el resumen del partido notas la diferencia: en el caso de Cristiano, alcanza con ver su gol, con los verdaderos genios tenías que ver el partido entero”.

En los grupos de fútbol que integramos por WhatsApp con prestigiosos colegas de toda América, España, Italia, se dio un largo debate acerca de las declaraciones de Cristiano Ronaldo, también se realizó una encuesta con cinco opciones: a) Es el mejor de todos; b) Está en el podio; c) En el top 5; d) En el top 10; e) Fuera del top 10. Nadie lo votó en las dos primeras, uno sólo lo incluyó en el top 5, tres en el top 10 y todos los demás lo dejaron fuera de los diez primeros. Y votaron decenas.

Son dos cosas diferentes: los goles y el juego. Sucede que en este tiempo donde se adora la estadística ha quedado un poco relegado el debate sobre el arte, la fantasía que hizo célebre a este deporte. Sin embargo, no ha desaparecido: Messi lleva 60.000 ó 70.000 personas a los estadios en la MLS y en Arabia acuden 12.000 a los partidos de Cristiano. La magia sigue prevaleciendo.

No obstante, ha sido un buen disparo marketinero el de Cristiano, instaló el tema y muchos que tocan de oído compran el mensaje. El presente tiene un efecto gaseosa, sube la espuma y hace ruido, pero el tiempo ubica todas las cosas en su justo sitio. A Cristiano también le dará el lugar que le corresponde.

(06/02/2025)

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Los hijos y los nietos, felices

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 3 de febrero de 2025 / 00:59

Ya está. Jhon Jáder Durán se va a Arabia Saudita. El Al Nassr pone 77 millones de euros más 13 en objetivos (seguramente alcanzables) y el corpulento delantero deja el Aston Villa. Se va a compartir ataque con Cristiano Ronaldo y Sadio Mané. El traspaso ha generado un gran debate: ¿está bien…? ¿está mal…? Está bien porque representa la máxima transferencia de la historia de un futbolista colombiano, lo que valoriza a todos los futbolistas de su país.

Está mal porque con semejante juventud ya lleva dos temporadas en la Premier League, la meca de todo jugador, y la deja para ir a un destino que, para muchos, es un cementerio de futbolistas. Está en la edad perfecta para descollar y ser una luminaria en el escenario soñado por todos. Se baja para convertirse en un ultramillonario, pero ya no estará en la élite.

Quienes despertaban temprano los sábados o domingos para ver los partidos del Aston Villa con la ilusión de gritar un gol suyo ahora podrán dormir un par de horas más.

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¡Ronaldo go home…!

Las redes sociales atraparon miles de comentarios. Los contra usaron hasta la palabra “mercenario”. Otros, menos extremistas, escribieron “decepcionante”. Y los pro (no tan futboleros, por cierto), aprobaron con “felicitaciones”, “adelante”. Hay que entender que es una decisión absolutamente personal y respetable. De la mejor fuente: el Al Nassr pagará a Durán 35 millones de euros por año, 2,9 millones por mes, 96.000 por día, 4.000 por hora… Eso, durante cinco años y medio, o sea 192,5 millones totales. Una operación brutal, una megatransferencia reservada a supercracks. Cuando a uno le ponen enfrente un contrato de tales proporciones y sólo tiene que firmar, seguramente le tiemblan las piernas. Es muy difícil decidir, y más cuando acabas de cumplir 21 años.

Es más de lo que ganó nunca James Rodríguez, más de lo que gana el propietario de cualquier banco de América Latina, más de lo que perciben, enteros, los planteles de la mayoría de los clubes de nuestro continente. Estamos hablando de un jugador joven, potente, técnico y con carácter, con un potencial luminoso, pero que en seis años de actuación marcó apenas 38 goles, no ha sido campeón y no es titular ni en el Villa ni en la Selección Colombia. Y no lo estamos demeritando, son datos de la realidad.

Dos opiniones de lectores de El Tiempo, de Bogotá, reflejan la polarización respecto a esta transferencia, que será inolvidable: “Lo de Duran es natural, es nuestra mentalidad. Por eso no tenemos ni tendremos nunca el nivel para ser campeones de nada. Pues nuestros jugadores juegan por plata no por gloria”, critica Alberto Farfán. En un punto diametralmente opuesto, Juan F. Yeped manifiesta: “Jhon, por favor, no lo piense dos veces, esta oportunidad es única y le garantiza un futuro a usted y a su familia!! El futbol es temporal, lesiones y situaciones fuera de su control pueden estar a la vuelta de la esquina. Disfrute cada minuto en Arabia”. La aprobación, únicamente basada en el dinero, gana por amplia mayoría. Realizamos un sondeo en Twitter y el resultado es claro: 66% se inclinó por la opción “Muy bien, será millonario”; el 34 restante votó por “No, es una gran decepción”.

Está claro que lo deportivo se querella contra lo económico, no al revés. “Va a jugar con Cristiano Ronaldo, puede aprender”, dicen unos, a manera de justificación. “Y a los 25 años puede volver a Europa”, agregan otros. No, en rigor, a los 27 años y medio. Que debería igual es la plenitud total. Si el propio Cristiano sigue goleando a los 40 (los festeja mañana) y Lewandowski lidera a los goleadores en España cercano a los 37… El tema es que justo ahora Jhon Jáder está en el momento perfecto de subir al estrellato, para que su silueta se refleje en la Luna… Y se va al desierto…

El grueso de quienes están de acuerdo se apoya en una idea: “Asegura su futuro y el de su familia. Con esa plata no tendrán que trabajar ni sus hijos ni sus nietos”. Agregamos bisnietos y tataranietos. Ahora bien, ¿quién instaló eso de que un atleta debe jugar para que no trabajen ni sus nietos…? El objetivo de un deportista es triunfar, conquistar títulos con sus clubes y su selección, ganar prestigio, llegar a la cima, dejar un legado, quedar en la memoria de los hinchas. Aparte, Jhon Jáder ya es millonario, cobra 75.000 libras a la semana, unos 93.513,75 dólares cada siete días. O, expresado de otro modo, 4.862.715 dólares anuales. Cuando terminara el vínculo con Aston Villa (también en junio de 2030) iba a tener un acumulado de 36.470.362 dólares. Da para tener el autito y la casita. ¿Cuánto se necesita para blindar el futuro de una familia…?

A los 21 años, Jhon Jáder ya ha sido objeto de tres transferencias importantes: de Envigado al Chicago Fire (1.700.000 euros), de allí al Aston Villa (20,15 M€) y ahora esta. Por eso uno se pregunta: ¿por qué nunca fue titular para Unai Emery…? ¿Por qué tan pocos minutos con Néstor Lorenzo…? Apenas 5,8 partidos sumando todas sus entradas.

Para Aston Villa es un negocio brillante, aunque no quería hacerlo. “El jugador se quiere ir”, declaró Unai Emery, sin dejar dudas: Durán estuvo de acuerdo, presionó. Y cuando es así el club no puede hacer nada. La pregunta es ¿acertó…? Sólo el tiempo lo dilucidará. ¿Volverá a Europa en 2030…? ¿El dinero lo relajará…? ¿Encontrará en Arabia el nivel que le permita pelear un puesto en la selección…? ¿Se llevará bien con CR7…? Sabemos del ego estratosférico de Cristiano y de las pocas pulgas de Jhon Jáder. Son personalidades fuertes. El colombiano no va a ir a jugar para el portugués. Un pase no dado, Cristiano que levanta los brazos protestando y pueden saltar chispas.

Exhumamos el derrotero de Neymar, que, atraído por el oro del PSG, en lugar de quedarse en Barcelona a ganar campeonatos con Suárez y Messi prefirió partir. Su huida a París fue desastrosa. Se apagó su luz, sufrió el hacha de una liga físicamente impiadosa, se llenó de lesiones. No pudo ganar la Champions, que para eso lo llevaron, ni el Balón de Oro. Y esa malaria se trasladó a la Selección Brasileña. Sus registros anuales, que en los tiempos buenos eran de 43 goles, 42, 39, comenzaron a bajar dramáticamente a 28, 23, 19, 17, 13, sin contar los prolongados períodos de inactividad. Cuando prevalece el dinero por sobre los sueños, algo falla. Ahora acaba de volver al Santos cantando el tango de Cadícamo. “Vuelvo vencido a la casita de mis viejos, cada cosa es un recuerdo que se agita en mi memoria”. 

La contrafigura de ambos casos es Erling Haaland, que hace dos semanas rubricó un nuevo acuerdo con el Manchester City por diez años. No es todo por dinero. Seguramente le han garantizado un proyecto deportivo ganador, con Guardiola al frente y compañeros de jerarquía para pelear por todo. Semejante renovación -hasta 2034- en un goleador consagrado, por el que suspiran el Real Madrid, el Barcelona, el Bayern, el Arsenal, el mundo árabe o la MLS significa “me quiero quedar, soy feliz aquí, no estoy desesperado por irme a otro club, deseo ganar más títulos con el City, quiero devolver el cariño con goles…” Seguirá en el Olimpo. Messi mismo, cuando el Barcelona le cerró la puerta en la cara, lloró, se bajaba el sueldo un cincuenta por ciento con tal de quedarse. Porque el Barça es el escalón más alto. Igual iba a ganar.

Pero son decisiones… Cuando alguien te sienta a una mesa y te dice “firme acá, hay 192 millones para usted…”

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