Thursday 27 Mar 2025 | Actualizado a 20:14 PM

Una Copa sacatécnicos

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 12 de julio de 2024 / 23:06

En los años noventa algunas selecciones acudían a la Copa América con equipos alternativos, muchos jugadores que actuaban en Europa “gambeteaban” el convite, los entrenadores decían que era un buen tubo de ensayo para las Eliminatorias. No la tomaban muy en serio. Eso cambió por completo. El grado de exigencia ha aumentado extraordinariamente. El prestigio de la Copa da alto reconocimiento a quienes la ganan o a quienes cumplen buen papel.

Esta Copa es redentora para James Rodríguez, que volvió a sus estándares del Mundial 2014 y alcanzó niveles de superhéroe en Colombia. Jeyland Mitchell, el zaguero costarricense que se devoró a Vinicius ante Brasil ya fue fichado por el Feyenoord de Holanda. Y cuatro técnicos fueron cesados por la mala actuación de sus equipos. Tales indicadores reflejan la importancia actual de la Copa.

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* Disyuntiva. El interés y la significación alcanzada por la centenaria competencia lo ratifica una declaración de Orlando Ascensio, subeditor de Deportes del diario El Tiempo. Se le preguntó qué elegirían hoy los hinchas colombianos si tuvieran una sola opción: ganar esta Copa América o ir al Mundial. “Creo que la mayoría prefiere ser campeón de América”. Un sondeo en Twitter lo ratificó: un 78% escogió ganar esta Copa, que sería un logro histórico, consagratorio para el fútbol colombiano, por el momento del equipo, por la escalera de rivales (Brasil, Uruguay, Argentina) y por las formas: jugando un gran fútbol.

* Adiós. Las pobres campañas de sus selecciones y el descontento de los hinchas provocó el despido o la renuncia de cuatro de los dieciséis entrenadores que llegaron al torneo: Greg Berhalter (Estados Unidos), Daniel Garnero (Paraguay), Félix Sánchez Bas (Ecuador) y Heimir Hallgrímsson (Jamaica). La Federación de EE.UU. fue concisa y clara: “No se cumplieron las expectativas”. Eso vale para todos. A su vez, quedaron malheridos Jaime Lozano (México) y Dorival Junior (Brasil). Y muy tocados Antonio Zago (Bolivia) y Jorge Fossati (Perú). El 50% cesanteados o cuestionados. Ahora, la Copa no perdona.

* Cachet. Se especula que Shakira, que cantará mañana en el entretiempo de Argentina-Colombia como telón de la Copa América, cobrará alrededor de 500.000 dólares por sus diez minutos de actuación. En comparación, sería bastante más que los 667.000 que percibió por partido cada selección en la primera fase del torneo. No es que Shakira cobre mucho, los equipos reciben poco.

* Precios. Argentina-Messi es el equipo más convocante del mundo y Colombia tiene una colonia de inmigrantes gigante en el país de Washington. El Hard Rock Stadium de Miami, escenario de la final, tiene aforo para 75.540, pero no alcanzará para la expectativa despertada. Está claro que, si hubiese un estadio para 300.000, rebalsaría igual. Y los precios son estratosféricos. La entrada más económica para el choque por el título en el sitio oficial de venta concesionado por la Conmebol -Ticketmaster- es de 2.249,48 dólares y la más elevada 11.903,95. Sólo quedaban unas pocas. En reventa seguro se podrán conseguir todavía, pero a costos mucho más onerosos. La taquilla, como todos los demás rubros, será ultramillonaria. Tantos ingresos no tienen correlato con la pobre recompensa que se llevan las selecciones.

* ¿Popular…? Ir a un solo partido de la Copa por intrascendente que éste sea, al menos en Estados Unidos, supone un gasto gigantesco en boleto, transporte y comidas. No sólo va el que quiere sino el que puede. La comercialización del futbol ha cambiado radicalmente, ya no es un deporte para el pueblo. En Europa no se permite poner cualquier número al valor de las localidades, hay límites. Por eso la Eurocopa es mucho más democrática y accesible. Hay cuatro niveles para la final de Berlín: 300 euros, 600, 1.000 y 2.000. La taquilla en Alemania tal vez no llegue ni a la mitad de la de Estados Unidos.

* Clima. Se prevé una temperatura media de 28 grados a las 8 de la noche del domingo en Miami. Tolerable. Sin embargo, las altas temperaturas fueron uno de los puntos inquietantes de esta Copa. El pasado sábado 6 se registró en California un pico de 53 grados. En Arizona llegó a 45. Ambas ciudades albergaron partidos de la Copa América. La FIFA, que ha enviado una delegación para estudiar los distintos aspectos de esta competencia, seguro lo tendrá en cuenta y es posible que solicite climatizar todos los estadios para el Mundial 2026. Eso le obligaron a hacer a Catar en 2022, además de cambiar la fecha de disputa.

* Edad. Los finalistas están parejos en promedio de edad: Colombia (28 años y 2 meses), Argentina (28,5). El fútbol está signado actualmente por la intensidad y no es posible competir con posibilidades sin frescura física. Lo acaba de explicar Ricardo Gareca, al comentar por qué decidió excluir de la Selección Chilena a Arturo Vidal, Gary Medel y Charles Aránguiz: “El recambio siempre es algo que se da naturalmente, no porque uno quiera. Tiene que ver con el rendimiento y otras cosas puntuales, porque si contás con mayoría de muchachos de 36 ó 37 años, hay un promedio de edad que sí o sí tenés que bajar, porque si no se complica el nivel de competencia. Si te cargás de gente demasiado grande, lógicamente vas a tener problemas a la hora de disputar con intensidad en la parte física, más allá de que lo técnico también importa”.

* Candidato. Colombia ha jugado claramente mejor que Argentina en lo que va de la Copa, incluso enfrentó rivales más complejos, no obstante, en todas las casas de apuestas la Albiceleste casi dobla en favoritismo a su rival de mañana: El once de Scaloni paga en casi todas 2,10 ó 2,15 por cada dólar apostado, Colombia devuelve entre 4,15 y 4,33.

* Despedida. La de Uruguay, entre golpes, corridas y broncas. Del Mundial de Catar se fue con varios futbolistas increpando gravemente al árbitro, rompiendo la cabina del VAR que utiliza el juez, casi tomando del cuello a un juez de línea. Era la rabia por no concederle un penal. De esta Copa América sale envuelto en un disturbio pleno de violencia en el que los jugadores pelearon con hinchas colombianos. Se argumenta que agredieron a sus familiares. Es posible, pero es una antigua costumbre. Un fútbol respetado, admirado y hasta temido como el uruguayo no se puede ir de los torneos entre agresiones cada vez que pierde. Hay 11 futbolistas celestes sumariados por la Conmebol. En Sudamérica, por lo general las sanciones quedan en nada.

Sólo queda saber el séptimo

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 23 de marzo de 2025 / 22:35

El triunfo de Paraguay y las derrotas de Bolivia y Chile dejan todo aclarado: los seis de arriba son inamovibles, van al Mundial; queda la pelea chica, por el séptimo puesto, el del repechaje.

Esto, faltando cinco fechas para terminar la Eliminatoria. Puede que en las jornadas siguientes se distienda todo y muchos enfrentamientos sean como amistosos. Amistosos por plata.

Que muchos futbolistas no acudan al llamado de sus selecciones acusando lesiones inexistentes o que no pongan la piernita. Esto abre un debate sobre cómo deberían ser las Eliminatorias del futuro.

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* Increíble. Si hoy terminara la clasificación, Bolivia estaría con grandes chances de disputar el Mundial por ser séptimo, pese a haber perdido 8 partidos sobre 13. Porque estaría en la repesca y podría lograr un cupo. O sea, clasificaría una selección que perdió el 62% de sus encuentros. O podría entrar Chile aún con diez derrotas. Un absurdo. Pero el tema no es Bolivia o Chile, es el sistema. Esto se debe al número tan alto de plazas de que goza Sudamérica. Que por un lado nos alegra, por otro le quita sentido a la carrera mundialista.

* Anomalía. Al vencer a Uruguay, Argentina consiguió virtualmente el boleto al Mundial cinco fechas antes del final. Le quedan cinco encuentros en los que no se jugará nada, en todo caso el prestigio. Que no es poco, claro, pero Scaloni hasta podría licenciar jugadores o probar jóvenes a pesar de tener que enfrentar a rivales que se juegan el pellejo, como Chile y Venezuela. Incluso futbolistas de los que están en Europa podrían decir “me duele la pancita, contra Chile y Colombia no voy”. Y otro peligro es que pueda haber acuerdos entre jugadores rivales y se den esos choques híbridos con resultados “convenientes” para beneficiar a alguno.

* Inflación. Esto obedece al aumento, en los Mundiales, de 32 a 48 equipos. ¿La consecuencia…? hay demasiados clasificados: el 60% de los que participan en la Eliminatoria. Porcentaje que treparía al 70 si el del repechaje gana un cupo también. Es decir, tantas plazas mundialistas quitan fogosidad, tensión y seriedad al tramo final de la Eliminatoria. Pero, bueno, ya está determinado así y es utópico pensar que se vuelva hacia atrás.

* Cambio. Hoy, las asociaciones sudamericanas viven de los derechos de TV de la Eliminatoria. Ese colchón de dinero les permite financiarse por cuatro años. Si se reduce el número de partidos se achican también los ingresos. Nadie lo aceptaría. Habría que mantener los 18 cotejos para cada uno viendo una fórmula nueva, tal vez por fases, para que se llegue a la última fecha con una mayoría de selecciones luchando por un lugar.

* Salvavidas. A Argentina, Uruguay, Brasil, Paraguay, Ecuador y Colombia sólo les falta hacer el chequeo de los pasajes, pero ya están emitidos. Hay cuatro que se pelean en el medio del mar por un gomón: son Bolivia, Venezuela, Perú y Chile.

Los tres primeros tienen parecidas posibilidades de lograr ese séptimo puesto que los salve del naufragio. Chile, en cambio, está último y le tocará caminar sobre un sendero de brasas ardientes: Ecuador, Argentina y Uruguay en Santiago, Bolivia en El Alto y Brasil también afuera. Si de los 15 puntos logra 12 entra en los libros de historia.  

* Fantástica. La campaña de Ecuador, que venció a Venezuela 2 a 1. Este grupo de jugadores es magnífico desde la actitud y muestra un hecho notable: está por encima de los entrenadores. Nombren a quien nombren, juegan por ellos, dejan todo en cada partido.

Nadie podrá decir que no corren o no sienten la camiseta. Está segundo en la tabla, pero conste que, de no mediar aquella quita de tres puntos por el caso Byron Castillo, estaría a un pasito de Argentina. Es un plantel para hacer un Mundial recordable. La Defensa de Oro, esta vez sin Hincapié, es la fuerza que empuja el carro. Y arriba, el talento goleador de Enner Valencia (46 goles con la selección), que a los 35 años es una tromba marina. Lo hemos dicho reiteradamente: el biotipo físico ecuatoriano es por lejos el más impactante de Sudamérica. Un presente feliz que, por edad de los futbolistas, debería prolongarse el año próximo.

* Atención. La única mancha de la Tricolor es que el penal fallado por Enner lo ponía 3 a 0 y era una fiesta. En cambio, terminó en un 2-1 ajustado. Tanto que, antes del gol venezolano, Galíndez desvió una bola dificilísima, que, si no, se le metía abajo. Fue la acción en que se le salió el dedo. Por fin Ecuador resolvió el problema del arco. Ya no hay dudas ahí: Galíndez es el uno.

* Jerarquía. La de Argentina en su triunfo sobre Uruguay en el Centenario. El resultado mínimo (1-0) no ilustra la solvencia con que lo resolvió. Sin Messi, De Paul y Lautaro Martínez logró una victoria grande en un reducto bravo. Muy superior a su rival, aguantó las asperezas en el primer tiempo, se soltó y dio una cátedra de circulación en el segundo. Un equipo que lucha cuando toca la batalla y juega cuando logra domar al rival. Personalidad, juego, aguante, brillante toque de bola y manejo de los momentos anímicos. Una actuación de las más importantes de este equipo, que no se relaja. Uruguay ni pateó al arco. Scaloni, único técnico que ganó por Eliminatorias en Maracaná y en el Centenario.

* Perfección. “Fue una actuación para estar feliz la de Argentina”, opina Ricardo Montoya, comentarista peruano de TV. “Demostró por qué es el campeón del mundo. Fue brillante en todos los aspectos. Uruguay no jugó mal, tuvo un plan, puso lo que se le conoce, intensidad, vértigo y muy buenos jugadores, pero Argentina se lo comió. Primero lo esperó con temple, lo neutralizó y, cuando se adueñó de la pelota tuvo una extraordinaria exposición táctica. El uno a cero quedó cortito. Thiago Almada genial, Cuti Romero estupendo, el Dibu Martínez fantástico, Tagliafico impasable…”.

* Inquietante. Colombia estará sin dudas en Estados Unidos, México y Canadá 2026. No obstante, sacó sólo 7 puntos de los últimos 21. Y perdió 4 de sus últimos 5 juegos. ¿Qué estará pasando…? El funcionamiento es el mismo, los rendimientos individuales no. Se instaló una inseguridad. El golpe de no ganar la Copa América ha sido grande, había una convicción absoluta de conquistarla y justo en la final jugó su peor partido. A partir de allí decayó ostensiblemente. Pero puede pasar. “La Selección Colombia atraviesa su peor racha de los últimos 17 años en las Eliminatorias” es el mayor titular de El Tiempo.

* Karma. Hay otro tema que quema: los últimos instantes de los partidos. Cayó en tiempo suplementario en la definición americana en Miami ante Argentina; a los 101 minutos con Uruguay (2-3) y ahora a los 99’ con Brasil. Pero había perdido al minuto 85 en Barranquilla en el fatídico choque con Perú en 2021. Aquel gol del Oreja Flores le costó el Mundial. Frente a Uruguay en Barranquilla le empataron 2-2 en el ’91. ¿Es casualidad…?

* Ídem. Exactamente lo mismo le pasa a Uruguay: la Celeste ganó uno de los últimos 10 partidos que jugó entre 2024 y este año, y en siete de ellos no convirtió goles. Ahora debe ir a El Alto a enfrentar a Bolivia y Bielsa anunció que no jugarán los mismos que el viernes. Perdió juego, Uruguay. Y hay nerviosismo. Los medios uruguayos sostienen que, tras la derrota con Argentina, el vestuario era un volcán, con gritos y acusaciones entre los jugadores.

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Ocho sobre diez es récord mundial

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 19 de marzo de 2025 / 22:18

La Eliminatoria vuelve para encarar la recta final: las seis fechas que definirán quiénes van al Mundial, quiénes no, y cuál deberá pasar por el purgatorio del repechaje. Puede que entre viernes y martes ya se conozca el primer clasificado, esto es: si el líder de las posiciones -Argentina- logra sumar tres puntos, ante Uruguay o ante Brasil (ardua tarea sin Messi y sin Lautaro Martínez). Hoy quedará establecido, también, un increíble récord mundial: con el debut de Oscar Ibáñez como DT de Perú, habrá 8 técnicos argentinos entre las 10 selecciones sudamericanas: el 80%. En toda la historia del fútbol no hubo un caso similar en competencias internacionales.

Y cinco de ellos están en óptimas condiciones de clasificar: Scaloni (Argentina), Marcelo Bielsa (Uruguay), Sebastián Beccacece (Ecuador), Néstor Lorenzo (Colombia) y Gustavo Alfaro (Paraguay). A su vez Fernando Batista (Venezuela) y Ricardo Gareca (Chile) la siguen luchando. Ibáñez, en cambio, toma a Perú último y con remotas posibilidades. No parece lejano el día que Brasil contrate también un argentino para su selección. En Uruguay lo veían como algo imposible, pero ahí está Bielsa.

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Esto, en selecciones, en clubes hay decenas de entrenadores gauchos diseminados por toda América. También por el resto del mundo. ¿Por qué tanta demanda por contratarlos…? Desde siempre es una mano de obra muy buscada. Se los tiene como buenos conductores de grupos, de verbo fluido, saben entrarle al jugador, están actualizados, se meten en la piel del país al que llegan y, en general, se valora su conocimiento del juego. Pero, por encima de todo: son apasionados, comen fútbol las 24 horas.

Los exponentes más reconocidos de este Premundial, sin duda son Lionel Scaloni (un hallazgo increíble), Néstor Lorenzo, que dio un vuelco total a la Selección Colombia; Gustavo Alfaro, quien ya podría postularse a presidente de Paraguay, y Marcelo Bielsa, que ha logrado cambiar la mentalidad conservadora del fútbol uruguayo.

Volviendo al desarrollo propiamente de esta clasificatoria, vemos lo que podríamos definir como una anomalía. Si Argentina venciera a Uruguay lograría el boleto al Mundial y luego le quedarían cinco encuentros en los que no se jugaría nada, en todo caso el prestigio. Scaloni hasta podría licenciar jugadores, a pesar de tener que enfrentar a rivales que se juegan el pellejo, como Chile y Venezuela. Esto obedece al aumento de participantes mundialistas de 32 a 48. En consecuencia, hay muchos clasificados: el 60% de los que participan. Y ese porcentaje podría trepar al 70 si el del repechaje gana un cupo también. Es decir, tantas plazas mundialistas quitan fogosidad al tramo final de la Eliminatoria. Pero, bueno, ya está determinado así y es utópico pensar que se vuelva hacia atrás.

En estos cuatro meses de receso prácticamente nada ha cambiado en lo futbolístico entre los participantes, salvo que Perú le dio salida al uruguayo Jorge Fossati y lo sustituyó por el mencionado Ibáñez. Fossati no logró darle un salto de calidad a la Blanquirroja. Tres derrotas, dos empates y una sola victoria (curiosamente sobre Uruguay, que llegaba golpeado por el escándalo Suárez-Bielsa). Sobre todo, no logró levantar juego, Perú. Ahora lo reemplaza otro exarquero. ¿Será récord también…?

Lo que cambian son los tiempos. La Vinotinto que enfrentará a Ecuador mañana en Quito presenta una nómina con 34 futbolistas, de los cuales sólo dos actúan en el fútbol local, y ambos están entre los suplentes. Treinta y dos están en Europa, Estados Unidos, Brasil, España, Argentina… Antiguamente, que Venezuela tuviera un solo elemento actuando en el extranjero hubiese sido motivo de curiosidad. Este aspecto, por sí solo, lo torna un adversario de cuidado. Aparte, recordemos que los últimos duelos entre ambos, con los mismos jugadores, fueron un 0-0 en Maturín por Eliminatoria y el triunfo venezolano 2-1 en Estados Unidos por Copa América. De modo que, pese a que los futbolistas ecuatorianos están casi todos en un momento notable, Venezuela es rival de respeto. Vale puntualizar también que, aunque Ecuador lo aventaja en el historial de enfrentamientos (en Eliminatorias es 9 victorias a 5), Venezuela ha sabido ganar. Y si contamos Copa América y otros, la brecha se reduce: 15 a 12.

Pero la TRI es amplia favorita. Conste que, de no mediar aquella sanción de los tres puntos por el caso Byron Castillo, estaría segunda pisándole los talones a Argentina. Lo curioso es que siendo Liga de Quito bicampeón 23-24 del fútbol ecuatoriano y anfitrión del partido Ecuador-Venezuela, no tenga ningún jugador de sus filas convocado. ¿Llenará el público liguista la Casa Blanca…?

Brasil, que se ha enderezado en el último tramo -2 triunfos y 2 empates- recibe a Colombia con varios puntos altos en su formación, sobre todo el ataque: Raphinha, Rodrygo y Vinicius, que atraviesan un momento estelar en Europa, especialmente los dos primeros. Lo mismo que Bruno Guimarães y Joelinton, flamantes campeones con el Newcastle, ambos de fantástico rendimiento. Y su arquero Alisson en el Liverpool, ídem. En 15 duelos eliminatorios, Brasil le ganó 7 a Colombia, otros 7 fueron empates y el anterior, en Barranquilla, lo ganó Colombia 2-1 con doblete de Luis Díaz. Colombia nunca pudo vencer en la patria de Pelé. Sin embargo, sigue arriba y tratará de romper el embrujo.

“Vamos a jugar una final, que se define por detalles”, anticipó Gustavo Alfaro, refiriéndose al trascendental Paraguay-Chile, en Asunción. Desde que él asumió, la Albirroja disputó seis, ganó tres y empató tres. Invicto y con la moral en la estratósfera. Pero Chile se ha juramentado jugar estos seis cotejos que le faltan con el alma. Retoma con bríos nuevos. Si saca once puntos de dieciocho, se prende. No es imposible. En el historial entre ambos, Paraguay gana estrechamente 10 a 9 en Eliminatorias, pero en la general lidera Chile 31 a 29. Son probablemente los dos rivales más parejos del continente. Todo puede suceder ahí.

Argentina va al país más adverso del continente para sí, donde encuentra mayor animadversión: Uruguay. Y no sólo eso, también un rival temible. Que lo espera siempre con el cuchillo entre los dientes. La Celeste tiene todo para ganar: jugadores, técnico, motivación y garra. Por si fuera poco, la Albiceleste va sin su estandarte, Lionel Messi. Una pena porque estaba en un nivel brillante en el Inter Miami. Es el clásico más antiguo de América y el de mayor número de enfrentamientos en el mundo: 200. Comenzó en 1902. Apasionante. En el historial, hay 8 éxitos argentinos por 4 uruguayos. Pero en la general, sumando Mundiales, Copa América y amistosos, Argentina lleva buena ventaja: 93 a 59. Son parejos, aunque ya en el primer choque, en La Bombonera, se impuso Uruguay 2 a 0 jugando en alto nivel. Imposible saber cómo plantearán el juego Bielsa y Scaloni. Los dos son de atacarse, puede ser un espectáculo notable.

Bolivia va a Lima con toda la fe del mundo, y arriba en el cómputo ante Perú: 9 victorias a 7. Las estadísticas dicen 8 a 8, pero se le cuenta a Perú como triunfo aquella derrota por 2-0 en el Siles (goles de Pablo Escobar y Ronald Raldes) que luego ganó en escritorio. En la cancha prevaleció la Verde.

La historia no juega, pero juega… Los historiales no están relacionados con el presente, pero el que manda en las estadísticas juega confiado.

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Once goles y un adiós

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 16 de marzo de 2025 / 23:42

“El Tenor de Aragua, Darío Castillo, estremecerá con su voz los cimientos de la maestranza cuando antes del ‘partir plaza’ sea el encargado de cantar las gloriosas notas del himno nacional”, decía el anuncio de una corrida en la plaza de toros de Maracay, Venezuela. Y salía a la arena un sujeto corpachón, voluminoso, que con voz de ultratumba entonaba Gloria al Bravo Pueblo. Nadie, de los miles de presentes, sabía que ese hombre de voz portentosa que abría la fiesta taurina varias décadas atrás había protagonizado un desdichado suceso en la Copa Libertadores. Ese cantor de enorme humanidad había sido arquero profesional. Lo fue fugazmente, pero entró en los libros.

Hay una foto borrosa del 15 de marzo de 1970. Esa foto de aquella noche inclemente muestra muchos paraguas negros en las despobladas tribunas del estadio Centenario de Montevideo. Los hinchas que se animaron a la mojadura -apenas 6.000- asistieron a un récord que lleva 55 años y difícilmente se repita. Ese lluvioso domingo montevideano Peñarol goleó 11 a 2 al Valencia de Venezuela y marcó la mayor goleada de la historia de la Copa. Incluso es el resultado más abultado en 66 ediciones del torneo. El arquero que recibió los once goles se convertiría años después en El Tenor de Aragua, conocido intérprete de música folclórica y española en su país.

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El Valencia Fútbol Club, desaparecido hace años, había sido subcampeón venezolano detrás del Deportivo Galicia y en esa edición les tocaba enfrentar a los uruguayos, que hasta ahí eran dominadores de la Libertadores junto a los argentinos. Nacional tenía 9 jugadores y Peñarol 8 en la Selección Uruguaya, que tres meses después harían un gran papel en el Mundial de México. Fueron cuartos detrás de Brasil, Italia y Alemania. Esto habla del poderío notable del fútbol celeste en ese entonces. En contrapartida, Venezuela era futbolísticamente el Benjamín de Sudamérica, no había una identidad nacional, sus equipos, salvo excepciones, estaban compuestos por mayoría de españoles, brasileños y argentinos de segundo orden que iban a hacerse unos pesos. Los clubes nacían y desparecían cuatro o cinco años después. Reinaba el béisbol en la patria de Bolívar.

La desproporción de fuerzas era abismal, iban al matadero. Y pasó lo que podía pasar. Tres días antes, en el mismo Centenario, Valencia cayó ajustadamente ante Nacional por 1 a 0, en actuación más que meritoria, incluso con un gol de penal de Atilio Anchetta. En el arco venezolano había una garantía: el Pulpo Colmenares, golero insigne del fútbol Vinotinto, que era incluso de la Selección. Pulpo porque había tardes en que parecía tener varios brazos, las agarraba todas. Pero ocurrió un imprevisto: el juez austríaco-peruano Erwin Hiegger cobró una falta muy protestada por los muchachos del Valencia y, mientras Hiegger estaba dado vuelta contando los pasos, el Pulpo, de rabia, quiso patear la pelota lejos con tanta mala suerte que le pegó en la espalda a Hiegger. Éste se dio vuelta y preguntó: “¿Quién fue…?” Los de Nacional señalaron con el dedo a Colmenares y se fue expulsado. Pescaíto Gómez, posiblemente el técnico más gracioso que dio el fútbol mundial, hizo un cambio obligado: sacó a Zezinho, delantero, y puso a Darío Castillo. Que no recibió goles, pero sufrió un infortunio al final: se quebró un dedo.

Tres días después tocaba Peñarol y Colmenares suspendido… Quedaba un sólo arquero y con el dedo roto: Castillo, que además era un novato y no atajaba nunca. Para peor, noche lluviosa, barro y la luz amarillenta y mortecina de aquellos tiempos que no beneficiaba a los arqueros. A los treinta segundos, una rauda corrida por izquierda del puntero Julio Losada, centro combado, cabezazo de Spencer y Peñarol 1 a 0 arriba. Todavía se estaban acomodando y ya perdían. Nervios, inseguridad, culpa, dolor en el dedo, todo se le amontonaba en la cabeza al futuro Tenor de Aragua.

En aquellas Libertadores eran comunes las goleadas vergonzantes, había países no tan desarrollados futbolísticamente. Se daban resultados de cinco y seis goles. Pero hasta ahí, pasa. Once goles es un mazazo, una impiedad. El mismo hincha del vencedor sale del estadio casi contrariado, festeja más un 1 a 0 que un 11 a 2. “Para Peñarol fue una risa”, tituló su columna Juan Ángel Miraglia, cronista de la uruguaya revista Deportes. Sí, era tragicómico. “Un score de básquetbol”, comentó La Mañana. “Peñarol fue un despiadado verdugo”, puntualizó el desaparecido El Día. Y BP Color acertó un pleno: lo describió como “Un triunfo sensacional y una goleada para la historia”.

Por lo general, cuando un equipo llega a cinco o seis, pone el pie sobre el freno, Peñarol siguió a fondo, Tenía que ganar para clasificar a la fase siguiente, pero no corría peligro. A aquel grito inicial de Spencer le siguieron tres de Pedro Rocha, dos de Losada, otros dos de Ermindo Onega. Acabaron el fusilamiento Nilo Acuña, Waldemar Cáceres y el mismo Spencer. El Pulpo Colmenares, en la platea, se agarraba la cabeza. Peñarol tenía antecedentes crueles: en 1963 había vencido al Everest ecuatoriano 9 a 1.

Tras la carnicería, el vestuario venezolano era un cementerio. El silencio se cortaba con tijera. Darío Castillo, el infortunado arquerito que tuvo que ir a buscarla once veces adentro, confesaba muchos años después que fue la noche más dolorosa de su vida. “El primer balón que tomé ya no me sentí bien. Luego llegaron los goles, uno detrás de otro, y me desmoralicé, al punto que los balones que iban para afuera yo los metía en mi arco. Esa delantera de Peñarol era endemoniada… eran unos bárbaros, unos diablos… Y la presión del público, el estadio Centenario, el dolor en mi dedo que me había fracturado en el partido anterior, los goles, ninguno de mis compañeros se quiso parar en el arco, y seguían los goles… Fue un partido muy difícil… Esta historia me marcó para siempre… Recuerdo que sólo un niño uruguayo, cuando terminó el partido, vino a saludarme y darme ánimo y me acompañó hasta el camerino”. Poco después, Castillo se alejó del fútbol y se dedicó al canto.

 Después de ese partido la selección le llevó a Peñarol 8 jugadores para el Mundial de México y aun así llegó a la final de la Copa, jugando con los suplentes y los extranjeros. Dirigido por el inolvidable Oswaldo Brandao, el cuadro aurinegro se midió en dos contiendas casi bélicas con el Estudiantes de Osvaldo Zubeldía. Fueron refriegas en que las piernas de todos parecían cuchillas. En La Plata se impuso Estudiantes 1-0 con un sensacional gol de palomita de Daniel Romeo; en Montevideo terminó 0 a 0. Zubeldía, siempre zorro, llevó con la delegación a un boxeador consagrado, el Tano José Menno, platense, fana de Estudiantes y campeón argentino y sudamericano mediopesado, que también incursionó como peso completo. El Tano peleó con Ringo Bonavena y fue sparring de Monzón. Zubeldía sabía cómo lo iban a esperar. Cuando llegaron con el bus al Centenario empezaron las agresiones apenas abrir la puerta. Menno fue el primero en bajar y tuvo que abrirse paso a fuerza de piñazos. No obstante, el propio Tano le bajó unos decibeles al tema, dijo que fue como hincha y para colaborar: «Estudiantes me llevó para defender a sus jugadores, pero la gente de Peñarol había mandado seis o siete boxeadores negros. Vinieron todos juntos. Jamás me pegaron tanto en mi vida».

Otra época.

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Sin Mbappé, el paraíso

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 12 de marzo de 2025 / 23:27

El frenético festejo final entre hinchas, jugadores, auxiliares y cuerpo técnico refleja el momento del PSG. No se trata sólo de una clasificación a cuartos en Europa. Hay alegría, unión y carácter. Y, sobre todo, hay equipo, juego, funcionamiento.

Es la satisfacción, por fin, de estar en el camino correcto. Por eso la felicidad general. Le costó años quitarse el pringoso traje de pecho frío que le impuso la comunidad futbolística internacional.

De club lleno de figuras que no alcanza objetivos importantes. De equipo pijama. Catorce años exactos, desde que el fondo catarí asumió el control accionario e inyectó los recursos para volverse grande (lo logró) e intentar coronarse a nivel continental (está en eso).

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Logró el reconocimiento general este martes nada menos que ante el Liverpool. Y en Anfield. Un Liverpool que es líder y ya casi campeón de la Premier. Además, ganador con holgura de la primera fase de la Champions. Y sextuple campeón de Europa. Necesitaba un rival pesado y copero el Paris Saint Germain para dar vuelta esa imagen que lo torturaba. Y fue a lo grande.

Por penales, pero jugando un fútbol que enorgulleció a sus hinchas y le granjeó el respeto de todos. Después de virtualmente pasarlo por encima en París, entrándole por todos lados (y perder de manera increíble 1 a 0 por la fabulosa labor del arquero Alisson), fue a Inglaterra a buscar el resultado que necesitaba. Y lo consiguió con fútbol y personalidad. Devolvió el 1-0 y avanzó a cuartos de final tras el alargue y los penales. El dramatismo le agregó euforia a la alegría.

No obstante el resultado, lo que impresionó fue su juego, su personalidad, su temple, en un reducto casi sagrado del fútbol, donde han derrapado tantos. “Ahora somos un equipo de verdad”, sintetizó con orgullo su técnico, Luis Enrique, en la rueda de prensa posterior. Es lo que se advierte. Pareció un mensaje por elevación a Mbappé, a quien el asturiano lo masticaba, pero no lo tragaba. Ya lo había lanzado la temporada anterior, cuando se marchó Mbappé: “Seremos mejor el año que viene”, dijo. Quería esto que ha logrado: que todos jueguen para todos, no para una estrella.

“Lo fácil era pensar que, sin Kylian, el PSG se iba a diluir sin remedio. Pero la realidad es tozuda”, escribió Javier Giraldo, de Sport, de Barcelona. Exacto, es al revés. Juega mejor. “Es el equipo más fuerte que hemos enfrentado, no sólo en esta temporada, sino en los últimos tres años”, comentó Virgil Van Dijk, dándole un reconocimiento fuerte.

¿Tiene mejor plantel que en el curso anterior…? No, similar. Por el contrario, hizo menos incorporaciones que en años precedentes, aunque fichó bien. Willian Pacho ha sido un acierto magnífico, le da seguridad defensiva y juego aéreo. Désiré Doué, cuando ingresa, es un soplo de frescura en el medio, tiene técnica y puede convertirse en pieza importante.

El portugués João Neves aporta movilidad, manejo y llega al área. Y el impronunciable georgiano Kvaratskhelia agrega gambeta y desequilibrio en ataque. Pero nada extraordinario. Simplemente, juega mejor, con armonía, llega a fondo con los laterales, con Vitinha, transformado en el Modric del PSG, con el mencionado João Neves y, por supuesto, con los tres de arriba.

Eso. Y Luis Enrique, claro. Un sujeto que no tiene miedo a nada. Manda a sus equipos al frente contra todos y en cualquier estadio. Domina, ataca, sale a ganar. Sin pelotazos. Y se nota un compromiso total del plantel. El día del 0-1 de local ante el Liverpool fue una maravilla, una orquesta de cámara. Nasser Al-Khelaïfi está feliz con Luis Enrique y ya le ha ofrecido renovar contrato por, mínimo, dos años más. Y el entrenador aceptaría. ¿Dónde estará mejor que en la Ciudad Luz, centro del mundo…?

El tiempo, juez esclarecido, dará su veredicto: la fortuna, que no una decisión elaborada, le hizo enorme favor al Paris Saint Germain: que se marchara Mbappé. Terminaron los conflictos y, sobre todo, ¡qué bien juega el PSG sin él…! El club, el equipo y el técnico se liberaron. Ahora juegan todos para el PSG, no para dársela a un individuo y que este engrose sus números personales. Mbappé es la versión 2.0 de Cristiano Ronaldo: todos deben jugar para él porque sino se enoja. Todos a jugar para el de menos sabiduría y visión futbolística. Antes, la fórmula era el pelotazo al espacio para que Kylian corriera y disparara. Ahora es un colectivo y funciona que es un encanto. Toque y toque, pero con profundidad. Luis Enrique es en cierto modo de la escuela de Guardiola, aunque con más picante, de transiciones rápidas y con ataque más frontal, más declarado. Barcolá, sustituto de Mbappé, es una bendición, gambetea, desequilibra, hace y sirve goles, posee velocidad y una cierta desfachatez sudamericana. Dembelé se liberó y es una metralla, nunca había alcanzado este nivel. Y ya no es obligatorio darle a nadie los pases, los penales, los tiros libres, la capitanía, las llaves del vestuario. Ahora son once y nadie se siente presionado por tener que pasársela a Mbappé en cada jugada. El corresponsal en París del diario AS, en un primer momento, tituló “Tras Mbappé, un huracán”, hablando de lo que ha mejorado el juego del PSG. Desde luego, le hicieron cambiar el título rápido. Ahora Kiki juega en el Madrid y hay que protegerlo.

En la 2023-2024, con Mbappé en París, Dembelé marcó 6 goles en 42 partidos (0,14 por juego). En esta 2024-2025, sin Kylian, lleva 29 goles en 36 cotejos (0,81). Casi seis veces más. Tanto ha levantado que es serio candidato al Balón de Oro, según los medios europeos. Hasta julio último, esto hubiese sonado a ciencia ficción. Claro, dependerá de cómo le vaya al PSG, que aspira a los tres títulos que disputa. Ya lo había anticipado Luis Enrique: “Sigo pensando que (sin Kylian) somos mejores en ataque y en defensa, Los números están ahí”.

Casi un calco de lo que acontece ahora con Dembelé sucedió en el Real Madrid con Benzema. Llegó al Bernabéu en 2009 al mismo tiempo que Cristiano Ronaldo. En las primeras 9 temporadas juntos, el francés pasó casi inadvertido, jugando de lugarteniente, a servirle pases y goles a CR7. Cuando se fue Cristiano, apareció Karim en toda su dimensión de crack. Dejó de ser el Sancho Panza del otro y se convirtió en un delantero sensacional, en fino conductor del Madrid. Creció extraordinariamente su cuota goleadora, pasando de un promedio de 0,47 a 0,69. Incluso ganó el Balón de Oro. Antes tenía que jugar para el portugués, siendo él técnicamente superior. Pasó de 22, 28, 19, 12 anotaciones por estación a 30, 27, 30, 44, 31. Y hasta aumentando sus asistencias.

El PSG y el Barcelona son los dos equipos que mejor juegan en esta Champions, pueden no llegar a puerto, pero entusiasman a su gente. Y a los neutrales, porque no hay mejor programa que ver jugar bien al fútbol, cualquiera sea el escudo. En el caso del PSG, hasta el Liverpool era sólo un equipo francés, ahora sacó pasaporte europeo.

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Frazier-Ali, la lucha inmortal

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 9 de marzo de 2025 / 21:50

Se hablaba en los bares, en las peluquerías, en las redacciones de diarios, en las oficinas, talleres, clubes, en todas partes y en el mundo entero. No había celulares ni Internet ni ninguno de los adelantos tecnológicos actuales. No fueron necesarios.

Tal vez nunca un suceso deportivo trepó a este nivel de expectativa. ¿Pudo un combate de boxeo ser más importante que una final del Mundial de fútbol…? De hecho, creemos que sí. Posiblemente la final Inglaterra 4 – Alemania 2 de 1966 no alcanzó la repercusión del combate Ali-Frazier. Este se palpitó desde varios meses antes y la discusión se extendió por años.

El 8 de marzo de 1971 el planeta quedó congelado esperando el desenlace de un episodio cumbre del deporte. Se lo vendió como ”La Pelea del Siglo”, pero sobrepasó largamente el rótulo promocional: fue el choque de todos los tiempos. Todos nos pegamos al televisor.

Se unieron diversas circunstancias. El box vivía un tiempo de oro, Estados Unidos producía docenas de fenómenos del ring y la categoría pesado había parido dos atletas colosales: Muhammad Ali, quizás el artista más hermoso, arrogante y genial que haya visto un escenario deportivo de cualquier índole.

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También el más provocador y lenguaraz. Y Joe Frazier, un oso hambriento, valiente y superentrenado, callado, correcto y capaz de aguantar treinta rounds lanzando golpes brutales. Un metro 91 y 107 kilos Ali, 1,82 y 104 kilos Frazier; 29 años el primero, 27 el segundo. Ambos en el apogeo. Fue como si se enfrentaran en una final Pelé y Maradona con el universo latiendo excitado para ver cuál es más grande.

No obstante, el duelo excedió lo pugilístico. Tuvo un trasfondo social y racial, aunque los dos eran de raza negra y tenían origen humilde. Ali, hasta 1964 Cassius Clay, se convirtió en paladín de la lucha antiestablishment. Había hecho puré a Sonny Liston, un temible exconvicto, y dominaba la escena. Anunciaba con irreverencia en qué asalto demolería a sus contrincantes. Ya los achicaba fuera del ring con sus declaraciones.

Su gracia y su carisma nunca fueron igualados. Pero en 1967 fue llamado a filas para ir a la Guerra de Vietnam y se negó. “No tengo nada contra el Vietcong”, dijo. Y antepuso su religión musulmana. Frente a su desobediencia civil, se expuso a un juicio por desertor, le quitaron el título mundial y la licencia para combatir. Encarnó el movimiento antibélico y se arriesgó a una pena grave. Pero en 1970 fue autorizado a volver a los cuadriláteros en algunos estados. Frazier, menos lúcido ante la prensa, era el candidato de los blancos. Ambos eran invictos y campeones del mundo, Muhammad despojado.

En el pesaje y en las ruedas de prensa previas Ali ridiculizó a Joe, lo que este nunca perdonó hasta su muerte. “En el ring será distinto”, pensaba Frazier. Un ocasional empresario -Jerry Perenchio- supo ver la veta de oro y aceptó pagarles 2,5 millones de dólares a cada uno, una cifra esquizofrénica para la época. Pelé no percibía al año ni el 10% de esa suma en el Santos. Los otros promotores decían que estaba loco, no había forma de recuperar tanto dinero, además estaban los gastos de promoción y montaje. “Me enteré de que este tipo, Jerry Perenchio, ofrecía 5 millones de dólares a los púgiles -contaba el famoso Bob Arum- y me reí. Era una broma. Pensé que era un payaso de Hollywood. Lo descarté. No podía ser”.

Pero Perenchio, aún sin dinero, tenía el negocio en mente. Consiguió un socio millonario, Jack Kent Cooke, propietario de los Lakers, y lo convenció de invertir. Se hizo con el contrato. Antiguamente los ingresos se reducían a la taquilla en el estadio y a los 5 dólares que se cobraba en los cines por ver el duelo en pantalla gigante. Perenchio prohibió la transmisión de la pelea en radio y en televisión para Estados Unidos -sí para el resto del mundo- y puso un precio alocado para los cines: 25 dólares. El día del boxeo era el sábado, pero Frazier-Ali fue un lunes, que era el día más flojo de los cines. Resultado: los aficionados se peleaban por las entradas y, por otro lado, el Madison Square Garden de Nueva York explotó: 20.455 personas, con el ring side a 150 dólares y el gallinero a 20. La transmisión al exterior fue por circuito cerrado a 50 países con una audiencia estimada en 300 millones, un récord para cualquier evento televisivo en ese momento.

Perenchio, hombre del espectáculo, llevó a una decena de artistas invitados como Frank Sinatra, y la promoción previa, con Ali humillando a Frazier hizo el resto. Fue un negocio colosal.
Luego hubo una confrontación épica. La técnica nunca superada de Ali frente al ímpetu y la fuerza descomunal de Smokin Joe, como se lo apodaba. Había que tener mucho coraje para entrar a un cuadrilátero con Frazier. Y aguantarle quince períodos de tres minutos. El mundo se dividió. Los periodistas y fotógrafos de El Gráfico hicieron una polla a ver quién ganaba, en todos lados era así. Se dio la lucha esperada: Frazier al ataque, buscando el cuerpo a cuerpo para descargar sus zurdazos terribles al hígado y también a la cabeza; el genio tratando de guardar distancia para sus golpes de cirujano, siempre al rostro. Tan preciso que ya en el cuarto capítulo el rincón de Joe comenzó a trabajar sobre su ojo izquierdo, entumecido.

Hasta el tercero fue parejo, en el cuarto Joe acertó dos zurdazos boleados a la mandíbula de Ali que levantaron el “uuuuuuhhhhh…” de la platea. Frazier iba como toro y era una metralla lanzando golpes, obligando a Ali a asumir una postura defensiva, pero, aún defendiendo, su talento le permitía conectar manos precisas. El tema pasaba por ver cuánto podría aguantar Frazier semejante ritmo. En el sexto Joe comenzó a sentirse ganador, después de que sus brazos, que parecían árboles, descargaran tupido en la humanidad del bailarín, que ya no bailaba.

La refriega -eso era- mantuvo el tono hasta el final. Clay-Ali siguió con su precisión quirúrgica en los golpes, tiraba diez y metía nueve. Frazier erraba más, pero lanzaba cien e impactaba veinte. Su gancho de zurda, capaz de noquear a un caballo, mandó a la lona a su verdugo oral en el decimoquinto. Ali se levantó, pero la caída terminó de definir a los jurados, que dieron ganador a Frazier por unanimidad. Si en la previa desataban pasiones divididas, tras el fallo hubo más división. “Si lo mandó al hospital…”, protestaban los hinchas de Ali. En realidad, los dos fueron a la guardia después de una lucha feroz.

La pelea de todos los tiempos originó la salida de El Gráfico de El Veco, notable escriba que triunfó en Uruguay, Argentina y Perú. El Veco envió desde el Madison una larguísima nota en la que desconocía el triunfo de Frazier ya desde el título, contundente: “TRES JURADOS DERRIBARON UNA ESTATUA”. En cristiano significaba que le habían robado la pelea. No negaba la fortaleza física y espiritual de Frazier, valoraba su temple y su ataque constante, aunque dejaba entrever el mayor talento boxístico de Cassius Marcellus. Era absolutamente comprensible por la fascinación que ejercía Clay con su boxeo único, la belleza y perfección de sus golpes limpios, netos. En Buenos Aires, el director leyó la nota ya con la revista imprimiéndose y dio la legendaria orden de “paren las máquinas”. Entendía que era un disparate y un desprestigio para El Gráfico negar el triunfo de Frazier. Ya se habían impreso 16.000 ejemplares. Se rehízo el comentario y el nuevo título fue “CAYÓ UNA ESTATUA”. Única vez en casi cien años que la revista tuvo dos versiones en una misma edición.

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