Somos un mal actor de reparto
Imagen: Archivo La Razón
Ricardo Bajo
Imagen: Archivo La Razón
Introducción: el partido entre Bolivia y Uruguay se juega en una cancha de la NFL, de fútbol americano. El césped deja mucho que desear (como otros escenarios del torneo).
En el descanso salen unos tipos con baldecitos para rellenar de arena los huecos. La Conmebol nos ha robado la Copa América. Hay mayoría de hinchada uruguaya en New Jersey.
Zago improvisa -otra vez- el onceno. En una línea de cinco defensas, la lotería de los laterales cae en Rocha y Fernández; la de los tres centrales, en Haquín (capitán), Cuéllar y Sagredo; el doble cinco también es inédito (Céspedes de cinco y Villamil, mixto); los dos por afuera son Vaca y Terceros (ambos acostumbrados a jugar por dentro); y arriba, solito, Algarañaz.
La selección de Marcelo “Loco” Bielsa pone a dos extremos para alimentar al nueve del Liverpool, Darwin Núñez. En la “celeste” hay jugadores que compiten en los grandes equipos de Europa: su capitán Valverde juega en el Real Madrid y su central Araujo, en el Barsa; Terceros juega en la juvenil del Santos. La diferencia entre uno de los más serios candidatos a ganar la Copa América y el peor equipo del torneo es simplemente abismal. Y si sumamos la improvisación de Zago… apaga y vámonos.
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Nudo: a los veinte minutos se termina el partido con un dos a cero en contra. La “Verde” -que viste otra vez de un rojo antinatura- se mete atrás; la presión alta ha pasado a la corta historia de la era Zago. Somos incapaces de pasar la media cancha. Saltamos líneas porque la pelota quema. Cuando salimos, nos agarran desprotegidos, retrocediendo mal.
La posesión de la pelota es uruguaya, como le gusta a Bielsa. La victoria sorprendente de Panamá ante el anfitrión Estados Unidos “obliga” a los charrúas a ganar/golear. Bolivia persigue la redonda mientras Uruguay toca rápido. Es un monólogo celeste.
Desenlace: Fernández deja la cancha al descanso por una lesión producida en la mitad de la primera parte. Entra Marcelo Suárez, un central para jugar de carrilero. El único objetivo (otra vez) es evitar una (mayor) goleada. Nos animamos siempre que el rival baja el ritmo. Entonces Zago se emociona y mete un delantero más: Lucas Chávez que es suplente en su equipo. Es lo que hay. Con espacios, Uruguay mata y hace tres más. Bolivia se cae físicamente, nada nuevo bajo el sol.
Post-scrptum: el sueño de Zago era/es competir. Cada día que pasa, “competimos” peor. No importa: recuerden que estamos en EE UU para hacer pruebas con vistas a las eliminatorias. Queda lejos la Copa donde clasificamos a segunda fase al mando de otro “loco”, Mauricio Soria, más ambicioso. Entonces había una idea, un rol que jugar. Hoy -apenas- llegamos a ser un (mal) actor de reparto.