La Copa está en buenas manos

Francia sumó su segundo título del mundo. Celebran los franceses. Le ganó bien a Croacia en una final de seis goles (4-2) que no son pocos. Los croatas también pueden sentirse campeones porque llegaron donde nadie creía de ellos, ni ellos mismos.
En estos tiempos del fútbol físico y táctico no se puede hablar de un brillante campeón. Ya no hay selecciones capaces de deslumbrar. Brasil con Pelé es cosa del pasado, como también ha quedado atrás Diego Armando Maradona con su Argentina.
Hoy, los monarcas del mundo ya no son equipazos. Tienen buen fútbol, figuras, un poco de todo, más cosas buenas que malas, pero ya no la brillantez de otrora.
Y en medio de eso, este seleccionado francés tiene un plus. Su éxito no es solo su solidez defensiva, o la labor de sus figuras como Mbappé, Griezmann, Umtiti, Pogba, o su potencial físico general ni sus aciertos ofensivos. Su éxito principal son los resultados obtenidos en el lado más fuerte del cuadro.
Porque después de superar a trote la fase de grupos —Australia, Perú y Dinamarca—, fue capaz —con solvencia, sin titubeos— de quitar de su camino verdaderos peligros, aquellos de peso como el seleccionado argentino de Messi, el de Uruguay con Tabárez y Suárez y el de Bélgica con muchos talentosos que juntos eran amenazantes.
Croacia como rival fue quizás, por muchas razones, lo menos complicado del trayecto final y por eso vale retroceder un poco para hallar la verdadera envergadura de este logro.
La Copa está en buenas manos. Francia, finalista en Europa no hace mucho, tiene un equipo que no solo es presente sino que es futuro. Capaz que dentro de cuatro años y medio —en Catar 2022—, solo con algunos matices, tenga mucho más para mostrar y, por tanto, para defender
como corresponde un título mundial.